viernes, 19 de marzo de 2010

el asalto de afecto

Estaba haciendo limpieza cuando empezó a sonar esta canción y me asaltaron los recuerdos, no solo porque uno de los músicos se parece mucho a mi papá cuando estaba en su face setentera, es decir, la época en la que conoció a mi mamá.

Vinieron a mi memoria los desayunos que me hacía cuando mi mamá estaba de turno en el hospital, huevos picados sazonados con salsa perrins, de esa que traía una viñeta anaranjada con letras negras, también sus frijolitos machucados y la taza de leche (so pena posterior de mi intolerancia a la lactosa)... recordé cuando me llevaba al parque y me compraba un enorme algodón de azúcar, gigantesco y rosado... el deleite que disfrutabamos al rodar cuesta abajo en la grama, los cuentos que me contaba por las noches y las siestas vespertinas cuando me vendía la idea de "jugar de dormir".

Este papá se parece mucho a mi papá, Oscar Silvio siempre fue un buen entrenador de mi imaginación infantil, me enseñó a cruzarme las calles cuando me llevaba al kinder, él fue el primer hombre al que yo le hice un poema, lo grabé en un cassette pues a esas alturas todavía no podía escribir, el año pasado descubrí que él aún guarda ese cassette aunque no tenga donde escucharlo.

Hoy mientras trapeaba el piso blanco recordé cuando ya no éramos solo dos, en la familia empezaban a llegar mis hermanas y aunque, como es natural, sentí que él ya no me daba la misma cantidad de tiempo, los momentos en los que solo éramos él y yo en todo el mundo lo disfrutaba en grande. Siempre fuimos un gran tándem. Cuando empecé a "formarme" como niña grande, es decir... cuando mi mamá me asignó los quehacéres de la casa... él me ayudaba a lavar los platos, porque fue lo que menos me gusta hacer. Me encantaba verlo con el delantal lavando los trastos mientras yo trapeaba con fuerza el piso de la casa donde pasé mi infancia.

Los paseos al mar, donde nos dedicabamos a construir ciudades enteras con arena, piedras y conchitas. Fue él el que me enseñó que no tenemos que temerle al mar, me cargaba en sus hombros y entrabamos al otro amor de mi vida... me sentía completa y absolutamente segura.

Oscar y sus camisas con palmeras moradas, sus zapatos cafecitos, su risa y sus apodos para todo mundo, el que me enseñó ver películas de Cantinflas, Pedro Infante y Capulina, el que me llevaba al McDonald´s que estaba en un sotano, allá por el parque Morazán, el que me enseñó que si me como una hormiguita voy a sentir que la naturaleza es dulce. Silvio el que siempre se ha sentido feliz de tenerme cerca, el que disfruta de mis silencios, el que me acompaña cuando lloro sin preguntarme nada, solo se queda ahí, sentadito... acompañándome, como diciendo: "mira, no se puede contra el mundo, pero no es imposible vivir... no les hagas caso y mejor platiquemos".

Vámonos papá... y en el camino cantemos: tututurú, tutururú, tutururú....

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