sábado, 13 de octubre de 2012

Vida y muerte en una semana

Mi tío Alfonso murió el viernes 5 de octubre.
La noticia me llegó poco después del mediodía y como al resto de la familia nos llegó de sorpresa. No estaba enfermo y siempre tuvo salud de roble. Le dió un paro al corazón que le proporcionó dolor en sus últimos 10 minutos de vida.
Desde el momento de la noticia pensé dos cosas:
1. Tengo que ir a una vela (no había ido a una desde que asesinaron a Miguel Avila, mi exalumno, hace ocho años).
2. Tengo que recordar a mi tío por lo bueno que compartió con nosotros (a pesar de haber razones poderosas para el odio familiar).
Mis primos (hijos de este hombre y la hermana de mi papá) crecieron junto a nosotras, fuimos vecinos por mas de doce años y compartimos la religión, los estudios y las tardes de bicicleta.
David... el favorito de todos mis primos... es el padrino de Sebastian y ahijado de mis papás, es el hermano que nunca tuvimos las Rauda Palacios. Él me mostró lo que realmente es el amor filial. Hace 8 días vio morir a su padre. Al encontrarlo en la funeraria me abrazó y no me soltó el resto de la noche, dormimos y lloramos a intérvalos aleatorios... reímos y recordamos la infancia al punto de concluir que fue hermosa. Realmente lo fue.
Muchos errores cometió mi tío, muchos lo juzgan, pero David, el segundo de sus hijos, el que más se le parece, lo defiende a muerte, no porque estuviera de acuerdo con esos errores... sino porque ama profundamente a ese papá que la vida le asignó.
Hoy me llamó mi papá... hoy es el último rezo del novenario, yo que le huyo a los rituales... hice mi maleta y me vine de Suchitoto. Porque David me recordó algo: la familia es importante y que somos responsables de nuestros padres antes y despues de su muerte
David y sus hermanos... mis hermanas y yo somos adultos ya. La partida de nuestros padres ha iniciado.

1 comentario:

Antonieta IraSal dijo...

Lo sé, bien que lo sé.