Ya les he comentado que detesto diciembre por el estado permanentemente festivo. Las multitudes me generan desasosiego y un temor que no logro descifrar.
Estar en Suchitoto me había salvado de todo esto, pero regresar a casa de mi madre para las vacaciones me regresó de golpe a la realidad. Ayer que aterricé formalmente me dispuse a dormir luego de una larga noche de desvelo, pero no contaba con la astucia de mi madre. No me dejó dormir ¬¬
Sumado a todo lo que me quería contar, de las quejas, de las cosas buenas, de el tiempo que exige que le de, sumado a todo eso... recordé que a Sebastian no le había comprado nada para regalarle y que es el único ser humano que ha logrado que vaya a meterme a un centro comercial para comprarle algo en medio de esa marejada de personas.
Para hacerles corto el cuento, me fui a la 1 p.m. y regresé a las 9:30 p.m.--- más cansada y más triste --- mientras hacía fila para que empaquetaran los regalos del amado sobrino, recordé que en vez de estar ahí parada viendo como una mujer, con la peor habilidad motriz que haya visto antes, trataba de envolver regalos de manera decente (y que fallaba en el intento), yo debería haber estado en una fiesta/cena/beba y no ahí. Pero la vida es como es.
Llegué a casa solo a dormir, creo que estos días me dedicaré a eso... a dormir... me despiertan si tienen algo interesante para hacer en estos días o cuando ya sea 2 de enero, por favor.
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