miércoles, 11 de noviembre de 2015

26 años de esperar cambios

Hace 26 años empecé a escuchar disparos cada vez más cerca de mi entorno, yo tenía 12 años, una hermana, unos papás que echaban riata de sol a sol y estrenaba la manía de andar buscando libros guardados bajo llave para leerlos solo por el pinche morbo de saber qué decía, por lo general esos libro ocultos por mi papá eran de Roque Dalton. Lo recuerdo como si fuera ayer.

Yo sabía que había guerra en mi país, me lo decían las noticias a diario, los cuerpos de dos mujeres mutiladas que vi un día camino al colegio y la muerte de los papás de dos de mis compañeros en segundo grado, me lo decía en susurros mi papá. Me lo decían, aquel anochecer, las balas, los pasos de "los muchachos" en el techo de mi casa, la oscuridad y la ausencia de mi papá. 

Tengo 26 años de haber dejado de ser niña, la guerra se llevó una importante parte de mi infancia, la ofensiva "hasta el tope" fue un momento decisivo, en el momento de llegar a nuestro refugio, luego de aguantar falta de agua y luz, tiroteos, amenazas de bombas frente a mi casa, ver heridos, darles de comer a "los muchachos", soledad de mi padre, la dureza de seis días de terror, de muerte y olor a quemado, cuando llegamos a casa de mi tía todo terminó de destrozarse, vi en la televisión como alguien extendía enormes y blancas sábanas sobre los cuerpos de los jesuitas. Lloré, no entendía la razón, pero igual lloré. 

El doctor que nos acogió en su casa, el patrón de mi tía, nos revisó a todos los niños que íbamos en la caravana que buscaba vida, yo era la mayor de todos mis primos y mi hermana, yo fui la última, encontró que tenía quebrado el dedo meñique de la mano derecha, pensó que me lo había quebrado en la huida, no tuve el valor de confesarle que mi mamá me lo había quebrado el 11 de noviembre, cuando me dio la última paliza que alguien me ha dado. No tuve el valor de decirle que ya no iba a dejar que nadie en la vida me hiciera daño. Me vio llorando y me insistió que los curas muertos no eran los de mi colegio, no importa, le dije, lloro porque los mataron. 

No recuerdo cuánto tiempo pasamos en aquella finca, era mi lugar favorito en todo el mundo. En aquella finca siempre encontré refugio.

Han pasado 26 años, el doctor murió hace años, mi tía ya no trabaja ahí luego de más de 40 años, la echaron los nietos del patrón. Han pasado 26 años, el salario mínimo sigue siendo de miseria, el acceso a la salud y la vivienda dignas es casi imposible, la educación es "tantito" igual o peor que antes, las oportunidades laborales son escasas y si tenes trabajo, dale gracias y rendile pleitesía a tu patrono porque al menos tenes trabajo y de paso no te quejes. Han pasado 26 y los políticos ahora son millonarios y los millonarios ahora quieren volver a ser presidentes. Han pasado 26 años, entre esos, 8 de gobierno de izquierda y nada, nada, absolutamente nada ha cambiado. Siguen oyéndose disparos por la noche, siguen habiendo desaparecidos y papás y mamás que buscan a sus hijos e hijas en quebradas, basureros o pozos, en medicina legal y en la cárcel. Han pasado 26 años y aún hay ganas de llorar por los que son asesinados. Han pasado 26 años y todo es igual y todo es tan distinto. 



Que devuelvan lo robado
que entreguen luego, luegito
todas las tierras robadas y también el dinerito
porque no permitiremos ya más trampas, el plebiscito.

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