miércoles, 9 de marzo de 2016

La muerte y la relación con ella

El Salvador es un cuento de horror. 

No hay que ir lejos para encontrarnos con una escena de muerte a diario, esta mañana mataron a un vendedor de agua en los al rededores de Metrocentro, en plena hora pico, ayer unos delincuentes siguieron a un señor de 48 años y lo mataron en el parque Bolivar, en pleno centro capitalino a la luz del día y frente a cientos de vendedores y transeúntes, ayer leí las notas relacionadas a una masacre que sucedió mientras estaba fuera del país, mataron a 8 trabajadores de EDESAL y a tres campesinos que fueron testigos. Once hombres en un solo hecho. Hemos perdido la capacidad de compasión. Hemos perdido humanidad. 

A pesar que ese tipo de muerte es constante, diaria y casi nos vuelve indiferentes también existe otro tipo de muerte, la que es igual de dolorosa, impactante, pero que carece de los gritos del espanto, sino más bien es silente y en calma.

Ayer hablé con mi mamá. Me contó que Gustavo, uno de mis primos, está en el hospital, está en coma desde hace dos días. Desde muy joven Gustavo tuvo problemas con su sistema respiratorio, le ha dado neumonía un par de veces y al parecer esta vez pensaron que tenía una repetición, pero no, al llevarlo al hospital los doctores le encontraron una bolsa de líquido y pus alojada al lado del pulmón izquierdo. Se la sacaron, no ha despertado desde entonces. Mi mamá me dijo algo terrible: "estoy acá ocupándome de todo lo necesario para que tu tía no sufra más, hay que prepararnos, los doctores no creen que sobreviva". Me lo dijo de la manera más serena y tranquila. Así es mi mamá, pocas veces es tan ecuánime como cuando se encuentra con la muerte, incluso cuando murió mi abuelo, su papá, la vi tan serena y seria, sin derramar una sola lágrima. Siempre he pensando que mi mamá tiene un relación con la muerte muy buena. La admiro por eso. 

Ayer, antes de hablar con mi mamá me enteré de algo más, hace dos años murió una profesora que tuve en bachillerato y que tanto admiré. Ana Mercedes Ruíz hizo en mis días de adolescente que me interesara por las problemáticas sociales del país, de un país recién salido de la guerra, de un país que es ingrato con los humanistas, pero que a pesar de eso se ofrece en bandeja de plata para ser analizado como conejillo de indias, gracias a sus múltiples formas de asombrarnos. Esa mujer tan intelectual y bella se murió y yo no me di cuenta. No me di cuenta seguramente por estar viéndome el ombligo y encerrada en mis egoísmos. Me dolió mucho saberlo. 

Esta mañana mientras venía a mi oficina pensé en los muertos, en los muchos muertos diarios, en los muertos que son cercanos a mi vida y en los muertos desconocidos, las estadísticas, el estado de excepción, en los asesinos, en las enfermedades que nos arrebatan grandes amores y afectos sin darnos tiempo de nada, pensé en mi mamá y en su forma de abrazar la muerte y pensé en mi, en mi muerte.

Pensé.

No hay comentarios: