martes, 11 de septiembre de 2012

39 años

Cuando una piensa en la historia que la ha forjado suele incluirse la historia que no ha vivido, sino la que ha leído, la que ha estudiado.

Chile.

Ha sido para mí un misterio, a pesar de estar en aquel territorio, todo me pareció un sueño, quizá yo no estaba preparada para tanta historia, para tanto fulgor, para tanto desastre. Chile no me abrazó y yo pasé días enteros encerrada en una biblioteca estudiando arte perdiéndome la genial experiencia de caminar por sus calles.

Hoy pienso en Chile, pero no en el de hoy, ni en el de hace cuatro años, pienso en el Chile de 1973, en su presidente humillado, derrotado, combatiente. Salvador. 

"Si tuvieras un hermano, se llamara Salvador" me dijo un día mi papá hace más de veinte años, cuando le pregunté por qué, me contestó "por mi tío Salva y por Salvador Allende". Del mítico tío Salva ya había escuchado, pero aquella vez fue la primera vez que él me enseñó sobre ese hombre que se atrincheró en la Casa de la Moneda, su casa. 

Esta mañana, mientras esperaba a mi jefa leía un libro hermoso que llegó a mis manos ayer. Como homenaje oportuno encontré este texto:

"Chile: 1964-1973
Salvador Allende era el peor escenario posible para el imperialismo de Washington. La única cosa peor que un marxista en el poder, era un marxista en el poder electo democráticamente, que honoraba la Constitución  y se volvía crecientemente popular. Esto golpeaba los más sólidos pilares sobre los que se había constituido el anticomunismo: la doctrina, concienzudamente cultivada por décadas, de que los "comunistas" solo podían tomar el poder mediante la fuerza y la decepción, y sólo podían mantenerlo aterrorizando a la población y lavándole el cerebro.

Después de sabotear el esfuerzo electoral de Allende en 1964, y fracasar en el mismo intento en 1970, a pesar de sus mejores empeños, la CIA y el resto de la maquinaria estadounidense de política exterior no dejó piedra sin remover en su afán de desestabilizar el gobierno de Allende en los siguientes tres años, poniendo particular énfasis en fomentar la hostilidad militar y el boicot económico a través del paro empresarial y de los transportistas. En septiembre de 1973, finalmente los militares derrocan al gobierno asesinando a Allende en el proceso.

Cerraron el país al exterior durante una semana en que los tanques rodaban por las calles y los soldados derribaban las puertas; los estadios repicaban con los sonidos de las ejecuciones y los cuerpos se apilaban a lo largo de las calles y flotaban en el río; los centros de tortura estaban en auge; los libros subversivos ardían en las hogueras; los soldados rasgaban los pantalones de las mujeres al grito de '¡En Chile las mujeres usan vestidos!'; los pobres regresaban a su estado natural; y los hombres de mundo en Washington y en los vestíbulos en los centros financieros internacionales abrían sus chequeras. Al final, más de tres mil personas fueron ejecutadas, miles más torturadas y desaparecidas." (Literatura Salvadoreña, 1960-2000 HOMENAJE; J.Vargas Méndez y J.A. Morasan)

Anoche mi hermana me recordó una tragedia más reciente, recordé esa impresión de ver edificios derribados, pensar en tantos muertos, en tanto dolor y horror.

11 de septiembre, Washington tembló de nuevo, pero no por la misma causa de hace treinta y nueve años, hace once años, él era el pueblo herido, el torturado, el asesinado.

Los civiles en ambos casos fueron los más afectados, pero para mí, para mi historia, para mi dolor de ver dolor, siempre este día se centra en Chile y mi tristeza le otorga un homenaje a Salvador.

2 comentarios:

iba pasando dijo...

En los dos casos, los ataques fueron planeados y perpetrados por el mismo gobierno. Cuando sos el país más poderoso del mundo, el único que te puede atacar sos vos mismo.

Aunque hay gente que sigue pensando que fueron unos fundamentalistas religiosos.

KR dijo...

Mira... extraño tus análisis coyunturales desporticadores post un par de Brahvas u_u