martes, 18 de agosto de 2015

El efecto del afecto

Si usted no ha encontrado a una persona, en todo lo que lleva viviendo en este sombrío mundo, que lo hace reír a carcajadas, que venga a su memoria cuando piense en los momentos felices que ha vivido, que además le siga sonsacando para planear locuras (grandes y pequeñas), que le haga encontrar sentido a la cotidianidad... si usted no ha encontrado a alguien así... déjeme decírselo con toda sinceridad y dolor: usted está muerto. 

Yo nací en 1977 y tuvieron que pasar 15 o 16 años para encontrar a la persona que es (algo así como) mi alma gemela. No. No es un hombre, no ha sido mi "media mitad" y por supuesto, no hemos pasado juntas siempre, no. A veces nos hemos perdido, pero cada vez que nos reencontramos es algo más que maravilloso. Ella ha estado en el 90% de mis épocas felices, aún sin estar, incluso. Porque cuando he tenido esos momentos con otras personas y ella no está, si está porque la recuerdo. 

Cualquier diría que estoy enamorada, pero eso es porque siempre nos enseñaron que el amor tenía que ser pensado para parejas, nadie nos dijo que el amor llega en toda una variedad de colores, géneros y frascos. El amor va más allá del simple concepto de pareja, está este amor de amigas, ese que me dice, a medianoche "no tengas miedo, todo va a salir bien", que me auxilia en lo más complejo y lo más simple, que me mira y sabe que mi GPS no la dejará perdida a media carretera. Ese amor que nos hace reír incansablemente y que aún nos llama a planear ir a Costa Rica a ver al grupo que nos ha gustado desde que éramos un par de adolescentes en un colegio de religiosos liberales. 

Esta hermana elegida entre millones de mujeres me ha tenido paciencia y me recuerda que yo debo tenérmela, me ha acompañado tanto como la he acompañado en esa hora en que es más oscuro pero sabiendo que el alba viene. Ella la depositaria de mis canciones más retorcidas, de los viajes más largos, de las pasadas más chistosas aún cuando lo que queríamos era llorar. Ella regresó luego de un doctorado y ahora sonsaca a la adolescente que se niega a morir en mí. 

Con ella, muy pronto, recrearemos una fotografía que nos tomamos hace diez años, cuando la vida nos exigía ser adultas... a usted, querido lector, le invito a buscar una persona que le exija volver siempre al lugar donde más ha sido feliz. 




martes, 11 de agosto de 2015

Ver una luz

Esta es la historia de George Malley, un tipo totalmente normal, hasta que vio la luz.

Después de celebrar su 37vo cumpleaños, una noche, George caminaba por la calle de su pueblo y de pronto vio una luz. Nunca supo que fue, solo cayó al suelo. Al día siguiente todo había cambiado.

George no podía dormir, más que dos horas cada día, leía y escribía incansablemente, investigaba todo lo que podía, veía todo con claridad y lógica, pero además, tenía ciertas alucinaciones y de paso se enamoró de una mujer y amó a los hijos de esa mujer; en medio de su confusión, tuvo tiempo de hacer cosas buenas por los demás, ayudaba a sus amigos y proporcionaba soporte a más de algún angustiado. Su doctor trataba de ayudarle, hacía exámenes pues George nunca había presentado los rasgos que ya les he descrito y buscaba en la ciencia la explicación a algo que no lograba tener lógica. 

La gente que le rodeaba empezó a alejarse, al no poder explicar qué le sucedía al pobre George empezaron a sucumbir a lo más natural y antiguo del ser humano: el miedo. George también sentía miedo, de lo que veía, de no poder dormir, de los demás, de sí mismo. Todo esto seguía su curso y el hombre fue deteriorándose.  

Se buscaron diversas explicaciones para la situación de Malley, unos decían que había visto un OVNI, otros que había sido secuestrado por extraterrestres que habían otorgado a George nuevas habilidades, más de algún religioso creyó que era obra del demonio. Todo se resumió a algo simple y natural: George tenía un tumor cerebral. Para que la historia que les cuento no termine TAN trágicamente, por supuesto George murió, pero rodeado de gente que lo amaba. Murió siendo consiente de su enfermedad, pero también de que había tenido una buena vida, a pesar del miedo, a pesar de la soledad que le tocó vivir. 

He recordado esta historia, que es en realidad el argumento de una película estrenada en 1996, protagonizada por John Travolta y que en sí es una de sus peorcitas películas. No importa, la recordé desde hace unos días he estado pensando que el mundo de la mente es tan complejo, es tan lleno de baches y de luces que a veces vemos y que no comprendemos, no solo los que viven ciertas cosas, sino también para los que rodean a estas personas. El mundo de la mente da miedo. Me da miedo. Pero a veces, solo a veces, el mundo de las emociones es aún más aterrador. 

sábado, 8 de agosto de 2015

"Yo soy"

Dentro de los años del desarrollo teológico de muchos pueblos, dios... dioses se han presentado al ser humano de muchas formas, con muchos nombres, con muchas capacidades. Todos han ido pasando y otros siguen su camino junto a sus creyentes.

En lo personal, estudiar teología me alejó de las creencias, de alguna manera fue liberador. Sin embargo, luego de una conversación con Marcela y Eli, ese par de niñas que veo y me ven, tratando de conocernos, encontré algo que había olvidado. Esa ternura por la esperanza.

Recordé, no sé por qué gran razón esta canción, que no es religiosa, pero que George Harrison, ese olvidado del escenario en los Beatles, compuso en una reveladora transformación espiritual, al entender que esa ternura por la esperanza y la bondad, porque si, sigo creyendo que la bondad aún existe, se resume a ver el sol aparecer cada mañana. Es también quedar con un amigo para tomarse unas cervezas y platicar, es ir donde una amiga y que te recuerde un mantra bello, es recibir sanación, es que un compañero, sin saber si crees o no, te diga "voy a orar por vos", es esperar a Miguel luego de otro viaje, es cocinar los alimentos. Es en definitiva, no complicar lo que nos hace felices.

Gracias George, por esta canción que me recuerda que dios, o dioses, o simplemente la bondad... siguen ahí y viene a nuestro encuentro y nos dice "yo soy bondad, vos también".