Entrar al mundo onírico es fascinante, me gusta porque desde que tengo memoria he sido muy proclive a soñar mucho, bueno no... en realidad he sido proclive a recordar mis sueños. Todos soñamos en promedio similar.
Incluso soñar me ha enseñado a controlar mis miedos, a encontrar respuestas académicas que me han atormentado en mi período universitario, a sacar ideas creativas para alguna ocuasión. Muchos de los cuentos que escribo y que nunca publico nacen de mis sueños, otros simplemente se quedan en el anonimato de mi cabeza.
Anoche tuve un sueño que ha sido recurrente durante años. Nuestro cerebro tiene esa graciosa y peculiar forma de hablarnos de nuestros deseos, de nuestras fortalezas y de las cosas que jamás haremos. Es un reflejo de lo que vive en nuestro interior. Este sueño, la primera vez que apareció, o al menos la vez que recuerdo que fue la primera yo era una adolescente, rondaría los 16 años, vivía inserta en un grupo que no logré apreciar nunca, me sentía inconforme ante lo que veía en mi país, problemas sociales... y me veía a mí misma "más vieja"... claro a los 16 años tener veinte años más es ser vieja, hoy soy una adulta de edad media. Como cambian las percepciones.
Me veía como ahora soy, con canas cada vez más abundantes, con más peso encima, con las eternas ojeras que ya tenía a los 16, un poco más arisca pero mas resignada a convivir con los demás y me veía caminar en una calle, no iba sola, iba un tipo moreno, un poco más alto que yo, canoso, bigotudo.
Claro, a los 16, a los 20, a los 25... a los 33... era tan improbable que ese tipo que caminaba conmigo existiera, porque ¿qué iba a hacer yo caminando con un bigotudo canoso?
Los sueños no cambian, los que cambiamos somos nosotros. Ayer soñé de nuevo con la muchacha de 16 que hace 20 años fui. Caminaba tomada de la mano con este hombre.
Hay personajes de mis sueños y mis historias a los que les he tomado cariño, son casi reales... y están las personas que ahora caminan a mi lado: amigas, compañeros de oficina, familia y él.
Recordé el sueño esta mañana cuando venía rumbo a la oficina... me subí en un bus de la ruta que cada mañana abordo, el bus venía no lleno a retumbar, pero si empezaba a notarse un leve atolladero de gente. Entonces lo vi, sentado, con un libro entre las manos iba concentrado. Mi primer impulso fue hablarle, estamparle un beso en los labios como suelo hacer cuando nos encontramos y conversar un momento. Pero me detuve, en cambio me quedé a unos centímetros de él, mientras lo observaba... me di cuenta que él (el real) se parece mucho al personaje que ha salido en mis sueños desde los 16... Luego él se bajó, iba a su oficina y se perdió en el trajín de la calle llena de carros.
No soy de andar creyendo en el destino y otros conceptos metafísicos y menos de los que salen de los sueños, pero si me gusta pensar que ese canoso y con bigote al fin llegó para caminar un rato conmigo.
Que este que vestía camisa blanca y pantalón café no es, pero como se acerca a ese que me ha acompañado en sueños desde hace años.
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