lunes, 31 de mayo de 2010

Fragilidad

Siendo la persona limitada que a veces no quiero ser, suelo pensar mucho en la fragilidad de las personas.

La vida se puede ir en un instante, ¡qué frase más cliché!, hasta mal me cae... porque es cierto.

Esta mañana me di cuenta de primera mano del asesinato de una mujer, era una desconocida, iba caminando cerca de la San Luis. Un hombre se acercó y la asesinó. Dos disparos. ¿A dónde iba? ¿Sus hijos estarían en su casa gracias a la suspensión de clases por el temporal? ¿Quién la amaba? ¿Cuáles eran sus sueños?

Qué fácil es dejar de existir en manos de otros: un balazo, un manotazo, un veneno... un atropellamiento. En manos de la naturaleza: la lluvia, una erupción, un temblor.

No temo a mi muerte, de alguna manera estoy a la espera paciente y resignada de pasar a otra dimensión, en la cual ya no voy a estar atada a lo terrenal, pero no deja de sorprenderme la muerte ajena.

Hoy morirán muchas más personas, además de aquella mujer que iba a su trabajo, no importa en qué circunstancia o razón: muerte natural o violenta, nos abandonarán y yo (a veces) las envidio.

2 comentarios:

iba pasando dijo...

A mi me da igual el momento y hora de mi muerte, desde hace tres años ya estoy viviendo tiempo prestado.

Lo que si me molesta es el sufrimiento, recibir un disparo y pasar quince días en cama, prefiero morir en el minuto siguiente al disparo.

Ayer leí esa noticia en los medios (de los que actualizan durante el día) y soñé que la señora que le dispararon en lugar de correr de su asesino, lo hizo hacia él. Con su último suspiro de fuerza lo empujó con todo hacia la calle, el asesino resbaló y una llanta de un bus le pasó por su cabeza, haciendo un sonido de craneo aplastado.... y fui feliz.

KR dijo...

Detesto el sufrimiento (propio y ajeno), la tristeza a veces es una sensación que no logro manejar.

Anoche no pude dormir, para variar... estuve pensando en esa mujer, en su rostro, en la reacción de los que íbamos pasando... en lo que encierra cada persona ante la muerte.

También pensé en el asesino.

Llegué a la conclusión de que así como la tristeza ajena, también la muerte ajena es una sensación qeu no logro comprender. No me gusta verlas.