Así como odio a mayo con todas mis entrañas... así amo a septiembre.
No crea, querido lector que es amor patriótico, no... es puritito amor gratuito. Lo disfruto, quizá sea que es preámbulo de vacaciones escolares y esa maña escuelera me quedó de mis años de estudiante y de profesora, además en la universidad el segundo ciclo se convertía en la oportunidad de desarrollar mi capacidad de auto formación y aprovechaba esas tardes para ir a ver las nubes pasar o para caminar bajo las últimas lluvias suaves (porque las de octubre suelen ser torrenciales).
Septiembre tiene fechas importantes, dos de mis alumnos favoritos cumplieron años ya: Robz y Rodolfo... y además mi hermana menor también aterrizó a este mundo en los últimos días y caigo en la cuenta que la mayoría de personas nacidas en este mes me caen bien.
El tiempo es solo tiempo, yo lo sé y más de algún ingrato me dice... los meses son solo meses y tiene razón, pero para mí este mes es como la caricia que la vida me da en respuesta a las cachetadas que me dio el mayo anterior.
No importa el cansancio, no importa el ajetreo... siempre encuentro espacio en este mes para ir a ver el cielo al atardecer, porque sí... los atardeceres son verdaderamente hermosos cuando uno anda triste, de esa tristeza que no es tan dañina.
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