Después de celebrar su 37vo cumpleaños, una noche, George caminaba por la calle de su pueblo y de pronto vio una luz. Nunca supo que fue, solo cayó al suelo. Al día siguiente todo había cambiado.
George no podía dormir, más que dos horas cada día, leía y escribía incansablemente, investigaba todo lo que podía, veía todo con claridad y lógica, pero además, tenía ciertas alucinaciones y de paso se enamoró de una mujer y amó a los hijos de esa mujer; en medio de su confusión, tuvo tiempo de hacer cosas buenas por los demás, ayudaba a sus amigos y proporcionaba soporte a más de algún angustiado. Su doctor trataba de ayudarle, hacía exámenes pues George nunca había presentado los rasgos que ya les he descrito y buscaba en la ciencia la explicación a algo que no lograba tener lógica.
La gente que le rodeaba empezó a alejarse, al no poder explicar qué le sucedía al pobre George empezaron a sucumbir a lo más natural y antiguo del ser humano: el miedo. George también sentía miedo, de lo que veía, de no poder dormir, de los demás, de sí mismo. Todo esto seguía su curso y el hombre fue deteriorándose.
Se buscaron diversas explicaciones para la situación de Malley, unos decían que había visto un OVNI, otros que había sido secuestrado por extraterrestres que habían otorgado a George nuevas habilidades, más de algún religioso creyó que era obra del demonio. Todo se resumió a algo simple y natural: George tenía un tumor cerebral. Para que la historia que les cuento no termine TAN trágicamente, por supuesto George murió, pero rodeado de gente que lo amaba. Murió siendo consiente de su enfermedad, pero también de que había tenido una buena vida, a pesar del miedo, a pesar de la soledad que le tocó vivir.
He recordado esta historia, que es en realidad el argumento de una película estrenada en 1996, protagonizada por John Travolta y que en sí es una de sus peorcitas películas. No importa, la recordé desde hace unos días he estado pensando que el mundo de la mente es tan complejo, es tan lleno de baches y de luces que a veces vemos y que no comprendemos, no solo los que viven ciertas cosas, sino también para los que rodean a estas personas. El mundo de la mente da miedo. Me da miedo. Pero a veces, solo a veces, el mundo de las emociones es aún más aterrador.
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