domingo, 7 de marzo de 2010

Ser mujer...

desde el nacimiento.

Hay una oración judía que dice: "Te agradezco Yahvé por no haber nacido ni esclavo, ni pagano, ni mujer". Nos la enseñó un día un jesuita que a la postre ha sido de los hombres que más daño me ha probocado. En ese entonces era yo una pequeña adolescente sin la mas mínima puta idea de lo que es la vida.

Nací mujer hace 32 años, aseguran algunos entendidos que en la mayoría de mis nacimientos anteriores también fui mujer, con cada reencarnación he ido mejorando. Si es así... allá por los inicios de la historia seguramente yo fui una mujer-esclava-pagana de algún patriarca judío, seguramente le parí unos tres hijos y luego me relegó a los confines del olvido y dió gracias a dios-hombre por ser él el que ostentaba el poder y no yo. Seguramente sabía que mi furia sería implacable y que acabaría con él y su descendencia hasta la cuarta generación.

Pero ser mujer ahora, a inicios del siglo XXI, en el inminente inicio de la Noosfera, donde la evolución radica en la capacidad de adaptación del conocimiento y no tanto en la competencia de sobrevivencia física. Irónicamente para nosotras si lo sigue siendo, ser mujer sigue siendo cuestión de sobreviviencia física, psicológica y ahora... intelectual.

Nacer a finales del siglo XX me dejó la experiencia de vivir una guerra, unos cuantos terremotos, inundaciones, accidentes y malas decisiones, pero también reconozco los logros obtenidos gracias a visiones amplias de hombres y mujeres de mi tiempo, para empezar... de mi madre, quien vio en la educación una manera de salir de las calamidades, claro que en el camino se enteró que yo no precisamente deseo riquezas y fortunas, no es gana de sufrimiento, solo que la cuestión material no es una preocupación aberrante para mí.

Ayer tuve una reveladora conversación con Myrna, mujer que se ha convertido en una de esas personajes emblemáticas en mi historia reciente. Platicábamos de las relaciones: "hasta que una no deja de pensar en que merece lo que le sucede siempre jugará el papel de víctima. Yo no quiero ser víctima y punto".

Es cierto.

A veces las mujeres hemos sido víctimas de nosotras mismas, gracias a que apoyamos y aceptamos el concepto o la visión que otros y otras tienen de nosotras.

No soy feminista, creo que ni en mis días de más rebeldía lo he sido. Femenistas me acusaron y me vieron feo cuando dije que también nosotras tenemos el poder destructivo de bombas atómicas y que poco rastro podemos dejar de una persona. No se confunda, tampoco soy Machista, simplemente creo que hombres y mujeres somos personas complementarias pero no por ello debemos ser dependientes entre nosotros. Si yo asumo lo que me corresponde en mis relaciones familiares, afectivas, amistosas, sociales y globales, puedo ver que las consecuencias de ser mujer no tienen que ser trágicas, simplemente valientes al reinvindicar mi importancia como ser humano.

Ser mujer es tratar de ser racional a pesar del peso incontenible de lo emocional, lo digo así, porque así lo vivo. Lucho por utilizar mi cerebro paralelamente a mi corazón y a mi sistema linfático. Tratar de ser coherente no es fácil, en especial con uno misma, pero solo entonces podemos ser coherentes con otras personas.

No somos víctimas, tampoco victimarias, solo hay que reacomodar las estructuras para la equidad, el respeto y la coherencia. Y sobre todo. Podemos sobrevivir perfectamente y con elegancia esta llegada de la Noosfera.

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