jueves, 23 de junio de 2016

El tiempo, el implacable...

Siempre me he preguntado cómo he sobrevivido en estos casi 40 años, entre enfermedades, accidentes y mi malísima memoria. 

Creo que por eso escribo, me ha ayudado a sobrevivir. A la tristeza, al enojo, al desconcierto y a los conciertos. Me ha ayudado. Me ha forjado como persona. Me rescata de la vergüenza de vivir sin puntos fijos en el tiempo.

Esta mañana, mis neuronas me decían que este día era especial en la relación con mi marido. Algo me decía que debíamos celebrar, pero no recordaba muy bien qué era... ¿acaso era el día en que nos vimos la primera vez? ¿o cuando decidimos empezar a ser pareja? ¿qué? ¡¿Quéééeé!? Soy un desastre. 

Íbamos a trabajar y en el bus se me prendió el foco, era nuestro aniversario, pero no sabía de qué y le dije algo así como... este día nos besamos la primera vez, pero es que entre nosotros han pasado tantas primeras veces, que al final qué importa cuál era. 

Facebook y este blog son mi salvación, son la tabla donde puedo naufragar con la certeza de no morir ahogada en el mar del olvido. Estaba en una conferencia cuando el FB me recordó que hace un año escribí que nos fuimos a un viaje, hoy hace cuatro años, en aquella ocasión nos fuimos a Perquín, Morazán, yo nunca había ido y fue un recorrido bastante bonito. Hay un par de fotos que nos muestran tímidos, pero felices en medio del museo de la Revolución. Somos un par de viejos revolucos, ahora sin partido. 

Pensé... esto es lo que les pasa a los hombres cuando olvidan fechas importantes con las parejas, sean novias o esposas, o amigas especiales o lo que sea... pero que se enfrentan a la mirada escandalizada del reclamo. Suerte que Miguel también tiene mala memoria. Suerte que Miguel camina a mi ritmo (incluso cuando yo voy lenta), suerte... suerte he tenido. Suerte ha tenido también él (chis, ve).

Perquín se quedó lejos, México nos recibió en el último año y ya miramos a otros horizontes para seguir viajando. Incluyendo la 30B que nos lleva en un astral viaje cada mañana a nuestras oficinas. 

Ya peleamos, ya comimos mole de 891 días en el Pujol, ya adoptamos a tres gatos, ya visitamos a Trotsky, ya subimos juntos a una pirámide, ya nos emborrachamos con tequila, ya encontramos en la lectura un punto de inflexión, ya nos troleamos mutuamente y nos hemos podido reír de nosotros mismos sin ofensas, sin malicias, sin resentimientos. Ya. Nos falta mucho.

Gracias por viajar conmigo, maitro. 







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