lunes, 23 de noviembre de 2009

No hay palabras

que puedan salvarme esta vez, tampoco existen las suficientes para pedir perdón (de nuevo). En cambio tus palabras han sido claras y contundentes: Soy un ser miserable, soy lo peor... inmerecedora de cualquier tipo (por mínimo que sea) de misericordia.

Tenes razón, no tenes que soportar las consecuencias de mis gravísimos errores, es cierto, estás "así" por mi culpa, por mi rotunda y grandísima culpa, por mi culpa... por mi gran culpa. Esa es la única verdad en todo esto.

No hay suficientes palabras en nuestro idioma particular para que me las grites, una por una, en mi cara.

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