Gabriela, la menor de mis hermanas, acaba de terminar su carrera en Gastronomía. La inició hace tres años y nadie en la familia comprendíamos cómo a alguien que JAMÁS en su vida había pasado de cocinar sopa Maruchán, le dio por estudiar eso. Lo dijo mi madre, era más pensable que yo hubiera estudiado eso y no Gabriela.
Con todo y el escepticismo, las primeras recetas en las que me tuve que quedar callada, porque siempre he pensado que eso de cocinar implica "cierta inteligencia emocional" y mi hermana parecía carecer de ella... luego de un par de intentos de homicidio colectivo en los que hasta Sebastian se enfermaba del estómago y luego de invertir casi la mitad de mi sueldo en accesorios, artículos de cocina, materias primas, sin siquiera a veces probar las muestras... al fin ha terminado.
Considero que mejoró, creo que de todas las prácticas la que le ayudó mucho a amansar su estilo "pedrada en el estómago" fue la que realizó en un hotel en la Escalón. Después de esa práctica nuestro consumo familiar de Pepto Bismol bajó considerablemente.
La carrera de mi hermana ha sido muy interesante, no solo descubrimos a la chef que estaba (BIEN) escondida dentro de ella, sino que también nos dio chance de descubrir su paso de la adolescencia a la primera juventud (me niego a decir que es adulta aún ¬¬). Recuerdo la primera vez que la cargué, ella tenía 12 horas de nacida y yo estaba por cumplir 14 años... y bueno, aquí estamos, 21 años después.
En ese entonces me parecía que se parecía a esos bollitos de pan sin hornear... de esos que hacía yo en aquel tiempo y que dejaba sobre la mesa de madera de la cocina, reposando para que creciera la masa, mientras me dedicaba a cantarle canciones de Soda Stereo y Caifanes a ella que me veía dando vueltas por la habitación, mientras estaba sentada en su silla de comer.
El domingo mientras veíamos uno de esos programas de chefs que tanto le gustan a ella (y a mí también, pero no le digan) platicábamos sobre la cena de navidad, sobre el rendimiento de la cocina nueva, sobre medidas y tazas, hablamos sobre ideas guajiras para sacarle el mejor lado a cada sabor y a cada aroma y por primera vez, en mucho tiempo, sentí que volvimos a hablar el mismo idioma.
Esta mañana me mandó un mensaje... "ya compré los ingredientes para el pan de frutas secas" decía... ese pan que hornearemos el fin de semana.
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