lunes, 11 de abril de 2016

Gustavo

Murió hace una semana. 

Era mi primo, segundo hijo de mi tía Isabel, segundo hijo que se le muere, de los 3 que tuvo más uno que crió como suyo. Mi tía y mi madre están destrozadas, no solo por su muerte, sino por el tiempo que implicó su enfermedad, 37 días de desvelo, dolor y esperanzas fallidas, al final un cáncer en los pulmones se encargó de quitarle la respiración.


Gustavo no era en especial cercano a mi, lo es más su hermano menor, Miguel, mi primo que me cuidaba y que me inició en la música británica a los 5 años, Gustavo era 3 años mayor que su hermano, mientras Miguel era un quinceañero, Gustavo estaba graduándose de bachiller del Cristobal y luego se fue a estudiar alguna ingeniería en no sé qué universidad. 

Durante muchos años, Gustavo y yo nos vimos en celebraciones familiares, en visitas inesperadas y en coincidencias casi cósmicas. Siempre nos saludábamos cordialmente y una tan sola vez me preguntó si era cierto que estaba escribiendo un libro de un cura. Me lo dijo claramente, debía buscar mejores y más interesantes historias, tenía razón. 

En una de esas etapas de la vida que tenemos todos los seres humanos, cuando sentía que la vida tenía muy poco sentido y poco propósito, me dijo algo que siempre recuerdo... "para atrás, pero ni para tomar impulso". Me sorprendió su consejo, porque en realidad más que primos, éramos dos seres humanos con un cuarto de la misma sangre.

En sus últimos días de vida, pasó dormido, acostado, entubado, yo lo fui a visitar dos veces, más para hacerle compañía a mi tía, él simplemente no me sentía, no nos sentía a nadie. 

Ayer hablé con mi mamá, está triste, tanto que lloró por teléfono, no sé si es que ella andaba tan sentimental que me lo pasó, porque hasta el momento no había caído en la fatalidad de las pérdidas familiares, la semana en que velaron y enterraron a Gustavo yo me batí en guerra contra una bronquitis aguda que amenazó en pasar a ser neumonía por segunda vez. Soy una egoísta. O quizá le tengo amor a la vida. 

No le he llamado a mi tía, no tengo los ovarios suficientes para escucharla, cuando murió su primer hijo (que era de ella, pero no lo era en realidad) era mucho más joven y no había pasado por penas mayores, pero creo, estoy casi segura, que esta vez la muerte le ha pegado un zarpazo  mucho mayor. Como a mi madre. 

Gustavo se ha ido, se fue sin que yo lo conociera de verdad. 

1 comentario:

Gerardo dijo...

También me he preguntado por los lazos familiares. Sospecho que no sólo incluyen a personas con algún porcentaje de tu misma sangre. También pueden serlo cuando han compartido vivencias, lágrimas, conversaciones largas y profundas, etc. La familia no es sólo donde se nace, también es donde se crece.