sábado, 7 de noviembre de 2009

Escribir mientras llueve

es vivir temerariamente la dimensión traicionera del recuerdo. Este estado acuífero deja friolentamente inestables a las emociones. Todavía mientras pienso en las palabras vocífereadas recientemente me doy cuenta que a veces no me agrado a mí misma, porque quiero luz y no busco serlo, me doy cuenta entonces que soy una especie de engaño para mí misma.

Escribir mientras llueve también me deja la sensación de que el tiempo se ha detenido esta noche sabatina, nada existe en realidad, todo chapotea en la irreverencia de vivir con un remedo de fe.

No tengo miedo de escribir mientras llueve, solo tengo temor de los pensamientos instalados en mi cabeza.

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