martes, 2 de diciembre de 2014

Eso que siempre quiso hacer y que nunca lo hizo

Durante los últimos meses me ha caído el cinco de esto, siempre decimos "voy a..." y pocas veces echamos a andar un proyecto. Culpo a la distracción y a la hueva.

Por ejemplo, yo tengo un año de estar diciendo que me equiparé y haré un mini huerto casero con las especias que tanto me gusta usar en la cocina. Tengo 8 meses de estar diciendo que haré algo para bajar peso, súmenle los 6 meses de estar diciendo que pondré cortinas (aunque sea) en mi cuarto. Tolstoi va ya para 3 meses de espera para llevarlo a su castración y alrededor de un mes y medio de estar diciendo que iré a sacar mi pasaporte.

¿Por qué nos tardamos para hacer cosas que sabemos que debemos hacer?

Excusas siempre habrán, lo sé.

El fin de semana tuve que topar e hice varias cosas que tenía en el tintero desde hace meses. Fui a visitar a alguien que debía visitar desde hace 9 meses. Con Miguel nos dedicamos a hacer limpieza profunda en casa y al fin pusimos orden y limpieza para el cuarto donde he puesto un hermoso escritorio donado por Norman y al fin tengo un estudio en casa. Ah, si. También mis papás conocieron a Miguel.

Supongo que son cosas que tenían que pasar en algún momento, este último hecho siempre me pone nerviosa, tanto que siempre lo he evitado, a excepción de Edgar, antes que Miguel, mis papás jamás han conocido a mis parejas. Con Edgar, gracias a la falta de experiencia y aorillada (a la orilla) el asunto tomó dimensiones demasiado gigantes y al pobre le tocó enfrentarse a la experiencia, botella de vino en mano y cuando vine a reaccionar era demasiado tarde. Lo bueno fue que aprendí (creo).

Aunque ya había considerado (luego de casi tres años de relación estable con "él") presentarle a mis papás y ya hasta lo habíamos hablado en algún momento, todo se había dilatado. El sábado, mientras esperaba a que llegaran mis papás a la casa, recordé el día cuando Gabriela y Miguel se conocieron, la más nerviosa era yo. 

Como no fue algo planificado, y casi que me agarraron sin anestesia, decidí que era la mejor manera, como cuando nos sacan el primer diente a la hora de mudar los de leche. Me acerqué a Miguel y le dije que acababa de hablar por teléfono con mi papá y que me anunciaron que llegarían. No recuerdo bien lo que le dije, pero fue algo así como "de todos modos tendrá que pasar en algún momento, así que mejor que sea hoy". Estuvo de acuerdo y ya. Sin anestesia. 

No sirvo para las formalidades, pero tengo que admitir que a veces es necesaria. Ayer, mientras veía True Detective escuché la frase que resume todo lo sentido el fin de semana: "Por eso siempre decía que Rusty necesitaba una familia... pone límites, los límites son buenos" (Marti). Siendo la arisca solitaria que siempre he sido eso es importante. Mi familia. 

El domingo hice algo que también tenía pendiente... y que adrede estaba dilatando... fui a casa de mi mamá. Con la excusa de ir a almorzar y luego de su "indique" al despedirse una tarde antes, fui y pasé por el filtro que ellos siempre son. Además, y es la razón por la que tenía que ir, al fin pude hablar con Lorena, mi otra hermana. 

Quizá muchas personas nunca entenderán por qué hago las cosas, por qué quiero a la gente que quiero y muchos otros porqués. A veces ni yo los sé. Solo los siento. 

Al regresar a mi casa, ordenada, limpia y segura, recordé todo lo que aún tengo pendiente, que serán muchas cosas, poco o muy importantes, pero más que eso... me di el tiempo para alegrarme por lo que ya hice, porque al final es eso... sigo avanzando. 

viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Es usted una persona olvidadiza?

... 

Lo confieso, soy olvidadiza. Luego de un par de conceptos adquiridos en Psicopedagogía caí en la conclusión de que a lo mejor, en mi infancia, no me diagnosticaron Déficit Atencional. Digo yo. No encuentro otra explicación.

¿Qué les estaba diciendo?

Ah, si... soy distraída. 

Nadie entenderá el sufrimiento que implica el ver rostros y no recordar nombres y más cuando la otra persona te llama por tu nombre y hasta con cierto grado de alegría. La verguenza total. La verdad los distraídos nos acostumbramos. Por ejemplo, ayer al subir a la 44 me encontré con un hombre conocido, me miró fijo y ni modo... tuve que hablarle, le dije "creo que lo conozco", a lo que contestó... "Claro KR" 

u_u 

Hasta el momento no recuerdo ni su nombre, ni dónde fue que lo conocí. 


Todo indica, luego de largos años de observación, que mi distracción se dispara cuando ando más ocupada o cuando algo ocupa mis mejores neuronas. Por ejemplo, en el trabajo hemos tenido días intensos y hasta el momento ya olvidé una vez mis llaves en la oficina, con la suerte que justo ese día Miguel estaba en casa esperándome y le robé su juego de llaves, hasta que recuperé las mías. 

No sé cómo vivirán sus experiencias lo otros distraídos, pero yo he pasado situaciones doblemente estresantes, como el día en que olvidé sacarme el shampoo y pasé toda el día con el cabello "tostado", lo primero que hice al llegar al hogar fue meterme al baño y ducharme. Ese día fue espantoso.

Otro despiste memorable fue el día en que llegué a la oficina y mi compañero de al lado, que por la edad podría ser mi papá, me dijo (muy discretamente) "Andá al baño, traes la camisa al revés". Cualquier ser humano puede pasar por eso... pero yo me especializo en hacer muy bien las cosas y así, al llegar al baño y verme al espejo, me di cuenta que no solo me puse al revés la blusa (con las costuras hacia fuera) sino que además, traía la parte de atrás para adelante... es decir, traía en el pecho la viñeta. Doblemente al revés.

Soy un desastre. Soy el caos. Soy mi propio caos.

Esta mañana, ya había cerrado la puerta de la casa y estaba por abrir la puerta que da al pasillo del edificio cuando me percaté que no llevaba los lentes. Ayer tampoco los traje, así que era mejor regresar a buscarlos porque otro día ciega no lo soportaría. 

Entre de nuevo y puse mi cartera y mi lonchera en la mesa y empecé a buscar mis lentes... "¿dónde los dejé?", mientras me preguntaba eso, hacía un recorrido mental de los momentos en los que recordaba si andarlos puesto... todo me llevaba al día miércoles. Pero ¿¿¿dónde están mis lentes??? Busqué en todos los lugares posibles: el cuarto, la sala, la cocina, el lavadero, el cuarto del relajo... nada. Me senté en la cama e hice el último esfuerzo de memoria. Busqué bajo la cama y nada, ahí estaba, gateando con el gato, cuando recordé que anoche quité un montón de ropa de la cama y la subí a un estante en el closet. Me subí en mi banquito con el que logro alcanzar todo y revisé. Mis lentes estaban en medio de la ropa. Vi la hora... ya me había retrasado. Agarré mi cartera y salí corriendo.

[Inserte un lapso de tiempo acá]

Mientras caminaba hacia la parada de la 44 me puse a pensar en cómo redactar este post para contarles lo terrible que es ser distraída, en eso venía la coaster y me subí, me senté y en ese instante, en ese preciso momento caí en la cuenta: olvidé mi almuerzo.

Se sufre siendo distraída. No saben cuánto. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hombres

Como mujer, otras mujeres (y algunos hombres) me enseñaron a temer a los hombres, a desconfiar, en siempre estar a la defensiva, incluso, alguna vez se me instó al odio de género. No puedo.

Primero porque eso sería hacer precisamente lo que me ha molestado de algunos hombres: reproducir patrones de violencia. Segundo porque no sería justa, así como he encontrado hombres que me han dañado en muchos aspectos, también he encontrado hombres que son personas, en todo el sentido de la palabra: buenos, con defectos, con virtudes, con negatividad y tan optimistas cuando deben serlo.

Ser hombres, creo, ha de ser difícil, como también lo es ser mujer. Porque así como nosotras nos topamos con los estereotipos y con "lo que se espera" de nosotras, así los hombres; en este sentido me da mucha pena que se les diga, desde niños, que los hombres no lloran, que no pueden ser tiernos, que deben ocultar no solo sus sentimientos, sino también sus pensamientos para evitar ataques, que no hay otra salida que ser machistas o tener muchas parejas a la vez, que las que se encargan de la familia (en los pequeños y domésticos detalles) somos las mujeres, que el amor es una cosa rosa y estúpida. Me da pena, en serio.

Por otro lado, me alegra haber encontrado en mi camino hombres que han quebrado todo esto que se les enseñó desde niños y eso los ha hecho grandes para mi, se han vuelto mis amigos, mis hermanos (que nunca tuve), mis confidentes, algunos han sido mis amantes, un par de parejas estables y el hombre que decidió criarme. He sido tremendamente afortunada. Porque contrariando el desastre que otros hicieron, estos que están en mi corazón me enseñaron que para ser no se necesita tener un hombre siempre al lado, pero que la vida es más espectacular y divertida si uno de ellos van a mi lado. 

Una vez, un ex y sus amigos me catalogaron como feminista ortodoxa "de patas peludas" (siendo que siempre me he depilado desde la adolescencia) porque defiendo mis posiciones, acciones y derechos, me maltrataron durante varios meses y creo que por un mal concepto de lealtad a mi pareja de aquel entonces me aguantaba varios de sus comentarios misóginos. No lo culpen, fue mi decisión aguantar, supongo que era porque tenía que aprender muchas cosas de los hombres y lo agradezco. Ahora ya puedo decirle a un hombre cuanto me molesta que frente a mi hable mal de las mujeres o que maltrate mujeres, porque tengo la misma capacidad cuando algunas mujeres hablan mal de los hombres, los defiendo, porque echar a todo mundo en el mismo saco es más cómodo, pero tan injusto. 

Lamentablemente tengo que admitir que aún, en algunos casos, sigo temiendo a los hombres, por su fuerza física más que todo, porque nunca podré defenderme físicamente y tristemente es la forma más fácil en ser agredida. La violencia tan terrible que vivimos. Me solidarizo con las mujeres que sufren violencia psicológica y emocional, pero también con los hombres que la sufren, porque también los he visto ser maltratados así. Nadie se salva.

Hoy es día internacional de los hombres, no sé quién dijo que así fuera, ni por qué se instituyó, tal vez porque reclamaron que mucha bulla hacemos las mujeres con el 8 de marzo, no sé, ni me importa mucho tampoco... lo que si sé es que me alegra que haya un día para ellos, se lo merecen. Se lo merecen por haber cuidado de sus hermanas, de sus hijas y de sus parejas, por ser amigos fieles que te recuerdan que somos fuertes como ellos y que ellos se sienten cómodos de llorar a nuestro lado, por un dolor, una tristeza o por una película, por ser excelentes maestros y profesores, entrenadores de deportes que nunca practiqué, compañeros de trabajo que sacan sonrisas sin proponérselo, jefes que cantaban cuando la presión nos atacaba, tíos que sorprende, por ser amantes fabulosos, por ser copilotos de viajes cortos y largos, por ser el que me acompaña al supermercado, por ser el que me sostuvo en sus brazos y dejó que le abrazara cuando yo era solamente una niñita. Felicidades a ustedes, que han sido parte de mi vida y que han hecho que ser mujer (y feminista) sea más divertido  y especial a su lado. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Guatemala, México, España y mi necesidad de viajar.

Siempre se me acusó de no tener raíces. Siempre se me vio mal porque nunca me "asenté". Siempre. 

Para mí era una necesidad imperativa viajar, no importa dónde, no importa si sola o acompañada, hasta que un día pasó... fui quedándome quieta, por decirlo de alguna manera. Supongo que tenía que pasar en algún momento. 

Eso no significa que no siga soñando con viajar. Lo repito, viajar siempre fue una necesidad y ahora soñarlo es una forma de seguir siendo la que soy. La gran diferencia es que ahora pienso en viajar con Miguel, siempre con él. Tenemos casi año y medio de estar soñando con viajar a México, ahora el sueño se está concretando y poco a poco vamos avanzando en un plan estructurado, milimetrado y excel-iado por él, no sospecha el pobre que para mi hubiera sido más emocionante (en otros aspectos) solo agarrar mi maleta e irnos. Pero yo ya no soy la muchachita de veintitantios que se marchaba a Guatemala cada vez que podía (en una combinación honesta de vacaciones y dinero).

Reconozco que antes buscaba viajar para huir... del trabajo, de la familia, de los hombres que me pretendían amarrar, de la universidad, de los dolores... siempre huía. Ahora no. Ahora lo pienso, lo deseo y lo calculo como Miguel me enseña, porque ahora, a diferencia de hace doce años, si quiero regresar. 

Pero hay un algo... creo que es una mala maña, es mi naturaleza básica... es el amor que me retumba fuerte y claro y que me llama como tambores que presagian la batalla, como flauta encantada y yo no puedo resistirme. Anoche Norman me escribió. Lo que hizo este hijo tan mío fue poner por escrito lo que había estado pensando desde hace una semana. "Vamos a Guate". En dos patadas él organizó lo que necesitamos: coordinarnos con Mynor y sentarnos y platicar. Reencontrarnos. Contarnos todo lo sucedido en estos años de separación, a modo de evaluación, de hacer conciencia sobre las bondades de la vida y de la autorealización. No, ya no pensamos en ir a ahogarnos en toneles de alcohol o reventar la luna, ni nada de esas cosas tan típicas de la enajenación, no... ahora es "cocinemos juntos, platiquemos, viajemos 4 horas para vernos las caras". Fue tan hermoso leer lo que me escribió Norman, porque fue caer en la cuenta de que me lee la mente, me conoce y conoce a mi corazón. 

No sé si el viaje a Guate se concrete, hace falta tanto para que pase, pero solo el hecho de pensar en que tomaré un bus hacia allá y podré ver lo que ya mis ojos ha visto tantas veces, que podré cantar nuevamente las mismas canciones, daré los mismos abrazos a las personas que hemos forjado y que Mynor pueda conocer a Miguel y que este sea solo el preámbulo de otra manera de viajar me deja con el buen humor que me da la vagancia.

En abril nos vamos a México y este post es solo el inicio de una cuenta regresiva que incluye ir a reponer mi pasaporte que se quedó perdido cuando regresé de Chile, pasaporte que espero que me sirva para cuando vayamos a España en algunos años, porque mi necesidad de viajar podrá cambiar de modo, pero nunca morirá. 

Alisten las maletas. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

La mordida

Como sabrán, Tolstoi es el primer gato en mi vida. Antes de él... los gatos no me parecían tan simpáticos, honestamente. Supongo que era parte de la mala fama que tienen los pobres. 

Tolstoi es un gato de diez meses, como suele suceder cuando estamos criando a otro ser vivo, nos sorprendemos con sus logros y sus "cositas". Una vez Flor (quien me lo dio en adopción) me dijo que lo tengo demasiado consentido. Tiene razón. 



Llegó siendo una pelotilla de pelos, chillona y miedosa, pasó el primer día escondido bajo la mesa del comedor, hasta que agarró valor para salir y nos hemos hecho compañía desde hace 7 meses. 

Habitualmente es un animal muy tranquilo, yo lo jodo y le digo que parece "gato-perro" porque cada vez que llego muestra felicidad de verme cruzar la puerta, a mi no me importa si es solo para cumplir la función de alimentarlo, no es así en el fondo. Cuando me he ausentado por cuestiones familiares y aunque Miguel llega a alimentarlo ya me ha recibido con el amor en sus ojos.



Ciertamente comprendo su naturaleza animal, trato de entenderle ahora que se está volviendo un gato adulto, pero siempre habrán cosas con las que no entenderé.

Anoche llegue a casa y lo dejé que estirara las patitas en el balcón del apartamento, como suele hacer... inició su rutina: husmeó las plantas de la vecina, se acostó haciendo maromas en el piso de cemento, hizo equilibrio sobre el murito del balcón y de repente escapó. Dejé las cosas que llevaba en la mesa y agarré mi pistolita de agua porque escuché que los gruñidos presagiaban una pelea gatuna. Chester es el gato de los vecinos de la tercera planta, es un enorme y peludo gato rayado anaranjado. Al salir del apartamento los vi. Tostoi tenía la espalda totalmente arqueada y el pelo encrispado, mostraba sus terribles y  mortíferos colmillos a Chester, quien estaba acostado pero bufeando feo desde su balcón, se veían como amenazándose, como en esas películas del western, solo faltaba la clásica tonada de Ennio Morricone. 

No fui la única en salir, la dueña de Chester, una adolescente muy simpática también salió y me preguntó si la pequeña amenaza de su gato era mío, le dije si, en eso estábamos cuando Chester dejó su trono, su territorio y se le tiró encima a mi Tolstoi. Jamás había visto a mi pequeño gato en esas poses... antes se había peleado con otros gatos, pero siempre el golpeado (tal cual bulling) había sido él, anoche lo vi pelear en serio. 

La dueña de Chester y yo nos asustamos y dijimos lo mismo, al mismo tiempo: "¡No!".

Subí las gradas que me separaban de la tormenta de pelos, uñas y dientes y lancé dos chorros de agua. Inmediatamente Chester se fue corriendo a brazos de su dueña que venía bajando las gradas, se refugió en ella. Creí que Tolstoi saldría corriendo a su lugar seguro dentro del apartamento, no fue así. Cuando vio que Chester corrió, no lo siguió, se dio la vuelta y me atacó. Me mordió. Me mordió muy duro en la mano con la que disparé el agua. La dueña de Chester se asustó y terminó de regresar a su balcón, solo me djo "cuidado". Yo solté la pistola de agua por la mordida que iba acompañada con zarpazos, el instinto me hizo abrazar a Tolstoi para detener el ataque. No me pregunten por qué, pero hice eso. Le gritaba "Quieto" y no obedecía, sentí su cuerpo totalmente tenso y en eso recordé lo que me dijo una vez la veterinaria, cuando se quería inmovilizar a un gato, se le debe agarrar con firmeza de la nuca y dar un tirón. Lo hice y logré que me soltara. Regresé al apartamento y lo encerré en el cuarto que está vacío. Ahí me di cuenta de la cantidad de sangre que tenía saliendo de la mordida. Era bastante. 

Regresé a recoger la pistola que tiré en las gradas y ahí estaba la vecina, asustada, ya había encerrado a su Chester y se me acercó para preguntarme si estaba bien, le dije que si, pero estaba asustada y molesta, cerré mi balcón y me encerré en mi apartamento. Mientras, Tolstoi aruñaba y golpeaba la puerta que lo encerraba. 

Decidí que Tolstoi estaría castigado un rato, al menos hasta cuando escuchara que había dejado de luchar y hacer berrinche. No sé si hice bien. Como en la mayoría de cosas en mi vida, no sé que hacía. 

Me limpié la mordida y documenté con una foto, para contarle a Miguel, también para recordar que debo buscar la mejor manera de tratar a mi gato a la hora de un conflicto. 



Me quedé pensando en la agresividad, no solo de mi mascota, sino esa que casi siempre está cerca, cuando nos sentimos agredidos, amenazados o acorralados, también pensé en eso que nos paraliza, que nos saca de la pataleta y de las consecuencias de las mordidas, actos o enojos. Me quedé pensando que tomarle cariño a algún ser vivo, a veces implica también un poco de dolor.

Dejé salir del cuarto a Tolstoi una hora después, solo abrí la puerta y me di vuelta, no quería verlo, ya se había calmado y se asomó a la puerta del cuarto, ya cuando yo estaba en la sala que queda de frente. Despacio se acercó, husmeó y como si supiera que hizo algo muy malo se fue acostado como cuando quiere que lo acaricie. Yo no le prestaba mucha atención, no le hablaba y trataba de no verlo directamente, seguí viendo tele y cuando llegó la hora me fui a mi cama. Por supuesto me siguió en silencio.

Esta mañana también lo ignoré un poco, como si me entendiera, antes de cerrar la puerta, le dije.. "no estoy enojada, pero me molesta lo que hiciste", por supuesto, cuando ya iba en la 44 pensé que estoy bien loca al hablarle al gato, como si eso fuera garantía de que reflexione sobre su naturaleza.

Debo aprender tanto. De Tolstoi, de la agresividad, de cómo reaccionar, del amor... y de mí. 

jueves, 30 de octubre de 2014

La vida, las maravillas y lo cotidiano.

Miguel es mi copiloto, mi compañero de viaje, mi inquilino circunstancial, mi amigo, mi amante y el hombre que un día me encontró, se detuvo a leerme un rato hasta que agarró valor para escribirme y aquí estamos, celebrando un tercer cumpleaños juntos.

A veces no lo entiendo, es demasiado frío y calculado(r), su ser metódico me desconcierta y me da miedo cuando se pone nazi en ciertos temas, pero luego viene su parte tierna, solidaria y comprensiva y pesa más que todo lo malo (suyo o de las circunstancias).

Estoy casi segura que ya había sido así con sus anteriores parejas, no me molesta. En cambio, para mí, encontrarlo implicó primeras veces que a veces siguen sorprendiéndome, porque no fueron a nivel físico, pero si en un área que jamás exploré en serio. Hago planes con él y dejo que él haga planes conmigo, eso... querido mundo, es más de lo que pensé que alguna vez haría. Hay muchas cosas que todavía tenemos en el tintero, pero tenerlas pendientes me da la seguridad de que seguiremos buscando la manera de seguir viviendo los días de la mejor manera: apoyándonos.

Y si quieren nos ponemos menos románticos e idealistas, porque honestamente idealizar a este hombre es imposible, tiene mal genio, es megalómano y a veces sospecho que ha de ser una especie de sociópata, tiene defectos horribles, pero lo que me gusta es que aprendió a manejarlos, ha criado a cuatro personas que cada vez se acercan a la adultez y sé que los mira y se siente orgulloso en varios niveles y facetas, a mi me enamora cada vez que me cuenta detalles de sus infancias, sus pasadas y ocurrencias. Me deja ser parte de su vida... y él ha hecho maravillas en la mía, no crean que nuestra relación es un cuento de hadas, plagado de centellas multicolores y con una banda sonora romántica-empalagosa. No. Es lo más normal de lo que se puedan imaginar. Esa maravilla que Miguel ejerce en mí radica en recordarme (casi constantemente) que yo soy una persona con muchas capacidades, más fuerte que mis propios miedos, que logro hacer cosas buenas y que las malas las puedo corregir; radica en recordarme tomar medicinas, en darme un beso antes de dormir, en insistir en que use el excel (aunque lo deteste), en hacerme un poco de burla para que mi sentido competitivo se active y logre dar más en nuestras discusiones; radica en acunarme y a veces en sacudirme, en acompañarme en mis tristezas y aflicciones familiares y resguardarme de dolores innecesarios. Radica en ir al mercado y cuidar mi alimentación balanceada, en no intentar cambiarme en alguna forma, precisamente eso, es lo que me ha hecho más feliz e irónicamente, lo que más cambios en mí ha provocado.

La vida llegó hace 48 años para Miguel, en #UnDíaComoHoy...  y estoy feliz de que, en medio de todo lo que lee a diario, me haya encontrado hace casi 3 años. Solo espero que podamos celebrar más octubres juntos.


lunes, 27 de octubre de 2014

Los adioses que no se dan

El sábado pasado me avisaron que una profesora que tuve en el colegio murió. Además de haberme dado inglés por tres años y ser la mujer que ha hecho maravillas conmigo sobre un idioma extranjero, fue también mi compañera de trabajo durante casi 9 años. 

Pensé en ir a la vela un rato, pero mi timidez y mi ser huraño me ganaron y al final no fui. La verdad, me da un poco de miedo reencontrarme con un pasado que me costó trabajo perder. Soy una tonta, lo sé.

Me quedé pensando en la fragilidad del ser humano, de repente podes ya no estar. Leyla, mi profesora de inglés, tenía 71 años y según lo que entiendo tenía ya varios meses de estar con problemas de salud. Es "lógico" que la gente mayor muera, no somos eternos, lo sé. Pero, ¿cómo nos enfrentamos a la muerte? Casi nunca estamos preparados. ¿Cómo apreciamos a aquellos que  nos han enseñado tanto? No me refiero solo a un conocimiento académico, sino a esos pequeños-grandes consejos que ayudan en algún momento.

Leyla se fue, no me despedí en persona, pero si tuve un momento en el que pude recordar todo lo que me enseñó esta mujer, que en su sencillez, en su vida cotidiana-normal, hizo grandes aportes a la vida de muchas generaciones, casi 35 años batalló con adolescentes y jamás voy a olvidar cuando me veía corriendo por los pasillos del colegio, siempre atareada y me decía... "Calma, Karlita". 

jueves, 23 de octubre de 2014

Amo las palabras

Quisiera recordar cuál fue la primera que pronuncié, sería maravilloso retroceder en el tiempo y verme de pocos meses, balbuceándole a mi mamá lo primero que aprendí a decir. ¿Por qué? Porque es parte de lo que soy. 

Amo las palabras, decirlas, escucharlas, escribirlas y leerlas... siempre me han parecido maravillosas porque son ellas las que nos transforman como personas... somos viles, groseros, desconsiderados, horribles o somos buenas personas con ellas. También (y eso es lo que nos pasa a casi todos) podemos ser ambos tipos de personas. Todo, por decirlas. 

Con esas palabras que tanto he amado desde siempre, incluso cuando no las digo, he logrado todo lo que soy como persona. He dicho verdades y he mentido también, he dado alivio y he dañado. He hecho tantas cosas con ellas. 

Y existen algunas que son mis favoritas: Violeta, compasión, comida, café, oreja, alegría, nube, amor, libro, música. Otras son nombres que me encantan y que son parte de mi repertorio casi diario, cuando menciono al hombre que me abraza, al recordar a mi sobrino, al contar quiénes son las personas que admiro. Sus nombres también me han forjado.

Hoy cumplo 37 años y durante mucho tiempo estuve buscando o pensando la razón de estar aquí, de ser la hija que soy, la hermana que ha fallado en tantas maneras, de haber estudiado esto que "no me sacará de pobre" pero que me enriquece tanto, de haber encontrado a Miguel, precisamente, por las palabras que escribo, de tener a los amigos que tengo. No crean, no encuentro todavía esa razón, creo que estoy lejos de conocerla, pero de algo si estoy segura, estoy agradecida. 

Amo las palabras, son un magnífico recurso para decir que estamos vivos y que es maravilloso, aún con los sustos por los temblores, los sapos y la muerte ajena, aún con las soledades atroces, aún con el dolor corporal, aún con las cosas que tengo que solucionar, no importa. Este día he abierto los ojos de nuevo. 

miércoles, 15 de octubre de 2014

El amor en tiempos del terremoto...

o 60 segundos que no son aptos para acordarse que se está sola.

Debo hacer una introducción a este texto: desde mis 8 años temo a los temblores. Me dan pánico.

El primer terremoto del cual tengo consciencia es el del 86, estaba en segundo grado y tuve que ver el edificio del colegio donde estudiaba en estado ruinoso. Ese día, el 10 de octubre de hace 28 años mi mamá se salvó de morirse en el derrumbe del edificio Rubén Dario. Aquel día no fue a trabajar y me había prometido llegar a traerme al colegio al mediodía y llevarme a comer sorbete. Cuando tembló, iba hacia el colegio a cumplir su promesa. Claro, no comimos sorbete, pero abrazarme a su cintura me dio la certeza que no importaba cuánto se moviera la tierra, en medio del caos y el pánico que me tocó vivir aquel mediodía, viendo a miles de niños y niñas llorando del susto, profesoras esforzándose por no perder los estribos y bachilleres organizándonos en grupos para sentarnos en la cancha central del colegio y rezar, no importaba nada de eso, abrazarme a ella me dio la certeza de que estaba segura.

Luego la vida me tuvo que enseñar, ya siendo profesora, a calmarme, a no llorar, a abrazar a otros niños y adolescentes a la hora de la emergencia cuando la tierra volvió a soltarse en el 2001, dos veces. El rector del colegio, donde antes había estudiado y que en ese momento me daba trabajo, en su sabiduría me curó la histeria de la mejor manera: me puso a cargo de una función en los comités de emergencia. Siempre he pensado que eso, darle una responsabilidad a alguien, le cura a cualquier los miedos, las inseguridades y también la pendejez. A cualquiera. Así que fue así que aprendí a contenerme y no salir corriendo y ver que los alumnos se organizaran para no acabar lastimados y atender a los pequeños que no tienen control de sí y terminan llorando como cuando yo, a los 8 años, terminé llorando sin terminar de entender por qué esta tierra parece hamaca. Nuevamente, abrazarme a otras personas calmaban a mi corazón.

Segundo acto

El lunes llegué temprano a mi casa, hice lo que me gusta.. cené y me quedé viendo televisión. Jugué con Tolstoi y noté que andaba todo inquieto, como escondiéndose, cuando salía andaba buscando pleito conmigo, recordé que no lo he llevado a su castración y supuse que su violencia era generada por el torrente de hormonas.

9:51 p.m.

Cuando empezó a temblar no me alarmé (tanto), pero al ver que no paraba, que iba en aumento, me puse de pie y caminé hacia la puerta de la sala, a penas son unos cuantos pasos, pero era difícil darlos. Tolstoi había salido de su escondite y estaba en medio de mis piernas, tratando de sujetarse a mi piel y maullaba a gritos, yo también quería gritar, pero ¿a quién? Estaba sola.

El ruido de las cosas al caer, las mamás arriando a los hijos, los hombres en histeria colectiva regañando a todo los que se les pusiera en frente, las llaves de las puertas de los pasillos del edificio sacando el pasador, el tropel de gente corriendo por las gradas, todo eso me recordó que estaba en la segunda planta y recordé el instante en que decidí vivir en un edificio de cuatro plantas... me odié.

Todo esto en sesenta segundos, cuando logré caminar, seguía temblando yo. Llegué a la puerta del apartamento y me costó abrir porque el temblor la desniveló, cuando al fin pude, vi a mi vecina, cartera en mano, enfundada en pijama y con cara de espanto. Jamás habíamos cruzado palabra, pero en ese instante me dijo "niña, salga... hay que bajar". Entonces fue cuando pensé... "fue un terremoto".

Regresé al apartamento, levanté el teléfono y marqué a casa de Miguel, a la casa de mi mamá, las líneas totalmente caídas, fui a buscar la maleta para meter a Tolstoi y a buscarlo, tuve que sacarlo a arrastras de debajo de la cama y lo metí a su maleta. No quería, luchó y me pegó un par de arañazos en defensa propia, tuve que gritarle para que se calmara, o para calmarme y terminé de meterlo a la fuerza, cerré y tomé mis llaves. Cuando volví a salir al pasillo, vi que mi vecina iba pasando frente a mi apartamento, en un extraño deja vú, solo que ahora se había cambiado la pijama y vestía pantalones y una camiseta, bajamos. Creo que fuimos las últimas.

Abajo había caos: un par de mujeres lloraban, las mamás abrazaban a sus hijos pequeños, los adolescentes reían nerviosamente y hablaban gritando y algunos hombres mostraban la serenidad requerida para ser padres de familia. Uno chineaba a una niña de pocas semanas de nacida, al fin conocí a la bebé que nos desvela con su llanto a media madrugada. Ahora dormía. Yo no tenía a nadie a quien abrazarme. No sé si del miedo o de soledad pero hice lo que el instinto me mandó, empecé a caminar hacia la calle. Caminé, con suerte la energía eléctrica no se fue y había luz, patrullas y ambulancias se movilizaban con sirenas y luces abiertas. Abundante gente en la calle, no me dio miedo o creo que ya no me quedaba. Los vigilantes de la fábrica cercana estaban todos en la calle, rifles en mano, pero más que a la defensiva, abrazándolos, yo abrazaba la maleta de Tolstoi. Cuando mi mente se despejó un momento caí en la cuenta que caminaba en rumbo a la casa de la única persona con la que puedo contar en un kilómetro a la redonda, Miguel.

Me detuve. Vi la calle que a esa hora es tan oscura y sola, ahora estaba iluminada y la gente en la calle la mantenía en con suficiente ruido como para volverse a asustarse, no por ellos, pero volví a asustarme. ¿Cómo llegaría ahí? Seguramente él estaba ocupado en consolar o serenar a sus hijas, en ver que su primogénito regresara a salvo a casa y que el buen G. saliera de casa porque seguramente le habría dado hueva salir o al contrario... estaría con el estoico aspecto de los adolescentes callados, pero por dentro asustado. Me regresé. Supe que no podía irrumpir.

Es difícil sentirse sola, no tener a quién abrazarse. Al menos a otro ser que no solo diga miau. Cuando ya estaba de nuevo frente al edificio me di el lujo de llorar. Las primeras noticias empezaban a circular en voz alta... 7 punto y algo, con epicentro en oriente. Pensé en mi hermana que vive en Ilobasco, luego en mi familia, que estaba segura que estaban más lejos del epicentro y pensé en Miguel y sus cuatro pollitos. Pensé también en mi y en lo estúpida que soy. Por sentir miedo, por sentirme sola y por no saber qué hacer a la hora de las emergencias; me metí las manos en la bolsa y me di cuenta que solo tenía veinticinco centavos y las llaves. Solo eso. Ni identificación, ni nada que me ayudara en caso de que temblara fuerte de nuevo. Ahí estaba, cuando las lágrimas al fin se me soltaron. Es feo sentir desamparo. En eso empezaron a caer grandes gotas de lluvia y noté que alguien me hacía señales desde el parqueo de abajo de los edificios, era mi vecina... "Vecina, vecina... véngase para acá" me gritaba... caminé hacia aquella desconocida y al llegar me dijo con seriedad y un poco de molestia... "¿Qué se había hecho? Estuve buscándola... no entre al edificio, pueden haber réplicas, vámonos para el carro, más que ya empezó a llover".

No la abracé porque sigo sin poder tener actos de afecto con desconocidos, pero ganas no me faltaban.

Tolstoi y yo encontramos con ella un rato de consuelo y un lugar seco y cerrado para pasar la lluvia. Ella, mi vecina, también vive sola. Ella pudo hablar con su familia y me ofreció su celular para contactar a la mía, pero fue inútil. Nos quedamos conversando, cuando vimos que todos los vecinos habían entrado a sus apartamentos, también nosotras regresamos.

Tolstoi durmió en su maleta, por si tocaba salir corriendo de nuevo en la madrugada, yo no pude dormir, hasta entrada la noche pude hablar con Miguel y con mi papá. Luego las amistades más cercanas se acercaron más vía internet. Fui calmándome. Recordé que aunque el temblor me agarrar estando sola, no lo estoy en el fondo, pero como decía un viejo amigo.. "a la hora de una enfermedad y un temblor es que los salvadoreños vemos quién es quién". Tan sabias sus palabras.

jueves, 9 de octubre de 2014

Vivir sin celular

"¿Aló?, si... no.... ella no tiene más este número"

Tengo casi dos semanas de no tener celular. Puedo decir y asegurar que los primeros tres días fueron horribles, no me encontraba, ni encontraba a los demás.

Estamos acostumbrados a la inmediatez, a lo instantáneo y a lo soluble. Estamos bien jodidos.

Paralelamente, descubrí que mi violeta tiene ahora 5 flores, tuve que esperar casi 8 meses para que floreciera de nuevo, me alegra verla cada mañana engalanada con ese color morado fuerte, es preciosa en serio, esa planta a soportado casi de todo, cuando el años pasado me la regalaron para mi cumpleaños, me dijeron que era tremendamente delicada, cuando me lo dijeron pensé "ya se me murió", pero no... soportó una caída desde la segunda planta, las travesuras de Tolstoi, el hecho de que se me olvida (de vez en cuando) regarla y otras tantas cosas.

Otro caso importante que implica la NO inmediatez es que ahora me tardo cerca de una hora para trasladarme a mi trabajo, antes agarraba un bus y en 10 o 15 minutos estaba en mi ex oficina, ahora si tengo suerte llego en unos 45 minutos, en la mañana, pero en la noche... ya me he tardado hasta una hora y media. entre el tráfico y buscar rutas alternas.

Vivir sin celular es estar consciente del tiempo, del tiempo que invertimos en esperar. Antes les dije, los tres primeros días fueron horribles, no lograba comunicarme "rápido" con mi gente (que son prácticamente Miguel, a veces mis papás y algunos contados amigos), pero luego de casi dos semanas todo está bajo control. En la noche, cuando aterrizo a casa, le envío un old fashion mensaje a Miguel vía web y ya. "Ya en casa" escribo y me relajo de saber que él se relaja, porque lo comprendo, este país está lleno de inseguridad y no sabes si vas a regresar con bien.

Confieso que desde ayer estoy considerando dejarme así, sin celular. Uno se hace más creativo y recuerda la importancia del respeto del tiempo ajeno (en el caso de quedar con alguien más para reunirse), se hace menos dependiente y el tiempo discurre en otras cosas: leer en el bus, ver las plantas florecer (y no tomarles foto para subirlas a instagram) ver atardeceres o simplemente contar las gotas de lluvia que caen sobre el vidrio del bus mientras viajas a tu casa.

Como ejercicio, en realidad es bueno.

martes, 7 de octubre de 2014

Una cuestión peluda

Quiero cortarme el pelo.

La mujer que no ha vivido con el cabello (realmente) largo no entenderá mi posición. A estas alturas del partido solo la razón ha evitado que agarre una máquina y me pase la 0. Sí, así de drástico, porque resulta que eso de "tan chulo tu pelo" no es suficiente para resarcir el sufrimiento que se experimenta.

Alguna radical dirá... "las mujeres nunca están satisfechas con el pelo que tienen, si son colochas quieren ser lacias, si son lacias quieren ser colochas, si son pelo negro, quieren pelos de elote y viceversa", pues no. A mi siempre me ha gustado mi pelo, negro profundo, muy liso y de crecimiento (a veces casi sorprendentemente) rápido, ni siquiera las muy abundantes canas que han salido con más frecuencia en el último año me molestan. A mi lo que me abate es el calor. Menos mal que no vivo en San Miguel.

Lo terrible de este calor creo que radica en que nunca aprendí a peinarme. Me hago moños y al rato ya estoy como si nada hubiera hecho, la cascada de pelo sobre la espalda. Tratando de ser menos radical pensé en no pasarme la 0, pero si de dejármelo corto, dos veces en mi vida lo intenté, pero termino con el aspecto de esos niños regañados. Miguel tiene la teoría de que es porque mi cara es muy redonda y a las mujeres de cara redonda no nos va ese tipo de corte, no lo sé... He visto redondeces en otras mujeres y se ven lindas... las odio.

Esta cuestión de pelos nunca tendrá fin. Yo no soy yo con pelo corto, la serenidad me agarra de nuevo y asumo las molestias y consecuencias de tener una mata de pelos abundantes como la que tengo, pero me dura poco y así estoy.

Mi mamá siempre usó el pelo corto en su juventud, se veía tan hermosa. Una nueva cosa que apuntarte madre. ¬¬

Ciertamente extraño a mi tía Melia, la única mujer en este ancho mundo que ha logrado encontrar el punto adecuado para que yo ame mi cabello. Sus tijeras tenían bien medidos mis gustos y mis ansiedades.

lunes, 6 de octubre de 2014

Tengo que hacer algo

Tengo que hacer algo con la plaga de pequeñas hormigas locas que hay en mi sillón, me quedé dormitando en él al llegar del trabajo y me levanté con la fea sensación de miles de picadas, sin tener absolutamente nada, es fea esa sensación de "sentir algo" sin verlo. Jamás me ha gustado.

Bien irónico, me agradó la siestecita, pero eso que me recorran hormiguillas minúsculas no me agrada. Como buena salvadoreña, ya me tetuntié un poco para quitarme esa sensación, siempre me he preguntado por qué nos damos "golpecitos" cuando algo nos pica.

Tengo que hacer algo con esta sensación que tengo desde hace una semana, cuando renuncié a mi anterior trabajo y luego de "invertir" mucho recibí a cambio un descuento injusto e injustificado. Ya lo intenté, lo confieso, consulté a un par de abogados, llamé al call center y fui al Ministerio de Trabajo... todos... TODOS, me dieron opiniones diferentes del asunto, algunos me dan la razón, otros apelan a un "vacío legal" al que mi anterior patrono puede agarrarse y salir de campeón. Me siento molesta y es primera vez que lo digo abiertamente. No solo porque me han jodido, sino porque sé que seguirán haciéndolo con otras personas. Alguien me dijo.. "ni modo, dejalo pasar" pero me pesa que nadie nunca diga nada.

Es como esta sensación con las hormiguitas locas de mi sillón, no me matan, pero molestan en un momento de descanso.

Luego lo pienso un poco más y siendo racional y fría, sé que mi antiguo patrono es capaz de esto y de más... y de alguna forma, no me extraña, pero si me afecta que la persona que determinara esta injusticia es alguien a quien aprecio mucho. Creo que eso es lo que me molesta, es esa la hormiguilla loca que me recorre sin darme paz. Jamás lo pensé de esta persona.

¿Lo dejo pasar? ¿sigo buscando justicia? ¿podría confiar el caso a un burócrata que me mira somnoliento y con sus muchos años encima me dice "ah, es que ahí es mejor asumir demencia"?

Al final yo voy a resolver, bien o mal, pero voy a resolver estos pocos días antes de que la primera quincena en mi nuevo trabajo llegue y todo será lindo, como ha sido hasta ahora... pero ¿y la gente que se quedó ahí y la que seguirá llegando?

Tengo que hacer algo... y pronto, para quitarme esta molestia.

sábado, 4 de octubre de 2014

La madrugada

Abrió los ojos y se dio cuenta que había dormido poco y mal. El dolor de cuello se lo indicó en el primer y leve movimiento. Había pasado meses con ese dolor, nunca lo comentó porque sabía perfectamente qué lo provocaba: se preocupaba demasiado. Por el trabajo, la familia, la economía personal, la hermana desaparecida, la otra lejana, el sobrino que lloraba, el gato que necesita ser llevado al veterinario, los sueños que eran agradables que se alejaban de apoco. Siempre había sido una matadita.

Tenía pocos días de haber renunciado al trabajo en un periódico local, el día en que le dieron su nuevo trabajo se sintió aliviada, no más madrugadas de cobertura de emergencias o madrugones en la asamblea legislativa, cuando volviera a temblar no estaría reportando la emergencia y se dedicaría (serenamente) a asustarse en su ámbito privado, abrazaría a su gato y comprobaría, de nuevo, que eso de ser atea es una falacia a la hora de los sustos. El día que le dieron su nuevo trabajo, lo supo: vería la luz del sol.

Posiblemente su nuevo trabajo sería igual o más demandante que el anterior, posiblemente... pero no le importaba, podría dormir un poco más, no marcaría su entrada al trabajo a las 5 a.m.... pero sobre todo, lo más importante... es que las madrugadas volverían a ser suyas: para dormir, para escribir, para hacer el amor, para acariciar el corto y bello pelaje de su gato, el frío que antecede a la luz volvería a ser su amigo, la parte más oscura de las jornadas ya no pasaría desapercibida.

Abrió los ojos y se dio cuenta que se quedó dormida en el sillón, mientras veía una vieja película, las noches de viernes ya no era de ruido y ron, prefería quedarse en su casa, tranquila, descansando, no se sintió vieja, pero sabía que ya no tenía el ímpetu de los veintes. Recordó que pronto llegará a los 37 y sin proponérselo, hizo un recorrido mental de tanto tiempo y se sintió feliz por lo realizado. No tenía remordiminetos, ni rencores.

Se sentó y apagó la tele, vio el reloj y no se anunciaba el alba. Se levantó y se fue a su cuarto, se sumergió en su cama y supo que no dormiría más, estaba demasiado despejada, no importaba. La madrugada era suya. Se sintió dueña y señora de su tiempo.

Luego de perseguir la posibilidad de dormir un poco más, en una franca y honesta búsqueda de descanso, decidió levantarse, tomar agua y sentarse a escribir. Octubre había llegado y eso la tenía con tanto entusiasmo como su nuevo trabajo, como cuando estrenó su último amor, hace dos años y medio casi, como cuando descubrió que podía vivir de las palabras.

Los problemas no se habían ido, no estaban resueltos y es casi seguro que vendrán otros. "No importa. La madrugada vuelve a ser mía", pensó.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Por qué no escribir?

Es la pregunta que me he estado haciendo desde hace varios meses.

Luego de toda una vida escribiendo casi a diario, de repente el torrente parece que se empezó a detener. Algún post ocasional, alguna queja, un par de cuentos en Nongirly Blue y ya... nada más salía.

Y tengo una larga y muy amplia lista de "quizás" por los que me alejé del ritual de escribir.

- Quizás estaba cansada.
- Quizás mi nuevo horario de trabajo (nuevo, relativo) me sacó de mi zona de confort.
- Quizás lo que he estado viviendo desde mi familia ha sido tan complicado que ni siquiera me dio tiempo para escribir.
- Quizás tengo síndrome de la página en blanco.
- Quizás he estado demasido ocupada aprendiendo sobre social media.
- Quizás he tenido demasiadas dudas.
- Quizás... todo.

Desde hace tres semanas he estado en un taller, impartido en la Casa Tomada, lo está dando Jacinta Escudos y quisiera tener la esperanza de que esto va a dar como resultado que se me aflojen las palabras y salgan a diario, como antes. Espero. Pero hay que ser realista, esta sequedad no la voy a resolver con talleres, ni con la presencia de escritores laureados a mi al rededor. Ni con exorcismos. Pero algo ha aportado esta experiencia.

No sé si esta sequedad de palabras seguirá. A veces siento que tengo más razones para escribir, que para dejar de hacerlo, pero así es todo esto... no se le puede atinar al corazón siempre.

sábado, 30 de agosto de 2014

La seguridad es una cuestión de percepción (¿?)

Anoche regresaba de cenar con un amigo y abordé la 30B.

En algún punto de la colonia Escalón se subieron dos muchachos, instrumentos en mano y con pinta de rastafaris. Cantaron.

Saqué veinte centavos (que era lo único que podía darles) y los entregué cuando el más jovencito pasó, gorra en mano, pidiendo una colaboración o (al menos) una sonrisa. Les di los escasos centavos y la sonrisa.

Hasta ahí no era en nada diferente a todas las veces que he visto a cipotes subirse a cantar, a hacer malabares, hacer una rutina cómica e incluso (y me puedo morir tranquila con ello) a recitar poemas, pero sucedió algo diferente esta vez.

Los chicos cantores de Bob Marley acababan de bajarse en una de las paradas de la zona rosa cuando un tipo, que venía del lado de atrás del bus, se sentó repentinamente a mi lado, me asustó. No miento, me asustó mucho. Era tanto miedo que no le entendía qué me decía, mientras agitaba a mi lado su mano con algo en ella. En esa fracción de segundos traté de bajar mi miedo instintivo y fijarme qué era lo que tenía en mano y poner atención a lo que decía su voz que era un susurro.

Era un carnet, de la UES. Al fin pude entender que me estaba preguntando algo... "¿por qué le dio monedas a esos muchachos?"... ¿Qué clase de pregunta es esa?. Posiblemente por mi expresión (primero de susto y luego de desconcierto) el hombre empezó todo... "Soy estudiante de la UES y me fijé que le dio dinero a los muchachos, ¿por qué lo hizo?, solo mujeres le dieron dinero...¿fue por miedo?"

Vi su carnet, en la parte superior decía POST-GRADO. El sentimiento me cambió, ahora era de desconfianza. En el bus íbamos pocas personas, unas 8 a lo mucho, talvez 5 mujeres y 3 hombres. Todos se estaban echando el rollo que el tipo se había sentado a mi lado y un señor que iba casi a la misma altura pero del otro lado del bus se friqueó, creo que pensó que el tipo me estaba asaltando. Había toda una atmósfera de tensión. Tensión que no se dio cuando subieron aquellos músicos que nos habían deleitado con ritmos caribeños.

El tipo insistió en preguntarme... ¿por qué ha dado dinero a los cipotes?... le contesté. Siempre he trabajado con jóvenes y en proyectos culturales y artísticos, sería incoherente de mi parte no tratar de ayudar con algo a un joven que intenta vivir del arte y la cultura. Me dio las gracias por la respuesta, me dio la mano y se levantó, antes de irse me dijo... "disculpe por haberla asustado" y se fue.

Es curioso. Le tuve miedo.

Me puse a pensar que siempre es así, a diario veo que gente se sube a los buses a vender, a pedir dinero (forzosamente) o a ejercer el arte para obtener algunas monedas. Como casi siempre ando sola he aprendido a identificar al miedo o a la confianza cuando se sube en el bus.

Por supuesto, no había motivo para tener miedo o desconfianza de aquel hombre moreno, como de mi edad, que dice ser estudiante de post-grado de la UES, no había motivo. Pero algo me dice que la gente demasiado académica no es tan buena, que los que quieren entender un fenómeno social a veces no logran ver el todo o peor aún, ya he conocido los que ni siquiera lo ven de manera humana.

Luego pensé en la seguridad, que como mujer, no logro encontrar en casi ningún ambiente. En cómo percibo el concepto de "seguridad" y en qué pongo mi seguridad personal. Todo es tan complicado porque a veces, simplemente pienso que la dichosa seguridad se va volviendo quimera, animal mitológico.

Hoy amanecí pensando en vos, vos que seguis en las calles, sola.

martes, 26 de agosto de 2014

Nos están dejando sin nada

Este día me llegó la confirmación de un rumor: Cierran la Astral.

Radio Astral estuvo en el 94.9 del dial salvadoreño durante 21 años, dedicada a llevarnos el género del rock (casi todas sus ramas) a la sociedad. 

Estoy segura que la mayoría de mi generación (los que éramos adolescentes en los 90's) tenemos recuerdos ligado a esta estación que nos mostró grupos como Héroes del Silencio, Soda Stereo, Café Tacvba y otras bandas latinoamericanas. Sumado a eso, logró que nos acercáramos a la generación anterior, a la de nuestro padres, al mostrarnos el rock de la época de los 70's y así supimos de bandas como Led Zeppellin, los Rolling Stones y Pink Floyd. Y qué decir del oleaje que nos arrastró a todos los que disfrutamos del grunge y meneamos las melenas al ritmo de Nirvana, Pearl Jam y otros.

En lo personal debo confesar que casi no escucho radio, pero cuando me digno a sintonizar algo es precisamente la Astral (hasta ahora), me hace recordar a mi mamá preguntándome cómo yo... con estudios en teología, escuchaba "música diabólica" y contestarle con serenidad que no es música diabólica, sino una forma distinta de lenguaje. 

Cuando me enteré de la noticia, quisieron consolarme diciéndome que la radio pasará a formato digital, tal vez para los dueños de la emisora es lógico que los adultos podamos tener acceso a la radio digital en nuestros trabajos y mientras laboramos escuchamos música... pero ¿y los que no tienen acceso? Me refiero a la mayoría de jóvenes que no tienen acceso a radios online.

No solo cierran una emisora, sino la oportunidad de ser curiosos... de preguntarte de qué tiempo es tal canción o de preguntarte qué dice una canción y esforzarte por traducirla y (en el proceso) aprender un par de palabras en inglés (u otro idioma), de tener otra opción que no sea reguetón. Porque resulta que ahora, en el dial, en vez de la Astral estará una emisora dedicada al reguetón. 

Nuevamente, en lo personal, a mi el reguetón no me gusta, me parece vacío e indigno, tal vez muchos lo disfrutaran y sé que porque a mi no me gusta no dejará de existir, más bien, trato de evitarlo y coexisto con esa expresión cultural de manera respetuosamente alejada... pero los cipotes que en una época de la vida necesitan escuchar un poco de rock no le están dejando ningún espacio para reconocer en los acordes de guitarras no solo su propia rebeldía, sino buscar espacios para la expresión y el sueño de cambiar sus entornos. 

Posiblemente diran "esta tipa es demasiado pasional y está afectada" y si... soy pasional y me siento afectada... cómo le voy a preguntar a un cipote... ¿has escuchado a los Enanitos Verdes o a Metallica o a Poison? si sé que no ha habido una plataforma accesible para que pudiera tener la oportunidad (no que le guste el rock sino) de decidir (siquiera) que le guste.

Yo puedo escuchar la Astral en mi oficina, audífonos encasquetados, pero cuando mi sobrino crezca, cómo me va a decir... "Tía escuché la canción que te gusta, esa de Aerosmith".

Estoy segura que porque cierren una emisora no va a acabar la cultura del rock, pero honestamente me consterna pensar que los "empresarios" siempre van por opciones que les dan dinero o que mantiene al rebaño calmo. La cultura, el arte y las expresiones artísticas terminan siendo accesibles en la medida en que sean rentables económicamente. Me siento triste. Nos van dejando sin opciones.

Mi mamá, hace muchos años (casi diez atrás) me preguntó cómo una persona que lee y trata de culturizarse escucha "esas" canciones. No le dije nada en ese entonces, porque no tuve argumentos. Pero hoy le digo... no solo a mi mamá... sino a todo el mundo, cuando hay una expresión cultural como el rock, que traspasa no solo el eje de la música, sino que nos hace curiosos de la historia, de la delicia del amor y de otra tantas cosas, vale la pena escuchar "ruido".

Una muestra... Enrique Bunbury, exvocalista de Héroes del Silencio, al que admiré en mis 16 años, con su melena y pantalones a lo Jim Morrison y su cara de chico malo, que pegaba alaridos, ahora es un músico que sigue sorprendiéndome y que participó en la banda sonora de una película que estamos esperando ver en familia, si... mi mamá quiere ver esta película que retrata a un comediante mexicano que nos ha sacado risas y lágrimas desde que se fundó mi familia. Música, cine, recuerdos, amor, familia. Todo lo que hace el rock. Todo lo que el rock ha hecho en mí y que esperaría que otros puedan vivir también.


miércoles, 13 de agosto de 2014

"Genio... eres libre"

Hace dos días, mientras luchaba por no sucumbir a una nueva gripe, se nos comunicó al mundo entero que Robin Williams había muerto.

Debo confesar que me dio la misma conmoción que le dio a todo el mundo, ¿cómo un hombre que nos hizo reír a toda una generación había muerto de tristeza? Luego recordé que las emociones son un lugar pantanoso cuando no se tiene el cuidado de querer subsistir.

Sumado a eso, me vino a la mente el recuerdo de sus películas que no fueron de comedia. Recordé que fue su John Keaton el que me motivó tantos años en mi tiempo docente. Recordé que la tristeza también nos habita, solo que a veces se desborda sin que podamos hacer mucho, como le sucedió a uno de los alumnos del Sr. Keaton en "La Sociedad de los Poetas Muetos"

Ayer vino mi papá a mi casa, vino a ver si no me iba a morir de la gripe, es lo último que le falta, me dijo, refiriéndose a los problemas que ha tenido que enfrentar como papá en los últimos meses. Se sentó y mientras me acariciaba el pelo, como solo un papá puede me dijo... "bien triste que se haya muerto Williams".

Fue así como hicimos un repaso concienzudo sobre las películas de este hombre que vimos juntos, de las veces que nos retorcimos de la risa y las veces que nos sacó lágrimas en el viejo sillón de la sala. Es lindo saber que ha habido momentos en común con mi papá, con la familia entera.

Le conté que la Academia le rindió homenaje tierno y puro al publicar en tuiter la frase que le da nombre a este post... "Genie, you're free". Porque ciertamente la muerte es una liberación. Mi papá no sabía que la voz en inglés del Genio de Aladino era de Robin, se sorprendió y hasta dijo que algo familiar tenía ese "azulito panzón".



La visita de mi papá me trajo, no solo la plática sobre este artista, también trajo otros temas, no tan buenos y lindos como este, pero me quedó claro algo... los recuerdos compartidos seguirán ahí y que la muerte no solo ataca a nivel físico, a veces se van muriendo algunas esperanzas (y esa muerte también es liberadora).


PD. Para mi, Aladino  no es una de las películas mejores de Robin Williams... no mucho me gusta la película, solo me gustan las partes donde sale el Genio. Nada más. Pero todo lo que hacía este hombre me parece tocado por la bondad y la alegría (hasta las partes tristes)
 

lunes, 28 de julio de 2014

Publicar

Pasé una semana sin publicar nada acá, tratando de ordenar la cabeza y las emociones que me atropellaban mientras trataba de tomar decisiones pensadas con mente fría. Soy un disparate de persona en medio de las emergencias (más si son familiares) porque lucho para no ser "yo" y dejo de lado mis reacciones (que pasan de sentir un gran dolor a una gran cólera) con el fin de ser medianamente útil al resto de la familia (en este caso, de mis papás y de mi sobrino).

Luego el fin de semana pasó algo... me puse a leer lo que he publicado, no solo aquí, sino también en "Un Serio Accidente" y en "Nongirly Blue" y me doy cuenta... la muerte es uno de los hilos conductores de mis cuentos. No sé si es bueno. Lo confieso, a veces siento alivio cuando narro la muerte ficticia o propia, porque es una de los grandes objetivos: dejar de sentir dolor.

Y es que la muerte nos rodea... real o ficticia... está ahí siempre, cuando llegan dos pandilleros y le meten 8 balazos a un cipote con síndrome down, cuando una mujer se cae de un bus en marcha porque está nerviosa y asustada porque dos maleantes asaltan el automotor, cuando te da una neumonía que hace que te replantees la vida y cuando crees que llegaste a la respuesta, alguien te cambia la pregunta.

No importa, la muerte está aquí.

Resulta que eso lo sé desde muy niña, es una de las consecuencia de haber tenido una salud muy mala en los primeros años de vida y luego de cuidar a unas hermanas que siempre se metían en líos grandes (que siguen haciéndolo), creo que por eso no le tengo miedo a la muerte propia, pero si me aterra la muerte ajena. Puesi, con ella no logro huír del dolor.

Pero este post no era para contarles sobre mi relación con la muerte, sino para establecer el punto de partida para otro proyecto narrativo, claro, todavía no imprimo las 250 páginas de la novela que reúne la historia de mi familia y no las he revisado y bla, bla, bla.. pero para mientras, ahí vamos pensando que a lo mejor publicar algo más pequeño (es decir, esos relatos que tanto tienen que ver con la muerte) sea lo conveniente en este país donde no hay facilidades para publicar. ¿Qué será primero?

A ver...

viernes, 18 de julio de 2014

Tomar una postura

o cómo se vive la tragedia desde el anonimato.


Hace unos días ha recrudecido el conflicto palestino-israelí y diferentes cuestionamientos y opiniones han circulado en redes sociales. Desde el "para qué hablan de eso si ni hacen nada por el asunto" hasta el "yo oro por esa gente". Cada quien ha sacado a relucir su personalidad con una postura tibia o apasionada, no importando el bando por el cual se tome postura.

Tomar postura en un conflicto es difícil, ya lo dije antes, uno saca a pasear sus taras y su personalidad (que no siempre es hermosa) y es objetivo de duras críticas, pero también deja en claro, ante el mundo, la forma moderna de protesta: publicarlo en redes sociales. 

Entre tanta preguntadera sobre ¿por qué hablar de algo en redes sociales?, una respuesta llegó: "porque uno debe tener una postura ante la vida y los acontecimientos", fuera de parecer una respuesta al azar o con ínfulas, se constituyó en un recordatorio perenne, no estamos muertos, solo los muertos no toman postura, esos están precisamente en una postura eternamente inmovil. Nosotros estamos vivos y podemos con nuestras publicaciones establecer un punto de partida para la reflexión y/o la educación sobre conflictos mundiales que vienen desde hace años. En otras palabras, colaboramos con la construcción de una conciencia colectiva, no importando el bando elegido.

Ahora traslado esa enorme (macro) tragedia a nuestra vida cotidiana, cuando una pequeña (micro) tragedia impacta a una familia: un divorcio, una pelea entre familiares, la muerte violenta de alguien, el desaparecimiento de un cipote o las malas decisiones de una cipota... nadie, a menos que tenga sangre de pinesol, se queda inmutado, siempre hay una posición, no importa que se le putee al que se va sin motivo alguno, no importa si se llora mucho por las noches, no importa si el dolor es inmenso, el resto de la familia toma una posición (no importa si es la mejor, al final una posición) y se crea no solo conciencia colectiva, sino una cohesión que lleve a superar el dolor, que lleve a enfrentarnos con el conflicto, que lleve a ser soportable la tragedia a nivel anónimo.  

Siempre me he confesado un ser humano que tiende a vivir el conflicto y las tragedias de manera muy personal, es decir, tiendo a retraerme (no importa si la tragedia es macro o micro), no porque no tenga una postura, mis posturas siempre han sido claras y casi (casi) inamovibles porque antes me he documentado, he leído y he escuchado diferentes opiniones para sacar mis propias conclusiones basada también en mi criterio forjado a hierro de los años de estudios jesuíticos. Puedo decir que no comprendo muchas cosas de los israelíes y pensar que es muy incoherente seguir el argumento de ser el "pueblo elegido" cuando durante años solo han sido los elegidos para pasearse en otro pueblo. Puedo decir que la tragedia que vivimos en mi familia, desde hace dos meses, es la consecuencia de no haber tomado posturas claras hace años de un conflicto latente. Puedo tratar de ponerme en los zapatos de otros, incluso sin esperar que otros se pongan en los míos. Puedo "entender" muchas cosas.

Pero resulta que las tragedias humanas (macros o micros) son eso, tragedias que terminan por tocar las fibras que te hacen persona y terminas llorando frente a la computadora, viendo la foto de niños masacrados, de madres llorando o por la foto de la hermana que no está o escuchando a tu mamá llorando en el teléfono cada seis horas. Terminas llorando. Eso no es lo importante, lo importante es saber que esas lágrimas te deberían llevar a decir... "esto he aprendido... si usted no lo sabe, se lo comparto, no importa que llore también como lo hice yo".

Lo sé, el conflicto y la tragedia no se terminará con que lloremos, tampoco porque tapicemos nuestros muros de fotos con la sangre de los inocentes, el conflicto y la tragedia empezará a tener una salida en la medida en que cada uno aprenda a lidiar con los sentimientos propios, con la concientización de los hechos y la información (real y seria) de los hechos y de las posibles soluciones, en concreto... en la toma de postura.

Yo tomé mi postura desde hace años sobre el conflicto entre palestinos e israelíes, ayer me tocó tomar una postura sobre la tragedia familiar. La vida es eso... tomar posturas y defenderlas... con la vida misma.

lunes, 7 de julio de 2014

Inversión

Debo decir que al entrar a mi actual trabajo vi que tenía retos muy grandes porque era una corriente distinta de la comunicación a la que estaba acostumbrada. Decidí que tenía que auto-formarme en varios temas.

No es la primera vez, creo que soy un alma autodidacta en varias áreas, así que abracé la idea con tranquilidad, las primeras semanas me dediqué a buscar y leer documentos online y gratuitos. También me inscribí a un par de cursos on-line gratuitos. Pero pronto me di cuenta de algo, debía invertir en mi formación y buscar acreditación formal de mis nuevos conocimientos. 

Decirlo es fácil... lo difícil es encontrar que:
1. No hay muchas ofertas de formación en este campo en el país y
2. Los pocos son caros.

Tuve que ser estratégica. Encontré que en la UCA empezaría a darse un diplomado en Comunicación Digital, cuyas mensualidades eran impensables para mi rango salarial, entonces, ¿cómo acceder a algo que necesito? Hablé con mi jefe y llegamos a un acuerdo para poder asistir al diplomado, nos iríamos mitad y mitad, porque al fin y al cabo... a ambos nos convenía. 

Hace diez días se realizó una "convención" organizado por un medio de comunicación escrita, el "Social Media Day". Hicieron un buen trabajo de expectativa, tanto que me dieron ganas de ir y anduve taloneando una entrada de cortesía para poder, sino me tocaba pagar $50, justo después de salier del hospital una no tiene $50 tan disponibles. Ya me estaba resignando a no ir y desviaba la atención otras cosas, cuando mi jefa me dijo... "vas a ir". Me sentí feliz.

Empecé a investigar a todos los conferencistas y a leer su trabajo y a seguir sus cuentas en Twitter, cuando estoy aprendiendo soy así, quiero saberlo todo. 

Al final fui. No puedo decir que no me chocó el ambiente, es posible que sea porque yo soy una persona más bien un poco retraída, un poco "apartada de las grandes multitudes" de hecho, las multitudes me aterran. Pero eso no fue lo peor. No. 

El problema no fueron mis altas expectativas, que si lo eran, sino enfrentarme no solo a charlas repetitivas, aunque interesantes, pero que además no lograron captar la atención del público. Eran cuatro, la primera muy interesante nos plantea el Tatuaje Digital como una marca personal, pero no logró llegar al punto de dónde los seres humanos incidimos en una realidad virtual. La segunda y la tercera charlas fueron las que más sufrieron, mucha gente se fue, para mi fueron las más "acordes" a la necesidad de comunicación emocional y de tomas de acción. Fue una lástima ver el salón a media capacidad. La cuarta, era el plato principal. Yo estaba emocionada de descubrir lo que nos traía el argentino. Me parecía que debía ser un tema realmente impactante. Choqué. En un 60% era la repetición de una charla que dio en un TedX en su patria. Morí. 

No puedo decir que no vi cosas nuevas, no sería justa, claro que las vi, pero yo quería ver más, más... como lo dije, tal vez el problema inicia porque siempre me hago altas expectativas, sumado a que a los influenciadores les cuesta cambiar el discurso. 

Esta mañana le pregunté a mi compañera que también fue, y me dijo lo mismo con otras palabras, me sentí bien de saber que no fui yo. Tampoco ellos (del todo) pero que si hay una necesidad de nuevos lenguajes y discurso que nos impacten a los que andamos viendo en todos lados, leyendo cada cosa que se nos cruza en la pantalla y que estamos ávidos de conocimientos.

No les perdí el respeto del todo a los conferencistas, aún sigo esperando a que me sorprendan, supongo que estoy dándoles el beneficio de la duda... por si acaso. Aunque si me pongo a pensar como "mercadóloga" si hubiera pagado yo la entrada, me hubieran quedado debiendo el vuelto.

El año que viene habrá de nuevo esa convención, con todo respeto, veré quienes serán los expositores, los buscaré, leeré su trabajo, veré sus charlas y no iré al evento, para tomarme dos vodkas con soda al final de la noche, mejor me los tomo con Miguel.

Del diplomado, de ese... otro día les cuento, cuando ya tenga mi diploma en mano.

Concluyendo y a modo de moraleja:
1. Una puede rebuscarse SIEMPRE por formación decente, es casi una obligación. Los cambios de vida no son tan malos después de todo.
2. Hay que evaluar bien los cursos que se pueden tomar gratis y los que se pueden pagar.
3. Lo más chivo del Social Media Day fue que tuve chance de verme con las amigas que tenía meses de no ver.
4. No me pongan a investigar gente, siempre me decepciono cuando ya los conozco en persona (en el plano laboral)
5. Si usted tiene otra opinión sobre el evento, dígala... a lo mejor yo me he equivocado. 

miércoles, 2 de julio de 2014

Vivir el mundial... o de él.

Por primera vez en mi vida he vivido el mundial y he vivido de él.

A pesar de ser la hija de un hincha y ser la pareja de un obsesivo por el deporte... no es que yo sea demasiado aficionada, la verdad... culpo a mi incapacidad de recordar nombres y estadísticas, entonces me frustro y dejo tirado mi amor futbolero que solo salta en tiempos de la Champions y en el Mundial.

Ya expliqué que voy por Alemania y sus razones y ahora les voy a contar no solo la experiencia de "narrar" los partidos y las implicaciones y consecuencias de esta época que pinta a que será inolvidable.

Empecemos:

1. Hasta yo estoy sorprendida de haber disfrutado tanto partido seguido (sea que los narre o no)... pero no puedo negar que el viernes pasado me cayó bien el descanso, 24 horas sin fútbol fueron buenas, aunque sé que gran porcentaje de la población sufrió. Estas 48 horas antes de cuartos de final solo me están sirviendo para "recolectar" datos sobre las 8 selecciones que sobreviven y leer a los aficionados en su agonía de esta pausa.

2. Voy con Alemania (sí, sé que los voy a aburrir con eso, pero ni modo) pero debo admitir y admirar la preparación, dedicación y valentía de selecciones como Colombia (mi segunda favorita para este mundial) y Costa Rica (que viene a dar una luz de faro para una Concacaf convulsionada), con ello... y por lógica, la participación (a veces) tibia e individualista de algunas "estrellas" como Messi, Neymar y los españoles se ha vuelto decepcionante para la fanaticada. Todavía estoy preguntándome (analizando) si Brasil y Argentina lograrán pasar a la siguiente ronda.

3. El alcance de las redes sociales (en todo sentido) a partir del mundial es increíble, los datos del mundial del 2010 fueron superados en los primeros dos días de la contienda y la afloración de memes ha dejado claro que el pueblo futbolero es ocurrente no importando su ubicación en el mundo.

4. Shakira para "no entender de fútbol" tiene una su relación con la FIFA incluso antes de conocer a Piqué y disque va a amenizar la clausura del mundial. Esta no es la primera vez... fue a Alemania 2006, luego a Sudáfrica 2010 y ahora, por tercera (y espero, última vez) cantará en la ceremonia. Aunque ahora al menos la selección de su país es gran candidata a la final.

5. ¿No se han preguntado por qué (casi) todos los jugadores de las selecciones participantes en el mundial salen serios en las fotos oficiales? Tengo una teoría... formulada a partir de la observación de sus rostros en momentos de felicidad, en especial cuando acaban de echar gol... cuando están sonrientes parecen bichitos.  ¿Quién dijo que el personal branding tiene que ser serio, muchachos?

6. Luis Suárez ha sido todo un fenómeno mercadológico y en Social Media... sino pregúntenle a los CM's de KLM y de Mc Donalds de Uruguay. Acá les dejo otra puntada:


7. Justo un mes antes del inicio del mundial me di cuenta de algo terrible: no me podía más que cinco nombres de jugadores seleccionados para disputar la copa, me puse a llenar la versión on line del Álbum de Panini para familiarizarme con los nombres y ver algunos rostros. Investigué y atosigué a Juan (mi compañero de trabajo) y a Miguel de preguntas para "contextualizarme" adecuadamente. Siento que me sirvió.

8. Mi papá casi me manda al otro mundo cuando me dijo: "Le dije a Lorena que me abriera una cuenta de tuiter para leerte cuando narras partidos". La vida compensa tantos fines de semana oyendo al hombre hablándome de fútbol. Se me hizo chiquito el corazón y me hizo falta el aire un ratito al escucharlo.

9. El tiempo nos pasa facturas, lo hablábamos con mi jefa ayer... tal vez sea que cada vez me siento más cerca de los 40. Por ejemplo... me di cuenta que siguen sin gustarme los hombres que a la mayoría de mujeres les gusta... en este mundial (y en todos los que recuerdo) ha sido: los italianos, el portugués y otros tantos,  en cambio yo, desde el 2006 ando con Joachim Löw, entrenador de Alemania, entre ceja y ceja, es un cincuentón. En cambio, a los jovencitos... esos ya cayeron en otra categoria... ayer caí en la cuenta de que me habría gustado tener un hijo como James Rodríguez, por ejemplo, o como Joel Campbell.

10. Al fin logré aprender algo de la jerga futbolera... y sobre todo, el logro más grande de todos... ya reconozco un fuera de lugar, incluso antes de que lo pite el línea.

 * Consecuencia no tan feliz: Recibí un DM de una amiga, a la que quiero mucho, decía: " siento que entre partidos y partidos, te he perdido... :'("  Pero bueno, ya queda poco.

** Conclusión: No hay lágrimas más honestas de un hombre, que las derramadas de felicidad futbolera: Jugadores ticos lloran al finalizar el partido contra Grecia.



*** Lo que jamás voy a entender: El papel de las mujeres en el periodismo deportivo: el crimen no es que muestren a una mujer guapa, pero qué insistencia en tenerla en una cocina o bar montado en el foro de la televisora, hablando de comidas de Brasil o haciendo menciones de patrocinadores. Solo he visto UN programa en el que una maitra, con buena preparación, hizo un análisis deportivo. Tenemos cerebro, además de poder cocinar, que no se les olvide.

Ya contado lo contado... hago la pregunta... a estas alturas del partido... ¿Quién cree que sea el campeón del mundo? 


martes, 1 de julio de 2014

Puede ser

Puede ser que me haya equivocado en algunas cosas desde el final de la semana pasada... puede ser.  Eso significa que puede ser que no me haya equivocado, que simplemente tomé decisiones que no le parezcan las adecuadas al resto del mundo.

El mundo...

Siempre he pensado que el mundo es demasiado complicado, pero es bueno, es lindo y a veces aún me logra sorprender, encuentro gente que es buena y que me inspira por creativa e innovadora, a ratos el mundo se pone demasiado intenso, justo ahora que le pido un poco de paciencia a la vida. Puede ser que no estamos "tan" sintonizados en esta época. Por supuesto, sé que esta es solo una etapa, sé que pronto, el mundo y yo, nos andaremos sintonizados, sincronizados y como cuando las niñas son "mejores amigas".

Puede ser que a veces quiera llorar, como el sábado por la tarde, cuando estaba confundida entre un reclamo, entre un regaño o una forma sutil de protegerme de nuevos errores e igual no llorar, porque al fin y al cabo... ¿de qué me sirve llorar? Puede ser que llorar sea lo que he estado necesitando, porque al fin y al cabo... siempre he sido llorona, aunque no llore.

Puede ser que extrañe demasiado a algunas personas que se acaban de ir o que no terminan de llegar, pero admitirlo sería un riesgo demasiado grande para mi corazón. Puede ser que sea esto lo que me mantiene con un cansancio perenne y que pronto agarre el teléfono y al fin haga la llamada que no hago desde hace tiempos.

Puede ser que lo que necesito no es ron, ni vodka, ni regresar a mi control médico porque cada vez es más común que me siento agitada y asustada en las noches, porque a ratos me cuesta respirar, porque a ratos pienso todo puede mejorar y soy un revoltijo de esperanzas mal puestas y realidades superfluas... porque al final nunca debí haber dejado mi control médico. Puede ser que lo único que necesito es reírme mucho con mi afecto favorito o simplemente refugiarme en su hombro y llorar. No importa qué.

Pero...

También puede ser que todo mejore justo en el momento en el que, en medio de todo lo feo, un muchacho, como de 19 años, me detiene en la calle y me pregunta "Disculpe, ¿sabe si Alemania ganó?" y yo le puedo contestar, sonrisa en cara, "ganó 2 a 1", o cuando me cae un mensaje preguntando mi paradero, o cuando me doy cuenta, mientras me adentro en mi cotidianidad aburrida y demasiado adulta, que la música no me deja, o que simplemente sigo viva para poder cambiar todo aquello que no me agrada... porque me acuerdo, que el problema no son los demás (si me entienden o no), porque me acuerdo que soy yo la que puede cambiar.




jueves, 26 de junio de 2014

El mensaje

El viernes, mientras la vida me transcurría entre una llamada de Skype, mi preocupación por no tener nada de comer en la refri y el intento de organizar un fin de semana de fútbol y trabajo, me cayó la notificación de que tenía un inbox en FB.

Eso no es raro, ya que es justo por inbox de esa red social por donde me comunico de manera exclusiva con algunas personas. La sorpresa fue ver el remitente al abrirlo.

28 meses habían pasado desde que no sabía de esta persona. Pocas palabras hicieron que miles de recuerdos regresaran de golpe, de patada y de torrente. Me quedé inmóvil, casi asustada, revisé la fecha del mensaje, pensé que era uno de los antiguos que nos mandábamos casi a diario con esta amiga. No, era de ese día, a pocos minutos de haber sido redactado. No supe de mí por un par de segundos.

Cuando la razón me regresó, agarré mis llaves y me fui a hacer las compras de la semana al supermercado, porque al fin y al cabo, la vida sigue... aún con recuerdos que aún logran sacarme una sonrisa, aunque sea momentánea.


miércoles, 25 de junio de 2014

La familia

Debo decir que provengo de una familia muy tradicional y cuadrada... no sé por qué soy como soy ante un contexto católico-conservador-ortodoxo.

Dicho esto, paso a analizar un poco lo que está sucediendo en mi familia y empiezo admitiendo que mi familia no está pasando la mejor de sus fases.

Cualquiera que nos haya conocido en estos casi 40 años de ser familia habría pensado que terminaríamos matándonos unos a otros o al menos que seríamos capaces de hacernos un daño permanente, pero no, acá estamos, hemos sobrevivido y lejos han quedado los sobresaltos propios de la crianza de adolescenstes, todas mujeres.

También lejos quedaron las grandes crisis económicas y mis hermanas y yo andamos por la vida tratando de vivir como podemos o como nos dejan.

Confieso que, como me pasó en la adolescencia, no entiendo a mi familia en muchos aspectos, a veces me botan la poca paciencia que he logrado trabajar en muchos años, que a veces me limito solo a escuchar sus conflicto y que a veces me da por tomar distancia, claro, sin salir de su radio de acción, pero si una distancia prudente, confieso también que en algunas ocasiones no me alejo, sino que me acerco y me quedo expectante a algo que cambie lo que está pensando y a veces soy la que hace "algo". Confieso que estoy cansada también.

Anoche hablé con mi mamá y desde entonces suena esta canción en mi cabeza, porque la familia sigue siendo la familia en todo momento: cuando se está en el hospital, cuando se pasa por confusiones, cuando ya no se tienen fuerzas.

Hoy, mis papás celebran un aniversario más del día en que fueron a la alcaldía de San Salvador y firmaron un papel que dice que son esposos. La familia había entrado a la legalidad.

lunes, 23 de junio de 2014

De por qué le voy a Alemania en el Mundial

Hablemos de fútbol: Alemania es mi favorito. Punto. No hay mucho más que decir.

Todo empezó en 1994. Hace exactamente 20 años, tenía 16 años y un muchacho (un año mayor que yo) llegó y me dijo lo más horrible que pudo decirme: yo le gustaba.

No me mal interpreten, me gustaban (y siguen gustándome) los hombres, solo que en aquel entonces yo tenía mucho que recorrer en el torturoso  camino de la inteligencia emocional, así que hice lo que tenía que hacer: le destrocé el corazón.

¿Qué tiene que ver toda esta historia de desamor con que yo le vaya a Alemania? Sencillo, resulta que el pobre bicho llega una tarde, mientras yo gastaba una pelota de BKB en el aro de la cancha del colegio y me informa que el mundial USA 94 ha iniciado y que él le va a no me acuerdo qué equipo. Yo que no sabía nada del acontecimiento deportivo le suelto un "yo voy con Alemania" al azar y recuerdo sus enormes ojos saltones abriéndose desorbitadamente y me dice... "las niñas lindas como vos no deberían de ir por un país nazi".

Debo confesar que en ese momento terminé de lanzarlo al desprecio al pobre. Detuve la pelota y me le acerqué... y le dije "el problema de este puto planeta es gente como vos que no puede enterarse de alguien (en este caso, de un país) que la caga en algo porque entonces son el diablo toda la vida". Lo dejé parado a media cancha y yo me fui a la biblioteca a pedirle a Toyita (la bibliotecaria) un libro de historia universal. A la pregunta de que qué andaba buscando contesté "historia europea del siglo XX"... lo dije con la misma desfachatez que hubiera usado una mujer de abolengo al pedir un "Chanel No. 5" en una perfumería de Paris. Tomé el grueso y polvoriento libro y me fui a mi rincón de lectura habitual. Pasé tres horas leyendo sobre ambas guerras mundiales y sobre la post-guerra... hacía pocos años había caído el muro de Berlín y al llegar a ese hecho, caí en la cuenta que se me había pasado la hora de irme a casa. Llegué tarde y por supuesto mi papá me regañó, creo que el pobre creyó que me había entretenido con alguna amiga de cuchicheos o con algún novio clandestino.

- "¿y me puede decir, usted señorita, por qué viene tarde?"
- Me quedé leyendo en la biblioteca y me agarró la tarde

Mi papá había llegado algo temprano a casa porque los partidos del mundial no se los perdía, aquel año mi mamá sacó a plazos en Simán un hermoso sillón reclinable y le dio su regalo del día del padre, justo para la inauguración cuando cantó la Gloria Stefan y no sé qué otros artistas latinos en la ceremonia.

Tratando de hacer las paces con aquel hombre, le pregunté por qué equipo iba... "Brasil" contestó (hasta la fecha sigue yendo por ellos, con la única excusa de que son latinoamericanos), se me quedó viendo como preguntándome cuál era mi equipo de preferencia y yo entendí... solo dije "Alemania". La misma reacción... ¿por qué les sorprendía a los hombres que yo fuera por los teutones?

Ante su reacción me atreví a ir más allá... y agregué: "y cuando me gradúe del colegio voy a irme a Alemania a estudiar medicina". Casi se atraganta con la limonada que estaba tomando en aquel momento, con un movimiento decidido enderezó su flamante y bello sillón reclinable y me dijo... "¡Estás loca!" Por supuesto me dio risa, con él nunca he podido ser pésima.

Recuerdo que aquella noche, mientras cenábamos me preguntó por qué iba con un país lleno de odio. Y le contesté que me daba mucha pena que solo porque habían habido errores de sus dirigentes se les señalara eternamente, que además que los que la habían cagado ya estaban muertos... y añadí... para sorprender y vanagloriarme frente a mi papá... "Además... una selección que ganó el mundial justo después de la guerra en Suiza... debe tenérsele respeto, porque el 'Milagro de Berna' en 1954 no fue así nomasito, era primera vez que jugaban después de que la FIFA los suspendió de participar en el mundial del 50" dije.

Mi papá no dijo nada.

"Si ya los habían castigado - añadí - ya deberían de ir perdonando que los majes hicieron algo malo"

Obviamente aquello lo había leído en el libro de historia germánica que Toyita me había prestado aquella tarde. Es cierto, honestamente pensaba que era injusto que a aquellas alturas - 1994 - la gente siguiera pensando que Alemania seguía siendo la "bitch" de Europa. Los que nos portábamos "mal" no teníamos derecho a la redención... eso quería decir. Estaba en apuros. Al final sería tratada como la pobre Alemania. Y eso que no le conté a mi papá sobre su recuperación económica en la post-guerra y de los avances tecnológicos y científicos de la gran hundida germania.

Posiblemente la "bitch" fui yo al insultar la inteligencia de Alfredo, quien se quedó parado a media cancha sin entender por qué yo siempre parecía enojada con él, o a lo mejor no debí tratar de impresionar a mi papá con la perorata histórica porque seamos honestos... a mi el fútbol no me importaba... lo que me interesaba era encontrar a alguien que como yo, le tuviera un poco de piedad a una nación mal portada que trataba de ser un poco más gente luego de haberla cagado 'diagalán'.

No recuerdo quién ganó el mundial de 1994, no tengo muchos recuerdos tampoco de otros mundiales... soy mala aficionada, solo recuerdo, cada cuatro años, que yo le voy a Alemania, más que por sus estadísticas o por el subcampeonato en el 66, cuando perdió frente a Inglaterra, por su Franz Beckenbauer en 1974 y luego en 1990, o sus hermosos estadios para Alemania 2006 o su mítico portero Oliver Kahn o su Klose, Podolski y su hermoso y actual entrenador Joachim Löw, sin pasar por alto a sus nada teutones Özil y Mario Gómez y la 'h' de Khedira... o el "hat trick" de Müller... más que por todos ellos, yo voy por Alemania por el divino derecho de rectificar los errores del pasado.

Alfredo se perdió a dos años de habernos graduado de bachillerato y mi papá sigue siendo hincha de Brasil y como él me ha enseñado lealtad (a veces de esa ciega) yo sigo siendo de Alemania.

Necesito comprarme una camiseta de esa selección, no tanto porque van a ser los campeones (aunque sea solo para mí), sino para acordarme que uno no debe andar juzgando errores ajenos.

viernes, 20 de junio de 2014

Junio y como todo lo que planeo no se realiza

pero igual sigue siendo lindo.

Junio siempre me gustó, a lo mejor porque justo luego de mayo, que siempre se pasea en mi existencia, junio siempre es un tiempo para reponer fuerzas y disfrutar de las mañanas frescas y de las lluvias que me alivian tanto.

Este junio empezó por mandarme a descansar, pasé siete días en el hospital, mi organismo decidió que tanta presión, tristeza y desapego era suficiente. No más. Justo en esos días la mudanza y Tolstoi, en su infinita empatía conmigo, también estuvo enfermo y tristozo hasta que regresé a nuestro nuevo apartamento y me di a la tarea de pasar cinco días más en total recuperación que implicó pasar entre el sillón y mi cama.

Para mientras el mundo siguió girando, el mundial de fútbol empezó y tuve suficiente tiempo para evaluar y valorar ciertas cosas. Creo que mi organismo es bien sabio, por lo general, cuando me exije detenerme es para evaluar cómo estoy llevando esto que se llama vida.

Justo el día que me dieron el alta en el isss recibí dos correos, digamos bastante importantes. La vida siempre sorprende.

He vuelto a clases, he vuelto al trabajo y he vuelto a todo lo que dejé en pausa, incluso este espacio, ya escribí también mi relato pendiente en Non-girly Blue y ya llevé al gato al veterinario. La casa ha tomado otro tono, Miguel se había encargado de ordenar todas mis pertenencias mientras vegeté en el hospital, pero ahora ya tiene otro toque.

Junio me gusta cómo va... siempre me ha gustado. Siempre me ha parecido que la vida propone buenas cosas en este mes. Porque junio siempre me bota los planes, me dice... "no, no vas a ir a Guatemala, mejor te quedas... descansas, te repones y te voy a mandar un par de sorpresas para que estés entretenida", sin embargo no es doloroso, es esperanzador... como esta canción.



Quedate un rato más junio.


lunes, 16 de junio de 2014

Carta dos años después

Querido Miguel:

Hace dos años exactamente nos fuimos a conocer. Nos habíamos escrito correos y mensajes durante casi dos meses y en un momento, en el que ni me di cuenta, decidí darme la oportunidad de salir de mis rutinas, mis aflicciones y mis temores. Cosa que ya sabes, es bien difícil para mi.


Por supuesto, viendo cómo sucedió todo hace dos años, nadie (es decir, yo) habría apostado a que esto durara o fuera significativo, porque así soy... nunca he podido calcular realmente el impacto de la gente en mi y opto (casi siempre) por hacerme la maje al poco tiempo, para no salir lastimada, para no comprometerme, para no gastarme. Así fue... hasta ahora. Tal vez sea feo que lo diga, pero no le tenía "fe" a esta relación. De hecho, cuando meses después pasamos por un tiempo raro de separación, lo vi hasta lógico. Pero como las relaciones no son de una persona, sino de dos, vos te quedaste. Hiciste un espacio para vos y tus grandezas  mal puestas de santaneco y yo acepté dejar que te quedaras y te pudieras instalar en una vida que había dejado olvidada.

Debo confesar abiertamente que he tenido miedos (reales e infundados) de algo que no conozco, la domesticidad siempre un fantasma para mi, pero anoche, mientras lavábamos, cocinábamos y hacíamos cálculos para comprar muebles para el apartamento me di cuenta que no costaba nada. Nada. Solo que nunca lo había hecho y ahora ya no resulta aterrador.

Aquella tarde, mientras te vi llegar con unas Orsai bajo el brazo, a tomarte un café conmigo, no sospeché que dos años después estaría escribiéndote esta carta, haciendo planes y preparándome para lo que tenga que venir (que en realidad no sé qué será). Ha sido bueno verte  a mi lado la semana pasada, el día que regresé a casa luego de pasar tanto tiempo sola en el hospital. Me sorprendí al escucharte murmurar "dormite"; por supuesto no pude, pero fue bueno sentir que - por primera vez en mucho tiempo - me he sentido acompañada.

El tiempo seguirá su curso, no sé cuánto nos dure, en realidad no quiero pensarlo mucho, puede ser que me asuste, pero para mientras yo trataré de terminar el diplomado, buscaré otros entusiasmos para regresar a escribir y vos leerás a la carrera y seguirás afinando nuestro presupuesto para ir a México. Seguiré teniendo mala salud y vos la salud de hierro que tanto presumis. Tal vez dentro de dos años quiera escribirte otra carta o tal vez haya borrado ya las 23 cartas que nunca te entregué mientras viví en Suchitoto. De momento, este fin de semana tenemos que seguir viendo fútbol, pintar el apartamento y experimentar nuevos sabores en la cocina.

Te mando los besos asignados para este día.


KR