¿Será que hay días de días? No es un día malo ahora, ha estado entretenido, lleno de detalles, de apurar gente, de enviar correos, de verificar... de dar seguimiento.
Pero esa es mi "yo externo", en cambio, mi "yo interno" está como triste, no cansada... triste, no enojada... triste, no melancólica... triste.
Flor siempre me lo ha dicho, es un derecho poder estar triste. Poder decir... "no, hoy no quiero ir a almorzar" porque sabes que no vas a encontrar silencio, o poder decir... "si llaman, no estoy para nadie", porque resulta tan rico esconderse del mundo de vez en cuando, estar sin estar, estar ahí, oculta tras un icono verdecito, que dice que estás ahí, pero estár callada .
Yo me he dado el bárbaro lujo de la tristeza este día. Porque me doy cuenta de varias cosas, que no son tan importantes, pero si lo son... porque me doy cuenta que soy incoherente pero que da igual; porque solo yo me entero de eso. Porque me llaman de la casa para ponerme queja, porque me llama un proveedor para seguir en la misma cantaleta, porque nunca quedamos en nada y no logro agarrar el coraje de hablar en persona lo que tengo que hablar, porque nuevamente las hormonas me hacen una nueva mala jugada, porque nunca logro reunirme con mi jefa, porque pienso que las cosas que valen la pena a otros no les importan tanto. Porque febrero se ve lejos aún. Porque hay que ejercitar los lagrimales de vez en cuando, porque siempre he sido la triste de la familia, porque no he aprendido tantas cosas. Sentirse así, sin embargo, no es tan malo, es natural y necesario, es un magnífico ejercicio emocional, es desear silencio, es desear escuchar solo lo que da consuelo, o simplemente sentir que te abrazan y no te dicen nada, solo te abrazan. Sirve estar triste... en serio. Aunque no parezca, porque al final, cuando viene la calma de nuevo, se puede comprobar que una es más fuerte.
Hoy estoy triste y en mi cabeza suena, interminablemente, esta canción:
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