viernes, 5 de marzo de 2010

Miguel Ángel...

de apellido Orellana, artista como el otro, el italiano... el de hace seis siglos... a pues, éste, el de El Salvador, el de carne y sangre, de tinta y papel... se fue ya a descansar.


El miércoles pasado murió Miguel Ángel Orellana, uno de los pintores y dibujantes más prodígios del país, como siempre en el olvido, salvo una "noble" exposición en calidad de homenaje antes de morir, claro, siempre estas exposiciones "homenajes en vida" son preparadas (a la carrera) en el último trayecto del camino a la muerte segura. Así pasó el año pasado con García Ponce.

Don Miguel me sorprendía siempre con sus desnudos, sugestivos y tan femeninos, pero tan viriles cuando eran hombres. Sus cubismos impresionantes que confrontan y enfrentan a la realidad, sin parecer reales. Estudió con el maestro afincado en el país, ese hombre que sacó a muchos del anonimato, que les dio pinceles y los mandó al mundo a mostrarnos la belleza de las formas: Valero Lecha.

Hoy ya no está. Ahora vendrán a buscar sus herencias las nuevas generaciones de artistas, pero no para honrarle, sino para decir (la mayoria) que la "académia" no sirve de nada, que el arte contemporáneo siente la necesidad y urgencia de transformar la imagen en algo (que para muchos resulta) extraño e irreverente. Despedazaran nuevamente obras de arte y escupirán al cielo... yo espero que don Miguel Angel les revire el salibazo y les caiga en la cara.

Si existe el cielo... pintele un pedacito don Miguel... pinte un cuerpo desnudo... un campesino sudoroso o la campiña amada suya allá en Zacatecoluca y si ve por ahí a su paisano Minero, dele mis saludos.

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