A mi no me cuesta, me emociono. Claro, no me emociona cualquier cosa, quizá soy algo rara. No me emociona por ejemplo la idea de una boda, pero si de construir una familia. No me emocionan los bebés, pero si la idea de la familia, de cuidarlos, de protegerlos.
Con el tiempo he descubierto que me emocionan otras cosas: editar un video, encontrar música, pensar y organizar un viaje, visitar un museo que posiblemente nunca visitaré de nuevo, las nubes gordas y cargadas de lluvia y escuchar como caen las gotas pesadas de lluvia mientras estoy acostada en mi cama, rodeada por mi gato y mi marido.
De una manera muy extraña me emociona ver que aún tengo muchos libros por leer, que me están esperando en la mesa de la sala de la casa. Me emociona ver a Miguel devorarlos con avidez y yo detenerme con paciencia y tiempo a saborearlos, me emociona saber que recorremos las mismas páginas. Me emociona cada vez que nos enviamos fotografías de los libros que compraremos.
Posiblemente lo había olvidado, durante mucho tiempo me alejé de los salones y no recordaba que me emociono cuando doy clases, me gusta llegar y ver sus caras mientras les cuento sobre cosas que mis alumnos no saben y ahí ando durante toda la semana atenta a canciones, películas, referencias históricas, obras de arte, libros y autores para compartirlas con ellos. Me emociona saber que quizá sea esa mi manera de trascender.
Tal vez sea la vejez y ahora me emocionan cosas que jamás creí que lo harían: una casa propia, ser un poco sociable (con los límites que mi ser lo permita), seguir pensando que la justicia y la equidad pueden ser posibles, aún a pesar del fastidio social, escribir una novela, escribir algo que quede para otros. Me emociona saber que cada noche puedo llegar a un hogar, el mío.
Emocionarse es bueno, creo que mantiene alerta al corazón.
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martes, 13 de septiembre de 2016
lunes, 16 de mayo de 2016
She's beatiful when she's angry
Ayer me acordé de Vinicio. Mi mejor amigo de la adolescencia, llegó cuando yo tenía 14 años y era el nuevo de la clase, el día que lo conocí me dirigía a mi casa y escuchaba que llamaban a gritos a una tal "Claudia", por la calle solo iba yo, cuando vi quién era el que gritaba lo vi a él. Un adolescente que ya tenía cuerpo de hombre joven. Alto, fornido y colocho tipo micrófono. No sabía mi nombre, solo gritaba un nombre cualquiera para llamar mi atención. Me acompañó hasta la parada de buses. A mi me molestó un poco su desfachatez.
Vinicio fue una especie de hermano, yo no tuve hermanos nunca, solo hermanas y menores. Vinicio me mostró lo que era tener un hermano que te molestara, que te cuidara y que te regañara, me contaba lo mucho que sufría estando enamorado de una compañera de clases, me contaba su relación con su mamá que estaba en Estados Unidos, me mostró lo que significa la confianza y la felicidad de la complicidad sin malicias.
¿Por qué lo recordé ayer? Resulta que en esos momentos en que dejamos de ver una maratón de una serie con Miguel me pongo a ver qué hay de nuevo en Netflix. Encontré un documental bellísimo... titulado "She's beatiful when she's angry". Casualmente eso me decía Vinicio: "Vos sos más bonita cuando estás brava", refiriéndose cuando yo armaba algún alboroto cuando me defendía de machismos o de cosas que me molestaban, cuando era a penas una niña que no entendía nada de la vida.
El documental es un repaso histórico de las luchas que las mujeres estadounidenses han tenido desde el siglo XIX, cuya primera victoria fue el derecho al voto en 1920, luego la revolución sexual de 1970 y el actual movimiento feminista gringo. Todos esos grupos con un solo objetivo: la equidad de género.
Me permití un par de lágrimas al ver una producción sobre mujeres, hecha por mujeres, escuchar los testimonios de mujeres de 70 y 80 años que lucharon, las abuelas que lucharon cuando eran universitarias por una equidad de los salarios, las que lucharon porque nos dejaran salir de las cocinas, las que pidieron un sistema de guarderías para criar hijos con dignidad mientras trabajamos, las que pidieron que nos dejaran decidir sobre nuestros cuerpos, las que pidieron la libertad de decidir si casarse o no y cuándo si esto pasaba. También muestra el documental la lucha de sectores femeninos más oprimidos: las mujeres afroamericanas, las latinas y las lesbianas.
Paralelo a la lucha femenina, se analiza el papel del arte, la cultura y la educación en la vida de las mujeres: la música, la poesía, la literatura, la investigación de la historia de las mujeres, la ciencia, la tecnología.
Me fascinó.
Recordé a Vinicio no solo porque ha sido de las personas que me ha permitido enojarme al punto de llorar de frustración, no solo porque me acompañó en un período en el que no estaba segura por qué necesitaba protestar, no solo porque me cuidaba y defendía de otros muchachos que decían que era loca, él me veía bonita cuando protestaba porque nos hacían hacer filas separadas por género en un colegio que se la llevaba de liberales y aún nos ponían la regla de tener la falda abajo de la rodilla a las alumnas.
Recordé a Vinicio porque fue el primer hombre en mi vida en que me enseñó que siendo hombre heterosexual se puede ser feminista. En el documental hay una brevísima escena donde, en una marcha, van dos muchachos y gritan la consigna "Es así como un feminista se ve", posiblemente este par de muchachos son hermanos, amigos o novios de alguna de las chicas que van en la protesta. No importa, son feministas como las mujeres a las que acompañan. Me da alegría cuando un hombre logra solidarizarse con las mujeres, aunque no comprendan del todo lo que significa luchar por la equidad de género.
Vi este documental con mi marido al lado. Él, quizá sin proponérselo o sin saberlo, también es un feminista. Un feminista que cada mañana me plancha la ropa, mientras yo cocino, un feminista que me deja hacer remiendos eléctricos, mientras él me sostiene la luz, un feminista que lava los platos mientras yo barnizo un mueble. Es lindo saber que el mundo va cambiando, a veces lento, pero va cambiando. Ahora es de ver la manera que nuestros hijos e hijas se animen a ser feministas.
Les dejo el trailer del documental y una de las muchas canciones que aparecen en el soundtrack.
Etiquetas:
Capítulo IV,
desfachateces,
desubicaciones mentales,
diálogos,
el arte de ver arte,
el camino es solo el inicio,
el clan,
eso tan extraño llamado familia
miércoles, 9 de marzo de 2016
La muerte y la relación con ella
El Salvador es un cuento de horror.
No hay que ir lejos para encontrarnos con una escena de muerte a diario, esta mañana mataron a un vendedor de agua en los al rededores de Metrocentro, en plena hora pico, ayer unos delincuentes siguieron a un señor de 48 años y lo mataron en el parque Bolivar, en pleno centro capitalino a la luz del día y frente a cientos de vendedores y transeúntes, ayer leí las notas relacionadas a una masacre que sucedió mientras estaba fuera del país, mataron a 8 trabajadores de EDESAL y a tres campesinos que fueron testigos. Once hombres en un solo hecho. Hemos perdido la capacidad de compasión. Hemos perdido humanidad.
A pesar que ese tipo de muerte es constante, diaria y casi nos vuelve indiferentes también existe otro tipo de muerte, la que es igual de dolorosa, impactante, pero que carece de los gritos del espanto, sino más bien es silente y en calma.
Ayer hablé con mi mamá. Me contó que Gustavo, uno de mis primos, está en el hospital, está en coma desde hace dos días. Desde muy joven Gustavo tuvo problemas con su sistema respiratorio, le ha dado neumonía un par de veces y al parecer esta vez pensaron que tenía una repetición, pero no, al llevarlo al hospital los doctores le encontraron una bolsa de líquido y pus alojada al lado del pulmón izquierdo. Se la sacaron, no ha despertado desde entonces. Mi mamá me dijo algo terrible: "estoy acá ocupándome de todo lo necesario para que tu tía no sufra más, hay que prepararnos, los doctores no creen que sobreviva". Me lo dijo de la manera más serena y tranquila. Así es mi mamá, pocas veces es tan ecuánime como cuando se encuentra con la muerte, incluso cuando murió mi abuelo, su papá, la vi tan serena y seria, sin derramar una sola lágrima. Siempre he pensando que mi mamá tiene un relación con la muerte muy buena. La admiro por eso.
Ayer, antes de hablar con mi mamá me enteré de algo más, hace dos años murió una profesora que tuve en bachillerato y que tanto admiré. Ana Mercedes Ruíz hizo en mis días de adolescente que me interesara por las problemáticas sociales del país, de un país recién salido de la guerra, de un país que es ingrato con los humanistas, pero que a pesar de eso se ofrece en bandeja de plata para ser analizado como conejillo de indias, gracias a sus múltiples formas de asombrarnos. Esa mujer tan intelectual y bella se murió y yo no me di cuenta. No me di cuenta seguramente por estar viéndome el ombligo y encerrada en mis egoísmos. Me dolió mucho saberlo.
Esta mañana mientras venía a mi oficina pensé en los muertos, en los muchos muertos diarios, en los muertos que son cercanos a mi vida y en los muertos desconocidos, las estadísticas, el estado de excepción, en los asesinos, en las enfermedades que nos arrebatan grandes amores y afectos sin darnos tiempo de nada, pensé en mi mamá y en su forma de abrazar la muerte y pensé en mi, en mi muerte.
Pensé.
lunes, 22 de febrero de 2016
Ofrecerle cosas hermosas al corazón
Siempre he creído que crecer es un proceso normal e inevitable... es una mierda también.
Para Emilia, mi mejor amiga desde los 15 años, siempre he sido la eterna adolescente de 17 años, huraña, un poco oscura, con mente retorcida y antisocial. Lo sigo siendo a los 38 años. 21 años después me puedo dar el lujo de enconcharme, refugiada en mis audífonos e ignorar al ruido, la desgracia y lo burdo del día a día.
Aún así, tuve que crecer, en el proceso de hacerme adulta tuve grandes errores y le he atinado a un par de buenos aciertos que me han mantenido con vida y con la alegría desfachatada de la ironía, siempre sostenida por mi sarcasmo innato.
Emilia y yo ya no somos las niñas de 15 años, ahora ambas pateamos los 40 y decidimos que esta nueva década será refundada como los nuevos 30's, no para vivir de nuevo lo ya vivido, sino más bien para estirar nuestras muestras de desfachatez. Darle elasticidad al tiempo y conmemorar todo aquello que nos ha dado cosas hermosas al corazón.
Supongo que ser reflexiva (y hasta aburrida, como dice Miguel, monotemática) es algo que no puedo evitar, es el resultado de muchas horas de silencio durante años. Este fin de semana pensé mucho en mi relación con mis papás, en el tiempo transcurrido, en lo mucho que sufrieron mientras yo crecía y mientras crecían mis hermanas, pensé en todas sus manías, en sus errores, en su faltas, en sus pecados de omisión. En sus descuidos. Pensé mucho. Pero también pensé en lo bueno, en lo que me han enseñado y en lo que siguen heredándome para ser mejor persona. Pensé en que no puedo sentir pena, ni odio, ni desamor, ni resentimiento, es de las primeras cosas que decidí al llegar a los 25, no vivir con resentimientos.
Para Emilia, mi mejor amiga desde los 15 años, siempre he sido la eterna adolescente de 17 años, huraña, un poco oscura, con mente retorcida y antisocial. Lo sigo siendo a los 38 años. 21 años después me puedo dar el lujo de enconcharme, refugiada en mis audífonos e ignorar al ruido, la desgracia y lo burdo del día a día.
Aún así, tuve que crecer, en el proceso de hacerme adulta tuve grandes errores y le he atinado a un par de buenos aciertos que me han mantenido con vida y con la alegría desfachatada de la ironía, siempre sostenida por mi sarcasmo innato.
Emilia y yo ya no somos las niñas de 15 años, ahora ambas pateamos los 40 y decidimos que esta nueva década será refundada como los nuevos 30's, no para vivir de nuevo lo ya vivido, sino más bien para estirar nuestras muestras de desfachatez. Darle elasticidad al tiempo y conmemorar todo aquello que nos ha dado cosas hermosas al corazón.
Supongo que ser reflexiva (y hasta aburrida, como dice Miguel, monotemática) es algo que no puedo evitar, es el resultado de muchas horas de silencio durante años. Este fin de semana pensé mucho en mi relación con mis papás, en el tiempo transcurrido, en lo mucho que sufrieron mientras yo crecía y mientras crecían mis hermanas, pensé en todas sus manías, en sus errores, en su faltas, en sus pecados de omisión. En sus descuidos. Pensé mucho. Pero también pensé en lo bueno, en lo que me han enseñado y en lo que siguen heredándome para ser mejor persona. Pensé en que no puedo sentir pena, ni odio, ni desamor, ni resentimiento, es de las primeras cosas que decidí al llegar a los 25, no vivir con resentimientos.
De alguna manera, a veces consientemente, otras no, he procurado ofrecerle cosas hermosas a mi corazón: viajar, escribir, aprender cosas que no podía hacer, como nadar, bordar y cocinar. También le he procurado ser feliz, mi corazón y yo nos lo merecemos.
Una noche de la semana pasada estaba con un terrible dolor de cabeza, postrada en la cama, sin querer saber nada, estaba pensando en miles de cosas y no podía darle sosiego a la mente, llegó Miguel y se acostó a mi lado, me abrazó y me arrulló. En ese momento mandé al cuerno todo lo que estaba pensando, encontré calma. Me preguntó "¿sos feliz?" y yo le contesté instintivamente que si, que si lo soy, porque en realidad lo soy. A él le dio un poco de risa, "aunque te duela la cabeza" me dijo.
La verdad siempre me dolerá la cabeza, siempre tendré miles de cosas que pensar, sobre mi, sobre él, sobre los chicos, sobre la casa, sobre mis papás, sobre el trabajo y sobre cada cosa loca que se me ocurra emprender. Siempre habrá algo, pero aún así soy feliz.
Esta mañana recordé lo que me dijo mi papá ayer que lo vi, me dio un abrazo y me dijo "te veo feliz". Yo le dije, "lo hemos logrado". Porque esta felicidad que vivo no solo es mía, es de ellos y también del clan.
Ahora solo me queda seguir ofreciéndole a mi corazón, y al de los demás, cosas hermosas para seguir siendo felices.
jueves, 19 de noviembre de 2015
Pecados de juventud
Me gusta la música, no quiere decir que tenga un buen gusto como tal, simplemente encuentro en las notas de una canción la facilidad de guardar silencio e ignorar a la gente o solo me gusta de verdad escuchar otras cosas que no sean mis pensamientos.
Estaba esperando a que salieran unos artes finales en la oficina y como había terminado mis tareas asignadas del día me puse a pensar cuál ha sido la canción que me ha gustado desde hace años y que de alguna manera me ha dado pena decir que me gusta. Hay muchas, casi todas son pop, no solo pop, sino que del pop chicloso de los noventas, cuando era una adolescente aturdida y confundida, pero de eso voy a contarles otro día.
Hoy les voy a confesar un pecado de juventud, me gustan algunas canciones de Mónica Naranjo, ajá aquella mujer esbelta de cabellera bicolor que apareció hacia el final de la década de los noventa. Vaya ya lo dije. En fin, mi favorita de ella es "sobreviviré".
Era el año 2,000, tenía 23 años y devoraba libros, daba clases y seguramente había terminado con algún tipo que no logro recordar, porque la canción habla precisamente de sobrevivir a la ausencia de algún macho alfa. No se imaginan cómo me ayudaba escuchar esta canción en las madrugadas mientras estudiaba para los parciales de Letras.
Mónica había dejado su cabellera distintiva blanco y negra y ahora parecía un poco normal, claro, hasta que uno veía el video y comprobaba que seguía igual de loca, pero eso a mi no me importaba, su derroche de sensualidad no me molestaba y su voz me parecía terriblemente poderosa.
Si uno le pone coco a la letra en realidad es una canción muy triste, donde una persona solo puede hacer una cosa: rumear a gusto una cólera satánica.
Luego vino la versión en vivo, porque por supuesto la canción tuvo mucho éxito en aquella época y Mónica salió al escenario con un séquito de bailarines que le hicieron comparsa para gritar al mundo una fortaleza recién estrenada luego de una derrota o una hecatombe emocional, yo pasé días completos oyendo esta canción, buscando precisamente un poco de fortaleza porque en mi paraíso extraño no lograba quedarse nadie.
Pues resulta que no acabó ahí. Para algunas personas, en especial las más duras, el tiempo es una cuestión que pasa sin darnos cuenta, hasta que alguna debilidad nos encuentra y el dolor nos abraza. Me ha pasado a mí y a Mónica. Ya no somos las jóvenes que hace quince años nos acompañábamos sin saberlo. Aunque una de las grandes ventajas de hacernos viejos, es que algunos daños nos dejan de doler y sanamos.
Nadie lo sabe, pero cuando estoy sola en casa, mientras hago limpieza o me siento a coser en la máquina o simplemente me dispongo a escribir pongo esta canción y me deja con el ánimo bien puesto, Tolstoi ha sido el único que me ha visto cantar con la escoba como micrófono. Pero todo cambia, como diría la Meches... así llegó el 2009 y Mónica en un intento de parecer menos loca y un poco más conservadora se alzó con una gira acompañada de una orquesta sinfónica. Mire, niña... su hermosa cabellera ya no está, pero la cabellera del director de orquesta es maravillosa.
¡Mónica! ¿qué le pasó a tu voz? Si, hemos envejecido, también tu voz prodigiosa y gritona, pero agradable se ha ido, tu rostro es otro, tu cabello tiene otro color y disculpame que te lo diga... qué vestido más feo.
Me encantan las versiones con orquesta de tantas canciones, hasta las más inverosímiles, pero esta no, no es la canción que me ha hecho llorar de la emoción en algunas madrugadas de borrachera solitaria. Pero esta... esta no eres tú, no es nuestro himno.
Yo tampoco soy la de hace quince años, ahora tengo sobrepeso, sigo tan tímida como siempre como para no permitirle a nadie, a excepción de Tolstoi, que me vean cantando a gritos y gestos esta canción, pero ahora me voy a buscar más allá de las cosas y resulta que esta noche me enteré que esta canción no es original de Mónica Naranjo. No.
Sobreviviré es una adaptación de la canción Fiume Azzurro, de Mina, ¿Quién es ella? Bueno, una de las grandes cantantes italianas de los años 70's, por supuesto su voz no tiene la potencia de la andaluza, pero me pareció una canción bella en su versión original, que por supuesto, les comparto acá.
Por supuesto, la canción no la escribió Mina, pero si fue ella quien en 1972, cinco años antes que yo naciera deleitó a toda Europa con esta y otras canciones.
Uno de joven es algo ingenuo y pecaminoso, es lo único que puedo decir al respecto. Aún así, sigo teniéndole mucha estima a la versión de Mónica, de hecho se escucha muy bien a todo volumen, ahora que estoy en la oficina sola.
Estaba esperando a que salieran unos artes finales en la oficina y como había terminado mis tareas asignadas del día me puse a pensar cuál ha sido la canción que me ha gustado desde hace años y que de alguna manera me ha dado pena decir que me gusta. Hay muchas, casi todas son pop, no solo pop, sino que del pop chicloso de los noventas, cuando era una adolescente aturdida y confundida, pero de eso voy a contarles otro día.
Hoy les voy a confesar un pecado de juventud, me gustan algunas canciones de Mónica Naranjo, ajá aquella mujer esbelta de cabellera bicolor que apareció hacia el final de la década de los noventa. Vaya ya lo dije. En fin, mi favorita de ella es "sobreviviré".
Era el año 2,000, tenía 23 años y devoraba libros, daba clases y seguramente había terminado con algún tipo que no logro recordar, porque la canción habla precisamente de sobrevivir a la ausencia de algún macho alfa. No se imaginan cómo me ayudaba escuchar esta canción en las madrugadas mientras estudiaba para los parciales de Letras.
Mónica había dejado su cabellera distintiva blanco y negra y ahora parecía un poco normal, claro, hasta que uno veía el video y comprobaba que seguía igual de loca, pero eso a mi no me importaba, su derroche de sensualidad no me molestaba y su voz me parecía terriblemente poderosa.
Si uno le pone coco a la letra en realidad es una canción muy triste, donde una persona solo puede hacer una cosa: rumear a gusto una cólera satánica.
Luego vino la versión en vivo, porque por supuesto la canción tuvo mucho éxito en aquella época y Mónica salió al escenario con un séquito de bailarines que le hicieron comparsa para gritar al mundo una fortaleza recién estrenada luego de una derrota o una hecatombe emocional, yo pasé días completos oyendo esta canción, buscando precisamente un poco de fortaleza porque en mi paraíso extraño no lograba quedarse nadie.
Pues resulta que no acabó ahí. Para algunas personas, en especial las más duras, el tiempo es una cuestión que pasa sin darnos cuenta, hasta que alguna debilidad nos encuentra y el dolor nos abraza. Me ha pasado a mí y a Mónica. Ya no somos las jóvenes que hace quince años nos acompañábamos sin saberlo. Aunque una de las grandes ventajas de hacernos viejos, es que algunos daños nos dejan de doler y sanamos.
Nadie lo sabe, pero cuando estoy sola en casa, mientras hago limpieza o me siento a coser en la máquina o simplemente me dispongo a escribir pongo esta canción y me deja con el ánimo bien puesto, Tolstoi ha sido el único que me ha visto cantar con la escoba como micrófono. Pero todo cambia, como diría la Meches... así llegó el 2009 y Mónica en un intento de parecer menos loca y un poco más conservadora se alzó con una gira acompañada de una orquesta sinfónica. Mire, niña... su hermosa cabellera ya no está, pero la cabellera del director de orquesta es maravillosa.
¡Mónica! ¿qué le pasó a tu voz? Si, hemos envejecido, también tu voz prodigiosa y gritona, pero agradable se ha ido, tu rostro es otro, tu cabello tiene otro color y disculpame que te lo diga... qué vestido más feo.
Me encantan las versiones con orquesta de tantas canciones, hasta las más inverosímiles, pero esta no, no es la canción que me ha hecho llorar de la emoción en algunas madrugadas de borrachera solitaria. Pero esta... esta no eres tú, no es nuestro himno.
Yo tampoco soy la de hace quince años, ahora tengo sobrepeso, sigo tan tímida como siempre como para no permitirle a nadie, a excepción de Tolstoi, que me vean cantando a gritos y gestos esta canción, pero ahora me voy a buscar más allá de las cosas y resulta que esta noche me enteré que esta canción no es original de Mónica Naranjo. No.
Sobreviviré es una adaptación de la canción Fiume Azzurro, de Mina, ¿Quién es ella? Bueno, una de las grandes cantantes italianas de los años 70's, por supuesto su voz no tiene la potencia de la andaluza, pero me pareció una canción bella en su versión original, que por supuesto, les comparto acá.
Por supuesto, la canción no la escribió Mina, pero si fue ella quien en 1972, cinco años antes que yo naciera deleitó a toda Europa con esta y otras canciones.
Uno de joven es algo ingenuo y pecaminoso, es lo único que puedo decir al respecto. Aún así, sigo teniéndole mucha estima a la versión de Mónica, de hecho se escucha muy bien a todo volumen, ahora que estoy en la oficina sola.
jueves, 8 de octubre de 2015
60 días
Anoche no podía dormir, eso no es raro en mi, desde que tengo memoria he tenido problemas para eso. En cambio soñar... eso lo hago hasta despierta.
Estaba acostada en la cama y Tolstoi exigía su cuota de caricias del día y me puse a hacer cuentas mentales. Me di cuenta que tengo exactamente 60 días para vivir en mi apartamento.
60 días.
No soy partidaria de andar contando días porque una se hace bolas y luego no me dan bien el vuelto y la que termina perdiendo soy yo. Aún así no pude evitar pensar en TODO lo que tengo que hacer antes de abandonar mi apartamento.
Irme. Jamás me había estresado una mudanza, ni siquiera cuando me mudé lejos y con tres trapos. Ahora me mudaré cerca, con los mismos tres trapos. Haciendo un cálculo rápido pensé en cuántas cajas necesito para mis libros, cuantas bolsas para meter mi ropa, cómo debe ser la logística para acarrear mis cacerolas y la infinidad de especies que tengo puchiteadas por toda la cocina. Caí en la cuenta que pocas las cosas pesadas. Creo que, a pesar de haber ido adquiriendo algunas cosas, sigo siendo de "equipaje ligero"
¿Qué tiene en particular esta mudanza? ¿Qué es lo distinto en esta ocasión? ¿Por qué pienso en ello con tanto tiempo de anticipación?
Posiblemente muchas mujeres no vivieron este proceso como lo estoy viviendo yo. Algunas inician su largo viaje a la casa que compartirán con un marido con algarabía, otras con caos, otras con la sonrisa franca de una muchachita de 21 años que no le importa pasar penurias con tal de estar con su príncipe rescatador.
En mi caso, no hay un príncipe rescatador, no habrá soledad entre él y yo, no esperaremos hijos en común, no tendré el miedo inmenso de parir, no me asustaré ante sus borracheras primeras, ni habrá dramas sobre el tema de la infidelidad, no habrá nada de eso. Al menos no en escalas terroríficas, posiblemente sean otros miedos, otros sustos, otro ritmo.
Fui consciente anoche de que nunca más volveré de mi trabajo y me sumergiré en el silencio de mi espacio personal, solo interrumpido por los ronroneos de Tolstoi, no habrá televisor apagado, no habrá chance de no cocinar, no habrá chance de levantarme a la hora que me pegue la gana, no tendré un espacio solitario para leer o escribir o coser, no preguntaré la opinión de algo solo a Miguel, sino también a cada miembro de la tropa galáctica, tendré que insertarme en una familia ya conformada. No estaré sola.
No estar sola no es malo, per se. Pero como siempre y como de costumbre, debo hacerme muchas preguntas, ¿podré, en 60 días, soltarme y abrazar a seis personas? ¿Tolstoi y yo encontraremos un lugar tibio donde reposar de nuestros malos humores y cansancios? ¿Tendré aleros para hacer cosas lindas para los cumpleaños, graduaciones y navidades? ¿Trabajaré incansablemente como siempre por seguir siendo independiente y autónoma, pero ahora con gastos compartidos? ¿Podré ver las estrellas desde un techo que al fin será mío? ¿Podré sentir lo que tantas personas han sentido antes de mi y que yo nunca pude entender... ese sentimiento de pertenencia? ¿Extrañaré mi soledad?
La respuesta a todo es si.
En medio de todo esto, de la mudanza, hay otros temas que debo resolver, unos prácticos, otros afectivos, otros propios, otros compartidos. De momento, tengo 60 maravillosos días para agarrar mis tiliches, sostener a mi gato y entrar juntos a una nueva dimensión que me ha estado esperando, con la alegría que nos merecemos, con la alegría que merecen Miguel y sus hijos.
Espero, de todo corazón, que sea mi última mudanza.
jueves, 1 de octubre de 2015
Un año
Hace un año entré a la oficina, la verdad no era la primera vez, antes había tenido dos entrevistas, una en los primeros días de enero, en aquel entonces no me dieron la plaza, me fui a un diario donde aprendí a trabajar con redes (en serio) y a reajustar mis horarios, vivir entre la penumbra y el delirio de nunca parar. La verdad no era la primera vez, de hecho siempre he tenido trabajos intensos, o ¿será que yo soy la intensa?
A mediados de septiembre del año pasado me dio chickungunya y mientras sudaba una calentura, Mel me llamó, me dijo que había una oportunidad de trabajo en la agencia, me preguntó si podía ir de nuevo. Le dije que estaba enferma, que me diera un par de días para recomponerme y que llegaba. Todo parece que fue ayer.
Tengo amigas que tienen muchos años de trabajar en publicidad, unas me decían que era maravilloso, pero también recordaba cuando las he escuchado quejarse y llorar. Aún así, pensar que no me levantaría a las 4 a.m. todos los días, fue suficiente como para abandonar mi puesto en el diario. No ganaría más, pero tendría vida. Tonta de mi.
Tener trabajo en este país es una bendición, dice mi mamá, para mi es una fortuna y un largo proceso de venderse laboralmente de la mejor manera. Posiblemente sea una mezcla de las dos formas de ver las cosas, como siempre mi mamá deja una miga de su fe en lo cotidiano y eso la hace feliz. ¿Quién soy yo para contradecir eso?
Empecé con entusiasmo mi nueva labor. Jamás había trabajado en publicidad y me di cuenta que hay otras formas de escribir, formas muy distintas a las que estaba habituada, lo institucional, lo estructurado, lo objetivo. Pensé que no iba a sobrevivir y, con miedo, pensé que me echarían al cuerno al descubrir que me cuesta escribir ofertas o que mi mente divaga en las reuniones o que descubrirían que odio no ponerle puntos finales a las oraciones, solo porque al cliente no les gustan los puntos finales, pensé que algún día el dueño del negocio me encontraría contestataria y yo lo encontraría a él de malas y me mandaría al cuerno porque hago reclamos de los procesos y porque me desvelo un día sí y otro también. Pensé que no duraría. Pero acá estoy.
En medio de todo lo malo que pueda pasar con un cliente o con dos o con varios, de las agarradas de pelo con las ejecutivas, de las interminables explicaciones a algunos compañeros que no, que no se puede redactar de una forma que ellos quieren lo que no deben, a pesar de todo eso, he encontrado a personas buenas, personas que me han escuchado, que han tenido en cuenta lo que razono, gente que ha apreciado mi milenario arte de escribir documentos aburridos. He encontrado a un compañero con el que hacemos camisetas, a un jefe que se sienta frente a mi escritorio a hablar de libros que lee y me pregunta qué debe leer después, a una compañera que insiste que me maquille los ojos, una mujer habilidosa para hacer decoraciones, otro jefe que es suavecito, pero que en su tranquilidad, sé que ve mi trabajo y me defiende de los que me acusan de mala gente.
Me desvelo, si. Hay tiempos terribles, si. Como en todos los lugares. Hay satisfacciones, si. Cuando Marcela me manda un mensaje que dice "vi un anuncio de 'XXX', bien bonito les quedó", me queda en la cabeza todo lo que implicó, no solo para mi, sino para todos los que trabajamos acá, el que ese anuncio lo vea una niña y le guste. Me gusta.
Hoy cumplo un año acá. Muchas cosas buenas y malas me han pasado acá, pero sobre todo, muchas cosas he aprendido acá, para mi eso es lo importante, siempre me he sentido bien donde aprendo, donde la gente me hace aprender, donde la gente, fuera de las frustraciones laborales, tiene la delicadeza de desearte un buen día.
domingo, 20 de septiembre de 2015
Escribir en tiempos secos.
Lo más triste de escribir, como forma de vida, es no poder escribir.
Tengo casi un año desde que los primeros síntomas aparecieron. Por períodos es peor, en otros lapsos no es tan terrible y logro escribir pequeñeces, pero ciertamente, participar de un taller literario, ha sacado los trapos al sol. No puedo escribir. Nada, no me sale nada, decente al menos.
Por suerte y como parte de mi sobrevivencia he logrado escribir lo necesario en mi trabajo; pero lo mío, lo que siento, lo que pienso, lo que vivo está como escondidito, en estos meses he logrado superar con algún esfuerzo esto que me sucede y he logrado publicar algunos post sin pena, ni gloria.
Es como un silencio. Un silencio raro y pesado.
Ahora me enfrento de nuevo al reto de una tarea. Dentro de una semana tengo que entregar un cuento con especificaciones concretas. Tengo dos semanas de estar pensando, investigando, delineando algunos detalles de los personajes, pero la historia, la trama no logra salir de mi dedos, transmutarse en el golpe de las teclas y materializarse en esa pantalla blanca que me refleja mis acongojos. Estoy frita.
Lo peor de todo es que las anteriores tareas han sido menos que respetables, con baches, vacíos y huevos sonoros que no logro rellenar, algo me ha sucedido.
He estado a punto de acusar seriamente de este desastre a mi actual estado de cuasi-felicidad personal, donde mis preocupaciones son mínimas y risibles. Mis papás están bien de salud, mis hermanas dejaron de llenarme de angustia, Sebastián está creciendo fuerte y sano, Miguel y la tropa galáctica me reciben en su casa cada vez más y con más entusiasmo, fuera del soco casi perenne, mi salud se ha restablecido bastante, hasta tengo una relación hermosa y apacible con mi gato, Tolstoi vino a asentarme en una vida doméstica menos exaltada y más rutinaria, las amigas están ahí, siempre en un lugar tibio de mi corazón, tengo un trabajo en la mina, que, aunque es pijiado, me provee de suficiente solvencia económica y hasta ahorro. ¡Ahorro! Estoy frita, soy feliz.
¿Qué hago ahora? Tantas veces lo hemos dicho en el taller, la felicidad no es buen material literario. Más si una la padece.
¿Y si me doy una purga? ¿Y si busco la tragedia a través de las noticias diarias? ¿Y si me conmociono con historias ajenas? ¿Y si agarro mi mochila y me voy de viaje como lo hacía hace diez años?
No me mal interpreten, no deseo tragedia en mi vida, solo quisiera escribir decentemente una historia que tengo atorada en la cabeza.
Permisito, voy a ir a regar la hierbabuena, que sea dicho de paso, ha logrado sobrevivir, por si andaban con el pendiente.
viernes, 31 de julio de 2015
Semana larga, semana cansada
Al amanecer del lunes supe que esta semana sería cansada. No me imaginaba que sería el triple de cansada de lo que esperaba.
El primer indicio de mal augurio fue la llamada perdida de Miguel a las 6:43 a.m. Nunca me llama y mucho menos tan temprano. Le devolví la llamada y no contestó. Abrí tuiter... había paro nacional de transporte.
Los detalles de mi recorrido para llegar a mi oficina no fueron tan trágicos, durante cuatro días iba a ver gente colgada, apretujada, golpeada y motoristas asesinados en lo que restaba de la semana. Ser salvadoreños es estar condenados al cansancio, al eterno hastío, a la continua indignación. Me dolió mucho ver las dificultades, me dolió saber que mi papá andaba en la noche dejando gente en zonas asediadas de pandillas en su microbus. Me dolió tanto dolor que se instaló en el ambiente esta semana. No, no es el sentimiento de que los salvadoreños somos "vergones" porque nadie nos detiene, no, es no tener alternativas, es no tener derechos, es no tener opciones, es tener miedo a perder el único trabajo que se tiene, es estar sometidos. Estamos sometidos por la violencia en todas sus expresiones: asaltos, ataques de pandillas, un jefe desconsiderado, una empresa privada deshumanizada, una terrible carencia de oportunidades para todos y todas. Eso, déjenme decirles, cansa.
Mi familia, como el resto de la nación sobrevive, bien que mal. Mi otro trozo de corazón también, no sufrimos en exceso. A Miguel y a mi nos tocó caminar y eso fue todo, en distancias cortas, el peso de la edad nos atacó en los pies y en el agotamiento físico, pero eso es natural, no somos unos jovencitos. Por la noche pasar la tensión de viajar en taxi en medio de un caos absoluto, el miedo agota.
Sumado al cansancio físico por el paro, el cansancio político de escuchar cada estupidez de cada político que se dieron a la tarea de dar declaraciones más disparatadas posibles y la irresponsabilidad del presidente que se terminó yendo en medio de la crisis nacional.
El trabajo en la oficina fue arduo, tuve que tragarme un par de enojos que espero no se conviertan en cáncer porque al final mi salud es solo mía. Abona esta gente que me saca de quicio en la oficina a no querer más que encerrarme en mí misma.
El miércoles pasado se lo comentaba a una amiga, en tono entre broma melodramática, no sabía si iba a llegar viva al viernes, al tan esperado viernes, porque para coronar toda esta circunstancia estaba mi crisis existencial, la que no me había abandonado desde hace dos semanas, aproximadamente.
San Ignacio de Loyola siempre decía que no hay que hacer mudanzas en momentos de crisis, de mis tiempos de religiosidad mal puesta es lo único que me ha quedado, ese consejo. La verdad, siempre me ha funcionado y entre muchas cosas es lo que le agradezco a ese viejo pelón, que sin saberlo, hace más de 500 años, fundó a los jesuitas, esa orden religiosa que se pasió en mi psique. Algo bueno me dejó.
Anoche llegué noche a casa, Miguel y Tolstoi me esperaban hambrientos y cada vez siento que los veo menos tiempo, siempre estoy haciendo algo, siempre estoy pensando algo más, siempre algo se interpone en el tiempo de calidad con ellos y con el clan. Esto para mi es preocupante. ¿Cómo será cuando vivamos juntos?, ¿siempre será así?, ¿y si se aburren y me abandonan? (el gato, el marido y los chicos), ¿me alcanzará el aliento para no rendirme y tirar la toalla en algo desconocido?, ¿tendré la suficiente fuerza para cuidarlos, cuando a veces siento que no puedo cuidarme sola?
Tengo tantas preguntas, no solo estas, no solo las de ahorita... me acosté pensando mucho, Miguel siempre me pide que duerma, me llena de ternura esa petición que casi es un ruego, se lo he dicho hasta la saciedad, estoy cansada, tan cansada. Me abrazó y cerré los ojos.
Abrir los ojos esta mañana fue el momento de revelación de la semana, recordé que ya he estado en situaciones nuevas y siempre he sobrevivido, he sentido miedo y sobreviví, no creí lograrlo y aún así, lo logré. Salí de mi casa resuelta a superar este último día de trabajo antes de vacaciones. La luna en su esplendor entra por la ventana que queda frente a mí en la oficina, aún no me he ido y sé que falta mucho, brilla la luna hermosa aún a pesar de las circunstancias, no importa. Mi cuerpo está cansado, no mi resistencia.
viernes, 24 de julio de 2015
Me has lastimado
Sé que en general esto no te preocupa, últimamente lo haces con frecuencia... eso me da la idea de que nos estamos acostumbrando a tu indiferencia y a mis ataques de pánico.
Quizá vos no logras ver que me cuesta mantenerme cuerda, que me preocupa cuando te vas, cuando estás, cuando estás tan distante, cuando por alguna mágica razón dejas que te acaricie. No logras ver que no puedo acercarme a casi nadie, que vos sos depositario de un cariño casi infantil y tierno que a veces solo necesita reciprocidad. A veces he pensado que cuando logras ser cariñoso y te acercas tanto como para que mis imperfectos dedos te toquen, es un acto legítimo y honesto. A veces no sé qué hacer.
Me has lastimado. Lo terrible es que lo he permitido, te permití darme dolor en una herida reciente, sacaste las uñas y las clavaste en mi lugar adolorido. Esta mañana te vi con la recriminación tardía y con vos sufrieron mi desprecio el resto de los seres vivos, porque soy así de miserable, cuando me enojo con alguien siento que el mundo está en mi contra y no tengo más remedio que detestar todo lo que me rodea.
¿Qué hago ahora? Vine por todo el camino pensando, ¿qué debo hacer?, la respuesta podría ser dejarte salir y que te vayas, por supuesto lloraría mucho, el miedo que me daría sería insoportable, ¿serás capaz de defenderte?, ¿regresarías acaso, como si nada ha pasado y dejarías que te abrace? ¿y si me marcho yo? ¿y si la que debe ser valiente soy yo?
Esta mañana, al llegar a mi apartamento, te lo he dicho claro, con todas sus palabras... me has lastimado y supe en tus ojos que no me entendés, hablamos idiomas distintos. Aún así, en vez de reprocharme y decirme "vos también me lastimas y enardeces mi entorno", en vez de gritarme que yo también soy una mala persona, en vez de atacarme de nuevo... te acercaste y me acariciaste la mano. Recordé que a veces nos lastiman, pero eso es algo que no se puede evitar cuando se quiere a alguien y que a veces no es por maldad. No te justifico, Tolstoi. Solo trato de entenderte... y entenderme.
viernes, 15 de mayo de 2015
Lo que escuchamos, lo que nos dicen y lo que nos creemos
Y de paso lo que averiguamos...
Como sabrán siempre he sido curiosa. Es maña vieja de niña retraída en las soledades de una biblioteca. Me gusta ser así.
Esto me ha salvado de varios errores o de que me den paja, de hecho han sido pocas las personas que han logrado engañarme y cuando ha pasado reconozco que la maldad (verdadera o no) no es lo malo en los demás, sino que el error fue mío, por no ir a averiguar yo.
En fin, esta mañana amanecí pensando en Édif Piaf, de hecho pensé que no he vuelto a ver la película en la que Marion Cotillard le dio vida al gorrión de París, sobrenombre amoroso e ingenioso que se le dio a esta huérfana criada en un burdel.
Pensé en escuchar Hymne a l'amour, porque ya saben... soy una cursi bajo esta pinta de maitra brava. Pensé en el inmenso amor entre Édith y Marcel, un famoso boxeador que murió en un accidente de avión mientras iba a encontrarse con ella... destilo miel, pero entonces Deezer hizo la bondad de decidir por mi y sonó La Foule y amanecer así es lindo...
Pero... ALTO... ¿dónde he escuchado una tonada parecida? Claro, en una cultura tan popular como en la que vivimos, usted, querido lector, también se estará preguntando lo mismo y resulta que lo que nos une a usted y a mí es una conocida cumbia de la Sonora Dinamita, en cuyo video hace plétora de mujeres muy maquilladas, semidesnudas y bailando (moviendo las caderas como torbellino) e irónicamente sufriendo por un tipo ingrato...
En el momento de caer en la cuenta del remake me dio dolor en algún punto del cuerpo y renegué de la poca creatividad latinoamericana... claro, esa soy yo y mis ínfulas de superioridad académica, pobre de mi.
Por supuesto, vine a mi oficina y me puse a buscar los argumentos para escribir esta entrada y dejar a Édith Piaf en los más altos altares de la poesía musicalizada y ¡tas! averigué que La Foule no es de la autoría de la mentada mujer, y que el autor es un latinoamericano, llamado Enrique Dizeo, en 1936 y que originalmente era un vals peruano o criollo.
Conclusión: Hay que ser curiosos, no por escuchar una versión u otra quiere decir que una u otra sea mejor o que la que nos guste es la ÚNICA válida, otra lección es que hay personas que logran tomar algo y llevarlo a mejores condiciones, como lo hizo Piaf... o la Sonora Dinamita... dependiendo del gusto.
En el momento de caer en la cuenta del remake me dio dolor en algún punto del cuerpo y renegué de la poca creatividad latinoamericana... claro, esa soy yo y mis ínfulas de superioridad académica, pobre de mi.
Por supuesto, vine a mi oficina y me puse a buscar los argumentos para escribir esta entrada y dejar a Édith Piaf en los más altos altares de la poesía musicalizada y ¡tas! averigué que La Foule no es de la autoría de la mentada mujer, y que el autor es un latinoamericano, llamado Enrique Dizeo, en 1936 y que originalmente era un vals peruano o criollo.
Conclusión: Hay que ser curiosos, no por escuchar una versión u otra quiere decir que una u otra sea mejor o que la que nos guste es la ÚNICA válida, otra lección es que hay personas que logran tomar algo y llevarlo a mejores condiciones, como lo hizo Piaf... o la Sonora Dinamita... dependiendo del gusto.
miércoles, 6 de mayo de 2015
Ver bien
Uso lentes desde los diez años. Recuerdo mis primeros lentes, elegidos a gusto de mi madre, eran de aro de carey cafecito claro y fotogrey... me sentía terriblemente ridícula. Por supuesto, a parte de mi necesidad oftalmológica, me sentía una ingrata si no los usaba. Tener lentes era un lujo en mi casa.
Perdí mis primeros lentes y lloré, no por la posible cachimbeada... sino porque dejé de ver bien. Claro, esas cosas son trágicas en la infancia, una depende de los papás totalmente.
Mi papá en su momento misericordioso del día determinó que debían hacer de nuevo el gasto para que mi cuasi ceguera no hiciera mella en mis calificaciones, nunca más volví a perder unos lentes... hasta hace tres años.
Perdí mis lentes cuando regresaba de Guatemala, luego de varios meses de vivir allá y me decidí a vivir de esa manera... hasta que hace dos años ya no soporté y fui de nuevo al oculista y aproveché una oferta de 2x1 y me compré dos pares de lentes.
Los detalles son engorrosos, solo debo apuntar que los primeros lentes los perdí al salir del ISSS hace un año, cuando me dieron el alta luego de tener neumonía. Los otros los perdí hace tres semanas.
Hoy fui a traer mis nuevos lentes. Son como me gustan, sencillos... aro amplio y negro ... oh, sorpresa... me aumentó la graduación, lo bueno es que ahora veo bien, o al menos mejor de como lo había estado haciendo hasta hoy.
martes, 5 de mayo de 2015
"Tal vez estás cansada"
Me dijiste este día, luego de que te confesara que no quiero ver a algunas personas, siempre me has entendido cuando ando así, cuando quiero ser tortuga y esconderme en mi caparazón o ser piedra y no moverme nada, mayo siempre me ha maltratado... aún así, te has quedado, ahí, en el pulso de un cursor, en la palabra escrita porque pasamos días sin vernos y cuando nos vemos, qué lindo es, porque suelo soltar todo lo que me molesta.
Este es el tercer mayo que vivo cerca de vos, mayo sigue siendo el mismo cabrón que se interpone a mis sueños de mini-micro empresaria, que se lleva a una hermana, que se incrusta como gangrena en una pierna, que se instala como olvido estacional en una mente, pero no puedo quejarme siempre.
Mi planta no ha muerto, mi gato ha sanado y vos estás ahí, al otro lado de la pantalla, diciéndome lo que casi nadie se atreve, diciéndome cosas fuertes y cosas suavecitas, como algodón de azúcar rosadito, como aroma limpio de mañana que amanece grisita, como espuma de cerveza helada.
Mayo podrá ser todo lo cabrón que quiera y yo podré estar cansada, harta de reclamos, de desconsideraciones, de ser de hule, pero todo eso se va al carajo cuando te escucho entrar a mi casa, a mi cueva, a mi refugio.
Si, a veces estoy cansada de mí misma en mayo. Luego recuerdo que soy la destinataria de tus caricias y mayo se pinta del rojo de los árboles de fuego y logro ver la bondad de algunas personas, logro encontrar el entusiasmo por un taller, por una idea, por algo que deseo para mi y para todos. No es que me enamore de vos, es que me miro con mi cabello recién cortado y me enamoro de mi, de la idea de que todo vuelve a regenerarse y de que todo lo feo puede quedarse fuera de mi puerta.
Me gusta este camino que llevo, ese que camino sola, ese que camino con vos y ese mismo que me ha traído de nuevo a escribir.
viernes, 20 de marzo de 2015
Estereotipos de belleza
A veces cuesta estar cómoda en la propia piel.
Que si estamos gordas, que si los brazos, que si la panza, que si el pelo... que si todo...
A veces pienso que los estereotipos de belleza impuestos están tan impregnados que nos vamos haciendo a la idea de que uno es fellito por naturaleza porque no nos parecemos a la mujer seca, chelita, de ojos pristinos y cabellos de oro que nos plantea la publicidad. Nos autoengañamos. Negamos nuestra naturaleza y maldecimos al punto de convertir la palabra "indio" en un insulto.
Luego viene el proceso de auto-desengañarnos y cuesta, cuesta mucho y entonces sucede el pleito interno más grande: ¿para qué rebajar? ¿para qué cambiarme el corte de cabello? ¿para qué cambiar de guardaropas? ¿Eso me va a hacer sentir bien conmigo misma? ¿Es vanidad o parte de nuestra salud (física y mental)?
No tenemos misericordia, no solo las mujeres, algunos hombres también pasan por este proceso.
Estoy segura que la salud tendría que ser un derecho sustancial para que la plenitud nos llegue mientras la podamos disfrutar. Así que decidí empezar a hacer ejercicio y tengo un par de semanas de estar ordenando mis horarios de comida y poco a poco con esfuerzo a veces, a comer más sano.
Ayer mientras hacía un mi pedazo de plátano sancochado para la cena me puse a pensar no solo en lo que yo tengo metido en el inconsciente sobre la belleza, sino lo que tienen los hombres metidos en la cabeza sobre la belleza y es complicado.
Recordé la vez que un hombre me dijo (sin decírmelo en realidad) que una de las razones por las que no seguía conmigo era porque no me arreglaba... "no me arreglaba". Por supuesto, mi feminista ortodoxa interior me dijo que no valía la pena una persona que se decía que no juzgaba a las personas por su apariencia y que al final pesó el hecho de que yo no me maquillara todos los días o me alisara el cabello o no me pusiera hermosos zapatos de tacón alto. Nunca comenté a nadie el trasfondo de la ruptura, mis amigas lo habrían matado y luego colgado de un palo, para mi fue un replanteamiento de cómo "debería" verme a mí misma.
¿Cómo me veo a mi misma?
Simple, hay día en que me siento terriblemente bella y otros en los que quisiera meterme en un saco con dos hoyitos a la altura de los ojos. Hay días en que la bascula me dice que he bajado 4 libras y luego me dice que he aumentado 6 y así... Todo esto sería demasiado trágico si no hubiera algo que me sostiene, no... no es el amor o los piropos de algún hombre... es el amor que pueda tener a mi ser, con o sin panza, siempre me he querido mucho, con todo y mis imperfecciones (físicas y mentales)
Más de alguna me dirá "pero es lindo que otros se fijen en una" y claro, es lindo cuando un hombre le dice a una "qué guapa te ves" o "linda se mira en esa foto"... más si es el hombre o la persona que la quiere a una, una suele sentirse como miss Venezuela en esas ocasiones, pero no debería ser lo que alimente nuestro ego. Mi ego se alimenta de cuando me siento plenamente feliz conmigo, cuando digo con toda sinceridad "mis manos son feas" cuando hacen casting de manos en la agencia, cuando veo las cicatrices que he ido coleccionando a lo largo de 37 años, cuando con todo el amor del mundo me trenzo los cabellos como lo hacía mi abuela, la indita de Panchimalco. Lo que pueda decirme Miguel o cualquier otro hombre es solo una confirmación de cómo me veo.
¿Qué pasa cuando otras mujeres nos ven y "critican" a otras mujeres? Bueno... esta mañana vi esta campaña de Dove, donde se hace palpable lo que les decía... la autopercepción que las mujeres tenemos de nuestros cuerpos, ahí se los dejo...
¿Qué pasa cuando otras mujeres nos ven y "critican" a otras mujeres? Bueno... esta mañana vi esta campaña de Dove, donde se hace palpable lo que les decía... la autopercepción que las mujeres tenemos de nuestros cuerpos, ahí se los dejo...
lunes, 23 de febrero de 2015
¿Quién murió ayer?
Estaba preparando mi cena, para sentarme frente al televisor y ver la premiación de los Óscar anoche cuando de repente el sonido de estallidos. Una hora antes habían habido detonaciones por fuegos artificiales, un partido político hizo cierre de campaña a pocas cuadras de mi apartamento, no me extrañó, pero luego de unos segundos de silencio, esos segundos que alcanzan para preguntarse "¿qué fue eso? ¿fueron balazos?", se escuchó la voz de una cipota, gritando un nombre masculino. Corría y gritaba justo en la primera planta del edificio donde vivo. Literalmente bajos mis pies.
Se sumaron más gritos y gente bajando por las gradas del edificio... un niño lloraba y una mamá trataba de consolarlo, mientras yo había apagado la cocina, tomé el teléfono e informé a Miguel de lo sucedido. No se lo dije, pero él supo que estaba asustada.
Traté de darme autoconsuelo y puse a funcionar el cerebro, preguntándome por qué sentía tanto miedo, estaba en mi apartamento, estaba segura, abrazando a mi gato. A veces es bien difícil ser valiente, a mi me está costando desde el año pasado.
Se veían a través de los vidrios de la ventana los colores rojo y azul de las luces de las patrullas, la sirena de una ambulancia, el trotar y la voz de los pnc. Una noche antes habían convocado a una reunión en la casa comunal, a la que, por supuesto, no asistí.
Y no solo es el hecho acontecido anoche, la semana anterior se metieron al pasillo del apartamento y se llevaron adornos de mi vecina, esa sensación de que entran y salen como se les antoja a un lugar que se supone es nuestro refugio, nuestro "lugar seguro" me dio dolor de cabeza y aunque intenté no perder los estribos y tomar medidas de seguridad con mente fría no fue suficiente ayer a las 7:45 p.m.
Estaba sola, ni siquiera mi vecina estaba al otro lado de la pared, solo éramos Tolstoi y yo. Miguel al otro lado del teléfono llamándome a la calma, haciéndome compañía moral, hablándome de los premios para distraerme. Parece estúpido, pero todo el fin de semana estuve con la sensación de que algo pasaría, le atribuí la sensación al dolor que me atornilló las entrañas y la migraña que llegó luego de escribir dos horas el domingo. Hasta me reproché no descansar "de pensar" cuando decidí a eso de las 4 darme una siesta luego de escribir parte de lo que andaba por dentro.
Pero pasó. Pasó eso que presentía que sucedería, algo feo, sin forma, sin rostro... no sé quien disparó, no sé quien murió, no sé quien era la mujer que gritaba el nombre del herido, no sé muchas cosas... no sé, ni siquiera, cómo llamar a este miedo que tengo, porque no puedo decir que se fue ayer luego cuando terminó la ceremonia de los Oscar... acá se quedó conmigo. Se levantó conmigo y mi dolor, nos bañamos, preparamos el almuerzo, acariciamos al gato y lavamos los platos antes de venirnos a la oficina y acá estamos... mi dolor, mi miedo y yo, aún nos preguntamos, ¿quién murió ayer?
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buscando calma,
Capítulo IV,
cicatrices extrañas,
confidencias mínimas,
desasosiego,
desubicaciones mentales,
diálogos,
Dolores históricos,
esas cosas que me hacen mal,
sufrimientos inocuos
martes, 2 de diciembre de 2014
Eso que siempre quiso hacer y que nunca lo hizo
Durante los últimos meses me ha caído el cinco de esto, siempre decimos "voy a..." y pocas veces echamos a andar un proyecto. Culpo a la distracción y a la hueva.
Por ejemplo, yo tengo un año de estar diciendo que me equiparé y haré un mini huerto casero con las especias que tanto me gusta usar en la cocina. Tengo 8 meses de estar diciendo que haré algo para bajar peso, súmenle los 6 meses de estar diciendo que pondré cortinas (aunque sea) en mi cuarto. Tolstoi va ya para 3 meses de espera para llevarlo a su castración y alrededor de un mes y medio de estar diciendo que iré a sacar mi pasaporte.
¿Por qué nos tardamos para hacer cosas que sabemos que debemos hacer?
Excusas siempre habrán, lo sé.
El fin de semana tuve que topar e hice varias cosas que tenía en el tintero desde hace meses. Fui a visitar a alguien que debía visitar desde hace 9 meses. Con Miguel nos dedicamos a hacer limpieza profunda en casa y al fin pusimos orden y limpieza para el cuarto donde he puesto un hermoso escritorio donado por Norman y al fin tengo un estudio en casa. Ah, si. También mis papás conocieron a Miguel.
Supongo que son cosas que tenían que pasar en algún momento, este último hecho siempre me pone nerviosa, tanto que siempre lo he evitado, a excepción de Edgar, antes que Miguel, mis papás jamás han conocido a mis parejas. Con Edgar, gracias a la falta de experiencia y aorillada (a la orilla) el asunto tomó dimensiones demasiado gigantes y al pobre le tocó enfrentarse a la experiencia, botella de vino en mano y cuando vine a reaccionar era demasiado tarde. Lo bueno fue que aprendí (creo).
Aunque ya había considerado (luego de casi tres años de relación estable con "él") presentarle a mis papás y ya hasta lo habíamos hablado en algún momento, todo se había dilatado. El sábado, mientras esperaba a que llegaran mis papás a la casa, recordé el día cuando Gabriela y Miguel se conocieron, la más nerviosa era yo.
Como no fue algo planificado, y casi que me agarraron sin anestesia, decidí que era la mejor manera, como cuando nos sacan el primer diente a la hora de mudar los de leche. Me acerqué a Miguel y le dije que acababa de hablar por teléfono con mi papá y que me anunciaron que llegarían. No recuerdo bien lo que le dije, pero fue algo así como "de todos modos tendrá que pasar en algún momento, así que mejor que sea hoy". Estuvo de acuerdo y ya. Sin anestesia.
No sirvo para las formalidades, pero tengo que admitir que a veces es necesaria. Ayer, mientras veía True Detective escuché la frase que resume todo lo sentido el fin de semana: "Por eso siempre decía que Rusty necesitaba una familia... pone límites, los límites son buenos" (Marti). Siendo la arisca solitaria que siempre he sido eso es importante. Mi familia.
El domingo hice algo que también tenía pendiente... y que adrede estaba dilatando... fui a casa de mi mamá. Con la excusa de ir a almorzar y luego de su "indique" al despedirse una tarde antes, fui y pasé por el filtro que ellos siempre son. Además, y es la razón por la que tenía que ir, al fin pude hablar con Lorena, mi otra hermana.
Quizá muchas personas nunca entenderán por qué hago las cosas, por qué quiero a la gente que quiero y muchos otros porqués. A veces ni yo los sé. Solo los siento.
Al regresar a mi casa, ordenada, limpia y segura, recordé todo lo que aún tengo pendiente, que serán muchas cosas, poco o muy importantes, pero más que eso... me di el tiempo para alegrarme por lo que ya hice, porque al final es eso... sigo avanzando.
lunes, 28 de julio de 2014
Publicar
Pasé una semana sin publicar nada acá, tratando de ordenar la cabeza y las emociones que me atropellaban mientras trataba de tomar decisiones pensadas con mente fría. Soy un disparate de persona en medio de las emergencias (más si son familiares) porque lucho para no ser "yo" y dejo de lado mis reacciones (que pasan de sentir un gran dolor a una gran cólera) con el fin de ser medianamente útil al resto de la familia (en este caso, de mis papás y de mi sobrino).
Luego el fin de semana pasó algo... me puse a leer lo que he publicado, no solo aquí, sino también en "Un Serio Accidente" y en "Nongirly Blue" y me doy cuenta... la muerte es uno de los hilos conductores de mis cuentos. No sé si es bueno. Lo confieso, a veces siento alivio cuando narro la muerte ficticia o propia, porque es una de los grandes objetivos: dejar de sentir dolor.
Y es que la muerte nos rodea... real o ficticia... está ahí siempre, cuando llegan dos pandilleros y le meten 8 balazos a un cipote con síndrome down, cuando una mujer se cae de un bus en marcha porque está nerviosa y asustada porque dos maleantes asaltan el automotor, cuando te da una neumonía que hace que te replantees la vida y cuando crees que llegaste a la respuesta, alguien te cambia la pregunta.
No importa, la muerte está aquí.
Resulta que eso lo sé desde muy niña, es una de las consecuencia de haber tenido una salud muy mala en los primeros años de vida y luego de cuidar a unas hermanas que siempre se metían en líos grandes (que siguen haciéndolo), creo que por eso no le tengo miedo a la muerte propia, pero si me aterra la muerte ajena. Puesi, con ella no logro huír del dolor.
Pero este post no era para contarles sobre mi relación con la muerte, sino para establecer el punto de partida para otro proyecto narrativo, claro, todavía no imprimo las 250 páginas de la novela que reúne la historia de mi familia y no las he revisado y bla, bla, bla.. pero para mientras, ahí vamos pensando que a lo mejor publicar algo más pequeño (es decir, esos relatos que tanto tienen que ver con la muerte) sea lo conveniente en este país donde no hay facilidades para publicar. ¿Qué será primero?
A ver...
Luego el fin de semana pasó algo... me puse a leer lo que he publicado, no solo aquí, sino también en "Un Serio Accidente" y en "Nongirly Blue" y me doy cuenta... la muerte es uno de los hilos conductores de mis cuentos. No sé si es bueno. Lo confieso, a veces siento alivio cuando narro la muerte ficticia o propia, porque es una de los grandes objetivos: dejar de sentir dolor.
Y es que la muerte nos rodea... real o ficticia... está ahí siempre, cuando llegan dos pandilleros y le meten 8 balazos a un cipote con síndrome down, cuando una mujer se cae de un bus en marcha porque está nerviosa y asustada porque dos maleantes asaltan el automotor, cuando te da una neumonía que hace que te replantees la vida y cuando crees que llegaste a la respuesta, alguien te cambia la pregunta.
No importa, la muerte está aquí.
Resulta que eso lo sé desde muy niña, es una de las consecuencia de haber tenido una salud muy mala en los primeros años de vida y luego de cuidar a unas hermanas que siempre se metían en líos grandes (que siguen haciéndolo), creo que por eso no le tengo miedo a la muerte propia, pero si me aterra la muerte ajena. Puesi, con ella no logro huír del dolor.
Pero este post no era para contarles sobre mi relación con la muerte, sino para establecer el punto de partida para otro proyecto narrativo, claro, todavía no imprimo las 250 páginas de la novela que reúne la historia de mi familia y no las he revisado y bla, bla, bla.. pero para mientras, ahí vamos pensando que a lo mejor publicar algo más pequeño (es decir, esos relatos que tanto tienen que ver con la muerte) sea lo conveniente en este país donde no hay facilidades para publicar. ¿Qué será primero?
A ver...
martes, 1 de julio de 2014
Puede ser
Puede ser que me haya equivocado en algunas cosas desde el final de la semana pasada... puede ser. Eso significa que puede ser que no me haya equivocado, que simplemente tomé decisiones que no le parezcan las adecuadas al resto del mundo.
El mundo...
Siempre he pensado que el mundo es demasiado complicado, pero es bueno, es lindo y a veces aún me logra sorprender, encuentro gente que es buena y que me inspira por creativa e innovadora, a ratos el mundo se pone demasiado intenso, justo ahora que le pido un poco de paciencia a la vida. Puede ser que no estamos "tan" sintonizados en esta época. Por supuesto, sé que esta es solo una etapa, sé que pronto, el mundo y yo, nos andaremos sintonizados, sincronizados y como cuando las niñas son "mejores amigas".
Puede ser que a veces quiera llorar, como el sábado por la tarde, cuando estaba confundida entre un reclamo, entre un regaño o una forma sutil de protegerme de nuevos errores e igual no llorar, porque al fin y al cabo... ¿de qué me sirve llorar? Puede ser que llorar sea lo que he estado necesitando, porque al fin y al cabo... siempre he sido llorona, aunque no llore.
Puede ser que extrañe demasiado a algunas personas que se acaban de ir o que no terminan de llegar, pero admitirlo sería un riesgo demasiado grande para mi corazón. Puede ser que sea esto lo que me mantiene con un cansancio perenne y que pronto agarre el teléfono y al fin haga la llamada que no hago desde hace tiempos.
Puede ser que lo que necesito no es ron, ni vodka, ni regresar a mi control médico porque cada vez es más común que me siento agitada y asustada en las noches, porque a ratos me cuesta respirar, porque a ratos pienso todo puede mejorar y soy un revoltijo de esperanzas mal puestas y realidades superfluas... porque al final nunca debí haber dejado mi control médico. Puede ser que lo único que necesito es reírme mucho con mi afecto favorito o simplemente refugiarme en su hombro y llorar. No importa qué.
Pero...
También puede ser que todo mejore justo en el momento en el que, en medio de todo lo feo, un muchacho, como de 19 años, me detiene en la calle y me pregunta "Disculpe, ¿sabe si Alemania ganó?" y yo le puedo contestar, sonrisa en cara, "ganó 2 a 1", o cuando me cae un mensaje preguntando mi paradero, o cuando me doy cuenta, mientras me adentro en mi cotidianidad aburrida y demasiado adulta, que la música no me deja, o que simplemente sigo viva para poder cambiar todo aquello que no me agrada... porque me acuerdo, que el problema no son los demás (si me entienden o no), porque me acuerdo que soy yo la que puede cambiar.
El mundo...
Siempre he pensado que el mundo es demasiado complicado, pero es bueno, es lindo y a veces aún me logra sorprender, encuentro gente que es buena y que me inspira por creativa e innovadora, a ratos el mundo se pone demasiado intenso, justo ahora que le pido un poco de paciencia a la vida. Puede ser que no estamos "tan" sintonizados en esta época. Por supuesto, sé que esta es solo una etapa, sé que pronto, el mundo y yo, nos andaremos sintonizados, sincronizados y como cuando las niñas son "mejores amigas".
Puede ser que a veces quiera llorar, como el sábado por la tarde, cuando estaba confundida entre un reclamo, entre un regaño o una forma sutil de protegerme de nuevos errores e igual no llorar, porque al fin y al cabo... ¿de qué me sirve llorar? Puede ser que llorar sea lo que he estado necesitando, porque al fin y al cabo... siempre he sido llorona, aunque no llore.
Puede ser que extrañe demasiado a algunas personas que se acaban de ir o que no terminan de llegar, pero admitirlo sería un riesgo demasiado grande para mi corazón. Puede ser que sea esto lo que me mantiene con un cansancio perenne y que pronto agarre el teléfono y al fin haga la llamada que no hago desde hace tiempos.
Puede ser que lo que necesito no es ron, ni vodka, ni regresar a mi control médico porque cada vez es más común que me siento agitada y asustada en las noches, porque a ratos me cuesta respirar, porque a ratos pienso todo puede mejorar y soy un revoltijo de esperanzas mal puestas y realidades superfluas... porque al final nunca debí haber dejado mi control médico. Puede ser que lo único que necesito es reírme mucho con mi afecto favorito o simplemente refugiarme en su hombro y llorar. No importa qué.
Pero...
También puede ser que todo mejore justo en el momento en el que, en medio de todo lo feo, un muchacho, como de 19 años, me detiene en la calle y me pregunta "Disculpe, ¿sabe si Alemania ganó?" y yo le puedo contestar, sonrisa en cara, "ganó 2 a 1", o cuando me cae un mensaje preguntando mi paradero, o cuando me doy cuenta, mientras me adentro en mi cotidianidad aburrida y demasiado adulta, que la música no me deja, o que simplemente sigo viva para poder cambiar todo aquello que no me agrada... porque me acuerdo, que el problema no son los demás (si me entienden o no), porque me acuerdo que soy yo la que puede cambiar.
jueves, 26 de junio de 2014
El mensaje
El viernes, mientras la vida me transcurría entre una llamada de Skype, mi preocupación por no tener nada de comer en la refri y el intento de organizar un fin de semana de fútbol y trabajo, me cayó la notificación de que tenía un inbox en FB.
Eso no es raro, ya que es justo por inbox de esa red social por donde me comunico de manera exclusiva con algunas personas. La sorpresa fue ver el remitente al abrirlo.
28 meses habían pasado desde que no sabía de esta persona. Pocas palabras hicieron que miles de recuerdos regresaran de golpe, de patada y de torrente. Me quedé inmóvil, casi asustada, revisé la fecha del mensaje, pensé que era uno de los antiguos que nos mandábamos casi a diario con esta amiga. No, era de ese día, a pocos minutos de haber sido redactado. No supe de mí por un par de segundos.
Cuando la razón me regresó, agarré mis llaves y me fui a hacer las compras de la semana al supermercado, porque al fin y al cabo, la vida sigue... aún con recuerdos que aún logran sacarme una sonrisa, aunque sea momentánea.
Eso no es raro, ya que es justo por inbox de esa red social por donde me comunico de manera exclusiva con algunas personas. La sorpresa fue ver el remitente al abrirlo.
28 meses habían pasado desde que no sabía de esta persona. Pocas palabras hicieron que miles de recuerdos regresaran de golpe, de patada y de torrente. Me quedé inmóvil, casi asustada, revisé la fecha del mensaje, pensé que era uno de los antiguos que nos mandábamos casi a diario con esta amiga. No, era de ese día, a pocos minutos de haber sido redactado. No supe de mí por un par de segundos.
Cuando la razón me regresó, agarré mis llaves y me fui a hacer las compras de la semana al supermercado, porque al fin y al cabo, la vida sigue... aún con recuerdos que aún logran sacarme una sonrisa, aunque sea momentánea.
miércoles, 25 de junio de 2014
La familia
Debo decir que provengo de una familia muy tradicional y cuadrada... no sé por qué soy como soy ante un contexto católico-conservador-ortodoxo.
Dicho esto, paso a analizar un poco lo que está sucediendo en mi familia y empiezo admitiendo que mi familia no está pasando la mejor de sus fases.
Cualquiera que nos haya conocido en estos casi 40 años de ser familia habría pensado que terminaríamos matándonos unos a otros o al menos que seríamos capaces de hacernos un daño permanente, pero no, acá estamos, hemos sobrevivido y lejos han quedado los sobresaltos propios de la crianza de adolescenstes, todas mujeres.
También lejos quedaron las grandes crisis económicas y mis hermanas y yo andamos por la vida tratando de vivir como podemos o como nos dejan.
Confieso que, como me pasó en la adolescencia, no entiendo a mi familia en muchos aspectos, a veces me botan la poca paciencia que he logrado trabajar en muchos años, que a veces me limito solo a escuchar sus conflicto y que a veces me da por tomar distancia, claro, sin salir de su radio de acción, pero si una distancia prudente, confieso también que en algunas ocasiones no me alejo, sino que me acerco y me quedo expectante a algo que cambie lo que está pensando y a veces soy la que hace "algo". Confieso que estoy cansada también.
Anoche hablé con mi mamá y desde entonces suena esta canción en mi cabeza, porque la familia sigue siendo la familia en todo momento: cuando se está en el hospital, cuando se pasa por confusiones, cuando ya no se tienen fuerzas.
Hoy, mis papás celebran un aniversario más del día en que fueron a la alcaldía de San Salvador y firmaron un papel que dice que son esposos. La familia había entrado a la legalidad.
Dicho esto, paso a analizar un poco lo que está sucediendo en mi familia y empiezo admitiendo que mi familia no está pasando la mejor de sus fases.
Cualquiera que nos haya conocido en estos casi 40 años de ser familia habría pensado que terminaríamos matándonos unos a otros o al menos que seríamos capaces de hacernos un daño permanente, pero no, acá estamos, hemos sobrevivido y lejos han quedado los sobresaltos propios de la crianza de adolescenstes, todas mujeres.
También lejos quedaron las grandes crisis económicas y mis hermanas y yo andamos por la vida tratando de vivir como podemos o como nos dejan.
Confieso que, como me pasó en la adolescencia, no entiendo a mi familia en muchos aspectos, a veces me botan la poca paciencia que he logrado trabajar en muchos años, que a veces me limito solo a escuchar sus conflicto y que a veces me da por tomar distancia, claro, sin salir de su radio de acción, pero si una distancia prudente, confieso también que en algunas ocasiones no me alejo, sino que me acerco y me quedo expectante a algo que cambie lo que está pensando y a veces soy la que hace "algo". Confieso que estoy cansada también.
Anoche hablé con mi mamá y desde entonces suena esta canción en mi cabeza, porque la familia sigue siendo la familia en todo momento: cuando se está en el hospital, cuando se pasa por confusiones, cuando ya no se tienen fuerzas.
Hoy, mis papás celebran un aniversario más del día en que fueron a la alcaldía de San Salvador y firmaron un papel que dice que son esposos. La familia había entrado a la legalidad.
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