Tenía yo 12 años para entonces, me faltaba experimentar en carne propia los embates de una guerra civil, me esperaban mis clases de filosofía y de sociología para comprender un poco los "conceptos", la historia y toda la infamia sobre las vidas inocentes.
Pero bueno, uno a los 12 años poco sabe de esos asuntos, uno está ocupado en el arduo trabajo de sobrevivir a un contexto no buscado por uno mismo.
Así recibí yo la caída del muro de Berlin, no conocía a mis amigos casi europeos, mi conciencia de clase empezaba a marcame la vida y el estilo de reacciones, me erizaban la piel las escenas vistas en "Teleprensa" (cuando aún eran trasmitidas por el canal 2) de personas que morían en el intento de cruzar una frontera. Lo único que sabía era que no querían estar de un lado y que querían estar al otro. Mi mente todavía no sabía de Marx y la Segunda Guerra Mundial había sido tema de examen en mi sexto grado recién terminado. Ver gente joven, muy joven que celebraba, alzaban los brazos, gritaban y lloraban de emoción me dejó la impresión de que la libertad es UNA GRAN COSA, superior a cualquier concepto, más grande que cualquier expectativa, más importante que un verso incluso.
Hoy es distinto, palabras como "Democrática", "República", "Paz", "Libertad de Expresión" y tantas otras que ahora desarrollarían una gran lista, han ido y venido en mis ahora 32 años. Hace veinte años no comprendí lo que significaba que un montón de hombres y mujeres derribaran con mazos, sierras, y sus propias manos un muro, pero ahora me pregunto ¿dónde están esas personas muertas de felicidad de ese día? No sé si todavía esperaran algo mas de la vida, yo sigo esperando que su alegría se me contagie, que esos conceptos ya no sean cosas imaginarias, todavía espero llegar al día en que la dicha y la felicidad derriben mis propios muros.
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