miércoles, 27 de mayo de 2015

26 años de Café Tacvba

1989... en la dureza del DF, una banda surgió. La música latinoamericana no ha vuelto a ser lo de siempre. Yo tenía 11 años.

Tres años después, llegaron a mis oídos, mi vida no ha vuelto a ser lo de siempre.

Café Tacvba, el cuarteto mexicano que nació un día como hoy en 1989, ha tenido la magnificencia de llevarnos a las emociones más hermosas de la humanidad con su música. En lo personal no me gustan los covers, excepto... claro , los que han hecho ellos y por supuesto sus canciones originales.

En medio de todo lo vértigo que expulsan nuestras ciudades, llámense San Salvador o México DF, siempre queda esto que nos da la música, la letra, el sentimiento. Retrata a cada instante a sus habitantes, los describe, los ama, los amarra. Le pertenecemos a la música y eso nos lo recuerda Café Tacvba.

A mi me han acompañado durante más de veinte años, era una niña cuando sus primeras canciones se quedaron incrustadas. Difícil es elegir una, pero acá les dejo esta... que por mucho y por mucho tiempo fue una especie de voz propia ante la vida que me arrastraba sin compasión.





Y es que quisiera saber
quién piensas tú que soy yo
qué es lo que esperas de mi
para seguirme hasta aquí.

No sé si vamos
ya no regresamos
no veo principio, ni fin.

Desde un remoto lugar
desde otra generación
una forma de pensar,
fuimos tan solo una opción.

Mucha inocencia
y muy poca paciencia
eterno prueba y error.

Tú te podrás alejar...
más lo que diste de ti...
eso que preguntas hoy,
¿me lo podrías repetir?


martes, 26 de mayo de 2015

De nuevo, 26 de mayo

Mi querido Miguel:

El calendario otra vez nos marca 26 de mayo. Mi ser, en automático, se vuelve parco y un poco nublado por este mes, es como si hubiese algo en mi corazón que siempre presagia esta tu ausencia desde hace años. 

No te imaginas cómo detesto este mes desde aquel año en que la lluvia cayó sobre tu cuerpo moribundo en una parada de buses. Siempre he tratado de no pensarlo así, pero no puedo. Soy un fracaso ante el dolor. Luego pienso que a vos no te gustaba verme enojada y mucho menos triste, siempre me lo dijiste, aún cuando eras un muchachito de 15 años que me sacaba prisas entre los pasillos del colegio. Entonces, agarro mi rabia, mi impotencia y mi dolor, los doblo cuidadosamente y los guardo donde no me saquen lágrimas.

Siempre te extraño, eso siempre lo sabrás. 

Hoy encontré una foto tuya y vi tus ojos tan hermosos, tenías 18 años, el cabello negro y la seriedad oportuna de las graduaciones, esa misma foto, sé que está oculta en algún rincón de mi casa, guardada en una caja entre libros, no porque no quiera verte, es porque te estoy protegiendo, protejo ese recuerdo que me dejaste en mi oficina hace años. "Siempre te voy a extrañar" dice en el reverso. Lo recuerdo perfectamente. 

Debo confesarte algo... este mayo ha sido distinto. En serio, por primera vez en muchos años, mayo no me ha maltratado tanto y me ha dejado algunas cosas buenas, entre ellas... vos lo sabes, beatificaron a Monseñor Romero, ese mismo que fue centro de nuestras conversas allá en Arcatao, bajo las estrellas, a la orilla del río, ¿te acordás? Vos espantabas a los sapos que tanto miedo me dan y que tuve que soportar solo porque a vos y al grupo de tus compañeros se les ocurrió que ese lugar era el más maravilloso del planeta y quisieron que nos sentáramos ahí. Si estuvieras acá, hubiéramos ido el sábado pasado, nos hubiéramos requemado y terminado como bembos... hubiéramos repartido bolsas de agua, hubiéramos cantado aquel canto que tanto te gustaba... ese que habla sobre dar dignidad a los pobres y derribar al opresor, hubiéramos llorado juntos, lo sé. 

Pero vos no estás acá, estás allá, seguramente más cerca de Romero que cualquiera de nosotros. Perdoname, Miguel. Mi fe ya no es la misma de antes, creo que incluso se me murió aquel mayo y aunque el dolor no es el mismo, no deja de ser dolor, Perdoname. 

Tu ausencia siempre es difícil para mi.
Siempre te extraño. Siempre te quiero.




lunes, 25 de mayo de 2015

"Porque le diste reparo al desarraigo de mi corazón..."

Durante las últimas semanas me han llamado guerrinche, subversiva, izquierdosa, bochinchera... nada hay nuevo bajo el sol.

Por mi trabajo me tocó revisar mucho material sobre el beato Óscar Romero, él que no era un desconocido para mi, volvió a tocar las fibras finas de mis rebeldías. Esa rebeldía que nació no con el conflicto armado, sino con el suave ritmo de una canción de cuna.

Para mi, hablar de Monseñor Romero no es quedarme solo con lo que él dijo, con su denuncia solidaria y amorosa hacia los pobres, sino también es hablar de la historia completa de mi país. Es reconocer los fallos, las alegrías y las matanzas, también las esperanzas y los tropiezos de este pueblo. Es reconocer, si lo quieren ver desde la visión bíblica: un largo éxodo en búsqueda de la identidad.

En estas últimas semanas vi viejas fotografías del beato, pero en mi casa también me dediqué a buscar en mis recuerdos las fotografías de mi familia, de mi papá con su leónica melena de hombre joven, de mi mamá sosteniéndome en sus brazos finos y blancos, los rostros de mis hermanas, siempre felices y sonrientes, de mi sobrino, que es el que más se parece a mí en tantos aspectos. En todos estos recuerdos tan propios vi mezclarse la historia de la capital. La historia que compartimos con miles de cientos de personas. 

Me vi a mi misma, con pocos años de vida, sentada a los pies de la estatua de San Martín de Porres, bañada por la luz de colores de los vitrales de la Iglesia El Rosario, vi a mi madre, con su hermoso vestido azul oscuro confirmando mi fe ante Monseñor Romero, yo era una bebé de un año, vi a mi madre sentada a mi lado, en una foto fechada un 30 de marzo de 1980, estábamos en el Parque Infantil, ella lloraba porque acababa de discutir con mi papá, los tres íbamos a catedral aquel día para despedir al mártir, pero nos separamos porque así son las parejas en sus primeros años, en especial si son jóvenes, como lo eran en aquellos años mis papás. Mi papá siguió su camino y tuvimos que esperar hasta el día siguiente para saber que no había muerto en el ataque que perpetró la policía durante el funeral. Esos acontecimientos, han marcado siempre mis marzos. 

Recordé mis años de estudio, en el colegio y en la universidad, aquella fe ciega que profesé y que me mantuvo atenta y fuerte en tantas ocasiones, aquella fe que también me hirió. 

Mi fe murió. Al menos eso he creído desde hace más de 10 años.

El que no logra morirse del todo en mi corazón es Romero, se lo decía el sábado a Miguel, mi único vínculo con la iglesia, esa iglesia que a veces he creído tan injusta, deshumanizadora e intolerante, es Monseñor, ese hombre tímido, conservador, tan de pueblo, que a pesar de ser así... logró salir de sí para que otros pudiéramos ser.

Confieso que me molestó mucho que me dijeran todo lo que dijeron... no porque sea un insulto, sino porque al final, con esa actitud muestran que no solo los de derecha, sino también los de izquierda, en su mayoría, o al menos los que están el poder, no comprendieron de verdad lo que Monseñor intentó hacernos ver.

Me molesté mucho en mi trabajo, porque no me dejaron retratarlo como lo veo yo, al final entendí que no soy yo la que debe darlo a conocer, bajé mis ínfulas de sabionda y me entregué a la línea que me pedía el cliente, lo importante, pensé, es que yo sé cómo fue él. Lo que significó para todo este país. Monseñor sigue aquí, conmigo. En una foto, en un recuerdo, en una frase, en una canción que tanto me lo recuerda.

Hoy Monseñor es un hecho histórico, es un reconocimiento tardío pero bien merecido, es una multitud, es una cólera... es un halo de sol, es una nube llena de lluvia, es un alivio, es una camiseta, es una esperanza nueva, es un milagro esperado, es una estatua. Es un latido vivo aún. Es un ancla para mi corazón.


viernes, 15 de mayo de 2015

Lo que escuchamos, lo que nos dicen y lo que nos creemos

Y de paso lo que averiguamos...

Como sabrán siempre he sido curiosa. Es maña vieja de niña retraída en las soledades de una biblioteca. Me gusta ser así. 

Esto me ha salvado de varios errores o de que me den paja, de hecho han sido pocas las personas que han logrado engañarme y cuando ha pasado reconozco que la maldad (verdadera o no) no es lo malo en los demás, sino que el error fue mío, por no ir a averiguar yo.

En fin, esta mañana amanecí pensando en Édif Piaf, de hecho pensé que no he vuelto a ver la película en la que Marion Cotillard le dio vida al gorrión de París, sobrenombre amoroso e ingenioso que se le dio a esta huérfana criada en un burdel. 

Pensé en escuchar Hymne a l'amour, porque ya saben... soy una cursi bajo esta pinta de maitra brava. Pensé en el inmenso amor entre Édith y Marcel, un famoso boxeador que murió en un accidente de avión mientras iba a encontrarse con ella... destilo miel, pero entonces Deezer hizo la bondad de decidir por mi y sonó La Foule y amanecer así es lindo...





Pero... ALTO... ¿dónde he escuchado una tonada parecida? Claro, en una cultura tan popular como en la que vivimos, usted, querido lector, también se estará preguntando lo mismo y resulta que lo que nos une a usted y a mí es una conocida cumbia de la Sonora Dinamita, en cuyo video hace plétora de mujeres muy maquilladas, semidesnudas y bailando (moviendo las caderas como torbellino) e irónicamente sufriendo por un tipo ingrato...





En el momento de caer en la cuenta del remake me dio dolor en algún punto del cuerpo y renegué de la poca creatividad latinoamericana... claro, esa soy yo y mis ínfulas de superioridad académica, pobre de mi.

Por supuesto, vine a mi oficina y me puse a buscar los argumentos para escribir esta entrada y dejar a Édith Piaf en los más altos altares de la poesía musicalizada y ¡tas!  averigué que La Foule no es de la autoría de la mentada mujer, y que el autor es un latinoamericano, llamado Enrique Dizeo, en 1936 y que originalmente era un vals peruano o criollo.

Conclusión: Hay que ser curiosos, no por escuchar una versión u otra quiere decir que una u otra sea mejor o que la que nos guste es la ÚNICA válida, otra lección es que hay personas que logran tomar algo y llevarlo a mejores condiciones, como lo hizo Piaf... o la Sonora Dinamita... dependiendo del gusto.

viernes, 8 de mayo de 2015

El ritmo al que galopa mi sangre

Amo el rock and roll...

Es algo que no puedo evitar, de todas las clases, colores y tamaños... desde niña, cuando veía a The Doors, Queen, Led Zeppelin y Pink Floyd junto a mi papá o uno de mis primos que me cuidaba... Miguel Ángel.

Luego vino el rock en español y ya no hubo regreso... Charlie García, Soda Stereo, Los Prisioneros, Los Tres, Caifanes, Café Tacuva, los Hérores del Silencio y Aterciopelados, pasando también por solistas.

Por supuesto mis exploraciones han sido amplias y por temporadas no hay espacio en mis oídos para otra cosa que no sean los buenos riffs de guitarra o el tambor pletórico de ritmo. Y es que a mí el rock me sirve para casi cualquier cosa... desde hacer limpieza en el apartamento, pasando por la cocina y también se presta para tomar una energética ducha o para sentarme a leer, en especial si es texto académico, también para la siesta y para sacarme las canas frente al espejo.

El rock también ha sido apto para mis tristezas y para mis insomnios, para las noches oscuras en las que siento que retrocedo y en las que avanzo a nuevos senderos. Para la sobriedad y para la expedición de la borrachera, para la soledad y para los abrazos.

Crecí escuchando rock.. desde la ternura de Elvis cantada por mi padre que me decía al oído "you will always on my mind", mientras trataba de calmarme el terror a los temblores, pasando por la fantasía de escuchar a Metallica que me aclaraba que nada importa si estoy con vos, siguiendo por las rebeldías propias de mi corazón al ritmo de "another brick on the wall", hasta el amanecer de mis viernes al son de "Back in black" de AC/DC.

Larga e insuficiente sería una sola lista de mis canciones favoritas, algunos me acusarían de purista y otros me apedrearían por los límites cóncavos y convexos, al encontrar grupos y tonadas fuera de la definición simple de rock and roll... No importa, quiero envejecer oyendo rock.

Quiero morirme oyendo rock y si no es mucho pedir... que en mi funeral suenen algunas de mis favoritas, como estas:












miércoles, 6 de mayo de 2015

Ver bien

Uso lentes desde los diez años. Recuerdo mis primeros lentes, elegidos a gusto de mi madre, eran de aro de carey cafecito claro y fotogrey... me sentía terriblemente ridícula. Por supuesto, a parte de mi necesidad oftalmológica, me sentía una ingrata si no los usaba. Tener lentes era un lujo en mi casa. 

Perdí mis primeros lentes y lloré, no por la posible cachimbeada... sino porque dejé de ver bien. Claro, esas cosas son trágicas en la infancia, una depende de los papás totalmente. 

Mi papá en su momento misericordioso del día determinó que debían hacer de nuevo el gasto para que mi cuasi ceguera no hiciera mella en mis calificaciones, nunca más volví a perder unos lentes... hasta hace tres años.

Perdí mis lentes cuando regresaba de Guatemala, luego de varios meses de vivir allá y me decidí a vivir de esa manera... hasta que hace dos años ya no soporté y fui de nuevo al oculista y aproveché una oferta de 2x1 y me compré dos pares de lentes. 

Los detalles son engorrosos, solo debo apuntar que los primeros lentes los perdí al salir del ISSS hace un año, cuando me dieron el alta luego de tener neumonía. Los otros los perdí hace tres semanas. 

Hoy fui a traer mis nuevos lentes. Son como me gustan, sencillos... aro amplio y negro ... oh, sorpresa... me aumentó la graduación, lo bueno es que ahora veo bien, o al menos mejor de como lo había estado haciendo hasta hoy.

martes, 5 de mayo de 2015

"Tal vez estás cansada"

Me dijiste este día, luego de que te confesara que no quiero ver a algunas personas, siempre me has entendido cuando ando así, cuando quiero ser tortuga y esconderme en mi caparazón o ser piedra y no moverme nada, mayo siempre me ha maltratado... aún así, te has quedado, ahí, en el pulso de un cursor, en la palabra escrita porque pasamos días sin vernos y cuando nos vemos, qué lindo es, porque suelo soltar todo lo que me molesta.

Este es el tercer mayo que vivo cerca de vos, mayo sigue siendo el mismo cabrón que se interpone a mis sueños de mini-micro empresaria, que se lleva a una hermana, que se incrusta como gangrena en una pierna, que se instala como olvido estacional en una mente, pero no puedo quejarme siempre.

Mi planta no ha muerto, mi gato ha sanado y vos estás ahí, al otro lado de la pantalla, diciéndome lo que casi nadie se atreve, diciéndome cosas fuertes y cosas suavecitas, como algodón de azúcar rosadito, como aroma limpio de mañana que amanece grisita, como espuma de cerveza helada.

Mayo podrá ser todo lo cabrón que quiera y yo podré estar cansada, harta de reclamos, de desconsideraciones, de ser de hule, pero todo eso se va al carajo cuando te escucho entrar a mi casa, a mi cueva, a mi refugio.

Si, a veces estoy cansada de mí misma en mayo. Luego recuerdo que soy la destinataria de tus caricias y mayo se pinta del rojo de los árboles de fuego y logro ver la bondad de algunas personas, logro encontrar el entusiasmo por un taller, por una idea, por algo que deseo para mi y para todos. No es que me enamore de vos, es que me miro con mi cabello recién cortado y me enamoro de mi, de la idea de que todo vuelve a regenerarse y de que todo lo feo puede quedarse fuera de mi puerta.

Me gusta este camino que llevo, ese que camino sola, ese que camino con vos y ese mismo que me ha traído de nuevo a escribir.