viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Es usted una persona olvidadiza?

... 

Lo confieso, soy olvidadiza. Luego de un par de conceptos adquiridos en Psicopedagogía caí en la conclusión de que a lo mejor, en mi infancia, no me diagnosticaron Déficit Atencional. Digo yo. No encuentro otra explicación.

¿Qué les estaba diciendo?

Ah, si... soy distraída. 

Nadie entenderá el sufrimiento que implica el ver rostros y no recordar nombres y más cuando la otra persona te llama por tu nombre y hasta con cierto grado de alegría. La verguenza total. La verdad los distraídos nos acostumbramos. Por ejemplo, ayer al subir a la 44 me encontré con un hombre conocido, me miró fijo y ni modo... tuve que hablarle, le dije "creo que lo conozco", a lo que contestó... "Claro KR" 

u_u 

Hasta el momento no recuerdo ni su nombre, ni dónde fue que lo conocí. 


Todo indica, luego de largos años de observación, que mi distracción se dispara cuando ando más ocupada o cuando algo ocupa mis mejores neuronas. Por ejemplo, en el trabajo hemos tenido días intensos y hasta el momento ya olvidé una vez mis llaves en la oficina, con la suerte que justo ese día Miguel estaba en casa esperándome y le robé su juego de llaves, hasta que recuperé las mías. 

No sé cómo vivirán sus experiencias lo otros distraídos, pero yo he pasado situaciones doblemente estresantes, como el día en que olvidé sacarme el shampoo y pasé toda el día con el cabello "tostado", lo primero que hice al llegar al hogar fue meterme al baño y ducharme. Ese día fue espantoso.

Otro despiste memorable fue el día en que llegué a la oficina y mi compañero de al lado, que por la edad podría ser mi papá, me dijo (muy discretamente) "Andá al baño, traes la camisa al revés". Cualquier ser humano puede pasar por eso... pero yo me especializo en hacer muy bien las cosas y así, al llegar al baño y verme al espejo, me di cuenta que no solo me puse al revés la blusa (con las costuras hacia fuera) sino que además, traía la parte de atrás para adelante... es decir, traía en el pecho la viñeta. Doblemente al revés.

Soy un desastre. Soy el caos. Soy mi propio caos.

Esta mañana, ya había cerrado la puerta de la casa y estaba por abrir la puerta que da al pasillo del edificio cuando me percaté que no llevaba los lentes. Ayer tampoco los traje, así que era mejor regresar a buscarlos porque otro día ciega no lo soportaría. 

Entre de nuevo y puse mi cartera y mi lonchera en la mesa y empecé a buscar mis lentes... "¿dónde los dejé?", mientras me preguntaba eso, hacía un recorrido mental de los momentos en los que recordaba si andarlos puesto... todo me llevaba al día miércoles. Pero ¿¿¿dónde están mis lentes??? Busqué en todos los lugares posibles: el cuarto, la sala, la cocina, el lavadero, el cuarto del relajo... nada. Me senté en la cama e hice el último esfuerzo de memoria. Busqué bajo la cama y nada, ahí estaba, gateando con el gato, cuando recordé que anoche quité un montón de ropa de la cama y la subí a un estante en el closet. Me subí en mi banquito con el que logro alcanzar todo y revisé. Mis lentes estaban en medio de la ropa. Vi la hora... ya me había retrasado. Agarré mi cartera y salí corriendo.

[Inserte un lapso de tiempo acá]

Mientras caminaba hacia la parada de la 44 me puse a pensar en cómo redactar este post para contarles lo terrible que es ser distraída, en eso venía la coaster y me subí, me senté y en ese instante, en ese preciso momento caí en la cuenta: olvidé mi almuerzo.

Se sufre siendo distraída. No saben cuánto. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hombres

Como mujer, otras mujeres (y algunos hombres) me enseñaron a temer a los hombres, a desconfiar, en siempre estar a la defensiva, incluso, alguna vez se me instó al odio de género. No puedo.

Primero porque eso sería hacer precisamente lo que me ha molestado de algunos hombres: reproducir patrones de violencia. Segundo porque no sería justa, así como he encontrado hombres que me han dañado en muchos aspectos, también he encontrado hombres que son personas, en todo el sentido de la palabra: buenos, con defectos, con virtudes, con negatividad y tan optimistas cuando deben serlo.

Ser hombres, creo, ha de ser difícil, como también lo es ser mujer. Porque así como nosotras nos topamos con los estereotipos y con "lo que se espera" de nosotras, así los hombres; en este sentido me da mucha pena que se les diga, desde niños, que los hombres no lloran, que no pueden ser tiernos, que deben ocultar no solo sus sentimientos, sino también sus pensamientos para evitar ataques, que no hay otra salida que ser machistas o tener muchas parejas a la vez, que las que se encargan de la familia (en los pequeños y domésticos detalles) somos las mujeres, que el amor es una cosa rosa y estúpida. Me da pena, en serio.

Por otro lado, me alegra haber encontrado en mi camino hombres que han quebrado todo esto que se les enseñó desde niños y eso los ha hecho grandes para mi, se han vuelto mis amigos, mis hermanos (que nunca tuve), mis confidentes, algunos han sido mis amantes, un par de parejas estables y el hombre que decidió criarme. He sido tremendamente afortunada. Porque contrariando el desastre que otros hicieron, estos que están en mi corazón me enseñaron que para ser no se necesita tener un hombre siempre al lado, pero que la vida es más espectacular y divertida si uno de ellos van a mi lado. 

Una vez, un ex y sus amigos me catalogaron como feminista ortodoxa "de patas peludas" (siendo que siempre me he depilado desde la adolescencia) porque defiendo mis posiciones, acciones y derechos, me maltrataron durante varios meses y creo que por un mal concepto de lealtad a mi pareja de aquel entonces me aguantaba varios de sus comentarios misóginos. No lo culpen, fue mi decisión aguantar, supongo que era porque tenía que aprender muchas cosas de los hombres y lo agradezco. Ahora ya puedo decirle a un hombre cuanto me molesta que frente a mi hable mal de las mujeres o que maltrate mujeres, porque tengo la misma capacidad cuando algunas mujeres hablan mal de los hombres, los defiendo, porque echar a todo mundo en el mismo saco es más cómodo, pero tan injusto. 

Lamentablemente tengo que admitir que aún, en algunos casos, sigo temiendo a los hombres, por su fuerza física más que todo, porque nunca podré defenderme físicamente y tristemente es la forma más fácil en ser agredida. La violencia tan terrible que vivimos. Me solidarizo con las mujeres que sufren violencia psicológica y emocional, pero también con los hombres que la sufren, porque también los he visto ser maltratados así. Nadie se salva.

Hoy es día internacional de los hombres, no sé quién dijo que así fuera, ni por qué se instituyó, tal vez porque reclamaron que mucha bulla hacemos las mujeres con el 8 de marzo, no sé, ni me importa mucho tampoco... lo que si sé es que me alegra que haya un día para ellos, se lo merecen. Se lo merecen por haber cuidado de sus hermanas, de sus hijas y de sus parejas, por ser amigos fieles que te recuerdan que somos fuertes como ellos y que ellos se sienten cómodos de llorar a nuestro lado, por un dolor, una tristeza o por una película, por ser excelentes maestros y profesores, entrenadores de deportes que nunca practiqué, compañeros de trabajo que sacan sonrisas sin proponérselo, jefes que cantaban cuando la presión nos atacaba, tíos que sorprende, por ser amantes fabulosos, por ser copilotos de viajes cortos y largos, por ser el que me acompaña al supermercado, por ser el que me sostuvo en sus brazos y dejó que le abrazara cuando yo era solamente una niñita. Felicidades a ustedes, que han sido parte de mi vida y que han hecho que ser mujer (y feminista) sea más divertido  y especial a su lado. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Guatemala, México, España y mi necesidad de viajar.

Siempre se me acusó de no tener raíces. Siempre se me vio mal porque nunca me "asenté". Siempre. 

Para mí era una necesidad imperativa viajar, no importa dónde, no importa si sola o acompañada, hasta que un día pasó... fui quedándome quieta, por decirlo de alguna manera. Supongo que tenía que pasar en algún momento. 

Eso no significa que no siga soñando con viajar. Lo repito, viajar siempre fue una necesidad y ahora soñarlo es una forma de seguir siendo la que soy. La gran diferencia es que ahora pienso en viajar con Miguel, siempre con él. Tenemos casi año y medio de estar soñando con viajar a México, ahora el sueño se está concretando y poco a poco vamos avanzando en un plan estructurado, milimetrado y excel-iado por él, no sospecha el pobre que para mi hubiera sido más emocionante (en otros aspectos) solo agarrar mi maleta e irnos. Pero yo ya no soy la muchachita de veintitantios que se marchaba a Guatemala cada vez que podía (en una combinación honesta de vacaciones y dinero).

Reconozco que antes buscaba viajar para huir... del trabajo, de la familia, de los hombres que me pretendían amarrar, de la universidad, de los dolores... siempre huía. Ahora no. Ahora lo pienso, lo deseo y lo calculo como Miguel me enseña, porque ahora, a diferencia de hace doce años, si quiero regresar. 

Pero hay un algo... creo que es una mala maña, es mi naturaleza básica... es el amor que me retumba fuerte y claro y que me llama como tambores que presagian la batalla, como flauta encantada y yo no puedo resistirme. Anoche Norman me escribió. Lo que hizo este hijo tan mío fue poner por escrito lo que había estado pensando desde hace una semana. "Vamos a Guate". En dos patadas él organizó lo que necesitamos: coordinarnos con Mynor y sentarnos y platicar. Reencontrarnos. Contarnos todo lo sucedido en estos años de separación, a modo de evaluación, de hacer conciencia sobre las bondades de la vida y de la autorealización. No, ya no pensamos en ir a ahogarnos en toneles de alcohol o reventar la luna, ni nada de esas cosas tan típicas de la enajenación, no... ahora es "cocinemos juntos, platiquemos, viajemos 4 horas para vernos las caras". Fue tan hermoso leer lo que me escribió Norman, porque fue caer en la cuenta de que me lee la mente, me conoce y conoce a mi corazón. 

No sé si el viaje a Guate se concrete, hace falta tanto para que pase, pero solo el hecho de pensar en que tomaré un bus hacia allá y podré ver lo que ya mis ojos ha visto tantas veces, que podré cantar nuevamente las mismas canciones, daré los mismos abrazos a las personas que hemos forjado y que Mynor pueda conocer a Miguel y que este sea solo el preámbulo de otra manera de viajar me deja con el buen humor que me da la vagancia.

En abril nos vamos a México y este post es solo el inicio de una cuenta regresiva que incluye ir a reponer mi pasaporte que se quedó perdido cuando regresé de Chile, pasaporte que espero que me sirva para cuando vayamos a España en algunos años, porque mi necesidad de viajar podrá cambiar de modo, pero nunca morirá. 

Alisten las maletas. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

La mordida

Como sabrán, Tolstoi es el primer gato en mi vida. Antes de él... los gatos no me parecían tan simpáticos, honestamente. Supongo que era parte de la mala fama que tienen los pobres. 

Tolstoi es un gato de diez meses, como suele suceder cuando estamos criando a otro ser vivo, nos sorprendemos con sus logros y sus "cositas". Una vez Flor (quien me lo dio en adopción) me dijo que lo tengo demasiado consentido. Tiene razón. 



Llegó siendo una pelotilla de pelos, chillona y miedosa, pasó el primer día escondido bajo la mesa del comedor, hasta que agarró valor para salir y nos hemos hecho compañía desde hace 7 meses. 

Habitualmente es un animal muy tranquilo, yo lo jodo y le digo que parece "gato-perro" porque cada vez que llego muestra felicidad de verme cruzar la puerta, a mi no me importa si es solo para cumplir la función de alimentarlo, no es así en el fondo. Cuando me he ausentado por cuestiones familiares y aunque Miguel llega a alimentarlo ya me ha recibido con el amor en sus ojos.



Ciertamente comprendo su naturaleza animal, trato de entenderle ahora que se está volviendo un gato adulto, pero siempre habrán cosas con las que no entenderé.

Anoche llegue a casa y lo dejé que estirara las patitas en el balcón del apartamento, como suele hacer... inició su rutina: husmeó las plantas de la vecina, se acostó haciendo maromas en el piso de cemento, hizo equilibrio sobre el murito del balcón y de repente escapó. Dejé las cosas que llevaba en la mesa y agarré mi pistolita de agua porque escuché que los gruñidos presagiaban una pelea gatuna. Chester es el gato de los vecinos de la tercera planta, es un enorme y peludo gato rayado anaranjado. Al salir del apartamento los vi. Tostoi tenía la espalda totalmente arqueada y el pelo encrispado, mostraba sus terribles y  mortíferos colmillos a Chester, quien estaba acostado pero bufeando feo desde su balcón, se veían como amenazándose, como en esas películas del western, solo faltaba la clásica tonada de Ennio Morricone. 

No fui la única en salir, la dueña de Chester, una adolescente muy simpática también salió y me preguntó si la pequeña amenaza de su gato era mío, le dije si, en eso estábamos cuando Chester dejó su trono, su territorio y se le tiró encima a mi Tolstoi. Jamás había visto a mi pequeño gato en esas poses... antes se había peleado con otros gatos, pero siempre el golpeado (tal cual bulling) había sido él, anoche lo vi pelear en serio. 

La dueña de Chester y yo nos asustamos y dijimos lo mismo, al mismo tiempo: "¡No!".

Subí las gradas que me separaban de la tormenta de pelos, uñas y dientes y lancé dos chorros de agua. Inmediatamente Chester se fue corriendo a brazos de su dueña que venía bajando las gradas, se refugió en ella. Creí que Tolstoi saldría corriendo a su lugar seguro dentro del apartamento, no fue así. Cuando vio que Chester corrió, no lo siguió, se dio la vuelta y me atacó. Me mordió. Me mordió muy duro en la mano con la que disparé el agua. La dueña de Chester se asustó y terminó de regresar a su balcón, solo me djo "cuidado". Yo solté la pistola de agua por la mordida que iba acompañada con zarpazos, el instinto me hizo abrazar a Tolstoi para detener el ataque. No me pregunten por qué, pero hice eso. Le gritaba "Quieto" y no obedecía, sentí su cuerpo totalmente tenso y en eso recordé lo que me dijo una vez la veterinaria, cuando se quería inmovilizar a un gato, se le debe agarrar con firmeza de la nuca y dar un tirón. Lo hice y logré que me soltara. Regresé al apartamento y lo encerré en el cuarto que está vacío. Ahí me di cuenta de la cantidad de sangre que tenía saliendo de la mordida. Era bastante. 

Regresé a recoger la pistola que tiré en las gradas y ahí estaba la vecina, asustada, ya había encerrado a su Chester y se me acercó para preguntarme si estaba bien, le dije que si, pero estaba asustada y molesta, cerré mi balcón y me encerré en mi apartamento. Mientras, Tolstoi aruñaba y golpeaba la puerta que lo encerraba. 

Decidí que Tolstoi estaría castigado un rato, al menos hasta cuando escuchara que había dejado de luchar y hacer berrinche. No sé si hice bien. Como en la mayoría de cosas en mi vida, no sé que hacía. 

Me limpié la mordida y documenté con una foto, para contarle a Miguel, también para recordar que debo buscar la mejor manera de tratar a mi gato a la hora de un conflicto. 



Me quedé pensando en la agresividad, no solo de mi mascota, sino esa que casi siempre está cerca, cuando nos sentimos agredidos, amenazados o acorralados, también pensé en eso que nos paraliza, que nos saca de la pataleta y de las consecuencias de las mordidas, actos o enojos. Me quedé pensando que tomarle cariño a algún ser vivo, a veces implica también un poco de dolor.

Dejé salir del cuarto a Tolstoi una hora después, solo abrí la puerta y me di vuelta, no quería verlo, ya se había calmado y se asomó a la puerta del cuarto, ya cuando yo estaba en la sala que queda de frente. Despacio se acercó, husmeó y como si supiera que hizo algo muy malo se fue acostado como cuando quiere que lo acaricie. Yo no le prestaba mucha atención, no le hablaba y trataba de no verlo directamente, seguí viendo tele y cuando llegó la hora me fui a mi cama. Por supuesto me siguió en silencio.

Esta mañana también lo ignoré un poco, como si me entendiera, antes de cerrar la puerta, le dije.. "no estoy enojada, pero me molesta lo que hiciste", por supuesto, cuando ya iba en la 44 pensé que estoy bien loca al hablarle al gato, como si eso fuera garantía de que reflexione sobre su naturaleza.

Debo aprender tanto. De Tolstoi, de la agresividad, de cómo reaccionar, del amor... y de mí.