miércoles, 3 de octubre de 2012

1988

Tenía once años, estaba en quinto grado y dije, por primera vez, una palabrota.

Vagaba solitaria por los patios del colegio a la hora del recreo, no era popular y no me gustaban, aún, los niños, mis compañeros me parecían medio brutales y no había un tema de conversación, porque a esa edad casi no se puede; mis compañeras se dividían en dos: las adelantadas (que se creían pre-adolescentes y siempre andaban con muchachos de sexto o séptimo grado y más de alguna ya andaba con el primer novio) y las deportistas (que se dedicaban, en cada momento libre, a patear la pelota jugando kick ball), definitivamente yo no era ni una, ni la otra. 

Ese año conocí a Oscar, era un niño de mi grado, también adelantado a su tiempo, gracias a la presencia de hermanos mayores en su vida. Tenía la pinta más extraña que había visto en mi vida. Mientras los demás andaban chucos y caretos de jugar fútbol o chivolas, Oscar tenía un peinado algo exótico y pantalones rasgados, siempre andaba con una diadema con dos "colchoncitos de espuma en la punta"... su eterno walkman y varios cassettes y por primera vez vi a una persona sumergida en la música tan profundamente que era capaz de hablar un nuevo idioma y por supuesto, yo aprendí ese nuevo lenguaje.

Oscar tuvo la sensatez de compartir conmigo su pasión por el metal, el rock y otros géneros más violentos que las clásicas canciones de Cri-Cri. Al finalizar el año escolar, no solo ya lo soportaba (porque nunca lo supo, pero me cayó mal de entrada), sino que le ayudé con un par de tareas escolares que implicaban leer a los autores salvadoreños y otras gracias literarias; a cambio él me dejó el maravilloso conocimiento de música que me amenizaba de mejor manera mis recreos y las tardes mientras hacía tareas y oficio en casa.

No recuerdo cuándo fue, pero sé que lo expulsaron del colegio, el pobre nunca fue muy dedicado académicamente, sumado a que introdujo a otros compañeros de clases en el mundo de la pornografía, lo que sé es que para cuando llegamos a séptimo grado Oscar era solo un recuerdo. Supe que Camilo y Mauricio se quedaron con sus revistas y naipes porno y yo me quedé con un cassette que me acompañó durante mucho tiempo más.

Hoy, mientras redacto un documento para gringos... recordé tan bella música. :)  Saludos Oscar... hasta donde sea que estés.









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