viernes, 31 de julio de 2015

Semana larga, semana cansada

Al amanecer del lunes supe que esta semana sería cansada. No me imaginaba que sería el triple de cansada de lo que esperaba. 

El primer indicio de mal augurio fue la llamada perdida de Miguel a las 6:43 a.m. Nunca me llama y mucho menos tan temprano. Le devolví la llamada y no contestó. Abrí tuiter... había paro nacional de transporte. 

Los detalles de mi recorrido para llegar a mi oficina no fueron tan trágicos, durante cuatro días iba a ver gente colgada, apretujada, golpeada y motoristas asesinados en lo que restaba de la semana. Ser salvadoreños es estar condenados al cansancio, al eterno hastío, a la continua indignación. Me dolió mucho ver las dificultades, me dolió saber que mi papá andaba en la noche dejando gente en zonas asediadas de pandillas en su microbus. Me dolió tanto dolor que se instaló en el ambiente esta semana. No, no es el sentimiento de que los salvadoreños somos "vergones" porque nadie nos detiene, no, es no tener alternativas, es no tener derechos, es no tener opciones, es tener miedo a perder el único trabajo que se tiene, es estar sometidos. Estamos sometidos por la violencia en todas sus expresiones:  asaltos, ataques de pandillas, un jefe desconsiderado, una empresa privada deshumanizada, una terrible carencia de oportunidades para todos y todas. Eso, déjenme decirles, cansa.

Mi familia, como el resto de la nación sobrevive, bien que mal. Mi otro trozo de corazón también, no sufrimos en exceso. A Miguel y a mi nos tocó caminar y eso fue todo, en distancias cortas, el peso de la edad nos atacó en los pies y en el agotamiento físico, pero eso es natural, no somos unos jovencitos. Por la noche pasar la tensión de viajar en taxi en medio de un caos absoluto, el miedo agota.

Sumado al cansancio físico por el paro, el cansancio político de escuchar cada estupidez de cada político que se dieron a la tarea de dar declaraciones más disparatadas posibles y la irresponsabilidad del presidente que se terminó yendo en medio de la crisis nacional. 

El trabajo en la oficina fue arduo, tuve que tragarme un par de enojos que espero no se conviertan en cáncer porque al final mi salud es solo mía. Abona esta gente que me saca de quicio en la oficina a no querer más que encerrarme en mí misma. 

El miércoles pasado se lo comentaba a una amiga, en tono entre broma melodramática, no sabía si iba a llegar viva al viernes, al tan esperado viernes, porque para coronar toda esta circunstancia estaba mi crisis existencial, la que no me había abandonado desde hace dos semanas, aproximadamente. 

San Ignacio de Loyola siempre decía que no hay que hacer mudanzas en momentos de crisis, de mis tiempos de religiosidad mal puesta es lo único que me ha quedado, ese consejo. La verdad, siempre me ha funcionado y entre muchas cosas es lo que le agradezco a ese viejo pelón, que sin saberlo, hace más de 500 años, fundó a los jesuitas, esa orden religiosa que se pasió en mi psique. Algo bueno me dejó.

Anoche llegué noche a casa, Miguel y Tolstoi me esperaban hambrientos y cada vez siento que los veo menos tiempo, siempre estoy haciendo algo, siempre estoy pensando algo más, siempre algo se interpone en el tiempo de calidad con ellos y con el clan. Esto para mi es preocupante. ¿Cómo será cuando vivamos juntos?, ¿siempre será así?, ¿y si se aburren y me abandonan? (el gato, el marido y los chicos), ¿me alcanzará el aliento para no rendirme y tirar la toalla en algo desconocido?, ¿tendré la suficiente fuerza para cuidarlos, cuando a veces siento que no puedo cuidarme sola? 

Tengo tantas preguntas, no solo estas, no solo las de ahorita... me acosté pensando mucho, Miguel siempre me pide que duerma, me llena de ternura esa petición que casi es un ruego, se lo he dicho hasta la saciedad, estoy cansada, tan cansada. Me abrazó y cerré los ojos.

Abrir los ojos esta mañana fue el momento de revelación de la semana, recordé que ya he estado en situaciones nuevas y siempre he sobrevivido, he sentido miedo y sobreviví, no creí lograrlo y aún así, lo logré. Salí de mi casa resuelta a superar este último día de trabajo antes de vacaciones. La luna en su esplendor entra por la ventana que queda frente a mí en la oficina, aún no me he ido y sé que falta mucho, brilla la luna hermosa aún a pesar de las circunstancias, no importa. Mi cuerpo está cansado, no mi resistencia. 

viernes, 24 de julio de 2015

Me has lastimado

Sé que en general esto no te preocupa, últimamente lo haces con frecuencia... eso me da la idea de que nos estamos acostumbrando a tu indiferencia y a mis ataques de pánico. 

Quizá vos no logras ver que me cuesta mantenerme cuerda, que me preocupa cuando te vas, cuando estás, cuando estás tan distante, cuando por alguna mágica razón dejas que te acaricie. No logras ver que no puedo acercarme a casi nadie, que vos sos depositario de un cariño casi infantil y tierno que a veces solo necesita reciprocidad. A veces he pensado que cuando logras ser cariñoso y te acercas tanto como para que mis imperfectos dedos te toquen, es un acto legítimo y honesto. A veces no sé qué hacer.

Me has lastimado. Lo terrible es que lo he permitido, te permití darme dolor en una herida reciente, sacaste las uñas y las clavaste en mi lugar adolorido. Esta mañana te vi con la recriminación tardía y con vos sufrieron mi desprecio el resto de los seres vivos, porque soy así de miserable, cuando me enojo con alguien siento que el mundo está en mi contra y no tengo más remedio que detestar todo lo que me rodea. 

¿Qué hago ahora? Vine por todo el camino pensando, ¿qué debo hacer?, la respuesta podría ser dejarte salir y que te vayas, por supuesto lloraría mucho, el miedo que me daría sería insoportable, ¿serás capaz de defenderte?, ¿regresarías acaso, como si nada ha pasado y dejarías que te abrace? ¿y si me marcho yo?  ¿y si la que debe ser valiente soy yo?

Esta mañana, al llegar a mi apartamento, te lo he dicho claro, con todas sus palabras... me has lastimado y supe en tus ojos que no me entendés, hablamos idiomas distintos. Aún así, en vez de reprocharme y decirme "vos también me lastimas y enardeces mi entorno", en vez de gritarme que yo también soy una mala persona, en vez de atacarme de nuevo... te acercaste y me acariciaste la mano. Recordé que a veces nos lastiman, pero eso es algo que no se puede evitar cuando se quiere a alguien y que a veces no es por maldad. No te justifico, Tolstoi. Solo trato de entenderte... y entenderme. 


jueves, 23 de julio de 2015

Serrat y una canción que siempre está conmigo.

Viene Serrat, en octubre, exactamente un día antes de mi cumpleaños.

Resulta que Serrat está ligado a mis recuerdos de infancia, entre los 3 y los 6 años, que son simplemente mis mejores recuerdos de mi edad enana. Perfectamente recuerdo a mi papá cantando "Qué va a ser de ti lejos de casa... nena.. qué va a ser de ti?" y a mi mamá tarareando aquella de "acuérdese que tuvo usted la piel firme" y yo meneando mi cuerpecillo con dos pies izquierdos al verlos bailar a ellos, amarrados en un abrazo. 

Luego descubrí aquella de "los pequeños bajitos" y por supuesto, yo que tengo el alma vieja, tuve que encajar de la mejor manera ser pequeña en un mundo lleno de adultos hasta que llegué al colegio y conocí a mis congéneres y por supuesto, terminé odiándolos. Yo quería ser adulta, si... a los 10 años.

Pero el pobre Serrat, a pesar de parecerme muy guapo cuando era joven, tuvo que ser guardado en mi memoria a mediano plazo porque había que hacer espacio para otros trovadores y me sumergí en otra música y otras experiencias. Mi niña de 10 años se quedó con Serrat.

Y bueno, tuvo que ser Miguel el que me recordara mi gusto por Serrat, sé que él piensa que no me gusta tanto, quizá porque va detrás de Silvio, Sabina, algunos argentinos y otras canciones esporádicas, pero si, si me gusta.

De hecho, la noche que  me enteré del concierto inmediatamente se lo comuniqué a pesar de ser ya entrada la noche. Por supuesto, él que piensa que es el paladín de las buenas costumbres me regañó por estar viendo mi facebook cuando he dicho que iría a dormir. Es un loquillo...

He tenido días raros últimamente, anoche se lo decía al paladín... no hay una razón exacta o precisa para sentirme como me siento, a veces creo que si, pero no. Lo único certero es que he vuelto a ser la tímida y asustada niña de 10 años en algunos momentos del día. A veces me regreso a la fuerza a la adultez, porque qué barbaridad andar con miedos o inseguridades que otros no ven, pero la Karla de diez años me pide atención. Me pide que sea responsable con ella. Yo le digo que me cuesta, que ahora tenemos la ayuda y auxilio de Miguel, pero que no podemos depender de él, como nunca hemos dependido de nadie. Anoche, la KR de diez años y esta que escribe, con 37 años encima, lloramos, nos abrazamos y acariciamos al gato, esperando que el espanto, el dolor y el enojo se nos pasara. Tomamos decisiones que aún no comunicamos a nadie y esperaremos el tiempo adecuado para exorcizar a todos estos demonios que nos asustan. De fondo sonaba la canción que nos ha acompañado desde hace tanto tiempo. Serrat es el papá amoroso y fantasmal que nos acarició la melena negra y nos dijo... "no tengas miedo, acá estoy, además... siempre has sido muy valiente"

Iremos a ver a Serrat, se lo debo, prometo que ese día voy a cantar con toda mi alma y mi niña interior, aquella de 10 años, esta canción que siempre ha sido un consuelo. Prometo cuidar a mi niña de 10 años, al fin y al cabo, ella es la que siempre ha estado conmigo. Así, la KR de 10 años y la de 37... entraremos a los 38.


martes, 21 de julio de 2015

La caída

Me duele la mano izquierda, cuando caí, fue con la que quise evitar golpearme tanto, recibió por tanto, casi todo el peso de mi cuerpo y a ese se le suma la gravedad que me tiró al suelo. 

En la rodilla izquierda tengo un raspón, no es grande, pero está justo donde se unen los huesos y el movimiento que estira la piel me hace sentir cada una de las fibras de tejido, el color rojo oscuro y el violeta feo rodeando, todo me recuerda el momento de perder el equilibrio. 

Todo fue rápido, instantes, fracción de segundos, saber que voy directo al suelo, sin saber qué hacer, ni qué decir, ni a qué aferrarme. La oscuridad bajo mis pies era inmensa, corto el trayecto para estrellarme en el asfalto. Es curioso, en el momento de caerme no me dolió nada, solo escuché la voz de Miguel diciendo mi nombre. Una sabe de la mortalidad en esos momentos. Creí que quebraría mis lentes, me asusté. El ruido, la gente alrededor, los ojos ajenos sobre mi cuerpo desparramado, las mujeres asustadas preguntándome ¿se golpeó? ¿está bien?

Las manos ayudándome a levantarme, Miguel guiándome aún a tropezones, sentir el peso inmisericorde de la cólera y  la vergüenza. Al llegar a casa, al fin, ponerme hielo y sentir esa dualidad frío-calor en diferentes puntos de la mano derecha y descubrir que en la izquierda tengo un morete y una inflamación discreta justo abajo de la muñeca, ese mismo lugar donde ya tengo otras cicatrices. Mi quijada impactó en el suelo y tengo un golpe que me hace ver como un osco orco. 

A la mañana siguiente, mientras cae el agua tibia sobre mi cuerpo encuentro más rastros del mal momento, un golpe en el brazo derecho, justo abajo del hombro, otro morete en la cadera derecha y pequeños aruñazos de pavimento en el muslo. Me duele el cuerpo en general.

¿Cómo es que he caído? Alguien me empujó, alguien me atacó, alguien puso una visión en mis ojos y eso me dejó desamparada en el miedo terrible de la soledad, alguien buscó el ladrillo adecuado donde pondría mi pie y lo ha quitado, dejándome con el paso en el aire... ¿qué me ha pasado?

Lo sé, no es primera vez que caigo, lo que no logro saber aún es... ¿cuándo será la última vez que suceda? ¿podré levantarme la próxima vez?

jueves, 9 de julio de 2015

Prioridades

Ayer hablando con una amiga me di cuenta, en los últimos meses, en especial, las últimas semanas, he estado llena de cosas, de trabajo... en la oficina, con el negocio, con mi familia, con el clan, con mis buenas intenciones de retomar mi escritura fuera de blogs. Todo es importante. 

Siempre he sido desordenada en mis prioridades, supongo que es el orden que siempre he deseado, porque al final soy desordenada porque la gente cree que soy desordenada, solo porque mi orden, no es como el de ellos.

A veces me he descubierto con la infamia de darme miedo decir "estoy construyendo una familia", porque seamos honestos, el "curso normal" de construirla es quedar embarazada, parir y criar a la criaturita, pero como siempre, las cosas me llegan como tienen que llegar, para sacarme de mi zona de confort y esta "familia" en la que me estoy insertando ya viene crecida, en edad y en número. A veces me siento como intrusa, como visita, como alguien que puede o no llegar x días, a veces me da miedo que siga así. 

Mis papás me enseñaron que la familia es SIEMPRE la prioridad... LA prioridad máxima. He sido feliz creciendo así; por ello, ahora este clan, compuesto por Miguel y sus cinco hijos, es mi prioridad, aunque a veces no pueda entender, aunque a veces no pueda soportar la pena con ellos, aunque a veces no logro articular algunas frases. Encontrarme acá es raro, no malo, solo raro. 

Hace unas semanas empecé a quedarme a dormir en casa del clan, jamás había pasado por esto, siempre ha sido mi casa, mi espacio, mi territorio, mi refugio, el mío y el del gato que me acompaña desde hace un año. Mi espacio con mi desorden y mi orden, mi espacio con mis horarios (los rígidos y los flexibles), mi espacio con las personas que yo he elegido, mi espacio y mi soledad. Caer en la cuenta que eso terminará pronto es terriblemente preocupante, no porque no pueda, no porque no quiera, sino porque una etapa de mi vida terminará y a mi, eso de los cambios, aunque me gustan, me asustan. Lo sé, soy una ilógica. Siento que con el fin de esta etapa de mi vida, también termina una parte de mi. 

Luego viene la consecuencia, con el inicio de otra etapa de mi vida, también inicia otra parte de mi, que ya he sacado con mi propia familia. Por tanto, con lógica, es algo con lo que puedo. Es algo que he decidido con libertad y aunque me asusta, no importa, es mi decisión. 

Cuando a veces he estado muy ocupada, distraída, ensoñando, ya me ha caído un mensaje, nuestro grupo en whatsapp se llama así, como ellos, el clan. Alguno preguntando por qué no he llegado, otro preguntando si no estoy enferma, una preguntando algo sobre realidad nacional o todos poniéndonos de acuerdo para preparar el regalo del día del padre. Todos esos mensajes me dejan un solo mensaje... no hay razón para sentirme fuera de ellos.

Hago una relectura de mis prioridades, me fijo detenidamente en los detalles, en las fechas, en los objetivos en todo lo que hago, absolutamente todo (el trabajo, el negocio, mi ejercicio de escritora... todo) y todo apunta a una sola cosa: esta familia, que a veces no siento mía, pero que deseo asumir con la valentía con la que he asumido mis mejores retos.   

Tengo claro algo, mis prioridades siempre me han sonreído. 

Con olor a mar...

Mi querido Alejandro:

Fuiste el último en llegar, el último del que me enteré de su existencia, el último en llegar a mi corazón dentro del Clan. Has sido un gran cierre, un broche de oro.

Debo decirte que el día que te conocí me hice muchas preguntas, demasiadas creo, pero igual, para mi eso es "natural", hacerme preguntas. Descubrí que tenes esa mirada curiosa y esa manera de sonreír como diciendo "cuando vos vas, yo ya vengo". Me encanta tu inmensa capacidad numérica, tu inteligencia sin pompones. La sencillez y practicidad son tus aliados.

Cientos de cipotes como vos pasaron por mi oficina durante mis tiempos de profesora, siempre he pensado que para combatir mis malos humores me viene bien observarlos y, te lo confieso, eso hago, te observo a vos y a tus hermanos, a tus hermanas y confirmo, como anoche al verte comer papitas fritas, que no ando tan errada en la vida al escogerlos a ustedes como depositarios de mi cariño. 

Hay muchas cosas por realizar Alejandro, juntos y por separado, estoy segura que todas serán buenas, vamos a barnizar una mesa, vamos a comer cosas ricas, vamos a conversar en inglés para que practiques tu gramática y a mi me ayudará a alejarme de la dramática escena de quedarme callada ante un idioma diferente al mío. Vas a hacerme preguntas, de esas que te encanta hacerme para probar si sé algo, para ponerme a prueba, como lo hace tu papá en algunas ocasiones y yo me reiré en mi interior al pensar que hasta esa técnica le heredaste, te contestaré y con un pequeño dejo de cariño te haré saber que no sé todo, pero si lo esencial. Te vas a enamorar de una muchacha guapa y te sentirás desamparado ante las emociones, ante las sensaciones y yo te daré el consejo que siempre me dio mi padre, "la decisión tomada, siempre es la correcta". Te daré algún remedio cuando enfermes y siempre recordaré que vienes, como dijo Roque, con olor a mar.

Hoy llegas a los 18 años, legalmente sos un ciudadano y la vida te sonríe y yo también.