jueves, 22 de agosto de 2013

Solo puedo confiar en un cura que pueda bailar.

Era 1996 y yo ya me perfilaba en la loca que soy actualmente. Mis camisetas negras y mis camisas manga larga, cuadriculadas me delataban como seguidora del grunge y simplemente me limitaba a respirar en las clases que no eran humanísticas, pero en cambio en las de mi opción... ah... qué feliz era. 

Aquel febrero me trajo un profesor que no sospeché que llegaría a ser tan importante en mi formación, no solo académica. Mynor me ha tenido paciencia y mucho cariño. Mi madre lo ama, cree que es mi vínculo concreto a una fe que abandoné hace unos años. Nunca me lo han dicho (ninguno) pero sé que se comunican habitualmente no solo para hablar sobre mi estabilidad emocional, sino para saludarse. Es el único jesuita que sigue gozando con el cariño imperecedero de mi mamá.

Como nunca he sido tan buena con las relaciones interpersonales, no significa que no pueda estar al lado de la gente, de tenerle cariñito, pero sé (desde casi siempre) cuando una amistad o un vínculo solo será pasajero. Eso siempre le cayó mal a Mynor de mí, decía que no me dejo sorprender por la gente, él no sabe que si me he dejado sorprender por algunas personas, solo que como una forma de protección personal no se ha dado muy a menudo.

Él me ha sorprendido muchas veces. Me dio clases, trabajo y confianza. Todo a lo largo de casi 18 años. No importa si fue cuando tenía 18 años o ahora que tengo casi 36, siempre me pregunta lo mismo: ¿has estado leyendo? ¿has viajado? ¿has ido a bailar?.

Yo no puedo confiar, me cuesta mucho. Pero él me ha enseñado. A veces no puedo dejar de lado mi tristeza natural, me cuesta mucho. Pero él me ha animado a ver que la vida es eso, poder tener el derecho de estar feliz o triste... o ambas a la vez. Es poder cantar, reírse un poco de una misma, de poder maravillarse en medio de una terrible trabazón porque recordaste algo que te sorprendió, de poder bailar (aunque no me guste mucho) canciones que nunca bailaría en estados normales. Yo no puedo soltar algunos pensamientos, pero él se ha encargado de regañarme, de esa forma en que solo pueden regañar los hermanos mayores: dándole una gran puteada que duele pero que sirve. 

De las únicas cosas que extraño de mi antigua práctica religiosa es conversar con la gente humilde y confesarme con Mynor, porque hasta ese trámite era divertido y esperanzador. Siempre terminaba con un: "vaya, te absuelvo, pero no volvas a cagarla". 

¿Por qué estoy recordando a mi amigo? Bueno, esta semana que ha sido como achicopalada está pasando ya. De alguna manera había estado oyendo música bastante mortuoria y tristona, pero de repente, de la nada y sin esperarlo... y por ello me maravilló, sonó esta... esta canción que siempre poníamos en cada reunión-fiesta-bailable que armábamos bajo cualquier excusa (cumpleaños, aniversarios, drinkings y conexos). Ese buen recuerdo me sacó una sonrisa ahora que venía en la 44 y me dieron ganas de bailar.

Yo no puedo confiar mucho, en casi nadie... pero en este cura que le gusta bailar, si puedo. 



Y te quiero así:
tan satírica y fanática,
te quiero así:
cuando vives
cuando matas
con o sin razón,
cuando callas,
cuando hablas,
cuando amas.

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