pero igual sigue siendo lindo.
Junio siempre me gustó, a lo mejor porque justo luego de mayo, que siempre se pasea en mi existencia, junio siempre es un tiempo para reponer fuerzas y disfrutar de las mañanas frescas y de las lluvias que me alivian tanto.
Este junio empezó por mandarme a descansar, pasé siete días en el hospital, mi organismo decidió que tanta presión, tristeza y desapego era suficiente. No más. Justo en esos días la mudanza y Tolstoi, en su infinita empatía conmigo, también estuvo enfermo y tristozo hasta que regresé a nuestro nuevo apartamento y me di a la tarea de pasar cinco días más en total recuperación que implicó pasar entre el sillón y mi cama.
Para mientras el mundo siguió girando, el mundial de fútbol empezó y tuve suficiente tiempo para evaluar y valorar ciertas cosas. Creo que mi organismo es bien sabio, por lo general, cuando me exije detenerme es para evaluar cómo estoy llevando esto que se llama vida.
Justo el día que me dieron el alta en el isss recibí dos correos, digamos bastante importantes. La vida siempre sorprende.
He vuelto a clases, he vuelto al trabajo y he vuelto a todo lo que dejé en pausa, incluso este espacio, ya escribí también mi relato pendiente en Non-girly Blue y ya llevé al gato al veterinario. La casa ha tomado otro tono, Miguel se había encargado de ordenar todas mis pertenencias mientras vegeté en el hospital, pero ahora ya tiene otro toque.
Junio me gusta cómo va... siempre me ha gustado. Siempre me ha parecido que la vida propone buenas cosas en este mes. Porque junio siempre me bota los planes, me dice... "no, no vas a ir a Guatemala, mejor te quedas... descansas, te repones y te voy a mandar un par de sorpresas para que estés entretenida", sin embargo no es doloroso, es esperanzador... como esta canción.
Quedate un rato más junio.
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