miércoles, 29 de septiembre de 2010

El efecto del afecto

Quizá yo estaba destinada a ser un ser humano opaco... cuando el universo decidió mandarme una hermanita... es decir... otra, Lorena ya era parte de mi vida, pero no nos llevabamos bien.

Tenía 14 años cuando Gabriela aterrizó en esta vida... para muchos, yo ya tenía edad para ser parte de las estadísticas nacionales de madres adolescentes, pero no... era mi sangre, pero no era mía. Cuando la vi la primera vez... a doce horas de haber nacido, decidí para mí misma, que sería mía y de nadie mas.

A esa edad, en plenas vacaciones de séptimo grado, aprendí todo lo que toda mujer debe saber sobre criar a un recién nacido... horarios de alimento, aspectos de higiene, el cuido del ombligo, las fotos, los juegos y las canciones cantadas en idioma "chiquito" y otras de mi gusto personal. Fui mamá sustituta, ya que mi mamá tuvo que irse casi inmediatamente a trabajar gracias a sus casi seis meses de incapacidad prenatal.

Yo creí que ella era mía, pero nunca sospeché en aquellos tiempos de arrogancia y pedanteria extrema... que yo era de ella.

Me amanzó la rebeldía, me afinó el modo y en una época egocéntrica natural de todo adolescente... pasé de pensar exclusivamente en mi a pensar en ella. En ella y en Lorena, a quien ya cuidaba desde hacia tiempos, pero que nunca había descubierto como el ser amoroso y divertido que es, por estar ocupada en pelearme constantemente con ella.

Gabriela y yo somos totalmente lo contrario, en todo aspecto: físicamente, psicológicamente... y otras mentes... ha de ser el cambio generacional o a lo mejor la constitución caprichosa de nuestras personalidades, a ella le tocó vivir otros tiempos: terminaba la guerra, mis padres habían llegado a una edad menos horrible, en casa la violencia había aminorado y yo... yo me entretenía adquiriendo conocimientos casi inutiles...

Un día me dijeron que es "luser" porque, con esta persona a la que le tengo mucha confianza, le conté una pasada de la afectividad de mi hermana. Gran error. "No entiendo como es que se acuerdan de ese tipo de cosa... mi sobrina (niña que tiene la misma edad que Gabriela) ni se acordara de este tipo de estupideces..." me dijo el ingrato.*

Si. Mi hermanita es Luser... pero es la luser adecuada que me ha enseñado que el amor no es un dolor, sino que a punta de esfuerzo y experiencia, puede ser una experiencia maravillosa donde podemos crecer.

Gabriela es libra, cree en el amor, quiere casarse con un hombre bueno, tener muchos hijitos que me digan "tía piyí" y jueguen con Sebastian, es rosada y ve la vida en rosa... quiere estudiar y no sabe qué, quiere ser buena hija y a veces no sabe cómo, pero lo peculiar es que sin proponerselo, va logrando cada cosa que se propone, sin la gloria de triunfos titánicos, sino con la modestia de lo oculto, porque ella me ha demostrado, que ser así... como es ella, tampoco es cosa fácil.

Ella ha logrado, entre muchos de sus triunfos, que yo pueda ver el amor de manera menos viciada... y eso... se lo agradeceré toda la vida.

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* el ingrato en cuestión me dejó pensando en que nos esforzamos terriblemente por parecer inmunes a los afectos y emociones con el objetivo de no ser víctimas de nuestras debilidades... jajaja... lo terrible es que este hombre, tiene muy presente un 7 de septiembre, a las 6 p.m., en una terraza, de una casa en Santa Tecla, cuando él era un crío enamorado... peculiar.... peculiar... de nada sirve resistirnos... el afecto siempre nos afecta de alguna manera

2 comentarios:

Anónimo dijo...

..es cierto, recuerdo ese 7 de septiembre.. lluvioso y delicioso por cieto. También te conté como me dieron baje vilmente.. donde inició mi primer borrachera real. Pero hay algo importante, eso allí murió y allí quedó.. (lo del baje), no tengo por qué tenerle odio al tipo que se interpuso. Guardar rencor por muchos años no hace bien a nadie. Mejor guardo nostalgias y anécdotas.

F. El ingrato.

KR dijo...

mmm... mi querido amigo... nunca mencioné nada sobre el resentimiento... de hecho el comentario que te hice, fue con otro tono, pero bueno... quizá yo no le imprimé el tono adecuado al asunto.

Tenés razón.. hay que coleccionar experiencias y anécdotas...