miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tengo dos pies izquierdos y el corazón retumbón

Lo sé, soy una incoherencia andando, no puedo vivir sin música y sin embargo no puedo bailar.

Bailar para mi es un acto de libertad y lo he realizado en épocas, lugares y con personas con las que no me da pena absoluta de sacar a la pequeña extrovertida que vive muy en el fondo de mí. Cosa distinta es sentirme presionada para bailar por cuestiones u ocasiones sociales. Nada a la fuerza sirve conmigo.

Mi incoherencia no para ahí, la vida me mandó lo que toda mujer anda buscando... un hombre que sepa bailar. Miguel en su necesidad social aprendió a bailar muy bien desde joven, lástima que esa su habilidad no le sirvió de nada conmigo. Menos mal que tiene otras que si supo usar para llamar mi atención. 

Con todo eso, debo declarar que mi afición por la música no se ha visto nunca coartada por esa incapacidad motriz en el baile, no me ha importado y disfruto los ritmos, los logro encontrar en lo caótico, en lo estridente, pero también en las melodías propias de Latinoamérica. Sabe la vida cómo gozo de la música de los dominicanos, puertoriqueños, panameños y colombianos. Me hacen balancearme sobre mi propio eje y discretamente bailo en la silla mientras me deleito viendo a otros bailar. 

Ya he culpado a mi ser introvertida de esta incapacidad, pero ¿por qué debería encontrar a un culpable? soy así y si, me gusta ser así. 

Escuchaba una nueva versión de un vallenato que estuvo de moda en los noventa, no solo canta el autor original, sino toda una variedad de cantantes y artistas colombianos que le dan un toque distinto a cada trozo que cantan, con nuevos ritmos y distintos instrumentos musicales, aunque este trabajo es puramente turístico, rescata no solo una metáfora de las bellezas de Colombia, sino que además me dan ganas de bailar. Si.

Para mi bailar no solo es mover el cuerpo rítmicamente, sino además encontrarme con la alegría festiva que permanece dentro de mí y que salta al escuchar música. es estar alerta a las historias que vienen con cada tonada, es ver más allá de cada nota musical y percatarme que hay cientos de años de herencia cultural en cada tonada, es abrirse camino en la imaginación, es entender que cada generación entiende las cosas de manera distinta. Bailar es también pensar que se siente muy bien estar entre los brazos de alguien. 

Bailar es enamorarse de la historia de una historia.

Claro, yo seguiré con los dos pies izquierdos con los que nací, lograré moverme más o menos al compás de una melodía lenta y por supuesto Miguel intentará que supere esta pequeñez... pero no importa, yo seguiré enamorándome de las historias que cada canción trae.


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