jueves, 15 de abril de 2010

Miel

No me gusta tanto lo dulce, mi paladar es algo raro, como yo. Pero el recuerdo es poderoso. La miel siempre está presente en aquellos buenos momentos, en el pan francés que la Ali compraba por las tardes y que al día siguiente le añadía miel… esos panes, aunque se ponían duros para la hora del recreo, satisfacían con genialidad mi necesidad de sabor dulce en mi infancia.


También tiene un lugar especial en mis memorias, los dulces de miel, esos fabricados de manera artesanal, la tía Reina (la hermana menor de mi papá) me regaló una vez un ex - tarro de mostaza relleno hasta el tope de estos dulces… lo disfruté tanto que desde entonces se convirtieron en mis favoritos.


Pero lo que en realidad me puso a escribir este post, es uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia… mi mamá compraba unos botes en forma de ositos rellenos del preciado néctar. Los veía llegar en las bolsas del supermercado “La Tapachulteca” y me llenaban de buen humor verlos con ese color caramelo que me daba un poco de calor. Luego, cuando ya estaban vacíos mi mamá adaptaba la rosca de un biberón y se convertían en fabulosas pachas que me daba a la hora de dormir, ella me decía que los ositos bebés tomaban también en aquellas pachas, pero en vez de beber la mezcla de atoles que yo tomaba (por aquello de mi intolerancia a la leche) ellos bebían miel. Me encantaba imaginarme ositos tomando pachas de miel.


Esta mañana, cuando salí a traer mi acostumbrada taza de café, medio soñolienta aún… lo vi. Estaba paradito sobre el microondas… con esa sonrisita de expectativa, como esperando a que yo apareciera por ahí, lo descubriera, alegrarme la jornada de un solo golpe dulce y sacarme la primera sonrisa del día… con ese color caramelo tan lindo… un osito relleno de miel.

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