miércoles, 28 de mayo de 2014

Un mundo mejor es posible

El título de este post nació como una protesta anoche. Si, una protesta. Estaba tomando un café con una amiga en mi casa, luego de muchos meses de no vernos decidió ir a visitarme. Esas son las amigas que siempre he apreciado, las que van y rompen mi maña de desaparecer y me dejan con las iniciativas revueltas de buscar a esas amigas que son tan leales.

En medio de toda esa cafeína y con la confidencia propia de los hogares, estuvimos platicando de todo lo sucedido en nuestras vidas en estos meses de ausencia. Le comenté de mi cansancio, del dolor corporal que he tenido desde hace una semana y ese dolor emocional que me ha aquejado desde que es mayo. Mayo es un cabrón, le dije.

Lo creo... mayo siempre me quita algo. A cambio me deja zozobra, tristeza y una terrible soledad (aunque esté acompañada). Eso ha sido así desde hace diez años.

Soy una ingrata, por supuesto.

Mi amiga, mujer mayor que yo y con mucha más experiencia en varios ámbitos me hizo reflexionar. Mayo podrá ser lo que quiera ser, pero debo ver algo concreto... sigo viva. No importa la zozobra, ni la tristeza y sobre todo... no he estado sola, en cada mayo, en cada uno de estos diez mayos, siempre alguien ha estado ahí para darme consuelo, coraje y consejo. Soy una ingrata.

Le decía a Miguel, un día de estos, que mi suerte no es mala, tampoco es que no tenga... si tengo, pero que es lenta, es una suerte lenta... soy una tonta, porque en mi incapacidad de ver más allá de mis propios dolores o dificultades, no logro ver que soy afortunada. ¿Triste? siempre seré triste, esa es mi naturaleza, algo solitaria también, pero no porque no sepa vivir en un mundo que no comprenda, sino por decisión propia y controlada.

 Un mundo mejor es posible, por supuesto. Ayer se cumplieron diez años desde que mayo me arrebató afectos y esperanzas, tres muertes... y en especial la de Tambo, hace diez años, lograron hacer lo que nadie había podido.... puso a prueba mi fe y mi resistencia. Por supuesto sufrí mucho, pero ahora lo veo. Federico, Roberto y Tambo pudieron hacer de mi mundo un lugar mejor, cada uno a su manera, cada uno con su consejo o compañía, cada uno de esos hombres lograron lo que nadie había podido antes... me pusieron a prueba de mi verdadera resistencia.

Diez años después logro verlo. Hoy tengo otras personas a mi al rededor, más afectos, más experiencias y más edad. Más resistencia. Debo recuperar algo que había olvidado... esa magnífica idea de que este mundo es posible reconstruirlo. Solo eso. Es un proceso.

Un mundo mejor es posible, tanto por las personas que ya no están con nosotros y que nos mostraron un camino, como también por las que están y nos acompañan en ese camino. 

miércoles, 21 de mayo de 2014

El accidente

Hace cinco años, a esta hora estaba en el hospital, el ortopeda tocaba la planta de mis pies para comprobar si sentía algo... y nada.

Hace cinco años me caí de unas gradas y me desvié dos vertebras. Cuando llegué al hospital  e hicieron la primera evaluación nos aterrorizamos al ver que no sentía nada más que un enorme dolor de espalda a altura de la cintura, fuera de eso... nada.

Lloré mucho, no  solo porque era una terrible chillona, sino porque, hasta ahora, nunca he sentido un dolor más grande. Pasé en cama cinco días sin poder moverme sin ayuda y luego tres largos meses con un corsé ortopédico y cinco meses caminando con bastón.

Como siempre la vida siguió y aunque yo tenía muchas cosas que hacer y que no pude hacerlas por estar postrada en cama, sintiéndome inútil y totalmente drogada para soportar el dolor, pero el dolor terminó... pasó el tiempo y aunque a veces el dolor regresa, sucede que he aprendido a vivir con él. Cuando no soporto tanta presión en mi columna no hay codeína que no ayude.

Siendo responsable con mi dolor, he aprendido a identificar circunstancias en las que mi espalda se resiente y empieza a reclamarme. Aprendí a autoconsolarme y a tomar las pastillas de manera de no hacerme adicta a ellas, aprendí a caminar no tan encorvada.

Pero resulta que a veces es imposible, el dolor regresa y solo me queda abrazarlo y llorar mientras trato de entender por qué este accidente llegó a mi vida. ¿Por qué otros dolores siempre terminan en él?  Cada preocupación, cada enojo, cada soledad... siempre se alojan en mi espalda lesionada.

No crean, no me quejo, amo mi dolor, aunque me hace llorar, me ha hecho fuerte, cada vez practico nuevas formas para superarlo y no olvidar que es parte de mí, me identifica y me marca.

Hace cinco años un accidente pasó... estaba lloviendo, como el 10 de mayo pasado y como ahora.

lunes, 19 de mayo de 2014

La herencia

A raíz de varios acontecimientos familiares me he detenido a pensar en eso de las herencias.

Hace una semana mi papá decidió entregarme mi herencia. En realidad más que un valor monetario o económico, el valor es más sentimental. Como casi todo entre él y yo.

Ese fin de semana, luego de llorar comunitariamente y de darnos consuelo a diario, por teléfono o por pura telepatía, llegué a casa de mis papás, a quien le cuesta más superar la tristeza es a  mi mamá, pero mi papá tiene su manera bien particular de lidiar con sus sentimientos, se pone más paternal y se pone existencialista (digo yo).

Antes de regresar a mi casa y a mi vida de soltera me llamó a su cuarto y estando ahí sacó de una gaveta una bolsita de cuero, de ese cuero curtido y quebrado por el tiempo. Ya había visto esa bolsa de cuero, en ella guarda un viejo reloj de bolsillo, de esos que se usan con leontina. Sacó el reloj, que por varios años pasó sin funcionar, lo había mandado a reparar. Creí que me encargaría la misión de buscarle la leontina. Pero no.

Mi papá me ha heredado el viejo reloj que le dio su papá, es decir, mi abuelo. Le dije que yo no tenía hijos... tratando de disuadir su intento por dármelo, pienso que hay mejores destinatarios para este reloj, pero insistió y me dijo que yo sabría a quién traspasarlo en su momento.

Me quedé un poco sorprendida, lo correcto para mi, habría sido dárselo a Lorena y que ella pudiera dárselo a Sebastian en algún momento. "Lo correcto".

Pienso en todo lo que me han heredado mis papás, a veces me siento demasiado pequeña, porque no tengo la fortaleza de él, ni su serenidad, solo me logró heredar un inmenso y profundo amor por la gente de la casa... a pesar de los pesares... y a pesar de los disfrutes. Me ha enseñado que uno puede amar como a un hijo a alguien que no es de su propia sangre.