martes, 2 de octubre de 2012

Megalomanía infantil

Ayer fue el día del niño... al único infante que puedo celebrar dicho día vive a más de cien kilómetros de mí. Cuando salí de la casa de mi madre aún estaba roncando, eran las 5 a.m.

Sebastian tiene ese fantástico poder de hacerme reír, pocos seres humanos pueden decir que me han hecho de verdad feliz. Él encabeza dicha lista. 

Miguel un día de estos dijo que este niño de menos de un metro de algo es un megalómano, nadie lo había dicho de esa manera, pero si... Sebastian no solo me hace feliz, sabe que me hace feliz y eso le da un porte de omnipotencia y prepotencia. Sabe perfectamente que ningún infante nunca ocupará su lugar. Tiene el poderío maravilloso de los abrazos que necesito en los días tristes; tiene la capacidad de disfrutar conmigo una película, aunque diga que está aburrida, se está quietecito conmigo, hecho puñito sobre mi regazo; tiene la valentía suficiente para invadir mis espacios... se queda dormido en mi cama, a todas sus anchas, arrinconándome y obligándome a tener cuidado permanente para no aplastarlo; tiene la desfachatez heredada de decir lo que piensa sin miedo a parecer pésimo.

Muchos dicen que se parece a mí, mi hermana que cada día se parece más a mí, no solo en lo físico, sino también en el carácter, honestamente esa parte no me gusta mucho, porque este carácter que tengo no es tan bueno que digamos y menos para un niño tan pequeño.

Sebastian es, por mucho, el gran amor de mi vida, la alegría de mi corazón... la sorpresa de mis días. Recuerdo que era un crío de días de nacido, cuando a mí me tocaba darle su pacha de las 3 a.m... ahí, sentada en la mecedora donde se crió, yo le cantaba esta canción... él se ha encargado, en estos cinco años, de cumplirme con esa petición.

Feliz día querido.











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