miércoles, 21 de mayo de 2014

El accidente

Hace cinco años, a esta hora estaba en el hospital, el ortopeda tocaba la planta de mis pies para comprobar si sentía algo... y nada.

Hace cinco años me caí de unas gradas y me desvié dos vertebras. Cuando llegué al hospital  e hicieron la primera evaluación nos aterrorizamos al ver que no sentía nada más que un enorme dolor de espalda a altura de la cintura, fuera de eso... nada.

Lloré mucho, no  solo porque era una terrible chillona, sino porque, hasta ahora, nunca he sentido un dolor más grande. Pasé en cama cinco días sin poder moverme sin ayuda y luego tres largos meses con un corsé ortopédico y cinco meses caminando con bastón.

Como siempre la vida siguió y aunque yo tenía muchas cosas que hacer y que no pude hacerlas por estar postrada en cama, sintiéndome inútil y totalmente drogada para soportar el dolor, pero el dolor terminó... pasó el tiempo y aunque a veces el dolor regresa, sucede que he aprendido a vivir con él. Cuando no soporto tanta presión en mi columna no hay codeína que no ayude.

Siendo responsable con mi dolor, he aprendido a identificar circunstancias en las que mi espalda se resiente y empieza a reclamarme. Aprendí a autoconsolarme y a tomar las pastillas de manera de no hacerme adicta a ellas, aprendí a caminar no tan encorvada.

Pero resulta que a veces es imposible, el dolor regresa y solo me queda abrazarlo y llorar mientras trato de entender por qué este accidente llegó a mi vida. ¿Por qué otros dolores siempre terminan en él?  Cada preocupación, cada enojo, cada soledad... siempre se alojan en mi espalda lesionada.

No crean, no me quejo, amo mi dolor, aunque me hace llorar, me ha hecho fuerte, cada vez practico nuevas formas para superarlo y no olvidar que es parte de mí, me identifica y me marca.

Hace cinco años un accidente pasó... estaba lloviendo, como el 10 de mayo pasado y como ahora.

1 comentario:

Ligia dijo...

Solidarízome, chera. También tuve una caída, hace casi diez años, y parte de mi espalda salió premiada. Una termina apropiándose de ese crujir de dientes ocasional.
Sana, sana.