jueves, 29 de agosto de 2013

Soñar

Entrar al mundo onírico es fascinante, me gusta porque desde que tengo memoria he sido muy proclive a soñar mucho, bueno no... en realidad he sido proclive a recordar mis sueños. Todos soñamos en promedio similar. 

Incluso soñar me ha enseñado a controlar mis miedos, a encontrar respuestas académicas que me han atormentado en mi período universitario, a sacar ideas creativas para alguna ocuasión. Muchos de los cuentos que escribo y que nunca publico nacen de mis sueños, otros simplemente se quedan en el anonimato de mi cabeza. 

Anoche tuve un sueño que ha sido recurrente durante años. Nuestro cerebro tiene esa graciosa y peculiar forma de hablarnos de nuestros deseos, de nuestras fortalezas y de las cosas que jamás haremos. Es un reflejo de lo que vive en nuestro interior. Este sueño, la primera vez que apareció, o al menos la vez que recuerdo que fue la primera yo era una adolescente, rondaría los 16 años, vivía inserta en un grupo que no logré apreciar nunca, me sentía inconforme ante lo que veía en mi país, problemas sociales... y me veía a mí misma "más vieja"... claro a los 16 años tener veinte años más es ser vieja, hoy soy una adulta de edad media. Como cambian las percepciones.

Me veía como ahora soy, con canas cada vez más abundantes, con más peso encima, con las eternas ojeras que ya tenía a los 16, un poco más arisca pero mas resignada a convivir con los demás y me veía caminar en una calle, no iba sola, iba un tipo moreno, un poco más alto que yo, canoso, bigotudo. 

Claro, a los 16, a los 20, a los 25... a los 33... era tan improbable que ese tipo que caminaba conmigo existiera, porque ¿qué iba a hacer yo caminando con un bigotudo canoso? 

Los sueños no cambian, los que cambiamos somos nosotros. Ayer soñé de nuevo con la muchacha de 16 que hace 20 años fui. Caminaba tomada de la mano con este hombre. 

Hay personajes de mis sueños y mis historias a los que les he tomado cariño, son casi reales... y están las personas que ahora caminan a mi lado: amigas, compañeros de oficina, familia y él. 

Recordé el sueño esta mañana cuando venía rumbo a la oficina... me subí en un bus de la ruta que cada mañana abordo, el bus venía no lleno a retumbar, pero si empezaba a notarse un leve atolladero de gente. Entonces lo vi, sentado, con un libro entre las manos iba concentrado. Mi primer impulso fue hablarle, estamparle un beso en los labios como suelo hacer cuando nos encontramos y conversar un momento. Pero me detuve, en cambio me quedé a unos centímetros de él, mientras lo observaba... me di cuenta que él (el real) se parece mucho al personaje que ha salido en mis sueños desde los 16... Luego él se bajó, iba a su oficina y se perdió en el trajín de la calle llena de carros.

No soy de andar creyendo en el destino y otros conceptos metafísicos y menos de los que salen de los sueños, pero si me gusta pensar que ese canoso y con bigote al fin llegó para caminar un rato conmigo. 

Que este que vestía camisa blanca y pantalón café no es, pero como se acerca a ese que me ha acompañado en sueños desde hace años. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

Acompañar

Existen múltiples formas de acompañar a las personas, entendiendo acompañar como tener una empatía compartida. 

Hay personas que le dan ray a los compañeros de oficina si está cayendo una gran tormenta, no importa si nos quedamos atrapados en el tráfico dos horas. 

Hay personas que te llaman por teléfono solo para saber cómo estás, por lo general esas personas son hermanas que le recuerdan a una... "comé frutas".

Hay personas que saben que andas en la lucha de mantenerte a flote y te mandan una buena tabla salvavidas, no importa en qué se traduzca esa tabla salvavidas: una palabra de aliento, trabajo, una borrechera que te anestesie un rato, un abrazo, una canción, caminar un rato juntos. No importa. 

¿Cómo se regresa todo eso? ¿Cómo podes mostrar un poco de decencia y regrear un gesto, una palabra, una esperanza?

Esta mañana vi a mi vecino, es un señor que se está quedando ciego por la diabetes, hace dos años le amputaron la pierna izquierda... cada vez que lo veo... veo reflejado a mi papá quien padece de lo mismo y que ha tenido tan mala salud en el último año. Lo saludé, él y su mujer son personas bastante agradables, me dijo.... "voy al hospital, me van a operar para ver si me salvan el ojo". Me lo dijo en tono confidencial pero con un tintineo lleno de esperanza. Lo vi con su muleta, abrazado a ella como naufrago que acaba de ver tierra firme. Le dije que esperaba que todo le salga bien y que lo tendría en mente este día. 

No recuerdo cuándo fue la última vez que recé, fue hace muchos años ya... para mí no significa nada eso, pero para los demás parece darles tranquilidad. No, no voy a rezar, pero escucharé esta canción y pensaré en don Hugo quien tiene más luz en su mirada que muchos de los que me rodean. 



Mi cuerpo se cae
solo veo la cruz al amanecer.
Rezo, rezo, rezo, rezo por vos.
Y curé mis heridas
y me encendí de amor
y quemé las cortinas
y me encendí de amor, de amor sagrado
y entonces rezo.

martes, 27 de agosto de 2013

Ese inmenso amor

ese que nunca nadie debe entender, porque algunos encontraran que es inadecuado, enfermizo y hasta demasiado cursi.

Ese amor debe ser imperecedero, explosivo, exclusivo... excesivo. Ese amor que debe tenerse una primero, para luego poder amar a otras personas. Para luego poder amar a una persona.

Rosa de Lima,
prima lejana,
lengua de gato,
bicarbonato de porcelana,
dolor de muelas,
pan de centeno...
hasta las suelas de mis zapatos
te echan de menos... 
ropa de abrigo
ven, ven, vente conmigo. 
grano de trigo...
ven, ven, vente conmigo.
(Sabina)

Consejo para hijas

No, yo no puedo dar muchos consejos de cómo ser hija, en especial esa especie tan fina y distinta a mí... ser buena hija. Tengo conflictos con mi madre y a veces no sé cómo acompañar a mi papá en una enfermedad tan lenta y degenerativa. No tengo el valor suficiente para ser "buena hija" según el concepto clásico. Sin embargo, algo puedo asegurar con fuerza porque nace de mi corazón (de esas cosas que solo una puede asegurar): amo a mis padres, aunque no los entiendan y aunque no entiendan mi vida trashumante.

El título de este post nació ayer en mi oficina, terminé llorando como infante frente a mi computadora, no solo porque el texto que leí era tan bueno, sino porque me reconocí en los consejos que daban a los padres (no a las madres) que tienen hijas. Lloraba porque soy una chillona de mierda, sentimental aguada y porque en estos días ha sido tan fácil llorar cuando pienso en ellos. 

El texto reunía veinte consejos para hombres que tienen hijas. Recordé no solo a mi papá que tiene tres, sino también a otros hombres quienes tienen la dicha de tener a ciertas mujercitas en sus vidas. Recordé a Nelson, un tipo monumentalmente gigante (mide casi dos metros y es fornido), que chorreaba de ternura mientras chineaba a Zoe, su hija de cuatro años. Me vino a la mente mi tío Carlos, quien en su ser tosco y rudo, crió a Vilma, su hija que no era su hija en realidad. Me acordé e hice inventario de las cosas que mi papá hizo conmigo, creo que sin saberlo, pero que crearon entre nosotros un vínculo que ha perdurado a pesar de las adversidades. 

No voy a reproducir los veinte consejos, solo les diré los que mi papá aplicó y de los cuales puedo dar fe, como hija, que funcionan, serán con esas pequeñas acciones que puedan, queridos padres con hijas, establecer una complicidad mágica con futuras mujeres. 

1. Ama a su mamá. Dice el texto que si un hombre ama a la madre de una hija, ésta tendrá (inconscientemente) un parámetro para la búsqueda de una pareja en el futuro. En lo personal no estoy tan segura de ello, puede ser cierto, pero fue importante que mi papá amara a mi mamá durante todos estos años (en febrero cumplieron 34 años de estar juntos) porque así me enseñó amar a las personas aunque no estemos de acuerdo con ellas. Me enseñó, a través de eso conceptos de lealtad y fidelidad. 

2. Enséñale a lanzar y atrapar una pelota. Nunca fui muy deportista, pero siempre voy a recordar las noches, mientras mi mamá estaba en turno en el hospital, cuando llegaba mi papá... Lorena y yo tendríamos como 4 y 10 años respectivamente, se le metió en la cabeza que nos tenía que enseñar a jugar fútbol... y ahí nos veían en la sala de nuestra casa, jugando y rompiendo un par de adornos de cerámica. Lo chivo es que nunca nos dijo frases como "no le pegues como niña". 

3.  Déjala tener mascota. A mis papás no les gustan mucho los animales, sin embargo cuando Atila fue depositado en mis brazos y lo llevé a casa, él no renegó al ver la bola de pelos gruesos y negros, amó a mi perro favorito con fervor, gracias a mi papá Atila recibió atención médica cuando fue envenenado y creo que hasta lloró cuando tuvimos que enterrarlo. Por supuesto, siempre dice que él nunca ha tenido perros y que eso es cosa de niñas. 

4. Baila con ella. A mi no me gusta mucho bailar, nunca ha sido de mis actividades favoritas, pero tengo tan presente a mi papá cantándonos boleros viejísimos... y bailando con nosotras. 

5. Dile que es hermosa. Mi papá nunca ha sido de esas palabras, sin embargo, reconozco un día en el que me fue a dejar a una fiesta de quince años, yo tenía esa edad, mientras viajábamos de la casa a la fiesta, tomó el valor para preguntarme si tenía novio. Le contesté que no, a lo que contestó "Pues tus amigos son bastante idiotas". Ha sido el piropo mas hermoso que mi papá me ha dicho en la vida. 

6. Enséñale a cambiar una llanta. Cuando leí este consejo casi me daba ataque de la risa. Me vi a mis 14 años luchando por cambiarle la llanta al carro viejo de la familia, mientras él estaba sentado en las gradas de la entrada de la casa viéndome, diciéndome... "no voy a permitir que una hija mía se detenga a media calle esperando a que cualquier pendejo se detenga a ayudarle... si vas a manejar debes aprender a cuidarte sola". Ha sido de las mejores cosas que ha hecho... enseñarme a cuidarme sola. 

7. Asegúrate a que sepa y entienda que ella es tan inteligente como cualquier niño. Mi papá nunca me pidió mis notas, solo una vez en la vida recuerdo que me ayudó a hacer una tarea porque vio que me quedé dormida mientras hacía un infinito rollo con números, además de escribir en chorrera miles de números, debía cortar, pegar y colorear las tiras... tenía nueve años e iba a tercer grado, cortaban la luz a eso de las seis de la tarde y estaba haciendo mi tarea iluminada con una lámpara coleman. Me despertó y me dijo que me ayudaría solo si no me dormía y seguía a su lado. Como buen hombre de su tiempo, nunca me ha dicho nada por mis logros académicos, pero una vez lo sorprendí hablando con alguien de eso. Le brillaban los ojitos. Me pareció tan tierno. 

8. Deja que duerma en tu cama cuando tenga pesadillas. Cuando se tiene seis años es tan hermoso sentir que te protege alguien de esos horribles sueños que te atacan. También cuando una tiene cualquier edad.

9. Pocas cosas son tan reconfortantes para una niña llorando que la mano de su padre. No importa los motivos del llanto, ni importa que una ya no sea una niña, la mano de un padre siempre es buena cuando una llora. Solamente. 

10. Hazle saber que siempre puede regresar a casa. No importa qué suceda. Cada vez que me voy, siempre me lo dice... "esta es tu casa, podes regresar a la hora que te pegue la gana". En el fondo es una forma de protección, pero es lindo saber que no es una imposición. 

11. Escríbele una carta a mano. Somos un par de románticos, cuando aprendí a escribir en preparatoria, le escribí una carta... de esas cartas que ahora me escribe Sebastian, donde se declara el amor infantil por la familia. Él me escribió una de regreso, pero me la dió el día que me gradué de bachillerato. No sé si perdí la carta, tengo años de no verla, pero la recuerdo en cada punto y coma.

12. Aprende a confiar en ella y dale cada vez más libertad año con año. No sé cómo, ni de qué manera, pero este hombre tuvo que darme esa confianza y libertad, incluso para cometer errores, con lo que tuve que aprender, además, a pedir una disculpa. No solo nos hizo autónomas, sino que nos enseñó un poco de humildad. Cuando leí este consejo recordé una madrugada, yo tendría unos 21 años y lo encontré viendo la tele, sin poder dormir, cuando me dijo que lo acompañara me negué, estaba en un estado de embriaguez muy grande... y se lo dije... "me da pena". 

13. Acepta que algún día tu hija se enamorará. No sé cómo lo habrá vivido mi papá conmigo, de hecho no sabe mucho de mi vida afectiva, pero lo he visto con mis hermanas, quienes han sido siempre muy enamoradas. Nunca va a estar listo, pero lo acepta. 

Si usted es hija... sea cursi y si usted es padre... también sea cursi. Al fin y al cabo, los recuerdos son lo que nos quedan a través del tiempo. Si quiere leer todo el texto original, dele clic AQUÍ. 

lunes, 26 de agosto de 2013

Siempre

.Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas. 
Julio Cortázar


Siempre has creído que el corazón me rebalsa y termino dando más de lo que debería dar en proyectos, en trabajos, en otros amores. Sin embargo, siempre has pensado que soy incapaz de amar.

Siempre te contradices.

Yo no sé si es correcto lo que hago, vivo como creo y puedo. Por supuesto, para alguien tan concreto y terriblemente realista esto no es lo mejor. Lo mejor sería que viviera como debo. 

Siempre me has dicho lo que debo hacer. 

A lo mejor ninguna tiene la razón, es casi seguro que ambas estemos equivocadas, una vez me dijiste que el amor verdadero siempre me iba a hacer daño, que me cuidara. No sabía en ese entonces que de quien debo cuidarme es de vos. Porque tenías razón, como casi siempre crees tenerla, tu amor me ha herido muchas veces y en distintas formas. 

Siempre pensas que los demás te maltratan y no logras ver que la que saca el cuchillo primero sos vos. 

Es muy probable que yo no haya aprendido a amar aún, puede ser. El tiempo es solo un recorrido de meses que me están llevando a otra etapa. Puede ser que tengas razón, al final voy a estar sola, que es lo mismo que decir que habrás muerto. Lo que no te imaginas es que estoy preparada para eso. Es el orden lógico de la vida, que las hijas estemos solas, lo que nunca nadie quiere admitir es que tenemos derecho a decidir si es eso lo que deseamos y prepararnos para ello. 

Siempre has dicho que soy la peor de tus hijas. 

"Siempre" es una palabra demasiado fuerte para nosotras dos, siempre nos hacemos daño. Siempre queremos tener la razón. Siempre peleamos por cosas que no comprendemos de la otra. 

Yo no puedo cambiar lo sucedido, tampoco vos, el "todavía" ha quedado flotando desde el sábado por la tarde y luego de llorarlo mucho, el muerto de esa tarde ya fue enterrado. 

En esta trinchera mía, en este cubículo bajo el aire acondicionado, veo todos tus intentos, tus patadas de ahogada, tus arrepentimientos a posteriori... y no es orgullo, ni rencor. Es simple auto defensa, es ser fiel a lo que dije que sería hace años, cuando me diste la última paliza de mi infancia. ¿Lo recordas? Te lo dije esa noche cuando entablillabas mi dedo mequiñe que quebraste... "nunca más me vas a hacer llorar". 

Siempre te voy a querer, aunque no lo creas. 

sábado, 24 de agosto de 2013

Letras y números

Esta semana, en un par de ocasiones me quedé pensando en mis incapacidades matemáticas. Es reconocida y asumida mi eficiencia haciendo cálculos numéricos y esas cosas... como tantas veces me lo han dicho y lo he dicho... lo mío es lo narrativo.

Sebastian, quien al crecer va acentuando los puntos en común que tenemos ha recibido un merecido premio por sus avances en la materia de lecto-escritura, ha terminado de leer su primer libro. La orgullosa madre me lo dijo un día de estos por teléfono. "Sigue siendo igualito a vos, hasta en los problemas con números". Resulta que es el primero en su grado, no solo en aprender a leer, sino también de terminar todo el material anual de lectura, pero a eso se agrega algo más: no da una en matemática, todo su esfuerzo escolar se ve mermado por sus fallas numéricas y mi pobre sobrino pasa frustrantes horas frente al cuaderno cuadriculado, y el tiempo se le escurre entre contar de dos en dos, de tres en tres y de cinco en cinco. No se imaginan lo que lo comprendo!

Hace años, cuando el ÚNICO profesor de matemática que tuve en tercer año de bachillerato logró lo que NINGÚN profesor pudo en trece años de estudios (subir de seis mis notas y lograr, incluso, el único diez de mi historia académica en esa materia) caí en la cuenta que no, que los números son un lenguaje no apto para seres trashumantes como yo. 

Con mucha dificultad y obligada por las circunstancias he tenido que hacer uso de ese mundo raro y dominado en su mayoría por hombres, porque, como me dijo esta mañana Miguel: "la aritmética está en todos lados". Tuve una revelación, no es que los número sean "otro idioma", es simplemente otro tipo de expresión, una forma distinta de entender la vida. Eso no quiere decir que sea la ADECUADA forma de entender la vida para mi. 

Mientras veía a ese hombre, explicándome un método para que Sebastián pueda aprender a contar "salteado" logré entender por qué a veces he sentido cuando alguien (casi) totalmente numérico no entiende cuando le hablo. Hablamos diferente. 

Sin embargo, qué chivo es cuando se encuentran algunas personas y logran entrar en el mundo del otro, adaptando sus lenguajes a un punto medio, donde los numéricos logran apreciar las letras y los letrólogos logramos entender que los números pueden generar otra sensación que no sea frustración o duda. Al fin y al cabo, así es este mundo, una conjunción de muchos lenguajes. 

viernes, 23 de agosto de 2013

Tareas...

Nunca se me diagnosticó, pero sospecho que padezco algún especie de déficit atencional, sino... ¿por qué hay tareas que me cuesta tanto terminar?

Mi enemistad con el excel es mítica e histórica, simplemente mi mente y mis ojos no están diseñados para ver en cuadriculado. Lo mío es lo narrativo.

La vida ha querido que ajustemos nuestras cuentas y NUEVAMENTE ... me ha puesto a trabajar en excel, ahora con una base de datos que más que complicada es... tediosa. Perdóname ya, vida... pérdoname.

Tengo una semana exactamente de estar luchando con esta base de datos... falta una hora con quince minutos para que termine esta jornada laboral... quiero salir huyendo.

jueves, 22 de agosto de 2013

Solo puedo confiar en un cura que pueda bailar.

Era 1996 y yo ya me perfilaba en la loca que soy actualmente. Mis camisetas negras y mis camisas manga larga, cuadriculadas me delataban como seguidora del grunge y simplemente me limitaba a respirar en las clases que no eran humanísticas, pero en cambio en las de mi opción... ah... qué feliz era. 

Aquel febrero me trajo un profesor que no sospeché que llegaría a ser tan importante en mi formación, no solo académica. Mynor me ha tenido paciencia y mucho cariño. Mi madre lo ama, cree que es mi vínculo concreto a una fe que abandoné hace unos años. Nunca me lo han dicho (ninguno) pero sé que se comunican habitualmente no solo para hablar sobre mi estabilidad emocional, sino para saludarse. Es el único jesuita que sigue gozando con el cariño imperecedero de mi mamá.

Como nunca he sido tan buena con las relaciones interpersonales, no significa que no pueda estar al lado de la gente, de tenerle cariñito, pero sé (desde casi siempre) cuando una amistad o un vínculo solo será pasajero. Eso siempre le cayó mal a Mynor de mí, decía que no me dejo sorprender por la gente, él no sabe que si me he dejado sorprender por algunas personas, solo que como una forma de protección personal no se ha dado muy a menudo.

Él me ha sorprendido muchas veces. Me dio clases, trabajo y confianza. Todo a lo largo de casi 18 años. No importa si fue cuando tenía 18 años o ahora que tengo casi 36, siempre me pregunta lo mismo: ¿has estado leyendo? ¿has viajado? ¿has ido a bailar?.

Yo no puedo confiar, me cuesta mucho. Pero él me ha enseñado. A veces no puedo dejar de lado mi tristeza natural, me cuesta mucho. Pero él me ha animado a ver que la vida es eso, poder tener el derecho de estar feliz o triste... o ambas a la vez. Es poder cantar, reírse un poco de una misma, de poder maravillarse en medio de una terrible trabazón porque recordaste algo que te sorprendió, de poder bailar (aunque no me guste mucho) canciones que nunca bailaría en estados normales. Yo no puedo soltar algunos pensamientos, pero él se ha encargado de regañarme, de esa forma en que solo pueden regañar los hermanos mayores: dándole una gran puteada que duele pero que sirve. 

De las únicas cosas que extraño de mi antigua práctica religiosa es conversar con la gente humilde y confesarme con Mynor, porque hasta ese trámite era divertido y esperanzador. Siempre terminaba con un: "vaya, te absuelvo, pero no volvas a cagarla". 

¿Por qué estoy recordando a mi amigo? Bueno, esta semana que ha sido como achicopalada está pasando ya. De alguna manera había estado oyendo música bastante mortuoria y tristona, pero de repente, de la nada y sin esperarlo... y por ello me maravilló, sonó esta... esta canción que siempre poníamos en cada reunión-fiesta-bailable que armábamos bajo cualquier excusa (cumpleaños, aniversarios, drinkings y conexos). Ese buen recuerdo me sacó una sonrisa ahora que venía en la 44 y me dieron ganas de bailar.

Yo no puedo confiar mucho, en casi nadie... pero en este cura que le gusta bailar, si puedo. 



Y te quiero así:
tan satírica y fanática,
te quiero así:
cuando vives
cuando matas
con o sin razón,
cuando callas,
cuando hablas,
cuando amas.

miércoles, 21 de agosto de 2013

¿Y si hay que morirse?

Pues uno se muere y ya. Eso no hay problema. Y una se puede morir de cualquier cosita... del susto, de la ansiedad, en un accidente, de cáncer en el endométrio, de una pinche infección, de una caída de una pinche grada... de amor. 

Siempre he pensado que morirse no es el problema. Ya lo dije, una se muere y ya. El problema es cuando los demás se mueren.

Desde el viernes pasado he tenido sentimientos y pensamientos mortuorios, en una madrugada de esas, mientras compartía la cama con Miguel, me vino a la mente una pregunta... ¿cómo debemos despedirnos? en ambos casos: si vos sos la que te vas a morir o si se te muere un amor; y cuando digo "amor" no me refiero solo al hombre que estaba a mi lado en ese momento, sino a toda esa gama de amores que una tiene: amigas entreñables, hermanas que no entendes, sobrinos que se delatan con su alegría, de los papás. 

Esta mañana ha quedado claro: no estamos listos para hablar de la muerte, de ese momento tan doloroso y tan angustiante que solo dura unos segundos antes de concretarse. Hace casi un año, un tío político murió, sus hijos, los que compartió con mi tía, hermana de mi papá, son los primos que más cerca han estado toda la vida, crecimos juntos, fuimos al colegio juntos, vivimos juntos incluso grandes episodios históricos: terremotos, guerra, muerte de los abuelos. Pues mi tío, se llamaba Alfonso, un día cualquiera salió de su casa, dejó a su mujer (su tercera pareja estable) y fue a reunirse con David (quien no solo es mi primo más querido, sino mi compadre pues compartimos a Sebastián como ahijado), estaban saludándose padre e hijo esa mañana cuando le dio un infarto. Murió 45 minutos después en brazos de su hijo más querido a las puertas de un hospital nacional y de fondo mi madre quien estaba esperando su llegada con un contingente de doctores. Todo fue en vano. 

Recuerdo que yo estaba en Suchitoto para entonces y mi hermana me llamó para darme la noticia, me sentí conmocionada, tanto como ayer, cuando leí en un periódico nacional que habían asesinado a un ex jefe que tuve. La vida es tan frágil. De hecho esa es la razón por la que nos morimos, somos finitos. 

Suelo no tenerle miedo a la idea de la muerte, pero más que todo no temo a mi propia muerte, tal vez la espero como una especie de descanso a este trajín diario y que ya lleva casi treinta y seis años dándome lata. No temo a mi propia muerte. 

Sin embargo, en estas últimas 48 horas, en las que he recordado el funeral de mi tío... recordé a su recién estrenada viuda (no sé si el término es ese, no estaban casados) sentada en un rincón de la funeraria, todas las personas que llegábamos abrazábamos a mis cuatro primos, algunos rezaban y otros nos entreteníamos a fuera de la capilla mortuoria, mientras ella, la reciente viuda, ataviada de negro riguroso, lloraba silentemente, solitariamente y nadie le daba el pésame, nadie le preguntaba si necesita algo, todos la ignoraban. Ese recuerdo sumado a la imagen que tengo de la última vez que hablé con el recién asesinado ex jefe, cuando le dije que si no ordenaba sus finanzas el negocio que tenía se iba ir de pique e inmediatamente me fui, porque no creía que pudiera salvarse nada de aquel universo caótico de libros y muertos han hecho que estas horas de pre-luto en mi vida hayan sido pesadas. 

No temo mi propia muerte, pero cuánto temo a la ajena. A ese momento de silencio que presiento que se acerca. Mi madre no ha colaborado, desde el domingo me está diciendo que "debemos hablar" y sé a qué se refiere. La muerte tiene elementos que debemos preparar siempre con antelación, para que preguntas como: ¿dónde? ¿cómo? y ¿cuánto?, no sean un problema. 

Esta mañana fui al hospital de nuevo, no es por mí. Mi papá otra vez está ahí y ahora comprendo (un poco) por qué me he estado sintiendo tan triste últimamente, es como si me hubiera estado preparando para algo que está por llegar. 

¿Y si hay que morirse? Pues si, todos nos vamos a morir en algún momento, solo que ahorita es difícil pensar en eso.

lunes, 19 de agosto de 2013

No entender...

Hay muchas cosas que no entiendo, pero el misterio más grande que a veces enfrento es tratar de entenderme a mí misma... 

Desde hace tiempo soy consciente de mis incoherencias y errores, a veces trato de no cometerlos, pero como todo ser humano, estoy a expensas de cometerlos. Por supuesto, hay días como el de ayer en el que personas, como mi madre u otras personas, se encargan en exaltarme... los errores. Ésto combinado con mis bajones de ánimo dan como resultado... estados como el que tengo ahora. 

Con indignación propia y exclusiva me doy cuenta... he estado bajoneada desde hace varias semanas, pero no lo había querido admitir, no había visto de frente a mi reflejo lloroso y me dediqué a hacerme la maje y buscar fuentes de alegría momentáneas. Pero es cierto, estoy triste y lo he estado desde hace ratos, tanto que no puedo datar el inicio de esta etapa. 

Me río, me divierto y parezco normal; pero cuando yo me habito en ese basto terreno que soy mientras estoy acostada sobre mi cama, a eso de las dos de la mañana, me encuentro con ese terrible silencio que me deja sin respuestas y sin ganas de encontrarlas. 

No he escrito desde hace más de un mes, las dos o tres entradas que he logrado sacar desde hace un mes son solo un chapaleo de verborrea que solo busca una excusa para no darme por muerta. 

¿Son las ausencias, la familia, el trabajo insatisfactorio, el soñar con gente que ya se fue, los malos cálculos en el diario vivir, o que Lelouathan siempre que aparece me sale con alguna babosada que me hace braviar? ¿Qué me tiene así? 

No es nada de eso... soy yo. No son los demás, ni los que ya se fueron, ni los que siguen acá, ni los que en algún momento llegarán. Soy yo. Soy yo y mi eterna lucha por no tomar pastillas, mi acérrima necedad de no darle la razón a la psiquiatra que insistió hace muchos años que lloraría eternamente...

Soy yo, en mi cubículo de "chica ong", con mi pelo suelto para que se me noten aún más las canas que se me doran lentamente y más a menudo desde hace un año, soy mi eterno sueter gracias al aire acondicionado, mi base de datos que nunca termino de actualizar, soy yo y la necesidad de que nadie me hable, yo y mi dolor de vientre, mi sandwich de atún, mi gana de lluvia, mi tristeza asolapada, la llamada que nunca hago y las 56 llamadas que ya hice para decir quién soy y qué hago... soy yo la raíz y el culmen de esta tristeza.

Soy yo... cantando... "like a rolling stone"... soy yo, la que sigue sin entender ni un comino de nada.