lunes, 1 de marzo de 2010

Olvidar

Soy olvidadiza, provengo de una familia que llegó a los niveles de la mitología por sus olvidos... tanto momentáneos como históricos. Por ejemplo, memorable es la ocasión en la que mi padre regresó del trabajo sin pasar por mi hermana y por mi al colegio, cuenta (en tono de leyenda) mi madre que llegó a la casa, se puso cómodo y a razón del mundial de (no me acuerdo qué año!) que se dió en Estados Unidos, se sentó en su sillón reclinable, hasta que ella le preguntó: "¿Y las niñas?", a lo que cuenta mi madre que ni había terminado de verlo mal cuando él ya iba amarrándose los zapatos mientras buscaba las llaves del carro para ir a recuperarnos. Demasiado tarde, ya habíamos hartádonos y emprendimos el viaje a casa en bus.

Mi abuelo era poseedor de una "olvidadez" mítica, como aquella en la que olvidó regar un plantillo de tomates que tenía en una de las laderas del terreno donde habitaba con mi abuela y sus vastos hijos e hijas... pero yo creo que se debió a su alcoholismo empedernido ese nivel de distracción absoluta y rotunda.

Yo olvido cosas así como intemporales, por ejemplo: olvido tomarme los medicamentos (cuando al fin decido tomarlos) a la hora correcta, olvido también poner algunos ingredientes a lo que cocino, así puede constatar mi familia cuando olvido poner sal al arroz, u oregano a los curtidos o queso a las pupusas. Claro que no es siempre, en algunas ocasiones así ha sucedido. Memorable era cuando en el colegio siempre olvidaba la llave dentro de la oficina, la solución (después de decenas de experiencias) fue hacer varias copias y repartirlas en oficinas amigas: en la biblioteca tenía una, en la oficina de Marielos también había una y por si acaso... también en rectoria... claro Gerar Depardiu me veía mal cuando se la pedía.

Olvido celulares donde sea, creo que el que tengo ahora es el que más me ha durado... he olvidado libros, paraguas, bolsas, compras y otros bultos en buses, parques, museos, supermercados, aulas de la universidad, aulas del colegio... oficinas gubernamentales.

Gracias a mis olvidos he perdido viajes, citas, oportunidades y sueños. Olvido nombres, rostros y hasta malas intenciones... hasta que las recuerdo de golpe y empiezo a sospechar. Me ha pasado muchas, muchas, muchas veces que personas me saludan muy amigablemente, hasta me preguntan por mi familia y al despedirme me siento totalmente perdida, pues no recuerdo de quién se trata, ni tampoco poseo una idea clara de qué lugar y/o circunstancia la conozco.

A veces he tratado de olvidar a drede experiencias feas, quizá así la tristeza me disminuye, a veces funciona, otras no.

Sé que cada vez que olvido algo, unas cuantas neuronas han muerto, me perturba pues les tengo gran aprecio y porque sé que nunca las podré recuperar... aunque ER asegura que si se pueden recuperar.

Hay cosas que quiero olvidar, pero otros recuerdos los quiero tener conmigo siempre.

Un personaje de "Buscando a Nemo" es una pecesita que tiene amnesia de corto plazo, no recuerdo su nombre, para variar! pero dice algo que nunca he olvidado, porque exacto así me siento yo a veces, más... desde hace poco.

"No quiero olvidar, porque cuando no olvido... me siento como en el hogar"

2 comentarios:

ER dijo...

Hasta hace algunos años el dogma indicaba que las neuronas eran las únicas células del organismo que no podían renovarse. Sin embargo en los últimos años han surgido numerosas evidencias que demuestran que el cerebro puede producir nuevas neuronas, aun en aquellas zonas cerebrales responsables de altas funciones...

Enlace

Doris es el nombre

KR dijo...

Gracias por el link y por el nombre de la pecesita.

Que no se le olvide: se le quiere.