Lo único que me gusta de mayo se reduce a dos cosas... los árboles de fuego que nos alegran la vista en la carretera y las canciones que yo murmuro mientras manejas porque aunque son las de siempre, ahora suenan tan distinto ya.
Los árboles de fuego florecen en este mes, extienden ostentosa alfombras rojas a sus pies y puedo contarlos uno a uno mientras vos conducís y señalarlos para que los veas y distraerte en nuestra habitual plática sobre instancias financiadoras y programas de educación y de por qué creemos que la fundación está mal y cómo fue que caíste tan mal de un solo golpe al conocerte.
Vos querés una hija, una niña que te alegre los días, que se juegue con valor el sol cada día, una niña que se maraville cuando te vea llegar cada tarde, a la que podás cargar en tus hombros y enseñarle cada forma, cada color, cada tono en esta vida.
Y resulta que en este mayo... vos y yo seguimos siendo tan cercanos y tan distintos a la vez, no logro comprender como es que coincidimos en tantas cosas y nos debatimos en la incomprensión mutua, no me lo digas... tantas veces no estás de acuerdo conmigo como yo no lo estoy contigo. Hay todo un universo que nos separa. No importa.
En este mayo, yo tengo a mis árboles favoritos y vos formulas tu sueño más deseado, todo sucede tan rápido y mientras manejas, a mi regresan canciones que en otros tiempos tuvieron otro significado, pero que ahora se tornan indispensables con su rostro nuevo, con cada día de mayo a cuestas, con la esperanza que vos podas cantarle esta canción a tu hija y yo siempre pueda cantar esta canción cuando vea un árbol de fuego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario