Nunca he tenido buena postura... No... nunca.
Me siento mal, camino con la cabeza agachada, adopto posturas jeroglíficas en aras de la comodidad (en especial cuando estoy leyendo un libro), desgasto los zapatos de manera peculiar... así que definitivamente tengo mala postura.
Y mi madre, ay... mi madre, ha luchado desde tiempos inmemoriables corregir esta mala maña corporal sin resultados. Hasta me hizo llevar sobre la cabeza un libro por toda la casa durante diez minutos al día cuando despuntaba en mi adolescencia...
No es una gracia acomodarse, no se permite a sí mismo explorar "otras maneras de estar"... le da miedo a uno renunciar al espacio que ha construido... y la "compostura" (o sea el arreglo de lo malo) no es posible.
No me estoy refiriendo exclusivamente a la postura corporal, sino a las posturas que nos sostienen: social, laboral, política, sexual, psicológica, espiritual, emocional y afectivamente.
Entendí que poder dar una "remendadita" al espacio que uno puede ocupar en el universo es beneficioso. Mejora la salud, mejora la apariencia (aumento dos centímetros si me paro recta!) y evoluciono en un ser más íntegro y seguro.
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