jueves, 3 de abril de 2014

Para más tarde

Creo que debí haber hecho varias cosas en mi vida. Haberme quedado en Chile, tal vez haberme gestionado una beca a México y posiblemente había un espacio para mí en alguna universidad gringa, patrocinio de alguna familia oligarga de mi país.

Pero no. Me quedé. ¿O regresé? Ya ni lo recuerdo

A lo mejor hubiera sido bueno que me quedara en Guatemala, incrustada en alguna montaña o en algún corazón chapín... tal vez la primera vez... o la segunda vez... no importa, en algúna de las dos ocasiones en las que ese país me adoptó para trabajar, en las que me abrió los brazos para sanar, para curarme, para sonreír de nuevo.

Pero no. Me regresé. ¿O me quedé sin quedarme? Ya no lo entiendo.

Soy consciente de que debí haber hecho cosas mejores, tal vez tener un hijo que me sacara canas verdes, sustos y dinero. Debí haberme quedado con el hombre que dijo que me amaba (aunque yo aún lo dudo). Debí haberme ido de misionera a comer polvo y otras cosas en medio de la pobreza extrema, debí... pero no lo hice.

A veces no sé cómo trascenderé. No he publicado nada, no he encontrado la cura para el cáncer, no he parido críos con mis cabellos y el color de mis ojos. No tengo un pedazo de tierra que sea mío y suelo no sentirme parte de casi ningún colectivo. El nacionalismo no me viene bien y soy demasiado desapegada según un par de mis amigos. "Desapareces" dicen. A veces como reproche, a veces cuando me reencuentran, felices de corroborar que sigo viva.

Siempre dejé todo para más tarde, con "todo" me refiero a lo que mi mamá conceptualiza la felicidad: hijos, marido (casado por todas leyes), casa comprada sacrificadamente, una rutina que me apresara y  me recordara continuamente que soy una adulta (responsable y respetuosa).

Lo que no dejé para más tarde fue escribir todo lo que se me antoja, a la hora que sea, viajar, conocer más tramos de la carretera, ver los atardeceres, el silencio de llegar a casa y escuchar unos maullidos pequeñitos, el goce de los besos que me gustan, la dicha de planificar un viaje (con todos sus detalles, los museos a visitar, las borrecheras a perpetrar, los sueños a concretar). No dejé para más tarde poder encontrar el equilibrio suficiente para dejar de odiar gente por gusto.

No dejé para más tarde las calles de San Salvador abrazándome, ni los recuerdos de mi abuela muerta, no dejé para luego el llanto, ni los muertos que he enterrado, ni la alegría de la música desaforada. He bailado a mi ritmo y en mi momento de solitariedad, en el que todos cierran los ojos y yo soy feliz en la caricia comprensiva del tiempo.

No he dejado para más tarde nada.

No importa si me fui y regresé, o si me fui y dejé un pedazo de mi historia fuera de cuatro paredes. Lo importante es que lo que necesito, lo tengo conmigo. 

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