martes, 13 de septiembre de 2016

Emocionarse

A mi no me cuesta, me emociono. Claro, no me emociona cualquier cosa, quizá soy algo rara. No me emociona por ejemplo la idea de una boda, pero si de construir una familia. No me emocionan los bebés, pero si la idea de la familia, de cuidarlos, de protegerlos.

Con el tiempo he descubierto que me emocionan otras cosas: editar un video, encontrar música, pensar y organizar un viaje, visitar un museo que posiblemente nunca visitaré de nuevo, las nubes gordas y cargadas de lluvia y escuchar como caen las gotas pesadas de lluvia mientras estoy acostada en mi cama, rodeada por mi gato y mi marido.

De una manera muy extraña me emociona ver que aún tengo muchos libros por leer, que me están esperando en la mesa de la sala de la casa. Me emociona ver a Miguel devorarlos con avidez y yo detenerme con paciencia y tiempo a saborearlos, me emociona saber que recorremos las mismas páginas. Me emociona cada vez que nos enviamos fotografías de los libros que compraremos.

Posiblemente lo había olvidado, durante mucho tiempo me alejé de los salones y no recordaba que me emociono cuando doy clases, me gusta llegar y ver sus caras mientras les cuento sobre cosas que mis alumnos no saben y ahí ando durante toda la semana atenta a canciones, películas, referencias históricas, obras de arte, libros y autores para compartirlas con ellos. Me emociona saber que quizá sea esa mi manera de trascender.

Tal vez sea la vejez y ahora me emocionan cosas que jamás creí que lo harían: una casa propia, ser un poco sociable (con los límites que mi ser lo permita), seguir pensando que la justicia y la equidad pueden ser posibles, aún a pesar del fastidio social, escribir una novela, escribir algo que quede para otros. Me emociona saber que cada noche puedo llegar a un hogar, el mío.

Emocionarse es bueno, creo que mantiene alerta al corazón.