martes, 7 de julio de 2009

Desolación

Hace años que sentía desolación, en aquel tiempo no tenía nombre, no tenía tiempo, solo lo sentía... como me ha dicho Myrna un par de veces, es una especie de inconformidad en el corazón. Así estaba mi corazón: inconforme.

Me fui a ejercicios espirituales e igual, el desosaciego no me dejaba estar quieta, no me concentraba, solo pensaba y no dejaba nada para la sorpresa ni la maravilla de la consolación, nada... ahí estaba yo sin encontrar puesto en este mundo.

Junto a mi, esa semana se habían encerrado en el centro loyola otros profesores del colegio y de la uca, entre ellos andaba ahí mi profesor de cristología, un emblematico viejito con sueter azul, nunca se lo bajaba, ni siquiera cuando azotaba el calor al mediodia salvadoreño.

Para variar me desapareci del grupo, bajaba a comer a la hora que sabía que nadie estaría, me encerraba en mi cuarto, me iba a lo mas alto del cerro a meterme entre los pinos y me tiraba boca arriba para ver el mecer de las ramas y hacerme amiga de las ardillas y pájaros que ahí vivían, no quería ver a ningún ser humano. No me soportaba ni a mi misma.

Una noche, ahí por día jueves (habíamos ingresado día domingo anterio) era una cosa insostenible, estaba a punto de salir corriendo y de gritar a todo mundo un hartajo de incoherencias... o peor aún, contemplaba la posibilidad de hablar con mi acompañante espiritual y lo hice... y se río de mi. Dios lo tenga en su gloria. Se murió hace unos años y no lo considero malo, pero reírse de alguien que en su estado de desolación le cuenta algo... no era lo más adecuado para un alma en pena.

Entonces sucedió. Lloré. Nunca lloraba antes, a eso de los 11 años me hice el proposito de no llorar o al menos que no me vieran haciendolo... pero esa noche reventé, lloré todo lo que no lloré en 17 años.

Por supuesto que huí donde nadie me viera llorar, pero no contaba con la astucia de mi profesor de cristología. Me vio pasar y no dijo nada, no me llamó, no me interrumpió. No hizo nada.

Estaba en mi cuarto, me sentía derrotada y vulnerable, me sentía mal, cuando tocaron a la puerta. Me limpié la cara, suspiré profundo y salí tratando fingir que nada sucedía (tonta de mi), lo vi parado ahí, era el padre del eterno sueter azul, me hizo seña de silencio... y solo me extendió la mano y me dio un papelito amarillento. Me sonrió y me dijo: "esto te va a servir". Agarró la puerta y cerró.

Desdoblé el papelito y ha sido de las mejores cosas que he leído, me dio fuerza ese dia, y este día, por casualidades lo encontré dobladito por ahí... siempre es oportuno, siempre es bueno saber que no importa la debilidad y el llanto, uno siempre puede ser fuerte sin necesidad de fuerza. Siempre le voy a agradecer a aquel viejito que no necesito sermones, ni regaños, ni burlas para decirme que estoy viva.

Soñar el sueño imposible.
Enfrentar al enemigo imbatible.
Soportar la insoportable pena.
Correr adonde el valiente desafío no va.
Corregir el incorregible error.
Amar pura y constantemente.
Tratar, cuando tus armas están muy cansadas,
Alcanzar a la inalcanzable estrella.

Ésta es mi búsqueda:
Seguir a esa estrella
No importa no tener esperanza,
No importa que tan lejos esté.
Luchar por la verdad,
Sin duda o pausa.
Estar dispuesto a marchar al infierno
Por una causa celestial.
Y sé que solamente habré acertado
En esta gloriosa búsqueda,
Cuando mi corazón yazca en paz y en calma,
Para alcanzar a la inalcanzable estrella

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