domingo, 16 de diciembre de 2012

Tengo a Sabines en mis manos

Hace una semana se me anunció: Recuento de poemas 1950-1993 de Jaime Sabines estaba en un anaquel en Sanborns de Metrocentro, ese mismo día me dijeron su valor.

Hoy agarré valor y me sumergí en la vaporosa multitud prenavideña y fui a traerlo. Créanme, tuve que agarrar no solo valor, sino ánimo porque me dio el mediodía y yo estaba tirada en la cama sin querer ni moverme. Siempre he odiado los domingos.

Luego que me suspendieran un encuentro, no tenía más objetivo de ir a San Salvador más que ir por Sabines. Pensé que no importando la suspensión era apremiante que fuera por el libro. Hice bien (digo yo), era el único ejemplar. Estaba ahí, escondidito, me costó encontrarlo, es más, ya hasta había agarrado una antología de la poesía de Neruda como premio de consuelo porque Sabines no aparecía. Créanme, hay días en los es mejor no darme excusas para entristecerme, me vuelvo una máquina repartidora de desesperanzas. Yo me entiendo... bueno no, ni yo me entiendo en estos estados. Empezaba a decepcionarme, pensando que no lo encontraría, cuando lo descubrí, su pasta verde oscura contiene el título y el nombre del autor en una tipografía bastante sencilla en color verde fluorecente. 547 páginas con los poemas de este mexicano.

Pagué e inmediatamente fui a buscar algún refugio donde poder quitarle el envoltorio plástico y empezar a leerlo. Me fui a un café y pedí algo de comer, hasta el momento eran las 3 o 4 de la tarde y no había comido nada, no tenía hambre, pero sucede que no puedo morirme de hambre, talvez de otra cosa, pero no de hambre, lo encontraría bastante inoportuno. Mientras la señorita mesera fue a traerme la crema de papa horneada y un licuado de no sé qué fruta tropical empecé a leer el libro.

Es maravilloso. Eso. Maravilloso.

No importa si lo leo en orden o si, como es mi costumbre con los libros de poesía, lo abro al azar y leo lo que el libro decida, todo es tan cierto. No hay palabras más ciertas que las de los poetas, porque son eso, verdad materializada en letras. Vean:

Me dueles.
Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.

Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.

Atrevesando muros,atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.

¡Qué claridad de rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!

Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.
(Del poemario "Vuelo de noche)


Crema de papa horneada y Sabines para la tarde de domingo. Para mientras, dudo si pulsar "enviar" para anunciar que Sabines está al fin conmigo. Es otro de los riesgos de la poesía. Una puede dudar de la belleza también.

2 comentarios:

Miguel G dijo...

Debe estar el otro por allí, habían dos. Quedo tan escondido a propósito, pues aunque no tengo fe que alguien lo comprara... mejor "no vaya a ser".
Quizá compraré el otro yo....

KR dijo...

:)