He sentido muchos tipos de silencios, algunos me los provoco concientemente: apago el teléfono, me busco una canción agradable y me pogo los audífonos para ignorar al mundo, en una especie de silencio sin silencio.
Otros silencios me encuentran, cuando llegan les doy la bienvenida y los dejo sentarse junto a mí, nos quedamos ahí... acompañándonos mutuamente para mientras disfruto la ausencia de sonido.
Algún silencio se escapa de su dimensión y me ha perseguido insistentemente, cuando lo veo ya cansado lo tomo entre mis manos y lo coloco en mi cartera para darle descanso.
Me gustan los silencios porque se parecen a las golondrinas que se van a dormir en los alambrados de electricidad del centro de San Salvador.
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