martes, 15 de diciembre de 2015

Cosas de familia

Escena de domingo, previo a salida familiar:

Lorena (mi hermana): Sebastián, ¿ya estás listo?
Sebastián: Si mamá... (en su tono más distraído mientras mi hermana se termina de alistar)

- 3 minutos después -

Lorena: Hijo... ¿ya estás listo? Nos vamos nomás me termine de alistar, no quiero que nos vayas a atrasar...
Sebastián: Ya estoy listo mamá... (sigue tirado en un sillón de la sala, haciendo zapping)

- 3 minutos más tarde -

Lorena: ¡Sebastián! ¿estás seguro que ya estás listo?
Sebastián: ¡Mamá! ya te dije, ya estoy listo, te estoy esperando...
Lorena:  vaya.

Nótese que Lorena es la que no se está apurando para salir y que en esa preguntadera a mi sobrino sobre su estado de arreglo está dilatando aún más el tiempo...

Lorena:  Sebastián Rauda, ya casi salgo, no quiero ver que no estés listo!
Sebastián (ya exaltado por la preguntadera):  ¡Mamá... yo ya nací listo!


¡Amo a mi sobrino!
*Cualquier parecido genético en nuestros caracteres es mera coincidencia*

lunes, 14 de diciembre de 2015

Nerviosismos

Lo confieso, soy un nudo de nervios en algunas ocasiones. 

Habiendo dicho eso, confieso que por lo general eso pasa en mis ámbitos más cercanos, como ayer, cuando por primera vez mi familia se sentó a comer con Miguel en lo que fue una especie de "formalización" de mi relación con el hombre. 

Siendo que somos pareja desde hace más de tres años, este hecho no había sucedido... lo confieso, también lo había postergado durante mucho tiempo. No es por pena, no es por falta de ocasión, sino por falta de ovarios. Me daba miedo exponer a Miguel a la mirada inquisidora de mi madre. Soy un cliché. 

A todo chompipe se le llega su navidad y así... ayer nos embarcamos a la aventura de compartir un almuerzo con mis papás. Sobrevivimos. No sirvo para las formalidades, pero esta era necesaria, ahora fue divertido contarle a Emilia los detalles de la ocasión, como dice, tenemos esa capacidad intacta de poder burlarnos de nosotras mismas, a punta de risa nos sanamos las aflicciones y agarramos aire para seguir lo que vamos viviendo. Agarramos valentía para los planes que ya hemos emprendido. 

El nerviosismo se me acabó cuando nos levantamos de la mesa y supe que lo hecho, hecho está. Ahora falta solo terminar de armar mis maletas, recoger mis recuerdos más precioso, esos que ando acarreando desde hace diez años, soltar mi tiempo de soltera e instalarme en mi nueva casa. 

Lo confieso, soy un nudo de nervios... casi siempre. 

jueves, 19 de noviembre de 2015

Pecados de juventud

Me gusta la música, no quiere decir que tenga un buen gusto como tal, simplemente encuentro en las notas de una canción la facilidad de guardar silencio e ignorar a la gente o solo me gusta de verdad escuchar otras cosas que no sean mis pensamientos.

Estaba esperando a que salieran unos artes finales en la oficina y como había terminado mis tareas asignadas del día me puse a pensar cuál ha sido la canción que me ha gustado desde hace años y que de alguna manera me ha dado pena decir que me gusta. Hay muchas, casi todas son pop, no solo pop, sino que del pop chicloso de los noventas, cuando era una adolescente aturdida y confundida, pero de eso voy a contarles otro día.

Hoy les voy a confesar un pecado de juventud, me gustan algunas canciones de Mónica Naranjo, ajá aquella mujer esbelta de cabellera bicolor que apareció hacia el final de la década de los noventa. Vaya ya lo dije. En fin, mi favorita de ella es "sobreviviré".

Era el año 2,000, tenía 23 años y devoraba libros, daba clases y seguramente había terminado con algún tipo que no logro recordar, porque la canción habla precisamente de sobrevivir a la ausencia de algún macho alfa. No se imaginan cómo me ayudaba escuchar esta canción en las madrugadas mientras estudiaba para los parciales de Letras.



Mónica había dejado su cabellera distintiva blanco y negra y ahora parecía un poco normal, claro, hasta que uno veía el video y comprobaba que seguía igual de loca, pero eso a mi no me importaba, su derroche de sensualidad no me molestaba y su voz me parecía terriblemente poderosa.

Si uno le pone coco a la letra en realidad es una canción muy triste, donde una persona solo puede hacer una cosa: rumear a gusto una cólera satánica.

Luego vino la versión en vivo, porque por supuesto la canción tuvo mucho éxito en aquella época y Mónica salió al escenario con un séquito de bailarines que le hicieron comparsa para gritar al mundo una fortaleza recién estrenada luego de una derrota o una hecatombe emocional, yo pasé días completos oyendo esta canción, buscando precisamente un poco de fortaleza porque en mi paraíso extraño no lograba quedarse nadie.




Pues resulta que no acabó ahí. Para algunas personas, en especial las más duras, el tiempo es una cuestión que pasa sin darnos cuenta, hasta que alguna debilidad nos encuentra y el dolor nos abraza. Me ha pasado a mí y a Mónica. Ya no somos las jóvenes que hace quince años nos acompañábamos sin saberlo. Aunque una de las grandes ventajas de hacernos viejos, es que algunos daños nos dejan de doler y sanamos.

Nadie lo sabe, pero cuando estoy sola en casa, mientras hago limpieza o me siento a coser en la máquina o simplemente me dispongo a escribir pongo esta canción y me deja con el ánimo bien puesto, Tolstoi ha sido el único que me ha visto cantar con la escoba como micrófono. Pero todo cambia, como diría la Meches... así llegó el 2009 y Mónica en un intento de parecer menos loca y un poco más conservadora se alzó con una gira acompañada de una orquesta sinfónica. Mire, niña... su hermosa cabellera ya no está, pero la cabellera del director de orquesta es maravillosa.



¡Mónica! ¿qué le pasó a tu voz? Si, hemos envejecido, también tu voz prodigiosa y gritona, pero agradable se ha ido, tu rostro es otro, tu cabello tiene otro color y disculpame que te lo diga... qué vestido más feo.

Me encantan las versiones con orquesta de tantas canciones, hasta las más inverosímiles, pero esta no, no es la canción que me ha hecho llorar de la emoción en algunas madrugadas de borrachera solitaria. Pero esta... esta no eres tú, no es nuestro himno.

Yo tampoco soy la de hace quince años, ahora tengo sobrepeso, sigo tan tímida como siempre como para no permitirle a nadie, a excepción de Tolstoi, que me vean cantando a gritos y gestos esta canción, pero ahora me voy a buscar más allá de las cosas y resulta que esta noche me enteré que esta canción no es original de Mónica Naranjo. No.

Sobreviviré es una adaptación de la canción Fiume Azzurro, de Mina, ¿Quién es ella? Bueno, una de las grandes cantantes italianas de los años 70's, por supuesto su voz no tiene la potencia de la andaluza, pero me pareció una canción bella en su versión original, que por supuesto, les comparto acá.



Por supuesto, la canción no la escribió Mina, pero si fue ella quien en 1972, cinco años antes que yo naciera deleitó a toda Europa con esta y otras canciones.

Uno de joven es algo ingenuo y pecaminoso, es lo único que puedo decir al respecto. Aún así, sigo teniéndole mucha estima a la versión de Mónica, de hecho se escucha muy bien a todo volumen, ahora que estoy en la oficina sola.

martes, 17 de noviembre de 2015

Ese misterioso lugar llamado corazón

Mi corazón no le pertenece a nadie, es mío. Lo que sale de él es mi responsabilidad.

A veces no sé qué hacer con él, lo admito; en otras ocasiones no sé cómo reaccionar ante sus exigencias, pero a lo largo de los años he intentado llegar a un acuerdo armonioso para no matarnos mutuamente. No es fácil. 

Por extraño que parezca, la gente que logra llegar a él es casi imposible que salga, no es ingenuidad, es simplemente que me siento amada y amo a esas personas, que en esencia son mi familia, mi mejor amiga, mis cipotes adoptivos y los miembros de la tropa galáctica. No es que no quiera al resto de la humanidad, es que me detengo justo a tiempo para no sobrecargar a esa máquina que me bombea sangre.

¿Qué pasa cuando dentro de mi corazón se enfrentan dos o tres afectos distintos? Tiempo, quisiera tener más tiempo o partirme en cinco personas, una dedicada para cada área de mi vida: mi familia de origen, mi familia actual, mi trabajo/mi emprendimiento, mi amiga y locuras por hacer y una solo para mi, para no soltar los ratos de soledad que tanto bien me han hecho toda la vida. Pero no puedo, no puedo y algo me dice que no es correcto. Toca hacer malabares.

¿Será acaso que ando sentimental y no logro ver que los reclamos, los encabronamientos, las exigencias afectivas, el llanto por el teléfono son solo formas de afecto de la gente que está en mi corazón? Lo peor de todo es que si los entiendo, no los comparto, pero si... los entiendo, sería genial que ellos entendieran que estoy reacomodando todo para seguir siento la misma persona que los ha querido durante todos estos años. 

Esta mañana Miguel me dijo que casi termina de ordenar y limpiar su closet, ese hombre... como yo, está acomodando todo para que yo me instale en su vida definitivamente; durante varias semanas lo he visto buscar espacio para mis cosas, ideando la forma de que yo no me deshaga de nada de lo mío, dándome la bienvenida con todo y mis libros, mis afecto, mis planes, mis miedos y mis esperanzas. El resto de habitantes de mi corazón deberían estar felices por eso, yo estoy feliz por eso. 

Esta mañana hablé con mi madre, de nuevo me ha reclamado amar a otras personas. Esta mañana mi amiga me ha informado que algo le molesta, esta mañana he llorado un poco. Esta mañana las he entendido... porque ellas están en mi corazón también.    

Posiblemente todo se reduzca a algo bien sencillo, a este misterioso lugar llamado corazón le va haciendo falta estrenar una nueva forma de seguir queriendo a sus habitantes. Una forma que nos deje a todos felices. Incluyéndome. 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

26 años de esperar cambios

Hace 26 años empecé a escuchar disparos cada vez más cerca de mi entorno, yo tenía 12 años, una hermana, unos papás que echaban riata de sol a sol y estrenaba la manía de andar buscando libros guardados bajo llave para leerlos solo por el pinche morbo de saber qué decía, por lo general esos libro ocultos por mi papá eran de Roque Dalton. Lo recuerdo como si fuera ayer.

Yo sabía que había guerra en mi país, me lo decían las noticias a diario, los cuerpos de dos mujeres mutiladas que vi un día camino al colegio y la muerte de los papás de dos de mis compañeros en segundo grado, me lo decía en susurros mi papá. Me lo decían, aquel anochecer, las balas, los pasos de "los muchachos" en el techo de mi casa, la oscuridad y la ausencia de mi papá. 

Tengo 26 años de haber dejado de ser niña, la guerra se llevó una importante parte de mi infancia, la ofensiva "hasta el tope" fue un momento decisivo, en el momento de llegar a nuestro refugio, luego de aguantar falta de agua y luz, tiroteos, amenazas de bombas frente a mi casa, ver heridos, darles de comer a "los muchachos", soledad de mi padre, la dureza de seis días de terror, de muerte y olor a quemado, cuando llegamos a casa de mi tía todo terminó de destrozarse, vi en la televisión como alguien extendía enormes y blancas sábanas sobre los cuerpos de los jesuitas. Lloré, no entendía la razón, pero igual lloré. 

El doctor que nos acogió en su casa, el patrón de mi tía, nos revisó a todos los niños que íbamos en la caravana que buscaba vida, yo era la mayor de todos mis primos y mi hermana, yo fui la última, encontró que tenía quebrado el dedo meñique de la mano derecha, pensó que me lo había quebrado en la huida, no tuve el valor de confesarle que mi mamá me lo había quebrado el 11 de noviembre, cuando me dio la última paliza que alguien me ha dado. No tuve el valor de decirle que ya no iba a dejar que nadie en la vida me hiciera daño. Me vio llorando y me insistió que los curas muertos no eran los de mi colegio, no importa, le dije, lloro porque los mataron. 

No recuerdo cuánto tiempo pasamos en aquella finca, era mi lugar favorito en todo el mundo. En aquella finca siempre encontré refugio.

Han pasado 26 años, el doctor murió hace años, mi tía ya no trabaja ahí luego de más de 40 años, la echaron los nietos del patrón. Han pasado 26 años, el salario mínimo sigue siendo de miseria, el acceso a la salud y la vivienda dignas es casi imposible, la educación es "tantito" igual o peor que antes, las oportunidades laborales son escasas y si tenes trabajo, dale gracias y rendile pleitesía a tu patrono porque al menos tenes trabajo y de paso no te quejes. Han pasado 26 y los políticos ahora son millonarios y los millonarios ahora quieren volver a ser presidentes. Han pasado 26 años, entre esos, 8 de gobierno de izquierda y nada, nada, absolutamente nada ha cambiado. Siguen oyéndose disparos por la noche, siguen habiendo desaparecidos y papás y mamás que buscan a sus hijos e hijas en quebradas, basureros o pozos, en medicina legal y en la cárcel. Han pasado 26 años y aún hay ganas de llorar por los que son asesinados. Han pasado 26 años y todo es igual y todo es tan distinto. 



Que devuelvan lo robado
que entreguen luego, luegito
todas las tierras robadas y también el dinerito
porque no permitiremos ya más trampas, el plebiscito.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Lo que hacemos con las manos...

repercute en el corazón.

Se lo decía ayer a Miguel, seguramente en una vida pasada fui carpintero o alguien que hacía cosas con las manos, reparaciones, construcciones... o simplemente es la herencia familiar de ser nieta de un agricultor, sobrina de un albañil, de un electricista y un "hacelotodo", o simplemente siempre me he dedicado a arreglar lo que otros desechan.

Estas semanas me estoy dedicando a entrar a un nuevo espacio, a una nueva forma de vida, tan desconocida y tan llena de temores para mi, pero tan rica, tan rica, que el 95% de las personas que conozco la han establecido ya, y como me ha pasado en casa de mis papás, ha habido dos formas de "ser parte" de la manada... cocinando y arreglando cosas.

El sábado me dediqué a renovar un chinero de madera, tan viejo como el mal pensamiento, todo esto no sería en realidad importante o valioso si lo hiciera sola. Fuimos a la ferretería con Marcela, lijamos el mueble con empeño y determinación con Gerardo, lo barnizamos con Miguel.

Posiblemente las cosas no son nuevas, simplemente necesitan un poco de dedicación para sigan lindas. Reconozco que a veces me emociono y quisiera renovarlo todo, pero no puedo y a veces me daré cuenta que no me corresponde, pero es mi forma de decir "si quiero tener esto con ustedes", porque al final he encontrado a las personas que me han sacado de mis soledades.

Y si... quisiera una lijadora eléctrica, un serrucho, variedad de pinturas, un taladro y un tablero en Pinteres que se titule "For the home" (que es lo único que tengo de todo lo mencionado) pero lo que siempre quiero, más que todo eso, es el entusiasmo de construir un hogar entre todos.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Desesperanza

A veces nos cansamos, nos llenamos de desaliento. Una llamada, una noticia, una mala noticia, un llanto, un arrepentimiento ajeno, el tiempo, el trabajo atrasado, el trabajo en exceso, la salud que flaquea, la cotidianidad. Tenemos derecho al cansancio, al querer estar solos, a la distancia, al silencio. Se nos desgastan las palabras y quisiéramos dejarlas descansando un buen rato. 

Ayer recibí un mensaje, ha sido el mensaje más triste que he recibido en muchos años... y entiendo. Entiendo porque aunque no han sido las mismas circunstancias, yo también me he sentido desolada cuando me he enterado de algo feo. 

¿Cómo sobrevivimos al desaliento?, ¿es justificable largarnos una temporada a la montaña, solos, ermitaños, huraños, herméticos?, ¿es justo para nosotros? Claro que si. Claro que si es correcto pensar que queremos mandar todo a la mierda, sería maravilloso. Pero resulta que los problemas que a veces nos llegan están ligados a lo que somos... padres, hermanas, tías, hijos. Lo que nos deja exhaustos está ligado a quienes amamos. El amor a veces nos trae dolor.

En lo personal, jamás entenderé a la gente y sus malas decisiones, pero, ¿quién soy yo para juzgar el miedo ajeno? Aún así, comprendo que la vida nos tiene que poner límites, nos tiene que dejar quietos un rato para aprender, para rectificar, para tener espacio de maniobra y tomar otro rumbo y rogar que ese rumbo sea mejor. 

A veces nos cansamos, nos llenamos de desaliento. Pero es más soportable cuando las cargas son compartidas. Yo que soy triste por vocación lo sé perfectamente... y vos que me lees, acordate, no estás solo. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Margarita

Podría iniciar este post diciendo que "está linda la mar", pero no. Niña Margarita y yo coincidimos ayer en el seguro social. Ella tiene 89 años, diabetes, prótesis en ambas rodillas, un ojo con cataratas y epilepsia. Yo tengo dengue y apenas 37 años, que comparados con los de ella, son pocos.

Encontrarla sentada en una silla plástica, incómoda y pequeña no fue una casualidad, cientos de salvadoreños que pasamos a diario por el hospital del ISSS, en Zacamil nos enfrentamos a las grandes carencias de los nosocomios públicos, además de las carencias emocionales de las enfermeras y doctores, aunque admito que no todos son iguales, hay unos mejores y otros peorcitos.

No tengo abuelas, la única que conocí se me murió cuando yo tenía dos años recién cumplidos. Quizá esa sea la razón por la cual, cuando mis defensas están bajas, más de alguna abuela siempre se convierte en una fuente de conversación, historias y comprensión. 

Mi naturaleza retraída hizo que ella fuera la que iniciara la conversación, me preguntó qué tenía, le dije que desde hace unos días tengo calentura, dolor de cabeza y rash. "El zancudo le picó a usté" me dijo, refiriéndose al insecto que transmite el dengue.

Al inicio intenté no conversar con ella, pero fue inútil. Me contó, en más de tres horas de espera que solo tuvo una hermana, que murió muy joven y que su marido tiene 15 años de haber muerto, que tuvo tres hijos, un niño que se le murió teniendo un año de vida y dos hijas, una murió cuando cumplió 50 años y otra, la única viva, está en Panamá. Vive sola en un cantón allá por Plan del Pito.

También me contó detalles hermosos, como que su esposo era maquinista en los trenes que llevaban sus vagones atestados de gente desde San Salvador hasta Sonsonate y viceversa, que se enamoró de él a los 19 años y que tuvo que aprender a tortear para poder "ser su mujer"... "viera cómo sufrí" me dijo, me dijo eso al decirme que las mujeres estamos destinadas a llorar cuando nos enamoramos. Me contó cosas no tan agradables, como cuando su marido la golpeó tan fuerte que le quebró una costilla. Odié a su difunto marido.

"Lo extraño" me dijo de repente, refiriéndose al marido occiso. Se casaron cuando cumplieron 40 años de estar juntos y como costó tanto que se casaran, por eso ahora que es viuda no se quita el "de". "Por eso me llamo Margarita DE Aquino", me aclaró. Me contó que a veces, por las noches, ve cosas feas, sobras que la acecha, pero también me contó que a veces, mientras está calladita, se le "ocurren cosas en la mente" y que se ríe mucho de cada puntada.

Por supuesto, hay gente que la quiere, una vecina, que vive frente a su champita que le lleva comida todos los días, "no hay día de dios que esa mujer no me alimente", me dijo. Yo me alegré. "También tengo un nieto, ya tiene una niña de 16 años, yo le digo que no se arrejunte con naiden... que estudeye", me dio ternura su consejo a su bisnieta. Espero que esa bisnieta lo tome en cuenta.

Niña Margarita iba justo antes que mi para pasar consulta, andaba en búsqueda de sus medicinas para la diabetes y para la epilepsia... "los ataques", les dice ella a los episodios epilépticos. Dice que no recuerda muchas cosas. No le creo. Me ha contado su vida a lo largo de casi 70 años. Con detalle me describió su primera casa, donde nació, allá por el Parque Centenario, los juguetes de sus hijos, el llanto de su esposo cuando murió su único hijo varón, de su operación a los 28 años para sacarle la matriz, "estoy hueca desde entonces, por eso ya no tuve más hijos", me dijo. 

Cuando fue su turno, la vi caminar con su bastón pelado y corroído y cerró detrás de si una puerta de madera, a los pocos minutos salió y yo estaba lista para entrar a mi consulta, se me quedó viendo y me dijo "ya va a estar buena, ya va a ver" y se fue, mientras yo entraba a conocer a la doctora más impersonal y nefasta que he visto en meses, solo pensé en lo que le habría dicho a niña Margarita de sus dolores, espero que con ella haya sido de verdad doctora. 

Al salir con mis recetas de medicinas, la incapacidad médica por tres días y mi conjunto de dolamas, ya no vi a niña Margarita, ya se había marchado de aquella fea sala de espera. Posiblemente jamás la vuelva a ver, pero si la ven, díganle que me alivió muchos mis dolores con solo hecho de escucharla, que quiero invitarla a un café con pan y a que me cuente mucho, mucho más. Si la ven, díganle que hay una "especie" de mujeres, que como ella, aún nos reímos de las cosas que se nos "ocurren en la mente".

jueves, 8 de octubre de 2015

60 días

Anoche no podía dormir, eso no es raro en mi, desde que tengo memoria he tenido problemas para eso. En cambio soñar... eso lo hago hasta despierta.

Estaba acostada en la cama y Tolstoi exigía su cuota de caricias del día y me puse a hacer cuentas mentales. Me di cuenta que tengo exactamente 60 días para vivir en mi apartamento. 

60 días.

No soy partidaria de andar contando días porque una se hace bolas y luego no me dan bien el vuelto y la que termina perdiendo soy yo. Aún así no pude evitar pensar en TODO lo que tengo que hacer antes de abandonar mi apartamento. 

Irme. Jamás me había estresado una mudanza, ni siquiera cuando me mudé lejos y con tres trapos. Ahora me mudaré cerca, con los mismos tres trapos. Haciendo un cálculo rápido pensé en cuántas cajas necesito para mis libros, cuantas bolsas para meter mi ropa, cómo debe ser la logística para acarrear mis cacerolas y la infinidad de especies que tengo puchiteadas por toda la cocina. Caí en la cuenta que pocas las cosas pesadas. Creo que, a pesar de haber ido adquiriendo algunas cosas, sigo siendo de "equipaje ligero"

¿Qué tiene en particular esta mudanza? ¿Qué es lo distinto en esta ocasión? ¿Por qué pienso en ello con tanto tiempo de anticipación?

Posiblemente muchas mujeres no vivieron este proceso como lo estoy viviendo yo. Algunas inician su largo viaje a la casa que compartirán con un marido con algarabía, otras con caos, otras con la sonrisa franca de una muchachita de 21 años que no le importa pasar penurias con tal de estar con su príncipe rescatador. 

En mi caso, no hay un príncipe rescatador, no habrá soledad entre él y yo, no esperaremos hijos en común, no tendré el miedo inmenso de parir, no me asustaré ante sus borracheras primeras, ni habrá dramas sobre el tema de la infidelidad, no habrá nada de eso. Al menos no en escalas terroríficas, posiblemente sean otros miedos, otros sustos, otro ritmo.

Fui consciente anoche de que nunca más volveré de mi trabajo y me sumergiré en el silencio de mi espacio personal, solo interrumpido por los ronroneos de Tolstoi, no habrá televisor apagado, no habrá chance de no cocinar, no habrá chance de levantarme a la hora que me pegue la gana, no tendré un espacio solitario para leer o escribir o coser, no preguntaré la opinión de algo solo a Miguel, sino también a cada miembro de la tropa galáctica, tendré que insertarme en una familia ya conformada. No estaré sola. 

No estar sola no es malo, per se. Pero como siempre y como de costumbre, debo hacerme muchas preguntas, ¿podré, en 60 días, soltarme y abrazar a seis personas? ¿Tolstoi y yo encontraremos un lugar tibio donde reposar de nuestros malos humores y cansancios? ¿Tendré aleros para hacer cosas lindas para los cumpleaños, graduaciones y navidades? ¿Trabajaré incansablemente como siempre por seguir siendo independiente y autónoma, pero ahora con gastos compartidos? ¿Podré ver las estrellas desde un techo que al fin será mío? ¿Podré sentir lo que tantas personas han sentido antes de mi y que yo nunca pude entender... ese sentimiento de pertenencia? ¿Extrañaré mi soledad?

La respuesta a todo es si.

En medio de todo esto, de la mudanza, hay otros temas que debo resolver, unos prácticos, otros afectivos, otros propios, otros compartidos. De momento, tengo 60 maravillosos días para agarrar mis tiliches, sostener a mi gato y entrar juntos a una nueva dimensión que me ha estado esperando, con la alegría que nos merecemos, con la alegría que merecen Miguel y sus hijos.

Espero, de todo corazón, que sea mi última mudanza.


martes, 6 de octubre de 2015

Dolor

Odio el dolor. Tengo un espectro de resistencia del dolor muy pequeño. Aún así, heme acá... eternamente accidental.

La semana pasada, en medio del correr por entregar una licitación, me reencontré con uno de mis más temidos dolores, me dolía una muela. La cordal superior derecha. Tuve que aguantar el dolor, a punta de anastenka, quejarme y tomar acetaminofen como si fueran botonetas, hasta que el sábado pude ir donde la dentista.

Luego de tres horas de lucha, me pudieron extraer la doliente cordal y acá sigo, con analgésicos y antibióticos y el recuerdo de mucha sangre, mucho dolor y mucho miedo.

Cuenta la leyenda que mi miedo básico al dentista me nació con una mala experiencia con el dentista de mi infancia, a los 3 años me sacaron dos colmillos de leche que jamás fueron repuestos y parezco vampiro cholco desde entonces. Al menos me dejaron pareja. En algún punto de mi inconsciente ese hecho quedó untando y por más que me doy autoterapia para cuando me toca ir, no puedo y termino estresada y aferrándome al poco valor que tengo.

Resumen: ya no tengo cordales, sigo con poco dolor y hoy regresé a la oficina, para mientras volvía  meditar sobre eso tan feo que es el dolor, eso que me hace palidecer, eso que siempre me ronda. Aún así, con lo chillona que soy, reconozco que mis dolores son mucho menores que el de otras personas, no sé cómo aguantan, no sé cómo soportan. Las admiro.

Sigo tomando analgésicos, creo que soy adicta. De alguna manera una debe dejar de sentir dolor.

Por cierto, ando buscando un nuevo analgésico, ando otro dolor atascado, por lo general siempre me llega en forma de llamada al celular, por lo general es mi mamá.


jueves, 1 de octubre de 2015

Un año

Hace un año entré a la oficina, la verdad no era la primera vez, antes había tenido dos entrevistas, una en los primeros días de enero, en aquel entonces no me dieron la plaza, me fui a un diario donde aprendí a trabajar con redes (en serio) y a reajustar mis horarios, vivir entre la penumbra y el delirio de nunca parar. La verdad no era la primera vez, de hecho siempre he tenido trabajos intensos, o ¿será que yo soy la intensa?

A mediados de septiembre del año pasado me dio chickungunya y mientras sudaba una calentura, Mel me llamó, me dijo que había una oportunidad de trabajo en la agencia, me preguntó si podía ir de nuevo. Le dije que estaba enferma, que me diera un par de días para recomponerme y que llegaba. Todo parece que fue ayer.

Tengo amigas que tienen muchos años de trabajar en publicidad, unas me decían que era maravilloso, pero también recordaba cuando las he escuchado quejarse y llorar. Aún así, pensar que no me levantaría a las 4 a.m. todos los días, fue suficiente como para abandonar mi puesto en el diario. No ganaría más, pero tendría vida. Tonta de mi.

Tener trabajo en este país es una bendición, dice mi mamá, para mi es una fortuna y un largo proceso de venderse laboralmente de la mejor manera. Posiblemente sea una mezcla de las dos formas de ver las cosas, como siempre mi mamá deja una miga de su fe en lo cotidiano y eso la hace feliz. ¿Quién soy yo para contradecir eso?

Empecé con entusiasmo mi nueva labor. Jamás había trabajado en publicidad y me di cuenta que hay otras formas de escribir, formas muy distintas a las que estaba habituada, lo institucional, lo estructurado, lo objetivo. Pensé que no iba a sobrevivir y, con miedo, pensé que me echarían al cuerno al descubrir que me cuesta escribir ofertas o que mi mente divaga en las reuniones o que descubrirían que odio no ponerle puntos finales a las oraciones, solo porque al cliente no les gustan los puntos finales, pensé que algún día el dueño del negocio me encontraría contestataria y yo lo encontraría a él de malas y me mandaría al cuerno porque hago reclamos de los procesos y porque me desvelo un día sí y otro también. Pensé que no duraría. Pero acá estoy.

En medio de todo lo malo que pueda pasar con un cliente o con dos o con varios, de las agarradas de pelo con las ejecutivas, de las interminables explicaciones a algunos compañeros que no, que no se puede redactar de una forma que ellos quieren lo que no deben, a pesar de todo eso, he encontrado a personas buenas, personas que me han escuchado, que han tenido en cuenta lo que razono, gente que ha apreciado mi milenario arte de escribir documentos aburridos. He encontrado a un compañero con el que hacemos camisetas, a un jefe que se sienta frente a mi escritorio a hablar de libros que lee y me pregunta qué debe leer después, a una compañera que insiste que me maquille los ojos,  una mujer habilidosa para hacer decoraciones, otro jefe que es suavecito, pero que en su tranquilidad, sé que ve mi trabajo y me defiende de los que me acusan de mala gente. 

Me desvelo, si. Hay tiempos terribles, si. Como en todos los lugares. Hay satisfacciones, si. Cuando Marcela me manda un mensaje que dice "vi un anuncio de 'XXX', bien bonito les quedó", me queda en la cabeza todo lo que implicó, no solo para mi, sino para todos los que trabajamos acá, el que ese anuncio lo vea una niña y le guste. Me gusta.

Hoy cumplo un año acá. Muchas cosas buenas y malas me han pasado acá, pero sobre todo, muchas cosas he aprendido acá, para mi eso es lo importante, siempre me he sentido bien donde aprendo, donde la gente me hace aprender, donde la gente, fuera de las frustraciones laborales, tiene la delicadeza de desearte un buen día. 

martes, 29 de septiembre de 2015

A veces decir adiós es no irse del todo.

El nacimiento de mi última hermana significó la ruptura absoluta y total de mi infancia. No, no tuve celos, no tuve crisis familiar en cuanto a mi lugar dentro de la familia. Simplemente me volví adulta, yo tenía 13 años, faltaba un mes para llegar a los 14. 

Para entonces, Lorena, mi segunda hermana, y yo teníamos un pacto de no agresión física. Yo estaba por "convertirme en señorita" y ella tenía mejores entretenimientos que joderme la paciencia. El colegio, la vida familiar y mi propio proceso de crecimiento eran simplemente rutinarios. Todo muy normal para una muchachita salvadoreña en los inicios de los noventa: la guerra iba terminando, aparecían espléndidos eclipses de sol y mi vecino hacía que me asomara a la ventana cada dos días para verlo.

Gabriela nació un domingo lluvioso. Jamás he visto a mi papá tan tenso como aquella tarde, a mi mamá se le ocurrió tener su último parto de la manera más normal. Es decir, por primera vez tuvo un alumbramiento normal, con dolores y rompimiento de la fuente... todo muy alegórico. Mi papá estaba tan asustado que pensó que lo correcto era no mover a mi mamá y ordenó que se pusiera una tremenda olla llena de agua a hervir, porque su último vástago nacería en casa. 

La gente tiene reacciones locas ante el miedo. 

Por supuesto mi mamá, siempre poseedora de la serenidad requerida en las crisis hogareñas zarandeó a mi papá y se fueron al hospital. Al día siguiente vi a mi papá llegar a traerme al mediodía al colegio, fuimos caminando unas 7 cuadras hasta el hospital primero de mayo y ahí conocí al bebé más hermoso del mundo. 

Acabo de colgar con aquella bebé. Ahora es una mujer, hoy cumple 24 años, está casada y vive a muchos kilómetros de mi. La llamé para felicitarla, su voz no me dijo mucho, desde hace unos meses es parca conmigo, supongo que no he sido el apoyo que esperaba o el que necesitaba, yo en cambio decidí alejarme para no dañarla. No estoy de acuerdo con sus decisiones y me han molestado varias de sus actitudes. 

La gente tiene reacciones locas ante el miedo. Y además es hereditario. 

Por supuesto mi mamá sigue siendo un punto de partida, para todos; hablando con ella, sobre otras cosas, me preguntó si le había llamado a Gabriela. Le dije que si. No tuve corazón para decirle que el "a ver cuándo nos vemos" que le dije a su hija menor me salió más falso que de costumbre. A veces decir adiós es no irse del todo. Debo reconocer que la extraño, pero a estas alturas ya no atino si extraño a la dulce bebé que fue, o a la niña desfachatada que invadía mis espacios... o a la enamoradiza adolescente que no encontraba consuelo... o la jovencita que dormía en uno de los cuartos de mi casa hace un par de años. ¿O me extraño a mí misma cuando mi corazón no era tan duro?

Ella ahora es una mujer y yo me siento como cuando tenía 13 años (casi 14), como cuando no sabía cómo cuidarla.




I feel something so wrong
But doing the right thing

viernes, 25 de septiembre de 2015

Cosas por contar.

Cuando sea una anciana tendré algo para contarle a mi pequeño Sebastián, también a los nietos que compartiré con Miguel.

Cuando sea anciana les voy a contar cómo se me empezaron a picar los pulmones, los terribles ataques de asma que adquirí en un año, regresándome a las agonías infantiles de las que me sacó mi mamá a punta de aceite de hígado de bacalao. 

Voy a contarles las borracheras monumentales que me puse con gente que he amado durante años, también de los atardeceres que vi en la carretera cada vez que me iba de casa, mientras fui una mujer soltera. Les voy a describir con lujo de detalle el momento exacto cuando un tipo con unas revistas llegó a mi mesa y me invitó a un café, les voy a contar que no me importó nada aquella tarde, que contradije a todas las medidas de protección y me fui a viajar con él. 

A todos los herederos de ese canoso les voy a contar que yo fui reacia y que ejercí el cinismo en el amor de manera férrea, que no creí que la vida podía cambiar con una canción, que me dediqué a domar miedos básicos para dedicarme luego a decidir cosas importantes como qué preparar para el almuerzo de los domingos, o el color de las chongas de regalo en los cumpleaños o el sabor de cada buena noticia. 

Les voy a contar, cuando ya no pueda caminar, que tuve miedo, que estuve triste, que me espantaron apariciones fantasmales, que mi imaginación me jugó malas pasada, que temblé abrazada a mi gato en noches de violencia, que di muchos besos, que conté estrellas y que he sido infinitamente feliz. Que no tuve un cinco partido en el bolsillo, pero que también tuve la dicha de trabajar siempre. Que siempre busqué la manera de traer a la vida historias del pasado familiar, que no olvido la primera vez que vi en los rostros de la tropa galáctica cada detalle de su papá. 

Van a tener que tener paciencia porque pienso contarles sobre todos los libros que leí, pero sobre todo de aquel que mi papá me regaló una vacación de primaria y que fue el primer tesoro que se quedó en mi corazón, les voy a contar de mi mejor amiga, de esa mujer que me soltó justo a tiempo y que me ha cachado durante tantas veces y que yo trato de darle calidad de vida emocional, van a escuchar las monumentales historias sobre las risas que nos arrancaron películas de muñequitos y las voy a ver con ellos, les voy a cocinar las únicas galletas que aprendí a hornear, mientras tanto les voy a contar que mi abuela fue indita, que mi abuelo fue chichipate, que otro abuelo inventó el elote loco y que tuve el amor de una abuela solo durante dos años. 

Cada vez que pueda les voy a describir lo que mis ojos ven, les voy a recordar que siempre odié planchar pero que lo hacía pensando que mi familia tenía que verse bien, que tuve que aprender a amar la lesión que tengo en la espalda, que no tuve más remedio que enamorarme de nuevo de la vida luego de una noche en la que desee que llegara la parca, que ese tiempo sombrío, lleno de espanto solo fue soportable gracias al amor de los locos con los que me tocó crecer, que justo tuve que soportar no morirme para conocer a mi primer sobrino. 

Les voy a contar las épicas batallas que libré por dormir, de mis caras de odio para la gente pero que han sido solo necesarias para no salir dañada, para proteger a la parte tierna y adorable que saco con la familia. 

Sabrán de un hombre que me regaló la libertad de hacer lo que se me antojara, aún si eso significaba luchar por ello, que ese hombre fue el primero que me enseñó que la ternura también es masculina y que en el mundo no solo existe el dolor, el abuso y el miedo. Sabrán de una mujer pequeña y llena de vida que me educó como pensó que era lo correcto, que tuve que amar porque no había otra salida, que me perdonó constantemente y que perdoné una tan sola vez y  ha sido suficiente porque ya no había nada más que perdonar. Sabrán que siempre quise preservar su herencia no en hijos propios, sino en hacer lo que me enseñaron.

Las nuevas generaciones sabrán que siempre desee contarle los cabellos a Gerardo, leerle cada sonrisa a Alejandro, conocerle el corazón a Miguel Eduardo, descubrirle los colores de la mirada a Marcela y que siempre me dieron curiosidad los silencios de Elisa, que luché porque Sebastián llegara y nunca se fuera de mi lado.

Los que llegarán con el tiempo sabrán que amé los animales, que Tolstoi fue mi defensor contra las sombras, que tuve un perro llamado Atila y que un conejo negro me ayudó a entender mejor que el amor viene en diferentes frascos, sabrán que escribí, que amé, que ejercí la locura, que fui racional, que me animé a caminar junto a un misántropo, que siempre disfruté los días de lluvia, que una vez tuve cabello azabache, que nunca aprendí a bailar, pero que viví bajo el régimen de la música, que vi incontables películas, que sabía cosas inútiles, que dejé la religión y siempre creí en la bondad, que siempre tuve esperanzas escondidas por si acaso hacían falta, que siempre tuve muchas cosas por contar. 

domingo, 20 de septiembre de 2015

Escribir en tiempos secos.

Lo más triste de escribir, como forma de vida, es no poder escribir. 

Tengo casi un año desde que los primeros síntomas aparecieron. Por períodos es peor, en otros lapsos no es tan terrible y logro escribir pequeñeces, pero ciertamente, participar de un taller literario, ha sacado los trapos al sol. No puedo escribir. Nada, no me sale nada, decente al menos.

Por suerte y como parte de mi sobrevivencia he logrado escribir lo necesario en mi trabajo; pero lo mío, lo que siento, lo que pienso, lo que vivo está como escondidito, en estos meses he logrado superar con algún esfuerzo esto que me sucede y he logrado publicar algunos post sin pena, ni gloria. 

Es como un silencio. Un silencio raro y pesado.

Ahora me enfrento de nuevo al reto de una tarea. Dentro de una semana tengo que entregar un cuento con especificaciones concretas. Tengo dos semanas de estar pensando, investigando, delineando algunos detalles de los personajes, pero la historia, la trama no logra salir de mi dedos, transmutarse en el golpe de las teclas y materializarse en esa pantalla blanca que me refleja mis acongojos. Estoy frita. 

Lo peor de todo es que las anteriores tareas han sido menos que respetables, con baches, vacíos y huevos sonoros que no logro rellenar, algo me ha sucedido.

He estado a punto de acusar seriamente de este desastre a mi actual estado de cuasi-felicidad personal, donde mis preocupaciones son mínimas y risibles. Mis papás están bien de salud, mis hermanas dejaron de llenarme de angustia, Sebastián está creciendo fuerte y sano, Miguel y la tropa galáctica me reciben en su casa cada vez más y con más entusiasmo, fuera del soco casi perenne, mi salud se ha restablecido bastante, hasta tengo una relación hermosa y apacible con mi gato, Tolstoi vino a asentarme en una vida doméstica menos exaltada y más rutinaria, las amigas están ahí, siempre en un lugar tibio de mi corazón, tengo un trabajo en la mina, que, aunque es pijiado, me provee de suficiente solvencia económica y hasta ahorro. ¡Ahorro! Estoy frita, soy feliz.

¿Qué hago ahora? Tantas veces lo hemos dicho en el taller, la felicidad no es buen material literario. Más si una la padece. 

¿Y si me doy una purga? ¿Y si busco la tragedia a través de las noticias diarias? ¿Y si me conmociono con historias ajenas? ¿Y si agarro mi mochila y me voy de viaje como lo hacía hace diez años?

No me mal interpreten, no deseo tragedia en mi vida, solo quisiera escribir decentemente una historia que tengo atorada en la cabeza. 

Permisito, voy a ir a regar la hierbabuena, que sea dicho de paso, ha logrado sobrevivir, por si andaban con el pendiente. 

jueves, 17 de septiembre de 2015

Sembrar para cosechar

Como parte de mi crecimiento personal, hace como tres años decidí salir de mis egoísmo básicos y me propuse tres cosas:  mantener una relación sana (en la medida que se pueda) con una pareja estable, adoptar una mascota y sembrar plantas.

He conseguido dos, ahí tengo a Miguel y a Tolstoi, bien que mal, sin daños lamentables y permanentes.

He fallado con lo de las plantas. Hace casi tres años, una amiga me regaló una violeta y la pobre ha sobrevivido a los desastres de Miguel y Tolstoi... Miguel la botó desde la segunda planta de la casa donde antes vivía y a Tolstoi le pareció divertido masticar sus hojitas peluditas. Como he podido rescaté a la violeta y ahí está... viva. No ha dado flores, pero al menos me queda el consuelo de que no ha muerto en estos años. 

Aún así mi propósito me pedía más verde, mi madre siempre ha cuidado su jardín con esmero y el domingo que la visité lo vi tan lindo, pequeño, pero hermoso. Me sentí un desastre. 

Hace unas semanas compré un ramo de hierbabuena en el mercado central, no la necesitaba para cocinar, mi idea era al fin iniciar mi pequeño huerto y darle compañía a la pobre violeta. La puse en pocillo con agua e inició mi paciente espera a que surgieran las pequeñas y débiles raíces de los tallos. Funcionó. Cada día veía la hierbabuena con buena salud, frondosa y muy verdecita. Me encanta verla así. El martes en la noche andaba dando vueltas por la casa, tratando de reconstruir los vestigios de semanas de abandono por tanto trabajo en la oficina y decidí que era hora de sembrar la hierbabuena, busqué la maceta que ya había designado y removí la tierra, justo como lo hacía mi abuelo Vicente, que fue un habilidoso agricultor, luego saqué la hierbabuena del agua y la puse lo mejor que pude en los hoyitos que le preparé, con amor le puse más tierra y la regué mucho. La entronicé junto a la violeta. 

Esta mañana fui a verla y me di cuenta, la hierbabuena está triste, se ve doblada y con algunas hojas arrugadas, cabizbaja, es como si supiera que estando sembrada en la tierra no podrá emprender aventuras y eso la pone triste. No sé, tal vez mi alma sigue siendo demasiado nómada y pienso ese tipo de estupideces, pero creo que yo también me pongo triste cuando algo me ata. 

Le puse agua, le platiqué, le pedí que no se muriera, Tolstoi fue testigo e incluso no intentó mordisquearla como siempre lo hace cada vez que la bajo de su trono, la miraba anonadado, como cayendo en la cuenta de que a lo mejor se está muriendo. "No te murás", le dije a la planta. Necesito que sobreviva, que se alce orgullosa con sus hermosas hojas, que perfume mi casa, que me deje el aire festivo, necesito saber que le hará compañía a la violeta, que sea dicho de paso, hasta se veía más alegrita con la compañía. 

No sé si la hierbabuena seguirá viva. Lo espero, para mientras he leído dos artículos en internet de cómo cuidarla, ya me apropié de un para consejos que aplicaré. Creo que uno no solo cosecha lo que siembra, sino que también cosecha un poquito de conocimiento, de preocupación  e interés por lo que hemos sembrado. Quizá estoy echando raíces. Finalmente. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tengo dos pies izquierdos y el corazón retumbón

Lo sé, soy una incoherencia andando, no puedo vivir sin música y sin embargo no puedo bailar.

Bailar para mi es un acto de libertad y lo he realizado en épocas, lugares y con personas con las que no me da pena absoluta de sacar a la pequeña extrovertida que vive muy en el fondo de mí. Cosa distinta es sentirme presionada para bailar por cuestiones u ocasiones sociales. Nada a la fuerza sirve conmigo.

Mi incoherencia no para ahí, la vida me mandó lo que toda mujer anda buscando... un hombre que sepa bailar. Miguel en su necesidad social aprendió a bailar muy bien desde joven, lástima que esa su habilidad no le sirvió de nada conmigo. Menos mal que tiene otras que si supo usar para llamar mi atención. 

Con todo eso, debo declarar que mi afición por la música no se ha visto nunca coartada por esa incapacidad motriz en el baile, no me ha importado y disfruto los ritmos, los logro encontrar en lo caótico, en lo estridente, pero también en las melodías propias de Latinoamérica. Sabe la vida cómo gozo de la música de los dominicanos, puertoriqueños, panameños y colombianos. Me hacen balancearme sobre mi propio eje y discretamente bailo en la silla mientras me deleito viendo a otros bailar. 

Ya he culpado a mi ser introvertida de esta incapacidad, pero ¿por qué debería encontrar a un culpable? soy así y si, me gusta ser así. 

Escuchaba una nueva versión de un vallenato que estuvo de moda en los noventa, no solo canta el autor original, sino toda una variedad de cantantes y artistas colombianos que le dan un toque distinto a cada trozo que cantan, con nuevos ritmos y distintos instrumentos musicales, aunque este trabajo es puramente turístico, rescata no solo una metáfora de las bellezas de Colombia, sino que además me dan ganas de bailar. Si.

Para mi bailar no solo es mover el cuerpo rítmicamente, sino además encontrarme con la alegría festiva que permanece dentro de mí y que salta al escuchar música. es estar alerta a las historias que vienen con cada tonada, es ver más allá de cada nota musical y percatarme que hay cientos de años de herencia cultural en cada tonada, es abrirse camino en la imaginación, es entender que cada generación entiende las cosas de manera distinta. Bailar es también pensar que se siente muy bien estar entre los brazos de alguien. 

Bailar es enamorarse de la historia de una historia.

Claro, yo seguiré con los dos pies izquierdos con los que nací, lograré moverme más o menos al compás de una melodía lenta y por supuesto Miguel intentará que supere esta pequeñez... pero no importa, yo seguiré enamorándome de las historias que cada canción trae.


martes, 18 de agosto de 2015

El efecto del afecto

Si usted no ha encontrado a una persona, en todo lo que lleva viviendo en este sombrío mundo, que lo hace reír a carcajadas, que venga a su memoria cuando piense en los momentos felices que ha vivido, que además le siga sonsacando para planear locuras (grandes y pequeñas), que le haga encontrar sentido a la cotidianidad... si usted no ha encontrado a alguien así... déjeme decírselo con toda sinceridad y dolor: usted está muerto. 

Yo nací en 1977 y tuvieron que pasar 15 o 16 años para encontrar a la persona que es (algo así como) mi alma gemela. No. No es un hombre, no ha sido mi "media mitad" y por supuesto, no hemos pasado juntas siempre, no. A veces nos hemos perdido, pero cada vez que nos reencontramos es algo más que maravilloso. Ella ha estado en el 90% de mis épocas felices, aún sin estar, incluso. Porque cuando he tenido esos momentos con otras personas y ella no está, si está porque la recuerdo. 

Cualquier diría que estoy enamorada, pero eso es porque siempre nos enseñaron que el amor tenía que ser pensado para parejas, nadie nos dijo que el amor llega en toda una variedad de colores, géneros y frascos. El amor va más allá del simple concepto de pareja, está este amor de amigas, ese que me dice, a medianoche "no tengas miedo, todo va a salir bien", que me auxilia en lo más complejo y lo más simple, que me mira y sabe que mi GPS no la dejará perdida a media carretera. Ese amor que nos hace reír incansablemente y que aún nos llama a planear ir a Costa Rica a ver al grupo que nos ha gustado desde que éramos un par de adolescentes en un colegio de religiosos liberales. 

Esta hermana elegida entre millones de mujeres me ha tenido paciencia y me recuerda que yo debo tenérmela, me ha acompañado tanto como la he acompañado en esa hora en que es más oscuro pero sabiendo que el alba viene. Ella la depositaria de mis canciones más retorcidas, de los viajes más largos, de las pasadas más chistosas aún cuando lo que queríamos era llorar. Ella regresó luego de un doctorado y ahora sonsaca a la adolescente que se niega a morir en mí. 

Con ella, muy pronto, recrearemos una fotografía que nos tomamos hace diez años, cuando la vida nos exigía ser adultas... a usted, querido lector, le invito a buscar una persona que le exija volver siempre al lugar donde más ha sido feliz. 




martes, 11 de agosto de 2015

Ver una luz

Esta es la historia de George Malley, un tipo totalmente normal, hasta que vio la luz.

Después de celebrar su 37vo cumpleaños, una noche, George caminaba por la calle de su pueblo y de pronto vio una luz. Nunca supo que fue, solo cayó al suelo. Al día siguiente todo había cambiado.

George no podía dormir, más que dos horas cada día, leía y escribía incansablemente, investigaba todo lo que podía, veía todo con claridad y lógica, pero además, tenía ciertas alucinaciones y de paso se enamoró de una mujer y amó a los hijos de esa mujer; en medio de su confusión, tuvo tiempo de hacer cosas buenas por los demás, ayudaba a sus amigos y proporcionaba soporte a más de algún angustiado. Su doctor trataba de ayudarle, hacía exámenes pues George nunca había presentado los rasgos que ya les he descrito y buscaba en la ciencia la explicación a algo que no lograba tener lógica. 

La gente que le rodeaba empezó a alejarse, al no poder explicar qué le sucedía al pobre George empezaron a sucumbir a lo más natural y antiguo del ser humano: el miedo. George también sentía miedo, de lo que veía, de no poder dormir, de los demás, de sí mismo. Todo esto seguía su curso y el hombre fue deteriorándose.  

Se buscaron diversas explicaciones para la situación de Malley, unos decían que había visto un OVNI, otros que había sido secuestrado por extraterrestres que habían otorgado a George nuevas habilidades, más de algún religioso creyó que era obra del demonio. Todo se resumió a algo simple y natural: George tenía un tumor cerebral. Para que la historia que les cuento no termine TAN trágicamente, por supuesto George murió, pero rodeado de gente que lo amaba. Murió siendo consiente de su enfermedad, pero también de que había tenido una buena vida, a pesar del miedo, a pesar de la soledad que le tocó vivir. 

He recordado esta historia, que es en realidad el argumento de una película estrenada en 1996, protagonizada por John Travolta y que en sí es una de sus peorcitas películas. No importa, la recordé desde hace unos días he estado pensando que el mundo de la mente es tan complejo, es tan lleno de baches y de luces que a veces vemos y que no comprendemos, no solo los que viven ciertas cosas, sino también para los que rodean a estas personas. El mundo de la mente da miedo. Me da miedo. Pero a veces, solo a veces, el mundo de las emociones es aún más aterrador. 

sábado, 8 de agosto de 2015

"Yo soy"

Dentro de los años del desarrollo teológico de muchos pueblos, dios... dioses se han presentado al ser humano de muchas formas, con muchos nombres, con muchas capacidades. Todos han ido pasando y otros siguen su camino junto a sus creyentes.

En lo personal, estudiar teología me alejó de las creencias, de alguna manera fue liberador. Sin embargo, luego de una conversación con Marcela y Eli, ese par de niñas que veo y me ven, tratando de conocernos, encontré algo que había olvidado. Esa ternura por la esperanza.

Recordé, no sé por qué gran razón esta canción, que no es religiosa, pero que George Harrison, ese olvidado del escenario en los Beatles, compuso en una reveladora transformación espiritual, al entender que esa ternura por la esperanza y la bondad, porque si, sigo creyendo que la bondad aún existe, se resume a ver el sol aparecer cada mañana. Es también quedar con un amigo para tomarse unas cervezas y platicar, es ir donde una amiga y que te recuerde un mantra bello, es recibir sanación, es que un compañero, sin saber si crees o no, te diga "voy a orar por vos", es esperar a Miguel luego de otro viaje, es cocinar los alimentos. Es en definitiva, no complicar lo que nos hace felices.

Gracias George, por esta canción que me recuerda que dios, o dioses, o simplemente la bondad... siguen ahí y viene a nuestro encuentro y nos dice "yo soy bondad, vos también".


viernes, 31 de julio de 2015

Semana larga, semana cansada

Al amanecer del lunes supe que esta semana sería cansada. No me imaginaba que sería el triple de cansada de lo que esperaba. 

El primer indicio de mal augurio fue la llamada perdida de Miguel a las 6:43 a.m. Nunca me llama y mucho menos tan temprano. Le devolví la llamada y no contestó. Abrí tuiter... había paro nacional de transporte. 

Los detalles de mi recorrido para llegar a mi oficina no fueron tan trágicos, durante cuatro días iba a ver gente colgada, apretujada, golpeada y motoristas asesinados en lo que restaba de la semana. Ser salvadoreños es estar condenados al cansancio, al eterno hastío, a la continua indignación. Me dolió mucho ver las dificultades, me dolió saber que mi papá andaba en la noche dejando gente en zonas asediadas de pandillas en su microbus. Me dolió tanto dolor que se instaló en el ambiente esta semana. No, no es el sentimiento de que los salvadoreños somos "vergones" porque nadie nos detiene, no, es no tener alternativas, es no tener derechos, es no tener opciones, es tener miedo a perder el único trabajo que se tiene, es estar sometidos. Estamos sometidos por la violencia en todas sus expresiones:  asaltos, ataques de pandillas, un jefe desconsiderado, una empresa privada deshumanizada, una terrible carencia de oportunidades para todos y todas. Eso, déjenme decirles, cansa.

Mi familia, como el resto de la nación sobrevive, bien que mal. Mi otro trozo de corazón también, no sufrimos en exceso. A Miguel y a mi nos tocó caminar y eso fue todo, en distancias cortas, el peso de la edad nos atacó en los pies y en el agotamiento físico, pero eso es natural, no somos unos jovencitos. Por la noche pasar la tensión de viajar en taxi en medio de un caos absoluto, el miedo agota.

Sumado al cansancio físico por el paro, el cansancio político de escuchar cada estupidez de cada político que se dieron a la tarea de dar declaraciones más disparatadas posibles y la irresponsabilidad del presidente que se terminó yendo en medio de la crisis nacional. 

El trabajo en la oficina fue arduo, tuve que tragarme un par de enojos que espero no se conviertan en cáncer porque al final mi salud es solo mía. Abona esta gente que me saca de quicio en la oficina a no querer más que encerrarme en mí misma. 

El miércoles pasado se lo comentaba a una amiga, en tono entre broma melodramática, no sabía si iba a llegar viva al viernes, al tan esperado viernes, porque para coronar toda esta circunstancia estaba mi crisis existencial, la que no me había abandonado desde hace dos semanas, aproximadamente. 

San Ignacio de Loyola siempre decía que no hay que hacer mudanzas en momentos de crisis, de mis tiempos de religiosidad mal puesta es lo único que me ha quedado, ese consejo. La verdad, siempre me ha funcionado y entre muchas cosas es lo que le agradezco a ese viejo pelón, que sin saberlo, hace más de 500 años, fundó a los jesuitas, esa orden religiosa que se pasió en mi psique. Algo bueno me dejó.

Anoche llegué noche a casa, Miguel y Tolstoi me esperaban hambrientos y cada vez siento que los veo menos tiempo, siempre estoy haciendo algo, siempre estoy pensando algo más, siempre algo se interpone en el tiempo de calidad con ellos y con el clan. Esto para mi es preocupante. ¿Cómo será cuando vivamos juntos?, ¿siempre será así?, ¿y si se aburren y me abandonan? (el gato, el marido y los chicos), ¿me alcanzará el aliento para no rendirme y tirar la toalla en algo desconocido?, ¿tendré la suficiente fuerza para cuidarlos, cuando a veces siento que no puedo cuidarme sola? 

Tengo tantas preguntas, no solo estas, no solo las de ahorita... me acosté pensando mucho, Miguel siempre me pide que duerma, me llena de ternura esa petición que casi es un ruego, se lo he dicho hasta la saciedad, estoy cansada, tan cansada. Me abrazó y cerré los ojos.

Abrir los ojos esta mañana fue el momento de revelación de la semana, recordé que ya he estado en situaciones nuevas y siempre he sobrevivido, he sentido miedo y sobreviví, no creí lograrlo y aún así, lo logré. Salí de mi casa resuelta a superar este último día de trabajo antes de vacaciones. La luna en su esplendor entra por la ventana que queda frente a mí en la oficina, aún no me he ido y sé que falta mucho, brilla la luna hermosa aún a pesar de las circunstancias, no importa. Mi cuerpo está cansado, no mi resistencia. 

viernes, 24 de julio de 2015

Me has lastimado

Sé que en general esto no te preocupa, últimamente lo haces con frecuencia... eso me da la idea de que nos estamos acostumbrando a tu indiferencia y a mis ataques de pánico. 

Quizá vos no logras ver que me cuesta mantenerme cuerda, que me preocupa cuando te vas, cuando estás, cuando estás tan distante, cuando por alguna mágica razón dejas que te acaricie. No logras ver que no puedo acercarme a casi nadie, que vos sos depositario de un cariño casi infantil y tierno que a veces solo necesita reciprocidad. A veces he pensado que cuando logras ser cariñoso y te acercas tanto como para que mis imperfectos dedos te toquen, es un acto legítimo y honesto. A veces no sé qué hacer.

Me has lastimado. Lo terrible es que lo he permitido, te permití darme dolor en una herida reciente, sacaste las uñas y las clavaste en mi lugar adolorido. Esta mañana te vi con la recriminación tardía y con vos sufrieron mi desprecio el resto de los seres vivos, porque soy así de miserable, cuando me enojo con alguien siento que el mundo está en mi contra y no tengo más remedio que detestar todo lo que me rodea. 

¿Qué hago ahora? Vine por todo el camino pensando, ¿qué debo hacer?, la respuesta podría ser dejarte salir y que te vayas, por supuesto lloraría mucho, el miedo que me daría sería insoportable, ¿serás capaz de defenderte?, ¿regresarías acaso, como si nada ha pasado y dejarías que te abrace? ¿y si me marcho yo?  ¿y si la que debe ser valiente soy yo?

Esta mañana, al llegar a mi apartamento, te lo he dicho claro, con todas sus palabras... me has lastimado y supe en tus ojos que no me entendés, hablamos idiomas distintos. Aún así, en vez de reprocharme y decirme "vos también me lastimas y enardeces mi entorno", en vez de gritarme que yo también soy una mala persona, en vez de atacarme de nuevo... te acercaste y me acariciaste la mano. Recordé que a veces nos lastiman, pero eso es algo que no se puede evitar cuando se quiere a alguien y que a veces no es por maldad. No te justifico, Tolstoi. Solo trato de entenderte... y entenderme. 


jueves, 23 de julio de 2015

Serrat y una canción que siempre está conmigo.

Viene Serrat, en octubre, exactamente un día antes de mi cumpleaños.

Resulta que Serrat está ligado a mis recuerdos de infancia, entre los 3 y los 6 años, que son simplemente mis mejores recuerdos de mi edad enana. Perfectamente recuerdo a mi papá cantando "Qué va a ser de ti lejos de casa... nena.. qué va a ser de ti?" y a mi mamá tarareando aquella de "acuérdese que tuvo usted la piel firme" y yo meneando mi cuerpecillo con dos pies izquierdos al verlos bailar a ellos, amarrados en un abrazo. 

Luego descubrí aquella de "los pequeños bajitos" y por supuesto, yo que tengo el alma vieja, tuve que encajar de la mejor manera ser pequeña en un mundo lleno de adultos hasta que llegué al colegio y conocí a mis congéneres y por supuesto, terminé odiándolos. Yo quería ser adulta, si... a los 10 años.

Pero el pobre Serrat, a pesar de parecerme muy guapo cuando era joven, tuvo que ser guardado en mi memoria a mediano plazo porque había que hacer espacio para otros trovadores y me sumergí en otra música y otras experiencias. Mi niña de 10 años se quedó con Serrat.

Y bueno, tuvo que ser Miguel el que me recordara mi gusto por Serrat, sé que él piensa que no me gusta tanto, quizá porque va detrás de Silvio, Sabina, algunos argentinos y otras canciones esporádicas, pero si, si me gusta.

De hecho, la noche que  me enteré del concierto inmediatamente se lo comuniqué a pesar de ser ya entrada la noche. Por supuesto, él que piensa que es el paladín de las buenas costumbres me regañó por estar viendo mi facebook cuando he dicho que iría a dormir. Es un loquillo...

He tenido días raros últimamente, anoche se lo decía al paladín... no hay una razón exacta o precisa para sentirme como me siento, a veces creo que si, pero no. Lo único certero es que he vuelto a ser la tímida y asustada niña de 10 años en algunos momentos del día. A veces me regreso a la fuerza a la adultez, porque qué barbaridad andar con miedos o inseguridades que otros no ven, pero la Karla de diez años me pide atención. Me pide que sea responsable con ella. Yo le digo que me cuesta, que ahora tenemos la ayuda y auxilio de Miguel, pero que no podemos depender de él, como nunca hemos dependido de nadie. Anoche, la KR de diez años y esta que escribe, con 37 años encima, lloramos, nos abrazamos y acariciamos al gato, esperando que el espanto, el dolor y el enojo se nos pasara. Tomamos decisiones que aún no comunicamos a nadie y esperaremos el tiempo adecuado para exorcizar a todos estos demonios que nos asustan. De fondo sonaba la canción que nos ha acompañado desde hace tanto tiempo. Serrat es el papá amoroso y fantasmal que nos acarició la melena negra y nos dijo... "no tengas miedo, acá estoy, además... siempre has sido muy valiente"

Iremos a ver a Serrat, se lo debo, prometo que ese día voy a cantar con toda mi alma y mi niña interior, aquella de 10 años, esta canción que siempre ha sido un consuelo. Prometo cuidar a mi niña de 10 años, al fin y al cabo, ella es la que siempre ha estado conmigo. Así, la KR de 10 años y la de 37... entraremos a los 38.


martes, 21 de julio de 2015

La caída

Me duele la mano izquierda, cuando caí, fue con la que quise evitar golpearme tanto, recibió por tanto, casi todo el peso de mi cuerpo y a ese se le suma la gravedad que me tiró al suelo. 

En la rodilla izquierda tengo un raspón, no es grande, pero está justo donde se unen los huesos y el movimiento que estira la piel me hace sentir cada una de las fibras de tejido, el color rojo oscuro y el violeta feo rodeando, todo me recuerda el momento de perder el equilibrio. 

Todo fue rápido, instantes, fracción de segundos, saber que voy directo al suelo, sin saber qué hacer, ni qué decir, ni a qué aferrarme. La oscuridad bajo mis pies era inmensa, corto el trayecto para estrellarme en el asfalto. Es curioso, en el momento de caerme no me dolió nada, solo escuché la voz de Miguel diciendo mi nombre. Una sabe de la mortalidad en esos momentos. Creí que quebraría mis lentes, me asusté. El ruido, la gente alrededor, los ojos ajenos sobre mi cuerpo desparramado, las mujeres asustadas preguntándome ¿se golpeó? ¿está bien?

Las manos ayudándome a levantarme, Miguel guiándome aún a tropezones, sentir el peso inmisericorde de la cólera y  la vergüenza. Al llegar a casa, al fin, ponerme hielo y sentir esa dualidad frío-calor en diferentes puntos de la mano derecha y descubrir que en la izquierda tengo un morete y una inflamación discreta justo abajo de la muñeca, ese mismo lugar donde ya tengo otras cicatrices. Mi quijada impactó en el suelo y tengo un golpe que me hace ver como un osco orco. 

A la mañana siguiente, mientras cae el agua tibia sobre mi cuerpo encuentro más rastros del mal momento, un golpe en el brazo derecho, justo abajo del hombro, otro morete en la cadera derecha y pequeños aruñazos de pavimento en el muslo. Me duele el cuerpo en general.

¿Cómo es que he caído? Alguien me empujó, alguien me atacó, alguien puso una visión en mis ojos y eso me dejó desamparada en el miedo terrible de la soledad, alguien buscó el ladrillo adecuado donde pondría mi pie y lo ha quitado, dejándome con el paso en el aire... ¿qué me ha pasado?

Lo sé, no es primera vez que caigo, lo que no logro saber aún es... ¿cuándo será la última vez que suceda? ¿podré levantarme la próxima vez?

jueves, 9 de julio de 2015

Prioridades

Ayer hablando con una amiga me di cuenta, en los últimos meses, en especial, las últimas semanas, he estado llena de cosas, de trabajo... en la oficina, con el negocio, con mi familia, con el clan, con mis buenas intenciones de retomar mi escritura fuera de blogs. Todo es importante. 

Siempre he sido desordenada en mis prioridades, supongo que es el orden que siempre he deseado, porque al final soy desordenada porque la gente cree que soy desordenada, solo porque mi orden, no es como el de ellos.

A veces me he descubierto con la infamia de darme miedo decir "estoy construyendo una familia", porque seamos honestos, el "curso normal" de construirla es quedar embarazada, parir y criar a la criaturita, pero como siempre, las cosas me llegan como tienen que llegar, para sacarme de mi zona de confort y esta "familia" en la que me estoy insertando ya viene crecida, en edad y en número. A veces me siento como intrusa, como visita, como alguien que puede o no llegar x días, a veces me da miedo que siga así. 

Mis papás me enseñaron que la familia es SIEMPRE la prioridad... LA prioridad máxima. He sido feliz creciendo así; por ello, ahora este clan, compuesto por Miguel y sus cinco hijos, es mi prioridad, aunque a veces no pueda entender, aunque a veces no pueda soportar la pena con ellos, aunque a veces no logro articular algunas frases. Encontrarme acá es raro, no malo, solo raro. 

Hace unas semanas empecé a quedarme a dormir en casa del clan, jamás había pasado por esto, siempre ha sido mi casa, mi espacio, mi territorio, mi refugio, el mío y el del gato que me acompaña desde hace un año. Mi espacio con mi desorden y mi orden, mi espacio con mis horarios (los rígidos y los flexibles), mi espacio con las personas que yo he elegido, mi espacio y mi soledad. Caer en la cuenta que eso terminará pronto es terriblemente preocupante, no porque no pueda, no porque no quiera, sino porque una etapa de mi vida terminará y a mi, eso de los cambios, aunque me gustan, me asustan. Lo sé, soy una ilógica. Siento que con el fin de esta etapa de mi vida, también termina una parte de mi. 

Luego viene la consecuencia, con el inicio de otra etapa de mi vida, también inicia otra parte de mi, que ya he sacado con mi propia familia. Por tanto, con lógica, es algo con lo que puedo. Es algo que he decidido con libertad y aunque me asusta, no importa, es mi decisión. 

Cuando a veces he estado muy ocupada, distraída, ensoñando, ya me ha caído un mensaje, nuestro grupo en whatsapp se llama así, como ellos, el clan. Alguno preguntando por qué no he llegado, otro preguntando si no estoy enferma, una preguntando algo sobre realidad nacional o todos poniéndonos de acuerdo para preparar el regalo del día del padre. Todos esos mensajes me dejan un solo mensaje... no hay razón para sentirme fuera de ellos.

Hago una relectura de mis prioridades, me fijo detenidamente en los detalles, en las fechas, en los objetivos en todo lo que hago, absolutamente todo (el trabajo, el negocio, mi ejercicio de escritora... todo) y todo apunta a una sola cosa: esta familia, que a veces no siento mía, pero que deseo asumir con la valentía con la que he asumido mis mejores retos.   

Tengo claro algo, mis prioridades siempre me han sonreído. 

Con olor a mar...

Mi querido Alejandro:

Fuiste el último en llegar, el último del que me enteré de su existencia, el último en llegar a mi corazón dentro del Clan. Has sido un gran cierre, un broche de oro.

Debo decirte que el día que te conocí me hice muchas preguntas, demasiadas creo, pero igual, para mi eso es "natural", hacerme preguntas. Descubrí que tenes esa mirada curiosa y esa manera de sonreír como diciendo "cuando vos vas, yo ya vengo". Me encanta tu inmensa capacidad numérica, tu inteligencia sin pompones. La sencillez y practicidad son tus aliados.

Cientos de cipotes como vos pasaron por mi oficina durante mis tiempos de profesora, siempre he pensado que para combatir mis malos humores me viene bien observarlos y, te lo confieso, eso hago, te observo a vos y a tus hermanos, a tus hermanas y confirmo, como anoche al verte comer papitas fritas, que no ando tan errada en la vida al escogerlos a ustedes como depositarios de mi cariño. 

Hay muchas cosas por realizar Alejandro, juntos y por separado, estoy segura que todas serán buenas, vamos a barnizar una mesa, vamos a comer cosas ricas, vamos a conversar en inglés para que practiques tu gramática y a mi me ayudará a alejarme de la dramática escena de quedarme callada ante un idioma diferente al mío. Vas a hacerme preguntas, de esas que te encanta hacerme para probar si sé algo, para ponerme a prueba, como lo hace tu papá en algunas ocasiones y yo me reiré en mi interior al pensar que hasta esa técnica le heredaste, te contestaré y con un pequeño dejo de cariño te haré saber que no sé todo, pero si lo esencial. Te vas a enamorar de una muchacha guapa y te sentirás desamparado ante las emociones, ante las sensaciones y yo te daré el consejo que siempre me dio mi padre, "la decisión tomada, siempre es la correcta". Te daré algún remedio cuando enfermes y siempre recordaré que vienes, como dijo Roque, con olor a mar.

Hoy llegas a los 18 años, legalmente sos un ciudadano y la vida te sonríe y yo también.

martes, 23 de junio de 2015

El viaje

Para mí todo es nuevo. Todo. Me gusta vivir así, incluso cuando el desasosiego y la duda me llegan, creo que aún no he perdido el entusiasmo por el futuro.

Todo era nuevo hace tres años, los libros que leeríamos, las películas que veríamos, las pláticas y las tardes en Suchitoto, los amaneceres lejos y los atardeceres separados, el miedo, la alegría y los nervios. La música que escucharía a razón de nuestra extraña forma de mostrarnos afecto, compartiendo lo que encontramos, lo que recordamos, lo que rescatamos.

Todo sigue siendo nuevo, sigo teniendo miedo, sigo con el corazón desbocado, sigo esperándote ciertos días, sigo queriéndote y ahora, además, quiero al clan completo. Sigo anonadada porque todo va rápido y lento a la vez. Sigo sorprendiéndome con cada cosa.

Nuevo este cansancio de domingo por la tarde, luego de hacer tantas cosas de la casa, nuevas las ideas para seguir caminando juntos, nuevos el atardecer y el amanecer que han de venir, nuevas las alegrías y las preocupaciones por los chicos. Nuevas las estrellas y sus conjunciones, nueva la caricia y la molestia. Nuevas las canciones que hemos escuchado muchísimas veces antes, nuevos los caminos que recorremos y los que nos esperan. Nuevo será todo, para nosotros que seguimos conociéndonos. 

Hace tres años me fui a un viaje y aún no quiero regresar. 

*Foto cortesía de Flor Aragón.

miércoles, 17 de junio de 2015

Padre

Querido pá:

Siempre has estado...  siempre me has hecho feliz. 
Me has dejado ser como soy, no entendes muchas veces, pero igual me dejas, tu mejor consejo siempre ha sido "la decisión tomada es la mejor", llamándome a pensar bien todo antes, a evitar el error, a no pasarme de lista con los demás, en especial con los más pequeños.

Una vez alguien me dijo que vos eras mi referencia para la figura masculina y que ninguna de mis parejas, novios u hombre alguno que se atreviera a conquistar mi corazón llegaría a cubrir tu imagen, me lo dijo asustado, el infame no sabía algo bien sencillo, vos no sos mi referente para buscar pareja, vos sos el referente para ser mejor persona yo. Nadie puede llenar tu espacio por algo bien sencillo, no sos competencia en mis afectos. Nadie puede llenar tu espacio por algo bien sencillo... no busco otro papá. Solo estás vos.

Siempre te he admirado, por tu calidez, por tu capacidad lúdica, por encontrar lo bueno en medio de todo lo malo, porque decidiste quedarte, porque me has dado los abrazos más protectores y porque no me ataste cuando decidí irme de tu lado. Hay tantas cosas más, pero creo que estas son las más significativas, como cuando cocinabas unos espantosos huevos picados que nos comíamos cuando me cuidabas siendo yo una niñita de tres años, como cuando me espantabas el miedo a los temblores o ibas a revisar que no hubieran animales que me asustaban en la noche y yo estrenaba mis primeros insomnios, como cuando hemos compartido, a lo largo de estos treinta y pico de años, las más honestas risas desbocadas o el silencio aturdidor de la tristeza, siempre he disfrutado estar a tu lado.

Gracias... por tus camisas hawaiianas, por enseñarme a cambiar una llanta del carro, por indicarme el camino y dejarme caminar a mi ritmo, por siempre esperar algo bueno de mi. Gracias, por ser el referente perfecto para la ternura. 





Tomas tus cosas y vámonos ya
si no corremos nos van a dejar
ponte tu casco y tu traje espacial
la carretera no puede esperar

¿dónde vamos?

Las nubes viajan tras el cristal
y las montañas se vienen y van
yo te regalo esta flor que encontré
en tu cabello que bien, mírate

¿dónde vamos?
¿dónde estamos?

Y nuestra casa se quedó allá atrás
¿allá adelante qué iré a encontrar?
En este camino no hay nadie más
tu eres la reina y yo soy el rey
en esta arena te hice un collar
de conchitas, todas de carey.

Y nuestra casa se quedó allá atrás
¿allá adelante qué iré a encontrar?
y mis amigos que aquí ya no están
como las olas que vienen y van.

lunes, 15 de junio de 2015

Junio

Siempre me ha gustado, quizá sea porque en mi mente medieval veo más cerca el fin del año, por supuesto, como casi siempre me pasa, soy una descoordinada social y junio es, para mi, como una navidad... cosas lindas y buenas pasan en junio... inician formalmente los días grises, llueve y el clima se vuelve fresco, a mi se me espantan varios miedos y le saco la lengua a mayo, que por cierto este año no se portó tan mal, pero sigo atenta para el que viene.

Junio me invita a caminar, me incita a hacer cosas nuevas y lindas, también me da por escribir más seguido. Junio siempre me desata a la "chistosita" que vive en mi interior, me deja ser libre.

En esta libertad, me doy el bárbaro lujo de escuchar música que habitualmente no escucho, como las canciones viejas de Alejandro Sanz, junio me hace viajar, en el tiempo y en el espacio, me deja con ganas de estrenar horizontes en las pupilas, no importan mis achaques, no importa si me enfermo, junio también es para acostarme y dormir todo lo que no he dormido. Junio es como uno de esos adolescentes que me miraban fijo cuando era maestra, preguntándome con la mirada, ¿de qué eres capaz para mantener mi atención?.

Es posible que junio me haya traído a las mejores personas que han llegado a mi vida, posiblemente en junio he recorrido los lugares más hermosos en los que he estado, es casi seguro que mis locuras más risibles se han dado en algún junio. Junio tiene esa personalidad fresca de la gente buena, de esa que te ayuda, que te invita a un café, que te da un consejo, que te da una regañadita con cariño. Tiene los ojos del hijo que siempre quise tener y que nunca tuve.

Junio es tan versátil que hasta las canciones tristes se oyen bien, se escuchan sin pesar y sin dolor, se disfrutan y no dejan esa sensación de soledad o de ahogarte en tu propia miseria, no... al contrario, las escuchas y pensas que lo que hay hoy es lo que necesitabas y no lo sabías. Junio. Habrías sido un magnífico hijo, un estupendo hermano o un amigo al que puedo hacerle preguntas y recibir algunas respuestas, un maravilloso padre, un hombre fuerte y tierno. Junio, sos hombre y yo mujer.





miércoles, 10 de junio de 2015

La historia, la fotografía y el amor

El amor como línea transversal de todo... amo la historia, amo la fotografía, amo a la persona que se dedica a recorrer las calles conmigo, aunque yo vaya lento.

Ayer en medio de la falacia de ser adultos nos escapamos y nos fuimos a hacer lo que más no gusta: buscar libros. En medio de un montón de cosas que a veces me asustan, que me distraen y que me vuelven hosca, siempre encuentro algo que me saca, me alegra, me llena de alegría y vuelvo a creer en la humanidad.

Soy demasiado sencilla a veces, no me importa.

Ahí estaba... solo, como escondidito, una hermosa edición de las 50 fotografías más icónicas de la historia. Un alemán se dio a la tarea de escoger 50 fotografías, con sus autores y hacer una verdadera obra de arte que hace un recorrido desde 1886 hasta el siglo XXI. Miguel me lo mostró, él sabe de mi amor al arte, a la fotografía y a la historia... y a los libros bellos. Lo hojeé un momento, le acaricié el lomo, como lo hago con Tolstoi, palpé la dureza de su pasta, acerqué mi nariz y aspiré su olor nuevo, me enamoré.

Le dije a Miguel, que aquel libro era magnífico para estar en la mesita de café en medio de la sala de la casa. LA casa. La mía, la de él, la que queremos para ambos y para los 5 miembros de la tropa galáctica.

Ahora aquel libro que admiré en la librería está conmigo, habita conmigo, luego de muchos años, muchos, demasiado, llega a mis manos un libro de tal envergadura, no se quedó en aquel anaquel, no. Viajó hacia mi casa y anoche caí rendida mientras leía la primera reseña de las 50 que contiene. Soy feliz.

Esta mañana, como toda buena enamorada, busqué una reseña de mi nuevo libro, encontré esto: "Los fotógrafos tienen un modo extraño y poderoso de modelar nuestra visión del mundo e influenciar nuestras percepciones de la realidad. Para demostrar la influencia única y profunda que los fotógrafos tienen en la cultura y la sociedad, Photo Icons coloca bajo el microscopio a los hitos más importantes de la historia de la fotografía.

Cada capítulo de esta edición especial se centra en una sola imagen que se describe y analizada en detalle, en sus contextos estético, histórico y artístico. El libro comienza con las primeras imágenes permanentes (la foto con una exposición de ocho horas de un tejado de Nicéphore Niépce en 1827 y la famosa escena callejera de Louis Daguerre de 1839) y lleva al lector hasta el día de hoy, pasando por la fotografía de vanguardia de los años veinte y obras como la Madre inmigrante de Dorothea Lange (1936), El beso frente al ayuntamientode Robert Doisneau (1950) y la ‘Nueva Fotografía Europea’ de Martin Parr."

Miguel me ha entregado este libro, no es el primero, siempre he sentido esa hermosa emoción ante cada libro de arte que me ha dado durante estos tres años, pero este ha marcado el inicio de otras etapas. Ahora hay que conseguir la mesa para tomar café y donde podrá descansar el libro, accesible a la población hogareña, para que todos recordemos que la historia, la fotografía y el amor tienen algo común: nos pueden maravillar siempre.


lunes, 8 de junio de 2015

¿¿Por qué dejan solo al copy??

Yo soy "el" copy.
Hace una semana cumplí 8 meses de trabajar en una agencia de publicidad, antes de esto, pensaba que había tenido todo tipo de trabajo, me equivoqué. Ahora si... ya pasé por todos los trabajos habidos y por haber para alguien con estudios en Letras. 

¿Por qué menciono esto? Bueno, gracias a que ya fui profesora, redactora periodística, comunnity manager, gestora de fondos internacionales, investigadora, escritora de biografías, pastoralista, evaluadora de proyectos, museógrafa, organizadora de eventos, curadora de arte, encargada de encuestas y tabulaciones y otros menesteres más folclóricos en mis 18 años de laboral formalmente resulta que además de escribir "copy's creativos" y revisar la ortografía de todo lo que sale de la agencia, también redacto licitaciones. 

Hacer licitaciones, fuera de lo que se piensa, es divertido, uno conoce a los compañeros y se da cuenta de cómo funcionan otros departamentos... sumenle que me reencuentro con conceptos como "antecedentes", "marco teórico", "justificación", "objetivos (general y específicos)", y he conocido otros como "racional" "público meta" y otros que al final de cuentas podrían tener otros nombres pero bueno, de eso les platicaré en otra entrada.

Otra de las razones por las cuales las licitaciones son divertidas es porque me retan a seguir mi vida laboral de siempre con la pequeña presión de cranear y poner en "idioma de burócrata" el "idioma de creativo" para que las propuestas no sean rechazadas, lo más chivo, chivo, chivo de hacer licitaciones es que sigo en contacto con las redacciones formales, no parece, pero me gustan, es de esos gustos culpables.

Por supuesto, mi adrenalina sube con la presión de saber que tengo que entregar el documento en una fecha y hora específica, la vida se me hace interesante, extrema y absolutamente alucinante pelear contra el tiempo para lograrlo.

Hoy les contaré de mi última licitación. Para esta tuvimos que hacer un ejercicio diferente pues la presentación no era como las otras, entre los "añadidos" pedía un Diagrama de Gantt, cuando pregunté, días antes quién lo iba a armar todos en la oficina ofrecieron soluciones, claro, el lunes, 12 horas antes de entregar la licitación, no había una solución viable y concreta, yo había hecho el cronograma solicitado en excel y ahí estaba yo... con mi hoja en mano, listo para que un diseñador lo transformara en algo bello. No pasó. En lo que me puse los audífonos para afinar la redacción en algunas partes de la licitación me encontré con que la mayoría de mis compañeros se habían marchado, solo quedaban dos... mi jefe y Kike, un compañero diseñador, les dije y les expliqué lo que necesitaba para terminar de entregar la licitación, eran las 6:35 p.m. y lo único que me separaba de la felicidad era el Diagrama de Gantt.

No hay que pedirle pera al olmo.

Expliqué dos veces a ambos  sobre la estructura que necesitaba y se declararon incompetentes en el tema y mi jefe hizo lo más cristiano que encontró. Googleó dónde hacerlos y buscó en wikipedia la definición de un Diagrama de Gantt, yo los había usado, pero ya hechos, recordé el que hizo mi jefa en un proyecto en Suchitoto, era hermoso y lindo, nos sirvió mucho, pero claro, ella lo hizo, no yo.

Mi jefe me pasó un link... y se fue.

6:50 p.m. yo sola en la oficina, viendo un tutorial titulado... "cómo hacer suyo un diagrama de Gantt"para no pertenecerle yo a al diagrama.

Mi capacidad cognitiva no está hecha leña, el tutorial bastó, con sus 2 minutos con 30 segundos para lograr comprender lo básico para hacer en una smart sheet el dichoso diagrama, mientras tanto, mis compañeros de administración esperaban mi parte para terminar de ordenar los papeles y dejarlos listos para la entrega a las 8 a.m. del martes.

Una vez comprendida la base, hice un par de pruebas-error en el programa online e inmediatamente empecé a pasar los datos de mi excel a la smart sheet... 7:50 p.m. y todos los datos estaban listos, el programa me daba la opción de ver dos ventanas a la vez... en la primera mitad, se veía una hermosa tabla donde estaban todas las  actividades, con sus fechas, con sus parámetros de evaluación de avance y en la otra ventana una cuadrícula de semanas/meses donde líneas de colores indicaban el avance temporal del proyecto. Con esto, decidí cenar, mi estómago ya reclamaba alimento y bueno... yo no puedo pensar con el estómago vacío, es terrible pero cierto.

8:10 p.m. regreso, solo falta imprimirlo y soy libre, lo entrego y me voy a mi casa, tenía casi un mes de salir tarde todos los días por otras campañas y proyectos. Era una hora decente, me sentía feliz.

Le doy click a imprimir, voy a la impresora y al recoger las páginas me doy cuenta, lo ha imprimido en dos hojas, pero todo está tan minúsculo que no se lee. Siento un escalofrío.

Regreso a mi computadora, ¿cómo voy a lograr imprimir este documento en una sola página de modo que se lea? Quiero llorar.

Alto, no puede ser que una máquina me quite la paz... he logrado cosas más complicadas, lograré esto también. Nuevo intento, peor resultado, ahora me salen 8 páginas... 8.

Primero, no quiero que salga todo el año, solo quiero que salgan de julio a diciembre. Nuevamente, a buscar en configuración, guardar en pdf y bajarlo, luego imprimirlo. Nada no puedo... el tiempo no se detiene y ya son las 8:35 p.m.

A esa hora recordé... siempre hay alguien que sabe más que uno, pero a quién le pregunto, estoy sola en la oficina, ya sé... voy a preguntarle a Delmy, ella es planner, ella debe saber, ella usa excel y smart sheet a diario, ella podrá ayudarme, me digo a mí misma... le envío un mensaje y no contesta. A los 5 minutos me doy por vencida, no va a contestar. Entonces lanzo una llamada de auxilio en tuiter. Por supuesto, alguien contesta... es Julio, exalumno mío, me indica lo trágico... "no se puede imprimir por porciones, siempre te saldrá todo el año" y me pasa un link donde está escrito que así es y así será.

¿¿¿Por qué dejan solo al copy???

¿A quién le pido consuelo, en quién me puedo apoyar en momentos como este?

No puede ser y ¿ahora qué voy a hacer?

De alguna manera, la lógica me llevó a la conclusión básica... voy a poner que el año inicia en julio y termina en junio del 2016, así lo que necesito que salga al lado de los datos será justo la porción del calendario que necesito impreso. Todo esto sería mucho más fácil si un diseñador pudiera ayudarme a capturar y poner en un solo archivo todo lo necesario. ¿¿¿¿¿¿¿Por qué dejan solo al copy???????

Luego empiezo a jugar con el porcentaje para que aparezca la información que necesito en una sola página tamaño carta de manera horizontal, 100%, 90%, 80%, 70%, 75%... perfecto. Luego de 5 impresiones, y ver que mi Diagrama de Gantt al fin cabe justo en dos páginas pero con formato leíble para cualquier ser humano. Ahora... solo tengo dos páginas. De reojo veo unas tijera y un dispensador de cinta adhesiva. La maldad se apodera de mi.

Corro a traer las páginas que al fin salen como quiero, las agarro y me las llevo a mi oficina, ahí me apodero de las tijeras y del dispensador... nada me detendrá! corto y pego. El diagrama de Gantt al fin está decente, está como quiero, exceptuando la línea de cinta adhesiva en medio.

Julio, mi exalumno que me auxilió me pregunta si logré resolver le dije que si... que mi ingenio, unas tijeras y cinta adhesivas habían sido suficientes para superar esta tragedia.

Voy y entrego mi documento, junto al trabajo del diseñador que realizó los artes. Me gusta mi trabajo, me da momentos para pensar duro y tupido, para hacer preguntas de cosas que no sé, para aprender cosas que debí haber aprendido antes, para aprender cosas que jamás pensé que aprendería, pero sobre todo... me gusta porque me recuerda que soy un ser humano limitado, pero no incapacitado para aprender. Porque  me hace reírme de mi misma sin malicia y sin recriminaciones. 

Eso si, por si acaso, para la próxima licitación, pediré que un diseñador gráfico se quede conmigo por si toca hacer corta y pega de algún diseño. 

10 p.m. Tomé mi cartera, llegó mi taxi, salí tarareando esta canción, rumbo a mi casa...