Se supone que cuando uno al fin termina de llegar a la adultez muchos estereotipos tienen que hacer nido en uno y convertirse en una persona responsable, estable, equilibrada y capaz de resolver todos los inconvenientes propios de la vida adulta.
Se supone que en las mujeres nace un deseo incontenible de maternidad y de llevar una vida rutinaria, llega una edad en la que todas asisten a celebraciones colegiales del día de la madre donde estrenarán traje sastre bicolor y escucharan boleros cantados por tríos insípidos, comerán el desabrido pastel de la ocasión… a estas alturas vestir de jeans, camisetas y tenis es solo para días de vacaciones en la montaña y no para el uso diario.
Se supone que a medida que una se adentra en los treintas, la vida se va convirtiendo en una suma de responsabilidades, obligaciones y necesidades que tienen que ser resueltas a toda costa, aunque éstas no sean necesidades fundamentales.
El celular funcional y bello, la casa amplia y fresca, los dos o tres hijos en colegio bilingüe o religioso ortodoxo, los tés de despedida de soltera y luego de las bodas en hoteles cinco estrellas… los babyshowers, la búsqueda interminable de recetas de comida casera y sana para que el colesterol del marido no se dispare y de paso seguir siendo la mujer esbelta, solícita y tolerante, capaz de complacer fantasías sexuales de los amantes maridos gerentes de grandes empresas.
Se supone.
Yo soy una maldita, como me dijo la “diva”.
Ayer no le deseé feliz día de la madre ni a mi propia madre, ya no realicé las cinco o seis llamadas a mujeres que no son mi madres para desearles felicidad en este día. Soy una odiosa. Quizá sea un desequilibrio hormonal el que me tiene así, el domingo me desearon feliz día de la madre en potencia y en ese instante me visualicé preñada y pasando los siguientes 18 años preocupada por cada tos, picazón, raspón y flema de mis vástagos; de las calificaciones, intramuros, piñatas y fiestas de quince. Entonces terminó la visión. Soy una cobarde. Soy una evasiva… soy una majadera… una egoísta. Soy una maldita.
Mi pregunta inicial me surgió esta tarde en un intento de no sentir que soy la única así… quizá sea un consuelo estúpido creer que hay en este universo inmenso alguna otra mujer que piense que la maternidad no es el fin último y la felicidad absoluta. Quizá no quiero ser la única cabrona que piensa así.
2 comentarios:
la maternidad está sobrevalorada.
eso digo yo!!
y digo PASO!
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