martes, 29 de junio de 2010

Bad day...

algo me decía que no debía levantarme de la cama esta mañana… ¿por qué no le hice caso a mi primer instinto?

Debí quedarme en casa, me habría evitado otra discusión en ayunas sobre mi moralidad con mi madre, habría evitado joderle el rato a él, habría evitado que me cayera la inclemente tormenta vespertina…

Definitivamente el factor Japón fue la gota rebalsadora de mi vaso… en verdad, en verdad os digo… nunca entenderé el poder alienante del fútbol. Y pa que vean… ni siquiera sé quién, si España o Portugal, pasó a cuartos…

Tantas cosas que me habría evitado si hubiera obedecido mi instinto de no levantarme esta mañana!

lunes, 28 de junio de 2010

La medida adecuada

Casi siempre me he sentido intimidada por el afecto, antes de poder demostrarlo por primera vez con personas que apenas conozco soy rígida, bastante fría y distante. Puedo llegar a ser un bloque antiemocional de 1.53 metros de altura. Me pasa que también lo soy cuando estoy molesta con los que siempre han estado ahí. Me veo al espejo y solo logro ver el reflejo horrible de mis propios miedos.

Pero una vez superados los miedos… logro entregar todo mi cariño y afecto físico, psíquico y emocional con aquellos que llego amar. No me apena confesar que los que más fácil se me hace demostrar cariñito instantáneo son los niños pequeños (entre los tres a cinco años), los animales y la gente que suelen ser distantes como yo. Quizá sea por una especie de simpatía inevitable con los tres grupos antes mencionados.

En las últimas horas me ha tocado pensar realmente cuál es la medida exacta con la que debo querer a mis seres queridos (familia, amigos y el “don”). ¿No le ha pasado alguna vez que siente que quiere demasiado a la gente? ¿O quizá demasiado poquito? Quizá estoy pasando por una crisis de “malagentez” pero me doy cuenta que quiero demasiado cuando me vuelvo demasiado complaciente y las relaciones me empiezan a cansar en vez de disfrutarlas… o peor aún… empiezo a cansar a la gente.

Resulta que no encuentro qué hacer con mis afectos, siento que camino en una senda empedradísima y en mis manos llevo un frasco muy lindo y delicado de cristal, es como una pequeña cajita trasparente que me deja ver su interior, en su interior está todo el amor que puedo dar… al caminar esta senda llena de rocas corro el peligro de tropezar y hacer caer el frasco, se quebraría inevitablemente y se haría mil pedazos. Sé que lloraría al verlo quebrado, a lo mejor trataría (como ya he intentado anterior e inútilmente) de recobrar todos los pedazos y pegarlos con alguna especie de pega loca y colocar nuevamente mi amor en ella. No podría (lo sé muy bien) solo verla destrozada y no sentirme destrozada también. Me doy cuenta que no quiero sufrir, no me gusta sufrir, evito sufrir, detesto sufrir… e inevitablemente sufro cuando pego resbalones en esa senda empedrada y mi “urna” de los afecto peligra en caer y destrozarse.

Es bien difícil, al menos para mí, seguir amando cuando me hacen daño, no me gusta que me hagan daño, trato de no dañar, pero es inútil, también daño. Las relaciones que tengo suelen ponerse a la adversidad de mis deseos de tranquilidad.

Y me pregunto… ¿por qué si te amo, si he luchado por buscar la manera y la medida adecuada para amarte, si lucho por no dañarte, entonces… por qué razón me haces sentir que mi vida es una mierda? ¿Por qué estás esperando a que otros me hagan daño para decirme “te lo dije”? ¿por qué me pones zancadillas y pequeñas trampas para que me deslice y deje caer mi hermosa urna de afecto? ¿Por qué te gusta verme llorar?

Hay mañanas en las que desearía no estar aquí, pero tampoco me gustaría estar allá… y descubro que, desde hace mucho tiempo, no hay un lugar adecuado para mí en este mundo. Un lugar donde pueda descansar, estar en absoluto silencio, donde pueda escuchar la lluvia caer y donde las personas que amo no me dañen y donde no las dañe. Un lugar donde pueda estar totalmente sola en mañanas como esta. Un lugar donde pueda descubrir la medida adecuada para amarme a mí misma.

viernes, 25 de junio de 2010

Consideración...

- que me dejaran dormir hasta bien tarde
- la cena del miércoles
- que el "don" me evite tener pesadillas
- quedarme este día en casa y no hacer absolutamente nada
- la que ya me hacía falta desde hace unos "dillitas"
- una carta de recomendación

Gracias

jueves, 24 de junio de 2010

Tony

Hace diecisiete años lo encontré en el camino, bueno no… en la parroquia, era un niño de quince años y yo era un catequista de dieciocho. Nos presentó Gladys. Por cierto que el pasado sábado, cuando íbamos pasando por el centro de San Salvador con el “don”, nos la encontramos, inevitablemente al verla lo recordé a él. Por supuesto, ella me preguntó si sabía de él. Le dije que no.

Hoy está cumpliendo años Tony. No sé nada de él desde hace más de un año. Hay días en los que me pregunto “¿Dónde estará? ¿Estará bien? ¿Qué tal seguirá de su gastritis? ¿Seguirá en Panamá o habrá regresado ya? ¿Habrá mejorado (al fin) ese mal humor que lo caracteriza? ¿Será feliz?” y muchas otras preguntas más.

Hasta que Iba Pasando fue declarado como novio oficial de esta loca nunca antes había tenido uno como tal, si hubo afecto con otros hombres, mucho cariño… pero ninguno se declaró oficialmente como novio y el que más cerca estuvo de esa etiqueta fue Tony.

Con él todo era raro… todo. Pero era ese tipo de rareza que daba curiosidad y que te invita a quedarte un rato a observar. Durante muchos, muchos años este muchacho llegaba a visitarnos a la casa de mis padres, cuando vivíamos en aquel entreñable Cuscatancingo. Mi hermana Lorena a cada rato me decía que estaba enamorado de mi, yo me hacía la loca y no le daba importancia al comentario, me parecía que mi hermana alucinaba. ¿Todo por qué? Simplemente porque Tony era de esos amigos que no podía dejar de ver como eso, amigo.

Él dejó la adolescencia y tuvo un inicio turbulento en la universidad, decidió estudiar arquitectura. Para entonces yo estaba iniciando mi segunda carrera. Seguía llegando los domingos a la casa y mientras me ayudaba a hacer los menesteres más hogareños me contaba sobre sus clases, sus novias, sus amigos y sus vagancias. Yo poco le contaba de mis días, sabía lo básico… lo que sabía todo mundo: daba clases, realizaba trabajo social en comunidades, estaba hasta la coronilla de trabajo y estudiaba en horas nocturnas. Siguió pasando el tiempo.

No sé ni cómo pero de repente ya no solo llegaba a la casa los domingos, de repente me lo encontraba en la universidad y nos ibamos a tomar un café y nos zafábamos de clases, seguíamos conversando mientras regresabamos juntos a nuestros hogares. A veces hasta me iba a dejar hasta mi casa y luego regresaba a la suya.

Emepezó a conocer a mis amigos: Emilia, Palo y los bichos. Palo me lo dijo una noche en la que Tony no apareció: Ese tipo está enamorado de vos. Me reí como cuando me lo dijo Lorena cinco años antes. Pero esta vez me quedé pensando en eso.

Una noche, mientras escuchaba la cátedra del Padre Chente, en la que me estaba explicando la Diakonía vrs. los malos espíritus, vi que estaba sentado en la acera de enfrente del edificio, tenía varios papeles entre sus manos y una calculadora, estaba calificando unos laboratorios (era instructor de no sé qué cosa del espacio) mientras esperaba a que saliera de mi clase. No puedo negarlo, me enterneció verlo ahí, bajo el sereno de la noche. Me esperaba. Y esa noche decidí terminar de llegar hasta donde él estaba.

Nos quisimos mucho. Cuando decidí irme a vivir sola y se lo comuniqué, trató de persuadirme de la idea, por supuesto que no le hice caso y me largue una tarde de octubre, pero fue él el único que me ayudó a limpiar, lijar y pintar la casa donde fui a vivir. Plantamos una flores anaranjadas que le gustaban a él y construyó un techito para que Rasputín, mi conejo, tuviera un lugar donde resguardase por las noches o a la hora de más sol.

No sé cómo… ni me acuerdo cuándo… empezó a ser menos frecuente. Empezó a desaparecer y como no lo busqué le perdí la pista. Una noche, al llegar a una juerga alguien me preguntó “¿y el Arquitecto?” (ese era el mote con el que se referian a él, nunca le dijeron su nombre). Fue ahí cuando me di cuenta que tenía mucho tiempo de no verlo.

Por supuesto que apareció al ratillo… creo que fui yo la que le llamó por teléfono, para saber de él. Me dijo que estaba hasta el garete de trabajo entre sus clases y las instructorías y yo que para entonces era inconstante y dispersa acepté la explicación y lo dejé ser… ser lejos de mi. Me hizo mucha falta pero ya no lo busqué.

Nuevos afectos aparecieron para entonces, me mudé a otra casa… me inmiscuí con la persona menos indicada y cuando al fin averiguó mi nuevo domicilio… Tony fue a buscarme. Le dejé claro que no sirvo para afectos dobles, que no soy mujer que guste del dramatismo de la infidelidad ni es mi idea correr el riesgo de envejecer con culpas en el corazón. Me dio un beso en la frente y se fue.

La noche que lloraba la traición del no-indicado por el que dejé ir a Tony, Emilia me consolaba… y a ella que no mucho sentía simpatía por Tony… me dijo que si no hubiera optado erróneamente como lo había hecho… él no me habría lastimado, más lloraba yo.

Por supuesto que me hubiera lastimado, todos lastimamos o nos sentimos lastimados por otros, pero la diferencia es que podemos corregirnos y tratar de ser menos dañinos, no al menos concientemente.

La última vez que supe de él era uno de los arquitectos auxiliares en la construcción de la Torre Futura, me lo encontré en una ferretería y andaba ese casco amarillo que caracteriza a los de su profesión, en el bolsillo de su camisa asomaba aquel compás (moderno, bello, elegante y muy útil) que un día como hoy, hace cuatro años, le regalé. Me vio, sonrió e instintivamente me abrazó, yo correspondí y le dije : “me alegra verte”… era cierto y él en cinco minutos me puso al tanto: trabajo, novia, viaje en puerta… “mira… siempre me sirve para los planos y para acordarme de vos” me dijo mientras me enseñaba el compás. Como en viejos tiempos yo no le conté mucho: mucho trabajo. Nos despedimos, yo fui a sacar la copia de la llave de la oficina que estabamos inaugurando con Ely y Rolando… y él regresó a su torre y su futuro.

Feliz Cumpleaños Tony, hasta donde quiera que estés.

miércoles, 23 de junio de 2010

Confieso que me gusta el arte Naif...

Es cierto, solo que antes de trabajar en el museo, no sabía que el arte Naif se llama Naif... Me guta.

Es que es como inocente, como candoroso y modosito... me evoca la infancia y los algodones de azúcar, esas mañanas de cielos bien despejados y celestosos frondorosos.

El recuerdo más tierno (y la ternura aquí si se le permite redudar) de este arte, es cuando mi papá me regaló una edición de los Cuentos de Cipotes de Salarrué (ahora sé que el arte Naif no solo se suscribe a lo gráfico, para mi, esos cuentos son bien naif... Naif literario) que contenía ilustraciones de Maya y de Zelié Lardé, hija y esposa del mismo Salarrué. Bien bonitas aquellas coloridas ilustraciones de niños y niñas morenitos, con vestimentas coloridas e inocencia que chorriaba por las orillas de aquellas páginas.

Todavía guardo un dibujo que una vez Emilia me hizo, estabamos en noveno grado... y creo que ella no lo sabe, pero podríamos calificar ese sencillo y gráfico regalo como una obra de arte Naif. Como me gustó mucho desde entonces, a pues ahí ha andado el dibujito siguiéndome por todos mis rumbos y mudanzas.

Ahora encontré este blog... por pura curiosidad le di clic donde dice "Siguiente blog" y apareció... se llam "Arte sano Naif"... bien lindo, bonito y prometedor... inocente y alentador luego de un par de días de desesperanza. Se los dejo aquí... véanlo... yo le voy a estar llevando la pista.

martes, 22 de junio de 2010

Desasosiego

Cada día tiene su propia preocupación, me ha estado saliendo esa frase desde hace días, y aunque he estado tratando de seguir siendo optimista, a veces me cuesta. Llego al refugio antiaéreo, converso un rato con el "don", dejo mi cartera y me voy al mercado. Tengo que hacer algunas compras. Ganarme la vida ha sido cada vez más difícil: no hay empleo, hay más gastos. ¿A qué se referirá aquello de la "propia preocupación diaria". Igual, soy una "matadita" y casi siempre ando preocupada, claro que hay momentos en los que me emociono y me doy auto-terapia de que todo saldrá bien, que todo es momentáneo, que pronto vendrán días mejores, pero si no es una cosa es la otra. ¿Tendré bajo el nivel de Serotonina nuevamente?. Mientras México pierde contra Uruguay, yo hojeo el periódico matutino que le dedica 17 páginas a la atrocidad cometida la noche del domingo pasado. Me consterno. Las dos pupusas que desayuno no cumplen las especificaciones nutricionales que me indicó la Dra. Burgos, pero heme aquí. Para esto me alcanza y punto. Además tengo hambre. Se me quita el hambre a medida que leo el relato de Gabriel Labrador. Lo recuerdo como el muchachito dinámico y eléctrico que llegaba a mi oficina todos los recreos para ver si se me había ocurrido alguna genial idea para trabajo social o para celebrar alguna festividad religiosa. No lo puedo evitar, recuerdo que hoy es día del maestro y la maestra. Lástima que ya no soy docente... más si decente (digo yo... trato al menos, últimamente más), con razón no había tráfico pesado cuando pasé por las instituciones educativas que están en mi camino habitual! Pienso en que me gustaría felicitar a mis excompañeros de labores. Justo entonces recuerdo a Fidel, me lo encontré en ese mismo mercado el sábado pasado, me dijo que se alegraba de verme. Por supuesto que yo me alegré de verlo. Es de las pocas personas a las que extraño de verdad. Me contó que su tío murió, que por eso fue a comprar unos recuerdos para su novenario. Cierro el periódico, voy a pagar mi desayuno, ya no soporto seguir leyendo. Pienso en Hacel, la bebé que encontraron calcinada en la ruta 47. Pienso en ese instante en que soy una egoísta, no quiero tener hijos para no enfrentarlos a locuras como estás. Se supone que durante la infancia tendría que encontrarse las cosas más maravillosas para sorprenderse de la vida recién estrenada... sabores, colores, olores. No la muerte. No la muerte. Soy egoísta porque tampoco quisiera sufrir si les pasara algo malo. Pienso en mis primos y mi tía que viven cerca de ese lugar. Cuando hojié el periódico vi que la presentación de los capturados la hicieron sobre las cenizas de la coaster. Soy una egoísta, quisiera que trajeran otra coaster, que los metan ahí y les prendieran fuego. Feo mi modo. Feísimo. Pienso en mi tía Reinura, iba en esa coster. Dos pupusas le salvaron la vida. Pienso en que Walter me dijo el viernes pasado que los mareros del mercado de Soyapango los están renteando cuando llegan con mi papá a dejar mercadería. "Estoy preocupado, nos pueden hacer algo" me dijo. Recuerdo al tipo que asesinó a una mujer justo en el momento en el que el bus donde iba yo, iba pasando. Odio a los homicidas. Me odio a mí misma porque les deseo la muerte, y de alguna forma eso es convertirme en homicida también. Recuerdo que Iba Pasando una vez me dijo que alguien podría ser homicida, pero nunca sería como ellos. Me alivio y suspiro. Me doy paja y pienso que no soy mala, solo que estoy cansada de ver gente morirse por culpa de otros. Vuelvo a pensar en la niña calcinada y en su mamá que la puso bajo el asiento y que murió tratando de protegerla con su propio cuerpo. Las dos pupusas recién ingeridas se me revuelven. Me voy a la distribuidora de velas, listones y flores. En el intento de ser productiva he estado trabajando. Pienso que sería bueno anunciarme en algún medio (llámese Facebook, tarjetas de presentación... lo que sea) para dar publicidad al negocio. ¿Cómo le pondría? ¿Qué diría? Se hacen tarjetas de invitación, felicitación y pésame (por aquello del luto encarnizado en la sociedad) arreglos florares, dulzares y papelares. Recuerdos y todo aquel trabajo manual que usted sienta hueva de hacer o que le quedan sin gracia. Mi ser cínicio aflora. Hoy es 22. Recuerdo que hace cinco meses me besó por primera vez el "don". Soy una cursi. Recuerdo "Disappear" de INXS. Todos los problemas se van si estás cerca. Qué diera que porque fuera así. No... es genial tenerlo cerca, pero los problemas persisten. "deme cinco yardas de listón de mantequilla de 1/2 pulgada, un ramo de flores con perla y un floratape, por favor". Pienso en que con la ganancia del último encargo tengo que pagar una deuda, me alcanza para el bus de la semana y para la plastilina que le prometía Sebastian que le compraría para que juguemos y desarrolle su psicomotricidad fina. No sé qué reacción tendría si le pasara algo a mi sobrino. Hacel vuelve a mi pensamiento, nada tenía que ver con la locura propia de este mundo. "Quiero que me venda una vela No. 12, color blanco, por favor". "$2.65". "Gracias". "De nada". La gente es bien amable en este mercado. A lo lejos escucho que Uruguay sigue ganando. Todo mundo está concentrado en el Mundial y yo no puedo dejar de pensar en los niños que venían en la coaster incinerada. Odio a los agresores en general, pero más a los agresores infantiles. El rostro de Sebastian viene a mi mente. Tan lindo que es mi sobrino. Jode, pero no le quita lo lindo. Lo amo. Mataría a cualquier desgraciado que se atreviera siquiera a hacerle algún daño. Uy! soy una homicida en potencia. Más cerca suena esta canción. Recuerdo que mi mamá me cargaba cuando era una niñita bien pequeña y la bailabamos juntas. En ese entonces ni ella, y menos yo, teníamos un hombre para bailar emparejadas, así que bailabamos entre nosotras. Pobre mujer, hasta el domingo pasado tenía 23 años, un niña con la que seguramente bailaba y un esposo. Ahora están muertas, ella y su hija. Su esposo está en el hospital muy grave. En este preciso momento caigo en la cuenta que estoy totalmente loca. Debo de estarlo. No concibo que los demás seres humanos piensen al mismo ritmo que yo. Con razón mi psiquiatra siempre quería sedarme, a lo mejor pensaba que así me reduciría la velocidad de pensamientos por minuto. Pobrecita. Creo que he sido su mayor fracaso profesional. Sigo loca. Pienso que no tengo nada "conmemorativo" de aniversario al "don". A ver... ¿qué le gustaría recibir de mí? Ya sé... le voy a preparar un curtido. Le gustan los curtidos. He visto varios botes de vidrio en su casa. Quiere decir que los compra, los compra porque le gustan. Además, el presupuesto si me alcanza para comprar los ingredientes. Bajo hacia la zona de verduras y frutas. Me alejo del foami, las flores de papel, de tela y cristal, de las piñatas y los dulces. "vaya vaya... la cebolla diadolar la bolsa". Cuatro pinches cebollas! Y feas! Camino por los pasillos. Soy un ser extraño, no tengo cara de ama de casa. Cuando llegue a la casa voy a hacer limpieza. Una señora se enoja conmigo porque me le quedo viendo los chufles que tiene en un canasto y no le compro. Feo el modo. Un niño se me acerca. "¿me regala una moneda?" me pregunta. No tengo, le contesto. Mentira. Si tengo, pero si le doy una moneda ya no me "ajusta". Feo el modo de este paraíso. Una señora con cara amable me ofrece limones, me le acerco y le digo que solo quiero una cora... "Sí" me dice bien contenta. Una entusiasta, pienso. Me alegra encontrarme con entusiastas. Supongo que son como un placebo en días como estos. Amaneció gris la mañana. Me gustan las mañanas grises. Y me gustan los entusiastas. Soy bipolar! "Tiene cilantro?" La señora me lo despacha. Me voy. Me hacen falta las cebollas todavía. Otra señora me ofrece cebollas al precio que me gusta. Barato. Mientras toco las blancas bolas lustrosas. Esa señora las estaba limpiando con un trapito para que se vieran bonitas cuando me las ofreció. Me pareció una buena forma de marketing para su producto. Cebollas limpias. No hay cosa más asquerosa que una cebolla mugrienta. "Bien feo el tiempo, vea?" Mmmm... si. Karla, no se contesta con monosílabos, denota poco interes. Tengo poco interes de hablar con nadie. Soy una snob. Odiosita diría mi hermanita. "Pobrecita la bebita que se murió en la 47" me soltó de golpe la simpática mujer. Me ganó la atención. La miré. Parecía una de las miles de abuelas actuales, trabajadoras y siempre activas. "Si, bien feo" contesté viendola a la cara. No sé si era por el tufo a cebolla o porque le había impactado la noticia, pero la mujer tenía los ojos acuosos. Vi que tenía abierto el periódico, la misma edición que había hojeado yo mientras desayunaba. Quizá yo también había querido llorar mientras leía los reportajes. Soy una cobarde cuando no admito que me dan ganas de llorar algunas tragedias. Odio al mundo. Odio al mundo de las emociones que se aloja en el lado izquierdo de mi cerebro. Le pago a la señora. "Cuídese" me dice al darme el vuelto. Esa palabra se va haciendo cada vez más necesaria. Lo feo va a ser cuando digamos "espero verte a salvo" al despedirnos. Ya no bastará un "adiós" ni un "quetevayabien". Viene a mi mente la palabra que había andado buscando desde ayer. DESASOSIEGO. Me voy a casa. Tengo que hacer unos recuerdos para bautizo y un curtido.

lunes, 21 de junio de 2010

Un año y medio

tenía Yessenia, anoche murió calcinada junto a su madre en una coaster de la ruta 47 de Mejicanos, acá en mi país. Fue la víctima más pequeña y que menos tenía que ver con la locura de estos últimos tiempos.

La mera verdad, esta noticia apareción en ayunas, pero durante todo el día quise hacerme la loca, ignorar el hecho... pero no pude.

Viví la mayor parte de mi vida en Mejicanos, gran parte de mi familia por parte de mi papá aún viven ahí. Mis primos viven a dos cuadras de la escena del crimen, mi tía Reina, vive a una cuadra y por suerte y porque le dio hambre y se bajó una parada antes para comprar pupusa, se salvó de morir en el hecho. Amigos muy queridos viven en ese municipio.

Mi mamá dice que el diablo anda suelto y que hay que rezar. Yo no soy muy rezadora que digamos y este tipo de acontecimientos me deja con menos ganas de pensar en la espiritualidad, porque simplemente se pelea mi humanidad contra otras humanidades.

Se me erizó la piel al percatarme que estoy de acuerdo (por primera vez en mi vida) con la idea de la Pena de Muerte.

Para mientras, nunca más podré transitar por esas calles sin pensar en los inmensos gritos de la gente quemándose mientras eran detenidos a balazo limpio por sus homicidas. Nunca más podré caminar por aquellas calles de mi infancia.

Los sorprendentes Rauda´s

Ay… qué bonita familia!

Luego de una semana completa planificando la celebración del día del padre… todos los planes se vinieron a bajo por un par de discusiones inocuas, de las cuales, increíblemente, no formé parte. Voy mejorando!

Los implicados en la discusión se reconciliaron pero ya era muy tarde para dirigirnos al destino inicial. Así que decidimos esperar a ver el partido entre Brasil y Costa de Marfil y luego partir a otro rumbo.

Como ninguno de los contendientes de dicho partido es de mi gusto… me retiré a mis aposentos a echarme una siestecita. El insomnio nocturno ha estado heavy últimamente, además la confección de adornos ha estado quitándome un poco de paciencia por aquello del cálculo de espacio y belleza. Por supuesto, la eufória familiar por el equipo latinoamericano no dejó que durmiera a gusto, así que busqué otra alternativa, me puse a ver algún capítulo de las tres series que estoy echándome en la compu… esta vida insana me está matando. Tanto “desocupamiento” no es bueno.

La niña Marthita entró al cuarto para avisarme que ya había terminado el partido y que estaba próxima nuestra partida… me alisté (entíendase me puse los tenis) y salí. Como siempre mi familia hace alarde de toda una complicación para salir de la casa, nunca he logrado entender por qué se tardan tanto, se complican tanto en detalles… hay que llevar hasta el tufo para que vayan tranquilos. Para mientras ellos se complicaban, yo salí a la calle y me senté en la acera a espararlos en compañía del buen Sebastian.

Todos salieron, mi papá arrancó el camioncito, nos subimos todos y de repente… preguntó: “¿Quién trae la llave? Necesito entrar”.

Tenemos casi tres meses de vivir en esta casa y es increíble: solo tenemos el juego de llaves originales que nos dio el dueño de la casa!

Nadie, nadie… nadie… nadie había sacado el juego de llaves. EMPIEZA A CRISTO A PADECER!

Mi papá se encachimbó, mi mamá tenía cara de curso y mis hermanas empezaron a buscar al culpable del olvido, empezaban a implicarme en el descuido cuando les recordé que Sebastian y yo fuimos los primeros en salir y que, como nunca paso en casa, nunca saco las llaves para no dejar afuera al resto de la familia, “así que no me estén echando culpas a mí” dije.

Y ahora quién podrá ayudarnos?

Me subí por el balcón de la ventana de la sala, pero al llegar al techo me percaté que, con el primer paso que di sobre él, tronó feo… ay no… mejor que digan “aquí corrió que aquí quedó”, me bajé inmediatamente. Estaba analizando otra posibilidad, cuando mi mamá me llamó, había ido a la casa vecina a ver si tenían una escalera que nos prestaran.

Una muchacha muy bonita, que nunca había visto, me dijo que podía intentar entrar desde su patio.

¿Les he contado que le tengo miedo a las alturas?

Ahí estaba yo, encaramada en el muro que divide nuestros patios, mi mamá me dice que suba la escalera y que la pase al lado de nuestra casa para que baje por ella.

Me costó un mundo hace eso que tan fácil se me dijo. La mentada escalera de madera pesaba un montón y yo solo tenía una mano libre, porque con la otra estaba asegurándome de no caerme. Me temblaba todo, de puritito miedo y de hacer fuerza. No sé ni cómo pasé la escalera, la bajé despacito, me tardé como cinco minutos en estabilizarla y dejárla (medianamente) firme en el piso, para luego bajar por ella.

Resumen: No calculé bien, había bajado dos peldaños de la escalera cuando se deslizó y yo alcancé a agarrame bien de la orilla del muro antes de que se cayera la escalera. Ahí estaba yo, colgada del muro, renegando del olvido inicial y del hecho de ser la “idónea” familiara para hacer esos malabares.

Tenía que calcular dónde aterrizar, para variar había un gran guacal con agua justo junto al muro, así que tenía que balancearme un poquitín antes de soltarme para no meter la pata en el dichoso recipiente contenedor de líquido. Me acordé que hace años, cuando iba a trabajar a una comunidad, tenía que saltarme un muro mucho más alto y que no andaba con babosadas, claro, tenía diez años menos y no tenía las lesiones que ahora colecciono. Es una desgracia esta inutilidad, feo el modo del cuerpo.

Cuando caí sobre mis pies y constaté que no tenía otra lesión, oí que mi mamá estaba preguntándome si estaba bien, porque había escuchado el golpe de la escalera cuando cayó y mi consecuente gritillo de “Ay!” cuando caí en el patio. Por cierto, tropecé con el guacal con agua cuando ya iba para la puerta del patio. Igual me mojé el pie.

Mis hermanas me habían dicho que una de las ventanas de la cocina estaba sin seguro, pero no recordaban cuál, si era la que está junto a la puerta pues solo había que abrirla, meter la mano y abrir la puerta. Si era la otra… tendría que buscar en qué apoyarme para subirme y entrar por ella. ¿Cómo es posible que se compliquen tanto y que me compliquen la vida de paso?

Revisando las ventanas estaba, cuando me acordé de Robz quien dice que solo a mí me pasan este tipo de cosas. Ninguna de las ventanas abría. Ya me estaba dando cólera de la titánica, cuando la ventana adecuada (es decir, la que está junto a la puerta) tronó y me indicó que estaba sin seguro, logré abrirla y pasar el brazo para abrir la puerta.

Entré. Escuché que me preguntaban si había podido abrir. Busqué la llave y me la eché en la bolsa del pantalón, me serví un vaso de agua, me lo tomé y fui a abrirles la puerta de la calle.

“Vámonos ya” les dije y siacabuche.