miércoles, 12 de septiembre de 2012

Dancing Queen o cómo el afecto me pone a bailar

No soy muy dada a bailar, digo... no lo hago mal (creo yo) pero nunca fui gustosa de andar con ansiedad por ir a bailar... nunca. Si se daba la ocasión y andaba de buenas... bailaba.

La que en mi familia es la bailarina heredera de esas artes que mi madre practicó es mi hermana menor, la más menor de las dos que la vida me envió para ponerme creativa con mi función social de hija mayor: Gabriela.

Desde muy pequeñita fue el amor de mi vida, era una criaturita gordita y simpática y yo era una adolescente conflictuada con la existencia cuando ella me entregó amor incondicional (bueno, un poco interesado porque los niños chiquitillos son así... pero sin maldad)

Recuerdo que pasábamos horas bailando y escuchando música... le ponía de casi todo, desde clásicas, rock y pop inofensivo. Uno de sus favoritos era el concierto Pastorela de Beethoven, aunque ustedes no lo crean. Por supuesto todo termina en esta vida y nuestros vínculos se fueron alejando y la música ya no nos reunía, ella descubrió la preadolescencia, los enamoramientos (bien heavy's) y el regeeatón (o como puercas se escriba esa odiosa música). Nunca se lo dije, pero extraño mucho nuestra camadería de antaño, ella fue la persona que me enseñó a cuidar a otras personas, a perdonar las pequeñeces y a reírme con todas las ganas, sin pena pues...

Hoy recordé a mi hermanita, a la más pequeña de todas, a la linda, a la simpática, a la que sonríe siempre (a menos que venga de turno, lo cual la pone de un mal genio PEOR que el mío). En medio de este gran calor, mientras hago manuales de funciones y reglamentos internos... llegó esta canción que hizo que la viera dado vueltas por la sala de nuestra antigua casa, aquella en la que crecimos. La recordé a sus cuatro años, enfundada en su vestidito de lino blanco, acampanado y sus cabellos trenzados, tratando de imitar los movimientos de estas mujeres que le cantaban a una bailarina como ella: joven y dulce (young and sweet), diciéndome "venite Kala, bailemos" y yo... con mis 17 años, junto a ella, también me sentía una reina danzante, supe, desde entonces, que cuando escucho esta canción podemos "pasar el momento de nuestras vidas".

Esta mañana, recordando a mi hermana y su dulzura (además de sus conflictos, dudas y esa forma tan caótica que escogió para crecer) he tarareado esta canción.


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