Acá en la casa de mi madre, desde ayer, ha amenazado en caer un torrencial aguacero y hasta el momento... nada. En la madrugada estuvo lloviendo quedito, pero de esa llovizna agradable, nada que ver con el vendaval que se anunció minutos antes.
Creo que esta semana ha sido así en mi interior. Pasé todos los días con un humor mortuorio y llego de tristezas resagadas, recuerdos reprimidos y extrañando a Jenny, pensando en Emilia y tratando de comprender a mis hermanas y a mi mamá. Por supuesto, solo me pesan los días, pero nada trágico pasó, solo que me sentí un poco sola, pero eso es natural, a todos nos pasa en algunos momentos, tenemos compañía y genial compañía y aún así tenemos pendientes cosas que nunca entenderemos o que nunca lograremos arreglar del todo. Entonces... ¿para qué complicarse? La respuesta no radica si complicarse o no, la respuesta que me queda es que sigo sintiendo, así es... siento.
Por suerte para mi alma, la mayoría de veces siento y pienso en positivo con respecto a estas mujeres que tanto he querido, lo digo en serio, independientemente de cómo terminamos, o si toda la culpa fue mía o si fue compartida... si pedí perdón y no se me concedió, si pedí perdón y no pasó nada, si nunca las entenderé o si ella nunca me entenderán... todo eso no es lo importante, lo importante es que en tardes como esta... cuando la tristeza, que parecía una terrible tormenta que arrasaría con todo, que arrancaría de tajo varias de mis lágrimas, deja de ser amenazadora y me deja un tiempo de silencio, de brisa fresca y nubes oscuras pero de esas que lloran sobre mi, de manera suave y ligera, recordándome que pronto, pronto... vendrá un viento que me aliviará el corazón.
Ni mi tristeza perenne, ni las mujeres que tanto he querido, ni mis errores, ni mis aciertos, nada desataron la tormenta que estaba segura que en cualquier momento se desataría.
A ustedes que tanto quiero... espero que también estén disfrutando este fresco clima.
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