Es que a veces siento que el fin de semana es una dimensión rara en la que me toca resolver problemáticas familiares, líos por mis llegadas tardes y si... de paso, disfrutar un tiempo tranquilo con Miguel o con otra gente que me rodea.
Pero al llegar de nuevo los lunes a la oficina una recuerda que ha dejado pendientes miles de cosas, miles de pensamientos se quedaron como en "stand by" mientras andaba en otros menesteres y le doy play a sensaciones (positivas y negativas) y me arrastran como las olas de aguas turbias con las que he estado soñando desde hace una semana.
Esta tarde he hablado con mis compañeros, he visto el cielo de Suchitoto y he deseado tantas cosas buenas para esta gente, para este espacio que nos ha conjugado en un equipo de trabajo tan creativo y hermoso y la desesperanza se me va, se me va el eterno cansancio y los pensamientos se me clarifican. Luego viene la tormenta y así estamos... bueno, así estoy yo... y "sin ti". Porque vivir desesperanzado es no vivir, es no entender, no amar, no reventar en luces multicolores cada noche.
Puede ser que pensé que el sábado ya se habían solucionado muchos problemas y ahora me doy cuenta que no, que solo era una ilusión y que la guerra no se ha terminado, sigue... sigue, pero yo también sigo, también mis compañeros siguen y aunque sea cansado, no nos rendimos.
Lo que sucede, es que a veces soy necia.
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