jueves, 8 de octubre de 2015

60 días

Anoche no podía dormir, eso no es raro en mi, desde que tengo memoria he tenido problemas para eso. En cambio soñar... eso lo hago hasta despierta.

Estaba acostada en la cama y Tolstoi exigía su cuota de caricias del día y me puse a hacer cuentas mentales. Me di cuenta que tengo exactamente 60 días para vivir en mi apartamento. 

60 días.

No soy partidaria de andar contando días porque una se hace bolas y luego no me dan bien el vuelto y la que termina perdiendo soy yo. Aún así no pude evitar pensar en TODO lo que tengo que hacer antes de abandonar mi apartamento. 

Irme. Jamás me había estresado una mudanza, ni siquiera cuando me mudé lejos y con tres trapos. Ahora me mudaré cerca, con los mismos tres trapos. Haciendo un cálculo rápido pensé en cuántas cajas necesito para mis libros, cuantas bolsas para meter mi ropa, cómo debe ser la logística para acarrear mis cacerolas y la infinidad de especies que tengo puchiteadas por toda la cocina. Caí en la cuenta que pocas las cosas pesadas. Creo que, a pesar de haber ido adquiriendo algunas cosas, sigo siendo de "equipaje ligero"

¿Qué tiene en particular esta mudanza? ¿Qué es lo distinto en esta ocasión? ¿Por qué pienso en ello con tanto tiempo de anticipación?

Posiblemente muchas mujeres no vivieron este proceso como lo estoy viviendo yo. Algunas inician su largo viaje a la casa que compartirán con un marido con algarabía, otras con caos, otras con la sonrisa franca de una muchachita de 21 años que no le importa pasar penurias con tal de estar con su príncipe rescatador. 

En mi caso, no hay un príncipe rescatador, no habrá soledad entre él y yo, no esperaremos hijos en común, no tendré el miedo inmenso de parir, no me asustaré ante sus borracheras primeras, ni habrá dramas sobre el tema de la infidelidad, no habrá nada de eso. Al menos no en escalas terroríficas, posiblemente sean otros miedos, otros sustos, otro ritmo.

Fui consciente anoche de que nunca más volveré de mi trabajo y me sumergiré en el silencio de mi espacio personal, solo interrumpido por los ronroneos de Tolstoi, no habrá televisor apagado, no habrá chance de no cocinar, no habrá chance de levantarme a la hora que me pegue la gana, no tendré un espacio solitario para leer o escribir o coser, no preguntaré la opinión de algo solo a Miguel, sino también a cada miembro de la tropa galáctica, tendré que insertarme en una familia ya conformada. No estaré sola. 

No estar sola no es malo, per se. Pero como siempre y como de costumbre, debo hacerme muchas preguntas, ¿podré, en 60 días, soltarme y abrazar a seis personas? ¿Tolstoi y yo encontraremos un lugar tibio donde reposar de nuestros malos humores y cansancios? ¿Tendré aleros para hacer cosas lindas para los cumpleaños, graduaciones y navidades? ¿Trabajaré incansablemente como siempre por seguir siendo independiente y autónoma, pero ahora con gastos compartidos? ¿Podré ver las estrellas desde un techo que al fin será mío? ¿Podré sentir lo que tantas personas han sentido antes de mi y que yo nunca pude entender... ese sentimiento de pertenencia? ¿Extrañaré mi soledad?

La respuesta a todo es si.

En medio de todo esto, de la mudanza, hay otros temas que debo resolver, unos prácticos, otros afectivos, otros propios, otros compartidos. De momento, tengo 60 maravillosos días para agarrar mis tiliches, sostener a mi gato y entrar juntos a una nueva dimensión que me ha estado esperando, con la alegría que nos merecemos, con la alegría que merecen Miguel y sus hijos.

Espero, de todo corazón, que sea mi última mudanza.


1 comentario:

MaGo dijo...

Yo aun tengo esperanza de bebe 😊 aunque usted diga que será verde ;)